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Los agujeros tienen su importancia en el mundo económico y empresarial. Que se lo digan a la industria siderúrgica. Desde hace meses empresas españolas como Acerinox han estado denunciando un fraude relacionado con la importación de acero, un agujero regulatorio en sentido literal y figurado. Los tubos que llegan desde fuera de la UE deben pagar un arancel salvo que, como ocurre de forma generalizada, lleven un orificio. Sí, un simple orificio hace que las piezas pasen de catalogarse en la aduana como un tubo de acero a convertirse en una estructura metálica como las que se usan en el montaje de un andamio, un escenario, una tienda de campaña o un árbol de luces de las navidades de Vigo. Gracias a este sencillo golpe de troquel, el producto logra una elevada ventaja tributaria y bate en competitividad a sus rivales. ¿No es maravilloso? Torneros fresadores y directores del departamento fiscal trabajando mano a mano en pro de la máxima eficiencia tributaria.
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Este caso viene a cuento del daño, confusión o frustración que en nuestra sociedades provocan ciertos agujeros. Hendiduras por las que la norma hace agua. En una economía de mercado no solo importa el modelo, sino también la eficacia con la que se cosen las reglas y se comportan sus protagonistas. A través de agujeros fiscales se filtran millonadas rumbo a destinos ignotos. Por agujeros pueden escaparse fondos públicos destinados a proyectos transformadores. En agujeros especulativos se arremolinan los capitales, alimentando burbujas y desatendiendo inversiones la economía real. Agujeros son en general cada una de las ineficiencias y abusos que impiden la buena marcha de empresas y administraciones. Y también por un agujero en forma de cártel desaparece el impulso que dinamiza la actividad empresarial: la competencia.

Teresa Ribera, vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea y responsable de Competencia
Esta semana la Comisión Europea ha multado a Glovo y Delivery Hero con 329 millones de euros por su cártel para repartirse el negocio de reparto (repartidores repartiéndoselo) de comida a domicilio, informa Anna Buj. Un agujero más. La empresa barcelonesa estaba por entonces participada por la alemana, que acabaría siendo su propietaria. Pese a disponer de una pequeña porción del capital, Delivery Hero se repartió con ella mercados e información sensible. También acordaron lo que en la jerga anglosajona se conoce como no poach agreements, que consiste en no contratar trabajadores de la otra empresa. Algo así como un cártel laboral, no destinado a pactar precios ni dañar a los consumidores, sino a impedir que el personal pueda aspirar a mejoras en un mercado de baja cualificación y peores salarios.
El delivery es también un ejemplo de que, cuando la competencia arrecia, algunas empresas sucumben a la tentación de montar cárteles mientras otras recurren a titilantes fusiones. Acaba de ocurrir entre DoorDash y Deliveroo, informa Blanca Gispert, la última vuelta de tuerca a la concentración del negocio. Observen el caso del delivery español. Tras la ley rider, se ha quedado con tres operadores, que son Glovo, Just Eat y Uber Eats. El primero se ha integrado en Delivery Hero. El segundo se ha fusionado con Takeaway. Ambos, Delivery Hero y Just Eat Takeaway, comparten principal accionista, el fondo Prosus, de origen sudafricano. En suma, parece que detrás de la comida a domicilio hay inversores muy glotones.
Mirar por un agujero para descubrir cárteles es lo que hace Albert Poch, abogado experto en derecho de la competencia. Detrás de los pañales, de medicamentos para el cáncer, de la leche o de los radares que predicen el clima hay eso mismo, cárteles, de lo que habla en esta entrevista en La Contra. Todos ellos tienen como objetivo que los consumidores acaben pagando más, asunto espinoso cuando la competencia es condición necesaria para el buen funcionamiento de una economía de mercado.
El roto también lo tienen las administraciones. El problema no solo lo sufrimos como consumidores, sino también en calidad de contribuyentes, a través de las irregularidades entre los organismos públicos al plantear sus licitaciones. La propia Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) trabaja con una herramienta de IA de fabricación propia llamada Brava (Bid Rigging Algorithm for Vigilance in Antitrust) con la que perseguir cárteles en las licitaciones públicas.
Unas cifras para intuir lo que está en juego. Las ofrece Oirescon, la oficina encargada de supervisar la contratación pública: las licitaciones públicas superan los 107.000 millones de euros al año, el 11,5% del PIB o el 24% del gasto público. El 33% corresponde al Estado, el 41% a las comunidades autónomas y el 26% a los ayuntamientos. El número medio de competidores por licitación es menos de tres, mal asunto. Por suerte, apenas el 8% de las denuncias tiene que ver con fondos europeos. Habrá que estar muy vigilantes ahora que se avecina un festín de fondos públicos para las empresas de defensa, de lo que informa Fernando H. Valls. El miércoles, Estados Unidos señaló directamente a España para exigir que los socios de la OTAN inviertan el 5% del PIB en defensa.
Otro agujero por el que se escapan la paciencia de los consumidores y la confianza de las empresas se encuentra en los surtidores de las gasolineras. Sí, en el fraude de los hidrocarburos, sobre el que está haciendo una investigación Leire Díez que nos sacará de todas las dudas. A la espera de conocer sus conclusiones, podemos adelantar que se trata de un asunto especialmente grave, a juzgar por denuncias de empresas como Meroil. Según dice su presidente, un 30% del mercado se halla emponzoñado por prácticas que van desde escamoteos del IVA hasta extrañas mezclas de biocarburantes. En el caso de Meroil, toda esta picaresca recorta un 25% sus ingresos, informa Gabriel Trindade.

Álvaro Fernández Heredia, presidente de Renfe
Nuevos mercados aún sin agujerear. Una de las actividades que en España transita entre el monopolio y la libre competencia es la ferroviaria. Como es preceptivo en este y en otros muchos procesos, el tiempo ha de juzgar los efectos de la liberalización. Por lo pronto, la francesa Ouigo, la italiana Iryo y la filial low cost de Renfe, Avlo, ya compiten para satisfacción de los consumidores en corredores como el de Madrid y Barcelona. Los operadores todavía no han logrado dar beneficios, pero los precios están repuntando, como indica aquí David Guerrero. El Gobierno acaba de anunciar que la siguiente fase de la liberalización queda pospuesta para el segundo semestre. Será en ese momento cuando se abran a la competencia a enlaces de Madrid con Galicia, Asturias, Cádiz o Huelva, informa Pilar Blázquez. Una de las dudas es si nuevos competidores como el operador alemán de autobuses de bajo coste Flix entrará en la alta velocidad española tras el acuerdo milmillonario para la compra de trenes a Talgo. Mientras, la propia Renfe no hace más que hallar dificultades en Francia.
Forcemos la metáfora del agujero para comentar otros dos asuntos de la semana:
El primero, el de la investigación del gran apagón. Aquí el agujero es el de los datos que, al parecer, las empresas se resisten a entregar. El grupo de operadores del sistema europeo que investiga lo ocurrido, Entso-e, se ha quejado esta semana de que no le llega la información previa al incidente. La ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, no ha ido tan lejos, pero asegura que los datos se proporcionan “con cuentagotas”. Al otro lado están empresas como Iberdrola, Endesa o Naturgy. Y el clima es de desconfianza. Aquí Pilar Blázquez comenta por ejemplo que las eléctricas no se fían de Red Eléctrica, cuya presidenta ha apuntado por cierto a supuestas irregularidades de los operadores nucleares, hidráulicos y de gas al controlar la tensión de la red.
El segundo, el de los agujeros empresariales por los que se escapa la liquidez. El caso de mayor actualidad es el de Duro Felguera. La semana que viene vence el plazo para negociar su preconcurso y la gran incógnita es si la Sepi, que le prestó 120 millones en la pandemia, acabará entrando en el capital. Otra empresa en dificultades, la comercializadora de electricidad Holaluz, acaba de lograr la homologación judicial de su plan de reestructuración. También esta semana la histórica empresa de vermús Perucchi ha entrado en concurso de acreedores, informa Blanca Gispert.
En fin, los agujeros también han dado pie a teorías acerca de lo que se entiende por virtud en la economía. Es el caso de la llamada Economía del donuts, de la economista inglesa Kate Raworth, que es más bien una forma visual de mostrar el necesario equilibrio entre empresas, cuidado del planeta y bienestar social. La actividad empresarial, preconiza esta teoría, debe respetar el agujero central y desarrollarse en forma de rosquilla. El centro invisible, lo que no se puede tocar so pena de sufrir un daño mayor, son los recursos naturales o la armonía social. Una hipótesis también muy nutritiva, esta vez sin agujero, es la que estos días ha propuesto el periodista de Financial Times Robert Armstrong. Se trata del acrónimo TACO. Trump always chickens out. No hace falta explicarla demasiado. Cuando los mercados se ponen serios, el presidente de Estados Unidos siempre se acobarda.
Nada más. Muchas veces la vida se nos va en tapar agujeros y reparar goteras. Es lo que hacían los Beatles en Fixing a Hole mientras ponían la mente a divagar. En otra de sus grandes canciones, A Day in the Life, John Lennon constataba que, según la prensa, hay 4.000 agujeros en Blackburn, en Lancashire. “Los han tenido que contar todos”. “Ahora ya saben cuántos agujeros se necesitan para llenar el Albert Hall”. Al parecer, uno de los agujeros más grandes excavados por el ser humano es la mina de Mir, en Rusia. Tiene 525 metros de profundidad. No pueden sobrevolarlo los helicópteros, ante el riesgo de quedar succionados por el flujo del aire. La demostración de la amplia variedad de objetos que pueden irse por un sumidero.
Otras noticias de la semana

César González-Bueno, consejero delegado del Sabadell
· Sabadell y BBVA cruzan mensajes. Altos directivos de ambos bancos han participado por separado en unas jornadas sobre banca organizadas esta semana por el Iese y la consultora FTI. El consejero delegegado del Sabadell, César González-Bueno, dice ver margen para fusiones en España entre bancos medianos. El BBVA, argumenta, debería centrarse en operaciones internacionales. Mientras, el primer ejecutivo del BBVA en España, Peio Belausteguigoitia, aseguró que los compromisos pactados con la CNMC ya garantizan el interés general.
· Más cambios en Prisa. Tras el golpe en la mesa para impedir un nuevo canal de televisión y diluir al bloque de accionistas españoles, el presidente y primer accionista del grupo de comunicación, Joseph Oughourlian, sigue remodelando en profundidad las áreas corporativas y la dirección de los principales medios. Esta semana, Prisa ha decidido proponer a Jan Martínez Ahrens como nuevo director del diario El País, en sustitución de Pepa Bueno, informa Fernando H. Valls.
· Freixenet reduce los despidos. La empresa y los sindicatos han alcanzado un acuerdo para reducir el alcance del Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que el líder del cava presentó en abril. Entonces, la compañía de Sant Sadurní d'Anoia planteó el despido de hasta 180 trabajadores, un 24% de la plantilla, tanto de Freixenet como de Segura Viudas. Ahora, tras el pacto suscrito, los despidos afectarán a 154 personas, un 21% del total. La indemnización será de hasta 50 días por año trabajado, informa Maite Gutiérrez.
· Amancio Ortega compra la sede de Planeta. Pontegadea Inversiones, el family office del fundador de Inditex, Amancio Ortega, ha firmado con Blackstone la compra de la actual sede del grupo Planeta, ubicada en el número 662 de la Diagonal. Fuentes cercanas a las negociaciones apuntan que la operación se habría cerrado sobre los 250 millones de euros. Se trata previsiblemente de una de las mayores operaciones de inversión inmobiliaria este año en Barcelona, informa Gabriel Trindade.
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