¿Cómo reconocer si el consumo de chocolate se ha convertido en una adicción?

Del placer a la dependencia

Aunque la evidencia científica aún no es concluyente, algunos estudios comparan los efectos del cacao con los de sustancias estupefacientes como el opio o la morfina

Una ruta por la Barcelona del chocolate

Consumir chocolate con moderación tiene su lado saludable

El consumo de chocolate forma parte del imaginario emocional de millones de personas 

CLV

Pocos alimentos despiertan tanta devoción como el chocolate. En celebraciones, en días grises, como premio o como refugio, su consumo forma parte del imaginario emocional de millones de personas. Pero cuando ese impulso se vuelve incontrolable y acaba colonizando la rutina, surge la duda: ¿puede el chocolate generar una verdadera adicción? Aunque la ciencia aún no lo ha reconocido formalmente, cada vez más especialistas advierten de que ciertas conductas compulsivas hacia algunos alimentos, especialmente los ultraprocesados y azucarados, tienen mucho en común con las adicciones clásicas.

Pese a que la evidencia científica sobre la adicción al chocolate no es sólida y aporta conclusiones contradictorias, hay estudios que la equiparan a la de sustancias estupefacientes como el opio o la morfina. Es el caso de una investigación realizada por científicos de la Universidad de Michigan y publicada en la revista Current Biology, que concluye que el consumo de chocolate y de opio activa la misma parte del cerebro. Concretamente, la encefalina, un tipo de neurotransmisor perteneciente al grupo de los opioides endógenos. Es decir, una sustancia que produce el propio cuerpo y que actúa sobre el sistema nervioso para modular el dolor, el placer y otras funciones emocionales y fisiológicas.

El más beneficiosos es el chocolate 70% cacao

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Otros estudios, sin embargo, descartan que el chocolate cree adicción. Una investigación realizada por científicos del Instituto de Atención Psiquiátrica IMAS del Hospital del Mar, en Barcelona, concluyó que sería necesario consumir unos 15 kilos diarios de chocolate para poder considerarlo una droga. “La adicción implica un deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por signos de tolerancia o síndrome de abstinencia”, señala el psiquiatra Antoni Bulbena, autor de este estudio realizado a partir de una encuesta a estudiantes de Medicina.

Por su parte, la doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra, psicoterapeuta y directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias y del departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia Plaza de Madrid, lo explica con claridad: “La existencia de la adicción a la comida sigue siendo un tema controvertido. No es un diagnóstico oficial según las clasificaciones médicas vigentes, pero hay una clara tendencia a considerarla un trastorno adictivo más, similar a las adicciones a las drogas, al juego, a las compras, al sexo, al trabajo o a los dispositivos electrónicos”. No se trata, subraya, de trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, sino de una relación desordenada y compulsiva con ciertos alimentos, que a menudo se consumen simplemente por el placer inmediato que producen. “En muchos casos, las personas no son capaces de frenarse, pese a que saben racionalmente qué efectos negativos se derivarán de esa acción cuyo bienestar es tan efímero”, asegura Sanz.

Según la universidad de Michigan

El chocolate y el opio activan la misma zona cerebral mediante la liberación de encefalina

Ese comportamiento, añade la experta, responde a los mismos mecanismos cerebrales que otras adicciones. “La comida adictiva produce una liberación intensa de dopamina y opioides endógenos, con una respuesta euforizante vinculada al sistema de recompensa del cerebro. Es un circuito que implica desde la corteza prefrontal hasta zonas más profundas como el núcleo accumbens o la amígdala”. A medida que se consume, aparece la tolerancia: hace falta más cantidad para obtener el mismo efecto placentero. Al mismo tiempo, se generan síntomas de abstinencia emocional cuando no se obtiene la gratificación. La experta destaca, por otro lado, que “a diferencia de lo que sucede en la anorexia, la bulimia o el atracón, el sujeto no emprende posteriormente iniciativas compensatorias del exceso calórico ni tiene la misma distorsión de la imagen corporal”.

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La fascinación por el cacao viene de lejos. “Existen controversias sobre el chocolate y su poder adictivo. Depende del tipo del que hablemos”, puntualiza Sanz. No es lo mismo un chocolate rico en cacao que una chocolatina industrial repleta de azúcares y grasas. En el caso del cacao puro –explica–, hay indicios de que puede tener un efecto adictivo ligado a su composición química. Contiene anandamida, una sustancia con efectos similares a los cannabinoides, y feniletilamina, relacionada con la dopamina y ciertos antidepresivos. “La riqueza química del cacao es tal que aún no conocemos todavía todas sus potencialidades ni sus riesgos”, advierte. En resumen: consumido con moderación puede ser beneficioso, pero para personas con predisposición a la adicción, su potencial de enganche no debe subestimarse.

No es lo mismo un chocolate rico en cacao que una chocolatina industrial repleta de azúcares y grasas

En este sentido, Sanz señala que no todas las personas tienen la misma vulnerabilidad. Las investigaciones apuntan a una mayor incidencia de este tipo de adicción en mujeres, especialmente en momentos de cambios hormonales como el embarazo, y en personas con antecedentes de ansiedad o depresión. También hay una posible base genética. “Se ha identificado un gen que afecta al circuito entre la corteza prefrontal y el núcleo accumbens, lo que podría explicar una menor capacidad de control sobre la dopamina. Si se confirma, podríamos abrir vías terapéuticas nuevas, como la estimulación cerebral mediante campos magnéticos”, apunta Sanz.

Entonces, ¿cuándo deberíamos empezar a preocuparnos? Hay señales claras: pensar constantemente en el chocolate, comerlo de forma repetida y a escondidas, necesitar más cantidad para sentir el mismo placer, recurrir a él en momentos de malestar emocional o sufrir una intensa frustración si no se puede acceder a él. “Ahí es cuando el alimento pasa de ser un placer a una atadura. Y ese cambio debería encender las alarmas”, advierte la psiquiatra.

Saber dónde está la línea entre el placer y la dependencia es fundamental para no caer en una trampa”

Ana Isabel SanzPsiquiatra y psicoterapeuta

El tratamiento, como en otras adicciones, requiere un abordaje integral: nutricional, médico y emocional. “La alimentación es un acto social y cultural, no basta con eliminar un alimento. Hay que rediseñar patrones, identificar emociones que disparan el deseo compulsivo, fortalecer la autoestima y revisar incluso el entorno familiar”, afirma Sanz. En los casos más graves, puede ser necesario recurrir a medicación o técnicas de neuromodulación que ayuden a reducir la compulsión mientras se desarrollan herramientas de autocontrol.

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Toma de chocolate

En definitiva, el chocolate no es el enemigo, pero tampoco hay que perder de vista las cantidades que consumimos. “No todo lo que nos hace sentir bien es necesariamente bueno para nosotros, al menos no en exceso. Saber dónde está la línea entre el placer y la dependencia es fundamental para no caer en una trampa que, en un principio, parece inofensiva”, concluye Sanz. 

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