“Este es mi año número 52 como profesor en esta casa... Bueno, en este campus, porque este edificio es relativamente nuevo”. Sí, este catedrático emérito de Psicología de la Memoria imparte clases en la Universidad Autónoma de Madrid desde 1974. Toda una vida dedicada a analizar los mecanismos que mueven los recuerdos o que provocan los olvidos, desde que decidió, hace cinco décadas, centrar su tesis doctoral en memoria y esquizofrenia.
Fue en 1991 cuando José María Ruiz Vargas (Doña Mencía, Córdoba, 1946) publicó un primer manual, Psicología de la memoria. Luego, vinieron más manuales y textos académicos, numerosos escritos y artículos científicos sobre memoria autobiográfica, memoria icónica, el olvido, el trauma, la amnesia o el envejecimiento, hasta que “me di cuenta de que sabíamos mucho sobre el funcionamiento de la memoria en el laboratorio e investigaciones experimentales, pero no teníamos respuestas a las preguntas que hace la gente en la vida real”.
Después de 20 años tomando notas, leyendo a Borges, Proust, Canetti o Cervantes, organizando todo el material con fichas, en 2023 Ruiz Vargas publicó La memoria y la vida (Debate), dos conceptos que mantienen, dice, “una simbiosis perfecta, porque cuando alguien piensa en su vida, se da cuenta de que la vida es una historia que cada día vamos escribiendo en el territorio de la memoria, y, gracias a ello, somos lo que somos”.
La memoria y la vida es un ensayo que se plantea desde la psicología, claro, pero también hay un gran componente filosófico y literario. ¿Por qué?
No tenía sentido llenar un libro destinado al gran público de citas de investigadores, ya que a la gente le suele resultar árido y aburrido. Por eso he leído a muchísimos grandes escritores, pensadores, filósofos… para sacar enseñanzas de la propia vida y utilizarlas como apoyo a lo que digo. Creo que la ficción es el género más adecuado para desentrañar los misterios de la naturaleza humana. Como decía mi íntimo amigo, el profesor Carlos Castilla del Pino, en cualquier buena novela hay más psicología y más psiquiatría que en un manual especializado.
Confieso que cuando estaba preparando esta entrevista, las preguntas salían solas. Seguramente es un punto en común que mantiene la memoria con la vida, repleta, también, de mil interrogantes. ¿A qué es debido?
En el primer libro que escribí sobre la memoria, decía que sorprendía mucho la poca importancia que se le daba. Incluso hay gente que hace alarde de tener mala memoria. Desde entonces, gracias a toda la divulgación y al conocimiento que hay acerca de las enfermedades neurodegenerativas, que ha trascendido de los ámbitos científicos a la calle, la gente piensa que esto de la memoria parece más importante de lo que creía. Aunque esta preocupación a veces es excesiva. Hay personas especialmente propensas a la ansiedad que, en cuanto tienen algún olvido, piensan si tendrán alzheimer.
¿Y dónde deberíamos poner el foco a la hora de hablar de memoria?
Hay que darse cuenta de que la memoria es lo que da sentido a la vida. Si pierdes la memoria, no eres nadie. Gracias a ella tenemos una identidad, sabemos quiénes somos y nuestra vida adquiere el sentido de la continuidad.
La memoria es lo que da sentido a la vida, si la pierdes, no eres nadie
Pero, en ocasiones, algunos recuerdos, sobre todo de infancia, responden más a lo que nos han contado sobre nosotros y no tanto porque los hayamos vivido.
Así es. Pero hay que tener muy presente qué entendemos por recuerdo. Un recuerdo es siempre un relato, una historia. Nuestra memoria no guarda los episodios, sino las vivencias, las experiencias, a las que tienes que dar una estructura narrativa, porque de esa manera aseguras que se va a quedar en la memoria. No tiene por qué ajustarse al 100% a lo ocurrido, aunque el núcleo central sí, y luego, cada vez que la cuentas, añades unos detalles o quitas otros. Nunca se narra el mismo recuerdo de la misma manera y si lo cuentas cinco veces, habrá cinco versiones.
Entonces, ¿otras personas pueden ser capaces de construir nuestros recuerdos?
Chateaubriand, en el Libro I de su autobiografía, narra el momento de su nacimiento, no porque lo recuerde, sino porque se lo habían contado un montón de veces y, a partir de ahí, él construye un recuerdo falso; de modo que, cuando lo evoca, siente realmente que aquello lo vivió. Muchos de los recuerdos infantiles se han creado de la misma manera. Una característica fundamental de los auténticos recuerdos es que se acompañan de lo que llamamos conciencia autonoética. Es decir, que la persona que está contando la historia tiene la certeza absoluta de que fue ella quien vivió aquello. Lo sorprendente de los recuerdos falsos es que presentan la misma característica.
¿Qué es lo que más recordamos y lo que más frecuentemente olvidamos?
Hay un principio general que asegura que todo lo que hayas vivido envuelto en emociones tiene asegurado su permanencia en la memoria. Y, al contrario, si has vivido algo de una manera superficial, sin atención, y no te ha afectado emocionalmente, las probabilidades de que persista van a ser escasas. Un tipo de recuerdos muy persistentes son los llamados self-defining memories: aquellos que nos definen, los que van a mostrar a los demás quiénes somos. La memoria autobiográfica tiene, además, una función de solidaridad social, es decir, los humanos nos pasamos la vida contándonos historias personales precisamente para establecer, mantener y reforzar las relaciones sociales.
¿Olvidar es tan importante como recordar?
Hay diferentes tipos de olvido. Por un lado, está el olvido involuntario, como cuando un estudiante va a examinarse, se sabe muy bien algo, pero cuando se lo preguntan no se acuerda. Y luego hay otras situaciones en las que uno desea olvidar algo porque le genera inquietud, ansiedad, dolor... Gracias a los olvidos la memoria humana funciona tan bien. Me explico: el olvido es necesario. Frecuentemente, está generado por la interferencia de información parecida a la que quieres evocar que entra en competición, bloquea la salida y eres incapaz de recuperar lo que necesitas. Además, está el uso o desuso de la información. Todos los contenidos de nuestra memoria tienen dos fuerzas: la de almacenamiento, cuanto mejor aprendes una cosa, más disponible está en la memoria, y la de recuperación, la facilidad con la que evocas algo, que depende del uso que hagas de ello. El desuso es otra causa básica del olvido.
Si has vivido algo de una manera superficial, sin atención, y no te ha afectado emocionalmente, las probabilidades de que persista van a ser escasas
¿Y por qué hay gente que al salir de ver una película se acuerda de todos los detalles mientras otros apenas se acuerdan del final de la trama?
La memoria y la atención están íntimamente conectadas. Si prestas atención a algo, las probabilidades de que se convierta en una huella permanente de memoria son altísimas. En el momento en el que algo recibe atención, se ponen en funcionamiento los procesos de codificación, de transformación de la información externa en algo que pueda ser representado en la memoria.
Y en estos tiempos en los que tenemos tanta memoria digital a nuestro alcance, ¿Estamos perdiendo facultades para recordar?
No tengo datos para establecer una conclusión, pero mis sospechas me llevan a pensar que, hablando de adultos, no nos vamos a volver más desmemoriados por este tipo de mecanismos. El cerebro humano es algo tan perfecto, tan plástico, tan adaptable a todas las situaciones… Fíjate cómo nos hemos ido adaptando a la cantidad de cambios sociales tremendos que ha habido a lo largo de la historia, y, sin embargo, los humanos no hemos desaparecido. Por eso creo que no nos va a volver más desmemoriados, ya que tenemos capacidad adaptativa.
Si hablamos de memoria y recuerdos, lógicamente tiene que surgir otro concepto: la nostalgia.
Un concepto que acuña a finales del XVII un médico suizo, Johannes Hofer, para referirse a la añoranza del hogar que sentían los soldados. Desde entonces, esa idea como tal ha estado y sigue estando muy ligada, incluso confundida, con lo que es la melancolía. Pero ese planteamiento está cambiando en los últimos años. En mi opinión, la nostalgia es una emoción ambivalente. Se puede manifestar a través de un sentimiento optimista, energizante, que te hace sentir muy bien, o puede hacerlo a través de un sentimiento negativo, de tristeza, más parecido a la melancolía, una visión pesimista del pasado, de la imposibilidad de volver a aquel paraíso que tú imaginas.
¿Y cuál prevalece?
Se han hecho estudios comparándola con otras emociones, y predomina el valor positivo frente al negativo.
¿La nostalgia en exceso puede llegar a ser perjudicial?
A lo largo de la historia, hubo momentos en que melancolía y nostalgia eran sinónimos. Pero creo que tienen poco que ver; aunque probablemente para una persona con una tendencia a la depresión, la nostalgia va a ser casi siempre sinónimo de melancolía. La depresión produce un sesgo en la memoria por el cual la mayor parte de los recuerdos, por no decir todos, van a ser tristes.
La depresión produce un sesgo en la memoria por el cual la mayor parte de los recuerdos, por no decir todos, van a ser tristes
¿Cómo cambia nuestra relación con lo que recordamos conforme nos vamos haciendo mayores?
Existe el convencimiento —que sigue todavía muy vigente, incluso en los ámbitos clínicos— de que la vejez trae consigo el deterioro de la memoria. Ha sido una idea indiscutible. Sin embargo, en la actualidad, ya no se mantiene. La investigación reciente demuestra que el factor desencadenante de que la memoria se deteriore —si se deteriora, porque no se deteriora en todas las personas— no es precisamente la vejez, sino todo el ciclo de la vida.
¿A qué se refiere?
Desde los primeros años de nuestra vida, todos los acontecimientos que vivimos van dejando marcas en el cerebro que van a ir determinando cómo va a ser finalmente la vejez de esa persona. No todas las personas ancianas sufren un deterioro de memoria, y hoy día se habla de las trayectorias de envejecimiento porque cada persona envejece a su manera. Esa forma de envejecimiento va a venir determinada fundamentalmente por los factores genéticos, el estilo de vida, el nivel de estudios, trabajo, ocio… Todos estos factores son responsables de la resiliencia del cerebro, es decir, la resistencia frente a la patología. Algunas personas pueden llegar a los 100 años sin tener ningún deterioro cognitivo, no solamente de la memoria. En resumen, la conservación y/o el deterioro de la memoria deben entenderse desde una perspectiva integral de todo el ciclo de la vida.
¿Cambia nuestra forma de recordar dependiendo de la edad?
Hay un cambio muy interesante que se produce en lo que es la fenomenología de los recuerdos, es decir, el tipo de rasgos o atributos que conforman esos recuerdos. En las poblaciones de jóvenes predominan los recuerdos negativos; sin embargo, en adultos mayores, predominan los positivos. Es el efecto de positividad de la memoria que se va produciendo con el envejecimiento.
¿Algunas diferencias más?
En las personas mayores cambian también las narrativas, de modo que se va pasando de narrativas muy minuciosas, propias de la juventud, donde se proporcionan todos los detalles, a darse cuenta de que hay montones de detalles que no añaden nada a la historia. Los adultos sintetizamos y transmitimos al otro solo lo que entendemos que es significativo, es decir, lo fundamental.
Frente a las mismas preguntas, las niñas dan muchísimos más detalles personales y emotivos
¿Y hay algún sesgo de género?
La variable sexo o género no es determinante, pero sí es interesante ver cómo las narrativas de las mujeres son distintas a la de los hombres y, además, eso se observa desde la niñez. Frente a las mismas preguntas, las narrativas de las niñas son distintas de las de sus compañeros de colegio, en el sentido de que ellas dan muchísimos más detalles personales y emotivos, es decir, potencian la capacidad para identificarse emocionalmente con el otro.
¿Y si pudiéramos recordar más o menos, tendríamos una vida diferente?
No hay que olvidar que somos memoria. Y el tono emocional que caracteriza a las personas, no es ni más ni menos que el reflejo del contenido de su memoria autobiográfica.







