Hay preguntas que parecen simples y, sin embargo, encierran un mundo. “¿Cómo estás?”, es una de ellas. Con este interrogante, el doctor Javier Quintero invita a detenerse y a escucharse. Jefe de Servicio de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario Infanta Leonor, y profesor titular de Psiquiatría en la Universidad Complutense de Madrid con una larga trayectoria clínica en salud mental, propone una revolución: aprender a gestionar nuestras emociones para alcanzar el equilibrio y la felicidad. Y hacerlo, también y sobre todo, cuando cumplimos años. “La edad no nos resta capacidad de cambio; al contrario, nos da perspectiva para hacerlo mejor”, afirma.
El doctor Quintero acaba de publicar ¿Cómo estás?: 21 días para crear el hábito de ser feliz, una guía donde cuenta, literalmente, los secretos de la felicidad. Bastante alcanzables, según él. En ella destaca que hay cuatro pilares básicos: entorno, impacto, afrontamiento y comunicación interna. Porque la felicidad, según explica, tiene mucho que ver con nuestra mirada del mundo y con nuestra forma de estar en él, incluso en los peores momentos. No se trata de vivir en mundos felices de unicornios rosas, sino, subraya, de afrontar la vida, teniendo en cuenta que “el dolor es inevitable, porque a veces la vida te golpea muy duro, pero el sufrimiento es opcional”.
El psiquiatra cuenta que uno no puede elegir qué le va a ocurrir, pero sí cómo maneja la emoción. “Puedo anclarla en mi cerebro y permitirle que una y otra vez me vaya machacando, o hago una narrativa distinta y la interpreto de manera diferente. A partir de ahí, lo afronto buscando otro propósito en el futuro”, explica. Porque, señala, la vida tiene mochilas, pero matiza que estas no se deben “convertir en cargas”.
En su caso, reconoce que aprendió mucho de cómo gestionar el miedo en su paso por el hospital Ramón y Cajal. “Estuve muy ligado al programa de oncología, vi lo que pasaba con un paciente a los días de recibir el diagnóstico del cáncer desde un punto de vista emocional. Aprendí que en la vida las noticias no las podemos cambiar, pero sí cómo las gestionamos”, cuenta. Esa es, recalca, “una de las claves para ser más felices.”
En la vida las noticias no las podemos cambiar, pero sí cómo las gestionamos
¿Cómo aplican los cuatro pilares del bienestar que usted propone –el entorno, el afrontamiento, la comunicación interna y el impacto– en la etapa de la jubilación?
En realidad, esos pilares sostienen nuestro equilibrio a cualquier edad. Pero en la jubilación cobran un sentido especial. El entorno, que es el primer pilar, cambia de forma drástica: el trabajo deja de ocupar el centro y eso puede generar sensación de vacío. Por eso hay que mantener un propósito. No tiene que ser laboral, pero sí vital. Hay que cuidar las relaciones, la familia, los amigos. Si dejamos de hacerlo, el camino hacia el otro se cubre de hierbas y se pierde.
Hay que entrenar la inteligencia emocional, cuidar ese diálogo interior que es nuestro mayor crítico; aprender a hablarnos con respeto y sin juicio es fundamental
¿Y en cuanto a los otros pilares?
El segundo pilar, el afrontamiento, tiene que ver con cómo nos cuidamos. Hay que mantenerse activo física y mentalmente, adaptar la actividad a la capacidad de cada uno, pero seguir en movimiento. Si el cuerpo se para, se para todo. Por eso recomiendo mucho actividades como el yoga o el Pilates. O el deporte que prefieras. La comunicación interna, el tercer pilar, es ese diálogo que mantenemos con nosotros mismos. Muchas veces somos nuestro peor enemigo. Hay que entrenar la inteligencia emocional, cuidar ese diálogo interior que es nuestro mayor crítico. Aprender a hablarnos con respeto y sin juicio es fundamental. Y el cuarto pilar, el impacto, es escuchar las señales de nuestro cuerpo y nuestras emociones. Si me siento irritable o apático, eso está diciendo algo. Escuchémonos.
¿Qué propósito puede encontrar una persona que se siente perdida al jubilarse?
Todos tenemos una lista de cosas que dijimos que haríamos cuando tuviéramos tiempo. Pues ahora hay tiempo. Recuperemos esas renuncias. La jubilación no debe pensarse el día después, sino con antelación. Es una etapa para redirigir la energía, no para apagarla. Y sobre todo, hay que seguir anclado en el presente mirando al futuro. Cuando uno solo mira para atrás, la vida se hace mucho más cuesta arriba y eso sí que es un peligro en la vejez para algunas personas.
¿Qué cambios psicológicos aparecen después de los 60 años?
Tenemos menos reactividad emocional, pero más experiencia. Esa combinación es un regalo. Hoy una persona de 60 años es joven. Lo importante es mantenerse mentalmente activo, vinculado a la sociedad. No hace falta un trabajo remunerado; puede ser voluntariado, actividades culturales, grupos de lectura… Lo que importa es seguir sintiendo que uno aporta algo. El bienestar emocional no está solo en lo que sentimos, sino en lo que hacemos.
En esa etapa de la vida, ¿cómo influye la pareja, si se tiene, en ese bienestar?
La pareja en la madurez es clave para el equilibrio emocional. A veces, cuando desaparece el ruido del trabajo o de los hijos, la pareja se reencuentra, aunque no siempre es fácil. Hay que volver a tejer los lazos de confianza y complicidad. Lo que perdemos en impulsividad lo ganamos en experiencia. Pero hay que cuidar esa relación con intención, no darla por hecha.
Hoy una persona de 60 años es joven, lo importante es mantenerse mentalmente activo y seguir sintiendo que uno aporta algo
La soledad es una de las grandes amenazas de la vejez. ¿Cómo puede afrontarse?
Las relaciones hay que cuidarlas como un sendero que si no se recorre, se cubre de hierbas. Hay que mantener el contacto con los amigos, aunque no siempre podamos verlos. Mi padre se reunía cada mes con sus amigos jubilados. A veces no iban todos, pero sabían que ese día se verían. Compartían el pasado, el presente y el futuro inmediato. Mantener esos vínculos da sentido a la vida.
Y cuando se pierden personas queridas, ¿cómo se gestiona esa ausencia?
La vida es como un tren. En cada estación sube y baja gente. Algunos nos acompañan todo el viaje, otros solo un tramo. Lo importante es permitir que siga entrando gente. Si uno se queda demasiado tiempo parado, se queda solo. También hay que cuidar las relaciones intergeneracionales.
Qué importante la conexión entre abuelos y nietos, y cómo se echan de menos cuando nos faltan…
Totalmente. Un adolescente puede aprender más de una conversación con su abuelo que en cualquier red social. La experiencia no está en los libros, está en las personas que te rodean. Y nadie mejor que tu abuelo o tu abuela.
¿Se vuelve uno más rígido con la edad?
Sí, en cierta medida. Perdemos flexibilidad física y cognitiva, y los rasgos del carácter se acentúan. Pero no es irreversible. Si uno se da cuenta de que está más irritable o más exigente, puede pararse y preguntarse: ‘¿Quiero ser así?’. Nunca es tarde para aprender. Y si no podemos cambiar lo que hacemos, siempre podemos cambiar cómo pensamos sobre ello.
Con la edad perdemos flexibilidad física y cognitiva, y los rasgos del carácter se acentúan, pero no es irreversible: nunca es tarde para aprender
¿Qué papel juega la salud mental en esta etapa de la vida?
Un papel enorme. Si una persona cambia de carácter, se aísla o pierde interés, no hay que decir ‘es que se hace mayor’. Hay que preguntar qué pasa. Consultar, sin miedo. Igual que se va al médico por una tos, hay que ir si algo emocional no encaja. La salud mental es parte de la salud, no un añadido.
Habla a menudo del poder del abrazo. ¿Tan importante es el contacto físico, hay que tocar más a nuestros mayores, dar abrazos largos?
Por supuesto, reivindiquemos esos abrazos largos. Lo has dicho muy bien, el abrazo si se da durante suficiente tiempo, libera oxitocina, la hormona del vínculo. De niños lo hacemos naturalmente, pero de adultos nos volvemos más serios y nos abrazamos menos. Y eso es un error. Nadie debería irse a dormir sin haber abrazado a alguien. Recuerdo que de joven, cuando estaba en la universidad, iba a ver a mi abuela todos los jueves. Algunos días solo pasaba un minuto porque no me daba tiempo a comer, pero siempre le daba un abrazo. Entonces no sabía cuánto valor tenía ese gesto; ahora lo entiendo.
¿El diálogo interno puede ser nuestro peor enemigo, sobre todo quizá al hacernos mayores?
Sin duda. La mente tiende a rumiar el pasado, a repasar errores, a quedarse en los ‘y si…’. Pero los ‘y si’ son unos grandes saboteadores. Tienes que comprender que no puedes reescribir tu vida, solo puedes construir lo que viene. Hay que vivir en modo manual, no en automático. Preguntarse qué quiero, qué necesito, cómo estoy. Solo desde ahí se puede gestionar lo que sentimos.
¿Y si alguien cree que ya es tarde para cambiar porque ya tiene cierta edad?
Nunca es tarde para cambiar. Niego la mayor. Tal vez con 95 años no puedas reordenar toda tu vida, pero sí ajustar expectativas. La felicidad es alinear lo que hago, lo que pienso y lo que siento. Si no puedo cambiar lo que hago, puedo cambiar lo que pienso. No se trata de bajar expectativas, sino de ajustarlas. Cuando uno deja de enfadarse con la vida y se adapta, aparece la serenidad.
Uno puede mirar la vida desde lo que le falta o desde lo que tiene; si me levanto agradeciendo lo que tengo, mi cerebro se prepara para un tono emocional distinto
¿La gratitud puede entrenarse?
Sí, y la gratitud es un pilar esencial del bienestar. Uno puede mirar la vida desde lo que le falta o desde lo que tiene. Si me levanto cada día pensando en lo que me falta, viviré frustrado. Si me levanto agradeciendo lo que tengo, mi cerebro se prepara para un tono emocional distinto. Un ejercicio sencillo que propongo a los lectores sería, cada mañana, agradecer tres cosas. Y quien diga que no tiene nada que agradecer, no está mirando bien.
¿Cómo afrontamos socialmente la vejez en España?
Hay mucha diversidad. Algunas personas lo hacen muy bien y otras tienen margen de mejora. Mantener la vida activa es esencial. Comer bien, dormir bien, moverse. Si dejas de mover tu cuerpo, se para todo, también la cabeza. Envejecer bien no es cuestión de suerte, sino de hábitos.
Su libro se subtitula ¿Cómo estás? 21 días para crear el hábito de ser feliz. ¿Sirve ese método también para los mayores?
Claro. La idea es dedicarte 15 minutos al día durante 21 días a cuidarte, a conocerte, a quererte. Si lo haces, al día 22 ya has cogido el hábito y te saldrá solo. La mayoría de las veces no nos doblan porque el problema de la gestión emocional tiene mucho más que ver con que priorizamos a todos, menos nosotros mismos. Por ejemplo, la gente mayor, muchas veces se dedica a cuidar. Pero hay que recordar el cuidado del cuidador. Yo digo, ‘vale, cuídala, pero también tienes que ser cuidado por la otra persona’. Ese matiz no es ni hedónico ni egoísta, todo lo contrario, es muy generoso. Cuanto mejor esté yo, más voy a poder dar a los demás. Y recuerda, no se trata de egoísmo, sino de autocuidado.
¿Por qué es tan importante la pregunta ‘¿cómo estás?’?
Porque es la puerta de entrada a la introspección. Nos hemos acostumbrado a responder ‘bien’ sin pensar. Pero rara vez nos lo preguntamos de verdad. Y no se puede gestionar lo que no se conoce. Poner nombre a lo que sentimos nos da poder sobre ello, consigo que, de repente, mi cerebro empieza a entender cómo me siento. Y a partir de ahí, entonces sí puedo empezar a buscar estrategias y alternativas más eficaces que las automáticas. Identificar una emoción es el primer paso hacia la autonomía emocional.
La gente mayor muchas veces se dedica a cuidar, pero hay que recordar el cuidado del cuidador; no se trata de egoísmo, sino de autocuidado
¿Esa autonomía emocional es la base de la felicidad?
Sí, porque significa que soy responsable de mis emociones. A mi alrededor hay influencias, pero la decisión última es mía. Uno puede ser feliz en la ignorancia, como Homer Simpson, pero esa felicidad es frágil. Si no conoces tus emociones, cualquier sacudida puede desbaratarte la vida.







