La malnutrición y el sedentarismo son los trampolines de dos de las mayores amenazas sanitarias del siglo XXI, la obesidad y la diabetes. Nadie lo explica mejor que los indios pima, como los llamaron los españoles, aunque en su lengua son los akimel o’odhan. Explicar la historia de este pueblo refleja que estamos ante una pandemia y nos recuerda el terrible daño que produce en el organismo una dieta alta en grasa y azúcares.
No todas las causas de la obesidad, sin embargo, son exógenas, es decir, atribuidas a malos hábitos alimenticios o malnutrición. Según la Organización Mundial de la Salud, la obesidad ha alcanzado proporciones pandémicas. Cada año mueren, como mínimo, tres millones de personas a causa del sobrepeso. Se estima que en España más de la mitad de la población presenta un peso superior a lo recomendable.
Pero, aunque también haya importantes causas endógenas de la obesidad, un caso demuestra hasta qué punto pueden ser importantes las exógenas. Los antepasados de los akimel o’odhan se llamaban a sí mismos la gente del río. O de los ríos, porque vivían junto al Gila y hasta más allá de las riberas de otras aguas con dos nombres: el río Grande en Estados Unidos, el Bravo en México (imposible no recordar a John Ford).
La gente del río no era ni de un país ni del otro. Y cuando Estados Unidos y México se repartieron sus tierras no entendieron que una frontera artificial los separara. En la actualidad lo que los separa, además del muro que levantó Donald Trump, es una maldición con dos caras: diabetes mellitus y obesidad. Estos problemas son una lacra entre los indios de Arizona y Nuevo México.
Entre los pimas de Sonora y Chihuahua, sin embargo, la situación no es tan grave como la de sus primos del norte. Aquí no hay tantos problemas derivados o relacionados con la obesidad, como la hipertensión, el colesterol y los riesgos cardiovasculares. La razón es sencilla. El paro y las toxicomanías, en especial el alcoholismo, son hoy males endémicos en la mayoría de reservas de Estados Unidos...
Muchos nativos viven en Estados Unidos de los subsidios y apenas realizan actividades físicas. Tanto es así que la reserva Tohono O’odham ha desenterrado el tomahawk, pero en esta ocasión contra los malos hábitos. Los indios son ahora una de las minorías raciales más afectadas por la obesidad en un país de obesos. Hay gobiernos tribales que han llegado a vetar la circulación de las camionetas de venta de helados.

Una delegación crow en Washington
“Drink smart or don’t start” (“Si no sabes beber, no empieces”), dice un cartel en la carretera que conduce a Diné Bikéya, la tierra de las personas, la reserva navajo, entre Nuevo México, Utah y Arizona. La tasa de alcoholismo quintuplica aquí la media de Estados Unidos. Y no es un problema exclusivo de los navajos. El abuso del alcohol es otro de los grandes males endémicos de los nativos americanos del siglo XXI.
Las bebidas azucaradas y los alimentos procesados y ricos en grasas son la otra cara del crecimiento exponencial del sobrepeso. El abandono de la alimentación tradicional resulta paradójico en una etnia originalmente tan agrícola. Pero el problema no afecta a todos por igual, ni siquiera en el mismo grupo étnico. Los pimas mexicanos tienen niveles de colesterol más bajos e índices de masa corporal más equilibrados.
El dato
España tiene nueve millones de obesos
Se calcula que hay al menos 5,3 millones de españoles diabéticos y nueve millones de obesos (otras fuentes elevan la cantidad a 11 millones). España lidera estas estadísticas en Europa, junto a Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido, según la OMS.
La explicación a las diferencias entre unos y otros reside en el distinto día a día de sus pobladores. Los de México aún mantienen una dieta y una forma de vida más tradicional, y dedican muchas horas a faenas en el campo o a tareas que les obligan a un esfuerzo físico intenso. Como contrapartida, sus condiciones de vida más duras les protegen ante lo que algunos expertos ya califican de “pandemia invisible”.
Ciertos grupos están más predispuestos genéticamente a la obesidad y la diabetes. Este es el caso también de comunidades aborígenes de islas del Pacífico y de Oceanía. Las causas son siempre las mismas: cambio radical de hábitos y abandono de una dieta protectora, baja en grasas y rica en fibras, en favor de una alimentación hipercalórica, con poca fibra y exceso de grasas saturadas y azúcar refinado.

Un grupo de indios wiyot de California
La Federación Internacional de Diabetes (IDF, en sus siglas en inglés) denuncia que hay 382 millones de diabéticos en todo el mundo y que la cifra podría duplicarse de aquí al año 2035. El único consuelo es que esta guerra es relativamente fácil de planificar. Una leyenda sostiene que los españoles bautizaron a los akimel o’odhan como los indios pima porque pi’ma pi’ma era la respuesta más habitual a sus preguntas.
Y pi’ma pi’ma significa no lo sé, no lo sé. Sea verdad o no esta versión etimológica, la sociedad no puede repetir pi’ma pi’ma ante la pandemia de obesidad (así la califica la Organización Mundial de la Salud) ni ante la diabetes de tipo 2, la más frecuente. Las armas para la batalla son conocidas: actividad física, peso equilibrado, alimentación sana y hábitos saludables.