En estas fechas, me refiero a la Navidad (ya está aquí y es inútil renegar de ello, toca afrontarlo), se bebe mucho espumoso dado que es un tipo de vino muy asociado a la celebración, fiesta y brindis. Es así. Como que, en el imaginario colectivo, su efervescencia evoca alegría de vivir y fraternidad. Por tanto, es en esta época donde surgen más conversaciones alrededor de este tipo de vino, tan particular para el civil, a tal punto que muchos no lo consideran vino, con frases habituales como aquella de “a mí el vino no me gusta, pero el Champagne sí” o viceversa.
Praxis curiosas, casi esotéricas, como la de introducir el mango de una cucharilla en la abertura de la botella “para que no se vaya el gas” y, lo más desagradable, conversaciones alrededor de la copa idónea para beberlo. Ahí te saltan con lo de que el diseño de la llamada copa María Antonieta, también conocida como Pompadour, obedece al molde del pecho izquierdo de la susodicha. Esto, obviamente, es falso, más que nada porque el origen de esta forma es inglés y casi un siglo anterior al nacimiento de esta futura decapitada.
En cualquier caso, más allá de la gracia histórica, no es una copa seria para beber espumoso: es demasiado abierta y poco profunda, no te permite mover la copa con comodidad y el contenido se calienta con rapidez.
Cerrada esta conversación, comienza una mucho menos divertida en torno al siguiente modelo conocido como “copa de flauta”. Aquí el diseño permite variaciones, pero básicamente me refiero a una copa alta, estrecha y, más o menos, cilíndrica. Luego ya es cuestión de calidades, peso y finura, pero, por regla general, esta copa no me gusta. Su estrechez dificulta meter la nariz para apreciar aromas, además la oxigenación de espumosos más contundentes y/o con años se ve comprometida. Resumiendo, un iniciado tampoco utiliza copas de flauta. Otro tema son las que no son rectas, sino cóncavas, como el modelo 4 de la prestigiosa marca Josephinen Hütte.
Y es que esto sí que es una copa, diseñada por Kurt Joseph Zalto, específicamente para burbujas, contemplando a las del más alto nivel. Estamos ante un modelo impresionante, de precio exigente, pero yendo con cuidado será para toda la vida, ya es cuestión de la coordinación psicomotriz de cada uno.
Normalmente con no fregarlas inmediatamente después de una sesión (aunque tú no seas consciente, no, no controlas) y teniendo cuidado con no golpearla con el grifo, suele ser suficiente. Aquí el vino sí tiene espacio para desarrollarse, altitud para que la burbuja se exprese y delgadez y ligereza para conservar mejor la temperatura. Es perfecta, pero ¿es la que normalmente utilizamos los iniciados? Pues no. Su mercado natural es la alta hostelería.
La estrechez de la típica copa de cava dificulta meter la nariz para apreciar aromas, y la oxigenación de espumosos más contundentes se ve comprometida
Pero un iniciado, como cualquier otro ser humano, tiene un presupuesto y espacio limitados; realmente unos más y otros menos, pero siempre finito, por tanto, normalmente solemos apostar por modelos universales. Copas que sirvan para cualquier vino, dado que bebemos de todo, por tanto, tener una cristalería para cada tipo de vino exigiría una inversión y nivel de ocupación que no se suele conceder. Si acaso sí solemos añadir a nuestras colecciones modelos Borgoña, siendo raro, insisto, que se prioricen los modelos específicos para los espumosos.
Resumiendo: la Definition Universal de Spiegelau es la mejor copa, en relación con su precio, para todo trance. Blanco, tinto, espumoso, rosado, dulce, naranja o generoso. Aquí todo está bueno (lo que no quiere decir que no haya modelos mejores para cada estilo en concreto). Pero vamos, con esto ya funcionáis hasta el fin de vuestros días o de vuestras copas.



