Imagínese. Sale usted a correr al parque o a pasear al perro o a manifestarse contra el genocidio en Gaza y de repente se le mete dentro del cuerpo un espíritu. Un alma en pena que, al okupar sus entrañas, le confiere por fin esa personalidad resolutiva de la que carecía, masculiniza su voz aflautada, le convierte en el Iván el Terrible del grupo de wasap de su comunidad de vecinos. Todo ello, claro, a cambio de inyectarle los ojos en sangre, retorcerle el cuello como un tapón de fontbella y provocarle vómitos y convulsiones. Le parecerá a usted raro, pero buena parte de la producción cinematográfica americana de terror se basa en eso, en seres que se meten en algún recipiente y no hay forma de sacarlos de ahí. Desde Alien hasta el Exorcista o Poltergeist, la trama gira en torno a la dificultad para liberar criaturas atrapadas en un frasco humano o en un muñeco o en la casa edificada sobre un antiguo cementerio. Al no existir procedimientos administrativos de desalojo, a menudo hay que recurrir a métodos expeditivos que te dejan la casa echa un cristo. Algo parecido puede decirse de los fondos de capital riesgo atrapados desde hace años en el accionariado de las empresas. Estos espíritus financieros llegaron atraídos por un lucrativo paseo y allí siguen, sin encontrar escapatoria, gritando desde el fondo de las catacumbas, agitando sus cadenas, golpeando los barrotes empresariales, clamando por salir. Lo dicho, como almas en pena.
¿A qué viene todo esto? En este extraño 2025 que se nos va de las manos entre cabriolas trumpistas, un buen número de fondos de capital riesgo continúa buscando su salida de importantes empresas españolas. Las operaciones siguen atascadas, esperando su oportunidad mientras los días se suceden. Dedicadas a comprar y vender empresas, las espectrales firmas de private equity no acaban de marcharse de Naturgy, Masorange, Talgo, Urbaser o Europastry. Y a eso se suman los procesos en fase más incipiente, como Codorníu e ITP, que ya comienzan a despertar expectación. Vendedores y compradores no se ponen de acuerdo sobre el precio. Esto no es tan fácil como ir a comprar al Lidl, como atestigua aquí Noemi Navas.
Las firmas de capital riesgo llevan años dinamizando la inversión en España. Tras captar fondos de varios partícipes, dirigen el dinero a la compra de empresas en cuya gestión se implican en busca de una operación transformadora, ya sea una gran adquisición, una fusión o una venta de activos. Transcurridos entre tres y siete años venden la empresa o sacan una parte a bolsa, prestos a disfrutar de la plusvalía. Salir del capital es parte del plan. Dentro de sus distintas modalidades se encuentran por ejemplo los private equity concentrados en empresas que no cotizan. O el venture capital orientado a las startup. O los fondos de leverage buyouts especializados en operaciones de deuda. De ellos suele escribir Blanca Gispert.
En España puede elaborarse un rápido censo de fondos de capital riesgo. Están las firmas nacionales, entre ellas Alantra, Portobello, Asterion, Nazca, Miura o MCH, dedicadas sobre todo a empresas medianas, conocidas como middle market --prometedores talentos de la inversión han quedado malogrados por decir pyme en vez de middle market--. Luego están las grandes firmas internacionales, entre ellas Blackstone, KKR, Carlyle, Advent, Bain o EQT, que apuntan alto y que ya han dejado su huella en empresas como Cirsa, Parques Reunidos, Telepizza, Idealista, Aliseda o las renovables. La asociación del gremio, SpainCap, calcula que el capital riesgo tiene participaciones en más de 3.000 empresas en las que trabajan unas 500.000 personas. Lleva invertidos, entre pitos y flautas, 40.000 millones.
Jon Gray, presidente de Blackstone
El capital riesgo abre unos circuitos de inversión distintos a los bancos tradicionales. Tras la Gran Recesión y el vacío que dejaron los segundos al abandonar sus carteras industriales, ha ido ocupando el nuevo espacio para la inversión profesionalizada. Su gran desembarco en España resulta relativamente reciente y no debería poner en peligro el sistema financiero. Las incursiones de estos bárbaros del capital transcurren en un compartimento estanco, con cableado propio, sin riesgos a priori de cortocircuito. Dicho de otro modo, los éxitos y descalabros de estas firmas quedan lejos del perímetro regulado, son asuntos privados que no tendrían por qué conducirnos a una nueva crisis. Forman parte de la conocida como banca en la sombra, sobre cuyo desconocido y mastodóntico montante alguna vez ha avisado Luis de Guindos, vicepresidente del BCE.
Comprar es más fácil que vender. La angustia de estos fondos llega cuando, como espíritus financieros, entran en una empresa y se ven obligados a permanecer más tiempo del deseado. Poco ayuda a eso la incertidumbre de este año de tránsito, más bien dedicado a las refinanciaciones tras las bajadas de tipos y a esperar a que se aclare la bruma trumpista. Incluso en un país como España, con una economía que marcha mejor que la de los vecinos, las firmas de capital riesgo se quejan de la dificultad para cerrar valoraciones. Los que venden piden más y los que compran empiezan a encontrarlo todo demasiado caro. Como resultado, los fondos están prolongando el tiempo de permanencia en las empresas.
Según la firma TTR, en los ocho primeros meses del año el número de operaciones de private equity en España ha descendido un 18%. El importe de las mismas retrocede más, un 22%. Desciende la actividad pese al surgimiento de nuevas modas de inversión, como la dirigida a la industria militar. Allí aparecen, aunque entren dentro de lo anecdótico, fondos como Hyperion, del expresidente del PP Pablo Casado, que acaba de destinar 500 millones al sector, informa Fernando H. Valls. La próxima vez que Ayuso intente defenestrarlo, le enviará un caza F-18.
En este entorno de expectante apatía, persisten los grandes casos de fondos ansiosos por salir de las empresas. A continuación, el estado de la cuestión en torno a los principales, algunos de ellos camino del enquistamiento:
Naturgy, bloqueo y autoopa. Los fondos CVC y BlackRock, que suman el 40% de la antigua Gas Natural Fenosa, llevan tiempo buscando una salida. Lo hacen mientras la firma australiana IFM intenta ganar poder. Todo ello transcurre bajo la tutela de Criteria, que es la que da coherencia estratégica al conjunto. Tras fracasar el intento de sustituir a CVC y BlackRock por la emiratí Taqa, la solución provisional ha consistido en una autoopa: Naturgy ha ido comprando acciones a los fondos que quieren marcharse de la empresa, hasta acumular un 10% de autocartera. La novedad de esta semana, cuenta aquí Gabriel Trindade, es que Naturgy ha colocado en el mercado parte de ella. Ha sido un 3,5% del capital, que ahora pasa a accionistas minoritarios. Es una forma de que haya más free float en el mercado y la empresa pueda regresar a los índices reservados a las cotizadas con liquidez. En concreto, al MSCI, que tiene nombre de operador de cruceros, todo sea dicho.
El presidente de Naturgy, Francisco Reynés
Masorange busca la cerradura para KKR, Cinven y Providence. Salvo accidente, estos tres fondos están cerca de completar uno de los garbeos inversores más sonados de los últimos años. Eso sí, ahora tienen que hallar la salida. Compraron MásMóvil en el 2020 muy decididos a replicar la fórmula ya conocida de las telecos: montar un cuarto operador de rápido crecimiento para venderlo a uno de los tres grandes del sector. Esa parte del plan salió bien y Orange acabó fusionándose con MásMóvil para crear Masorange. El siguiente paso consiste en completar el home run, en lo que trabajan sin descanso. Pilar Blázquez ha escrito de ello. Ya se exploró una salida a bolsa sin resultado y ahora los fondos negocian la venta de su 49% a Orange. Sería un extraño movimiento del operador francés: una fusión por absorción en cámara lenta, algo así como una compra en diferido de MásMóvil.
Urbaser, en punto muerto. Esta empresa de servicios está llamada a protagonizar una de las mayores operaciones de capital riesgo en España. Antaño filial de ACS, fue vendida en el 2016 a un grupo chino, que cinco años después la traspasó al fondo estadounidense Platinum por 3.500 millones. Este fondo por cierto es propiedad del dueño de los Detroit Pistons, Tom Gores. Ahora Platinum busca comprador para la empresa. Si en su momento se hizo con Urbaser por unos 3.500 millones, las valoraciones superan estos días los 5.000 millones. Si alguien está dispuesto a comprarlo, claro. Habló con el fondo sueco EQT, conocido en España por sus inversiones en Idealista, Milanuncios o InfoJobs. También desfiló por ahí el intrigante Blackstone. Al parecer, la cosa no prospera.
¿Qué pasa con Talgo? El movimiento de Talgo parecía de manual: conformar un frente accionarial junto a un accionista español de referencia para retener la propiedad de una empresa estratégica. Fue lo que ocurrió con el fabricante de motores de avión ITP tras la salida de Rolls-Royce, vendido al fondo Bain e inversores españoles. Algo parecido puede decirse de la solución para Endesa, adquirida en su momento por la italiana Enel y la española Acciona. En Talgo, el fondo Trilantic sigue intentando salir del capital. Tras el veto del Gobierno a los húngaros de Magyar Vagon, parecía conformado un consorcio de éxito con el empresario José Antonio Jainaga al frente, presidente de Sidenor, y el apoyo del Gobierno y las fundaciones vascas. El grupo sigue buscando la implicación de la Sepi, que no acaba de concretarse. A eso se suma la incertidumbre en torno a la multa de casi 170 millones por los retrasos en las entregas de trenes a Renfe. Y la dificultad de responder en tiempo al pedido de la Deutsche Bahn. Y los malos resultados financieros. Con la operación en vía muerta, Trilantic sigue clamando por deshacer su sociedad conjunta con la familia Oriol y marcharse por donde había venido.
¿Habrá noticias de Europastry? Otra incógnita es la salida del fondo MCH del capital del fabricante de masas congeladas Europastry. Fue sonada su frustrada salida a bolsa a finales del año pasado. Criteria tampoco acabó entrando en el accionariado, lo que habría supuesto un alivio para la familia Gallés y para el fondo de capital riesgo, que va ya para tres lustros en el capital de la empresa.
En fin, no todo son noticias de claustrofobia financiera en el mundo del capital riesgo. Las dos principales salidas a bolsa de este año en España tienen como protagonistas a estas firmas y demuestran que el mercado de capitales sigue ofreciendo alternativas. Es una de las obsesiones de la CNMV. En julio, Blackstone logró sacar al mercado la empresa catalana de juego Cirsa, comprada en el 2018 a Manuel Lao. A comienzos de año, las firmas de capital riesgo EQT y Cinven colocaron Hotelbeds, ahora conocida como HBX.
Nada más. Al parecer los exorcismos se llevan practicando desde el primer milenio antes de Cristo, de modo que hay know how en el arte de expulsar demonios. La práctica comenzó en Mesopotamia, continuó en época grecorromana y acabó aceptada por el catolicismo en 1614. Llega hasta nuestros días en forma de departamento de merger and adquisitions. No debe de ser tan difícil desalojar un fondo de capital riesgo de las entrañas de una empresa si se aplica con tiento el agua bendita y las oraciones financieras pertinentes. Para eso están las escuelas de negocio.

