Jesús Ávila, bioquímico: “El estrés crónico, la tristeza o el aislamiento pueden afectar al envejecimiento del cerebro, por eso insisto en el valor de mantener una vida social activa”

Longevity

Referente mundial en la investigación del alzheimer, Ávila lleva más de medio siglo investigando los secretos del cerebro y las claves del alzheimer, y es profesor vinculado ad honorem del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

El neurocientífico Jesús Ávila.

El neurocientífico Jesús Ávila. 

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Desde hace más de cuatro décadas, Jesús Ávila (Madrid, 1945) ha dedicado su vida a descifrar los misterios del cerebro. Referente mundial en la investigación del alzheimer, formado en España y Estados Unidos, el trabajo de este científico ha sido clave para comprender el papel de las proteínas Tau en la degeneración neuronal. En la actualidad, aunque jubilado desde hace tres años, sigue vinculado al CSIC como profesor ad honorem. También investiga con su grupo en la reprogramación celular en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (UAM-CSIC), donde han conseguido, entre otras cosas, rejuvenecer el cerebro de ratones a través de ese proceso. Los resultados se pueden leer en prestigiosas revistas científicas como Aging Cell.

A sus 79 años —cumple 80 el día de Navidad—, conserva una curiosidad intacta y una sencillez que contrasta con la magnitud de sus logros. Habla con serenidad y cierta alegría, como quien ha dedicado tanto tiempo a mirar el cerebro que ha aprendido a mirar la vida con perspectiva. Explica, como hacen los grandes maestros, de forma clara y con ejemplos. Para él, el alzheimer no es solo una patología, sino una oportunidad para reflexionar sobre cómo vivimos, cómo cuidamos nuestra mente y cómo nos relacionamos con el paso del tiempo.

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Entre otros, ha recibido el Premio de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la Medalla de la Universidad de Helsinki y el Premio de la Fundación Carmen y Severo Ochoa. Y, además de haber sido director científico de algunos de los centros de investigación españoles más prestigiosos, fue Vicepresidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, de la que es académico supernumerario. Ávila defiende una idea tan simple como poderosa: “La prevención de las demencias empieza, o debería hacerlo, mucho antes de los síntomas”.

¿Cómo empezó su historia con el alzheimer?

Tras mi vuelta de los Estados Unidos, empecé a trabajar en un componente del citoesqueleto, los microtúbulos, unas estructuras que son muy abundantes en el cerebro. Comencé a estudiar las proteínas de los microtúbulos de neuronas y cómo podrían modificarse durante el envejecimiento, el mayor factor de riesgo de procesos neurodegenerativos.

En el estudio de la ciencia, ¿quiénes han sido las figuras que más le han inspirado?

Muchas, pero siempre menciono a Margarita Salas. Sobre todo, me enseñó a ser riguroso y a decir solo lo que está comprobado y con exactitud, sin improvisaciones, a decir las cosas con precisión y sin exagerar. Esa exigencia es invaluable. Y trabajar con ella me enseñó que la ciencia no es solo conocimiento, sino también pasión, generosidad y perseverancia. Me impresionaba su rigor, pero también su capacidad para explicar conceptos complejos de manera sencilla. Demostraba que se puede ser brillante y, al mismo tiempo, cercano y humano. Cada vez que pienso en la dedicación que puso en sus investigaciones, siento un impulso para seguir aprendiendo.

En estos años, ¿qué ha cambiado en la investigación sobre el alzheimer?

Casi todo. Cuando empezamos no sabíamos ni qué lo causaba. Hoy conocemos las proteínas clave, la beta amiloide y la Tau, y cómo su acumulación afecta a la función neuronal. Sabemos también que la enfermedad comienza muchos años antes de que aparezcan los primeros olvidos, algo fundamental. Nos permite pensar más en prevenir, pues los síntomas clínicos y el tratamiento puede comenzar muy tarde.

Sabemos que el alzheimer comienza muchos años antes de que aparezcan los primeros olvidos, algo fundamental para prevenir

Jesús ÁvilaNeurocientífico

Entonces, ¿podremos evitar el alzheimer en el futuro?

Evitarlo del todo quizá no, pero sí retrasarlo. Si conseguimos detectar los cambios en el cerebro veinte años antes de los síntomas, y actuamos ahí, podremos frenar el deterioro. Los tratamientos actuales no curan, pero ralentizan la enfermedad. Y si combinamos eso con hábitos de vida saludables, podemos ganar muchos años de buena calidad de vida. El problema grande es que es una enfermedad silenciosa. Cuando el paciente llega a la clínica, ya se han muerto muchas neuronas. Los depósitos de amiloide aparecen incluso 20 años antes de los síntomas clínicos, y los de TAU u unos 5 o 10 años antes. Cuando llega el momento de la atención médica, ya es demasiado tarde.

Usted insiste en que el estilo de vida importa tanto como la genética. ¿De verdad influye tanto lo que comemos o cómo dormimos?

Muchísimo. El cerebro no está en una caja aislada. Lo que comemos, el ejercicio, el sueño, las relaciones sociales, todo se refleja en su funcionamiento. Un mal modo de vida acelera el envejecimiento cerebral. También es importante disfrutar la vida sin estrés y sin competitividad tóxica. Y tratar de dormir lo necesario, siempre.

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¿Descansamos lo suficiente?

No siempre. Además de evitar beber o fumar, es fundamental que el ritmo circadiano se mantenga. Por ejemplo, a partir de cierta edad, si dices: ‘voy a salir con los amigos y me voy a acostar a las 5 de la mañana’, eso te perjudica y puede provocar serios problemas de salud. Puedes divertirte igual a las 3 o a las 5 de la tarde. Romper el ritmo circadiano por socializar es innecesario: puedes pasar tiempo con tus amigos, pero de manera que no afecte tu salud ni tu descanso.

¿Y qué papel tiene la genética en todo esto? ¿Hay que resignarse si hay antecedentes en la familia?

Solo el 1% de la enfermedad de Alzheimer es de carácter hereditario y se debe a mutaciones específicas en genes específicos. No hay que confundir esas mutaciones con las variantes genéticas que pueden ser factores de riesgo y pueden ser modulados a través de un correcto modo de vida.

Lo que comemos, el ejercicio, el sueño o las relaciones sociales, todo se refleja en el funcionamiento del cerebro

Jesús ÁvilaNeurocientífico

Si se detecta a tiempo el alzheimer, ¿se puede hacer algo?

Soy un gran admirador de [Santiago Ramón y] Cajal, y él decía que la muerte neuronal era irreversible. Pero que no sepamos arreglarlo ahora, no significa que los que vienen detrás, que tendrán más conocimientos y estarán mejor preparados, no puedan hacerlo. Yo nunca digo ‘no se puede’.

¿Hay diferencia entre frenar el envejecimiento y curar las enfermedades asociadas, o van de la mano?

Van de la mano. El cerebro consume el 20% de la energía del cuerpo, aunque representa solo el 2% de su volumen. Con el envejecimiento, el cerebro empieza a consumir más energía que el resto del organismo, y eso genera problemas tanto neurodegenerativos como periféricos. Si frenas el envejecimiento del cerebro, probablemente frenas el del resto del cuerpo.

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En lo personal, ¿qué le ha enseñado convivir con pacientes y familias que viven el alzheimer de cerca?

Muchísimo. Te das cuenta de que detrás de cada diagnóstico hay una historia. Y que la enfermedad no afecta solo al paciente, sino también a su entorno. La generosidad de las familias que donan cerebro o participan en los estudios es impresionante. Gracias a ellas la ciencia avanza.

Si alguien ve que su padre o madre empieza a mostrar deterioro cognitivo, ¿qué debe hacer?

Lo primero es acudir a un neurólogo. Hoy también hay test de sangre que permiten detectar los niveles de proteínas como TAU fosforilada, y saber si ya hay un problema en marcha. A partir de ahí, se puede intentar reducir factores de riesgo como el estrés, incluso escuchar buena música, leer libros, todo lo que estimule el cerebro. Luego están las estrategias farmacológicas y de reprogramación celular, que incluyen péptidos que atraviesan la barrera hematoencefálica y activan factores de rejuvenecimiento. También se están utilizando senolíticos para eliminar células senescentes, esas que no funcionan y afectan tóxicamente a su entorno.

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Esto sería lo que llamamos revertir el envejecimiento.

Por una parte, sí. Para células ya senescentes se utilizan senolíticos, y probablemente habrá que combinar tratamientos, como cócteles farmacológicos. Posiblemente no hay una sola “píldora mágica”, y se requiere un abordaje multidimensional.

Hay quien dice que el cerebro se puede entrenar como un músculo. ¿Es realmente así?

Eso ya lo dijo Cajal. Igual que entrenas un músculo, puedes entrenar tu mente. Aprender cosas nuevas, leer, tocar un instrumento, conversar, resolver problemas… todo eso crea nuevas conexiones neuronales. No evita la enfermedad pero sí puede retrasar sus efectos. Cuanto más activo esté tu cerebro, más resistente será.

Aprender cosas nuevas, leer, tocar un instrumento o conversar crea nuevas conexiones neuronales y permite retrasar los efectos del alzheimer

Jesús ÁvilaNeurocientífico

¿Y usted cómo cuida su propio cerebro?

(Ríe) Intento seguir mis propios consejos, aunque no siempre lo logro. Sobre todo, sigo trabajando. La curiosidad científica es el mejor gimnasio para el cerebro. Y trato de mantenerme rodeado de gente joven, que te contagia energía. La interacción con personas brillantes, a través de conversaciones o seminarios que facilitan el aprendizaje. Todo eso me mantiene activo.

¿Qué papel juega la emoción en todo eso?

Muchísimo. A veces hablamos del cerebro como si fuera solo biología, pero está profundamente ligado a las emociones. El estrés crónico, la tristeza o el aislamiento pueden afectar a mantener joven al cerebro. Por eso siempre insisto en el valor de mantener una vida social activa y cuidar la salud mental tanto como la física.

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Si pudiera hablar con su yo joven, ¿qué le diría?

Que esté tranquilo con sus decisiones. Elegí quedarme en España y estoy contento. También, valorar la familia y la curiosidad intelectual.

Después de tantos años mirando el cerebro al microscopio, ¿qué sigue sorprendiéndole de él?

Su capacidad de adaptación. Incluso cuando hay daño, el cerebro busca rutas alternativas para seguir funcionando. Esa plasticidad me fascina. Es como si, a pesar de todo, siguiera diciendo: “aún puedo aprender, aún puedo conectar”. Esa idea me da esperanza.

¿Le preocupa que los avances en longevidad solo estén al alcance de unos pocos?

Sí, mucho. La longevidad debería estar al alcance de todos, no solo de los millonarios. Eso es un problema de educación y justicia social.

Incluso cuando hay daño, el cerebro busca rutas alternativas para seguir funcionando; esa plasticidad me fascina

Jesús ÁvilaNeurocientífico

¿Qué le impulsa a seguir investigando?

La curiosidad, el amor al conocimiento y la oportunidad de aprender de colegas brillantes.

¿Le ha resultado difícil conciliar vida personal y familiar?

Es fácil cuando tienes una buena familia. Mi mujer también es científica, y nos apoyamos mutuamente, ella me apoya más. Tuvimos una hija que ahora es científica, y una nieta de cinco años. La familia es fundamental para mantener el equilibrio.

¿Cuál ha sido su mayor obstáculo profesional?

Los burócratas ignorantes, tanto aquí como en otros países. Son los que intentan controlar sin conocimiento, y eso a veces obliga a cambiar de lugar de trabajo. En Estados Unidos esta burocracia inútil se daba antes menos, pero ahora hay ciertos personajes que intentan censurar la ciencia.

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Si la ciencia lograra alargar la vida humana hasta los 150 años, ¿le gustaría llegar a verlo?

No lo sé… Vivir 150 años suena impresionante, pero la cuestión no es solo cuánto vivimos, sino cómo. Si uno mantiene la mente clara, la memoria activa y las ganas de aprender, entonces sí, sería maravilloso. Pero vivir tanto sin calidad, sin reconocer a los tuyos o sin poder disfrutar de la vida, no tendría sentido. Prefiero vivir menos años, pero con el cerebro en forma y la curiosidad intacta. Al final, lo importante no es contar los años, sino qué hacemos.

Usted ha dedicado toda una vida a la ciencia, y una no se cansa de escucharle. ¿No se anima a escribir un libro?

Me lo han propuesto varias veces. A veces pienso que podría hacerlo, pero no para hablar solo de ciencia, sino de las personas que hay detrás, de los errores y también de los momentos en que algo funciona y te cambia la mirada. Escribir sería una forma de cerrar el círculo, de devolver todo lo aprendido, aunque creo que no soy buen escritor. Quizá lo intente algún día, cuando tenga un poco más de tiempo y menos prisas. Al fin y al cabo, es otra forma de seguir investigando.

Vivir 150 años suena impresionante, pero la cuestión no es solo cuánto vivimos, sino cómo; vivir sin reconocer a los tuyos o sin poder disfrutar de la vida, no tendría sentido

Jesús ÁvilaNeurocientífico

En un mundo tan acelerado, ¿cómo se mantiene la pasión por la ciencia?

Con curiosidad. La ciencia es una forma de mirar. Cuando dejas de hacerte preguntas, se apaga. Yo sigo teniendo mucha curiosidad, y eso me mantiene vivo. Además, ahora tengo la suerte de trabajar con gente más joven y brillante, que llega con nuevas ideas y energía. Ellos te contagian esa pasión. La ciencia avanza porque cada generación hace las preguntas que la anterior no supo hacer.

¿Qué le diría a quienes sienten miedo ante la posibilidad de desarrollar alzheimer?

Que no vivan con miedo, sino ejercitando el cerebro. Cuidar el cerebro facilita el retraso de los síntomas. Dormir bien, moverse, mantener la curiosidad intelectual, tener vínculos sociales… son formas de protegerlo. En el alzheimer hay factores de riesgo y algunos son modificables, por lo que se puede intentar retrasar su desarrollo.

¿Cómo ve el futuro de la investigación en el alzheimer?

Soy optimista. Hemos avanzado más en los últimos diez años que en los cincuenta anteriores. La combinación de inteligencia artificial, biotecnología y medicina personalizada va a transformar el diagnóstico y el tratamiento. Creo que en los próximos años hablaremos más de las fases del desarrollo del alzheimer (el continuum) para poder retrasar dicho desarrollo o intentar prevenir su aparición.

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