Pesca nocturna con caña y carnada

FAHRENHEIT 451

Libros del Asteroide celebra 20 años, mientras Fresán y Fito Páez conversan sobre libros y música

fiesta Asteroide

Luis Solano se dirige a los asistentes a la fiesta del 20º aniversario de Libros del Asteroide

Dídac Balanzó / Terceros

Todo cronista que se precie necesita una red de espías, tan tupida como discreta, para enterarse de cuanto se cuece en su ausencia. Una agenda para las emergencias. Porque sucedió que quien suscribe se cortocircuitó y acabó perdiéndose, ay, el gran sarao del fin de curso libresco, esto es, la fiesta por el 20º aniversario de Libros del Asteroide, la editorial que fundó Luis Solano allá por mayo de 2005, cuando todavía gobernaba Zapatero. Tempus fugit. Soplan, pues, las Mata-Haris y los Kim Philbys que fue un party por todo lo alto, una velada, la del jueves, que congregó a unas 200 personas, lo mejor de cada casa, en el Fiskebar, del Port Vell, el mismo restaurante donde, por cierto, celebraron su banquete de bodas dos periodistas muy queridos en el sector, Anna Maria Iglesia y Víctor Fernández, hace ya casi una década. Copas, bocados exquisitos y baile hasta las tantas. Cuentan que Jacobo Bergareche se coronó como rey de la pista.

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El jueves, a esas mismísimas horas, los bomberos de Fahrenheit 451, Guy Montag y una servidora se encontraban en otra hoguera, la prendida en Lata Peinada (calle de la Verge, 10) para escuchar, alrededor del fuego sagrado, a dos argentinos de gozosa verbosidad: el músico Fito Páez, un rockero que lee mucho —arranca gira el sábado en el Palau de la Música—, y el escritor Rodrigo Fresán. La librería latinoamericana de Barcelona, que coordinan Fernando Rapa y Gustavo Caletti, está barajando la posibilidad de que la iniciativa se asiente en un ciclo estable que titularán Lata Íntima: un músico escoge a un autor como contertulio para conversar sobre literatura (y lo que se tercie).

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Vaya si lo hicieron. El dúo Páez/Fresán arrastró a los congregados a un torrente feliz de libros, recuerdos e ideas. De Bioy Casares a Jack London y Clarice Lispector. De Ígor Stravinski a The Beatles y la tríada del rock argentino: Charly García, Litto Nebbia y el Flaco, Luis Alberto Spinetta. Desde fantasmas que se lavan los dientes, hasta el fin de los abrazos en la era el móvil.

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Un absoluto reconocido

Rodrigo Fresán
Timothée Chalamet in A COMPLETE UNKNOWN. Photo by Macall Polay, Courtesy of Searchlight Pictures. © 2024 Searchlight Pictures All Rights Reserved.

Fresán relató una anécdota impagable: en una ocasión, a la pregunta de cómo se las ingeniaba para escribir canciones, Leonard Cohen contestó que el asunto se parecía bastante a pescar, a tirar la caña al río, a ver qué pillas. Luego de una pausa dramática, el músico canadiense remató: “Solo que, dos kilómetros corriente arriba, suele estar pescando Bob Dylan, y se lo lleva todo”. Risas. Dylan usaba como carnada “lo leído, lo visto y lo escuchado”, pero Páez, lejos de las frases grandilocuentes de espadachín, no conoce mejor cebo en el anzuelo de la creación que el deseo. “No hace falta nada más que la pulsión primera”. Nada más que las ganas.

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Resulta muy significativo que su compatriota Claudia Piñeiro también hablara del deseo como motor, “deseo para el sexo, para la escritura, para todo en la vida”, durante la presentación de su nueva novela. El thriller titulado La muerte ajena (Alfaguara) arranca con la caída al vacío de Juliana, una escort brasileña, desde el apartamento en Buenos Aires de un empresario agropecuario de oscuros vínculos con la dictadura militar argentina. El maestro de ceremonias, Carlos Zanón, tuvo que andar con zancos para formular preguntas agudas sin incurrir en espóileres. Llenazo absoluto el martes en la librería Finestres.

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A todo esto, la semana comenzó el lunes, como de costumbre, con Miqui Otero apadrinando Moreno paleta (Plasson & Bartleboom), la nueva novela de Sergio V. Jodar, en Taifa Llibres. El título alude al bronceado de la clase trabajadora, “un corte de dos sabores, fresa y nata si te has quemado mucho”, muy distinto del “antifaz” que se les pone a los esquiadores pijos, subrayó Otero. Una novela refrescante de iniciación que transcurre en verano, cuando el protagonista, Chava, pasa del Frigodedo al Calippo.

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