El aroma terroso y ligeramente cítrico que desprenden las flores de cempasúchil se mezcla con el perfume a mantequilla y ralladura de naranja de los panes de muerto recién horneados en la panadería Casa Dulce. El incienso encendido no perturba a las trabajadoras, que continúan su labor mientras el humo envuelve las fotografías de quienes ya no están. “La flor es lo que guía a los muertos para que vengan a la ofrenda, y el copal –una resina aromática– sirve para limpiar las malas energías”, explica a La Vanguardia Dulce González, dueña de la pastelería mexicana, mientras llena un recipiente de agua y lo coloca junto al altar. “Es para calmar la sed de los difuntos”, añade antes de colocar un platillo con tamales, tal y como les gustaba disfrutar en vida a sus allegados.
Dulce González enciende las velas del altar por el Día de los muertos en Casa Dulce
El Día de muertos es una de las tradiciones más representativas de México y, en Barcelona, mantiene viva su esencia y contagia a quienes la descubren. Más que una conmemoración, es una celebración de la memoria y una oportunidad para compartir nuevamente la mesa con aquellos que se han ido. Aunque las fechas principales son el 1 y 2 de noviembre, las almas comienzan a llegar desde el 28 de octubre, cada día dedicado a distintos difuntos: los olvidados, los accidentados, los niños y finalmente los adultos. Esta creencia, heredada de la cosmovisión prehispánica y mezclada con la liturgia católica, simboliza el reencuentro entre el mundo de los vivos y el de los muertos, unidos por la memoria, el amor y la comida.
Para recibir a las almas, las familias colocan un altar, también conocido como ofrenda, un espacio simbólico donde se reúnen los elementos esenciales: el copal que purifica, el agua que calma la sed, la sal que protege, las frutas frescas, las calaveritas de azúcar, las velas que iluminan el camino, el papel picado que representa el viento y, por supuesto, la flor de cempasúchil, que con su color intenso y su olor penetrante marca el sendero de regreso al hogar. En el altar, entre fotografías y recuerdos, también se disponen los platillos favoritos de los difuntos.
En el altar de Casa Dulce hay toda una comunidad de memorias. “Está el abuelo de mi novio, una tía abuela, la mamá de Marta, mi abuelita, mi abuelo, el hermano de mi novio, mis tíos, el papá de mi novio, mi perrito que tenía en México y un amigo que falleció también”, cuenta Dulce. Junto al pan de muerto reposan cigarros y una botella de tequila que parece disminuir de cantidad cada día. “La comida, ahora sí que hasta después de la muerte”, dice entre risas. Para ella, mantener viva esta costumbre lejos de México es una forma de sentirse cerca de los suyos y de sus raíces.
Platillos preparados por Eli Vazquez y su hermana Luisi
En Badalona, antes de comenzar a cocinar, Eli Vázquez y su hermana Luisi se aseguran de tener todo lo necesario. “El mole lo tengo reservado para este día”, explica Eli. Esta salsa, una de las más emblemáticas de México, se prepara con una mezcla de chiles, chocolate y especias. “Me lo traen de México, justamente el que le gustaba a mi papá”. La música también forma parte del ritual. “Ponemos los discos que a él le gustaba escuchar, es como estar con él otra vez”. En su altar no faltan los tacos dorados –pequeñas tortitas crujientes rellenas de pollo– ni los tamales envueltos en hojas de maíz con mole o salsa verde. “A mi cuñado le sirvo una michelada”, comenta Eli, refiriéndose a una bebida tradicional mexicana hecha con cerveza, jugo de limón, sal y salsas picantes.
El pan de muerto, con su forma redonda y los huesitos de masa cruzados en la parte superior que simbolizan el ciclo de la vida y la muerte, lo compran en una panadería, pero el resto lo cocinan en casa, entre risas, nostalgia y anécdotas. “Yo en México no cocinaba, ni para bien ni para mal”. Cuando llegó hace 25 años a Catalunya, no veía el motivo para montar el altar como lo hacía con su familia en México. “Pensaba que no tenía sentido hacerlo aquí, tan lejos, pero luego me di cuenta de que sí: tiene más sentido que nunca, porque les hace bien a ellos y me hace bien a mí también. Es una manera de paliar el desarraigo y de enseñar quién eres, de mantener viva tu identidad”.
Altares colocados para celebrar el Día de los muertos en Casa Mèxic Barcelona
Cada año, la Asociación Cultural Mexicano Catalana (MexCat) organiza en Casa Mèxic Barcelona ( Carrer de Mir Geribert, 8) una gran celebración del Día de Muertos. “Este año tenemos seis ofrendas”, explica César Cárdenas, presidente de MexCat. “Una está dedicada a las divas mexicanas que fallecieron el año pasado, como Silvia Pinal, que trabajó con Luis Buñuel, Paquita la del Barrio, muy conocida por aquí, y la cantante Dulce, quizá menos familiar para el público español”. Además, hay un altar dedicado a las víctimas de trans feminicidio en América Latina, otro para familiares y amigos donde cualquier persona puede dejar una fotografía o escribir el nombre de un ser querido, y un último altar dedicado a las mascotas, consideradas también parte esencial de las familias. El 29 de octubre, los visitantes compartieron pan de muerto y chocolate caliente, un gesto que simboliza la unión entre vivos y muertos a través de la comida.
Eli Vazquez celebra el Día de los muertos en su casa de Badalona
Cada plato cocinado, cada vela encendida y cada flor colocada sobre el altar es una forma de recordar y mantener vivos a los ausentes. En palabras de Eli Vázquez, “cocinar para ellos es como volver a tenerlos en casa, aunque sea por una noche”.


