Las manías y peleas de los Windsor según sus sirvientes

Clasistas, esnobs y mimados

Un libro recoge las confidencias anónimas de trabajadores de la casa real británica

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Una imagen del bautizo del primogénito de los duques de Sussex

AFP

Es muy distinto ver el árbol desde tierra o desde lo alto, y también es diferente el relato de las peleas, manías y escándalos de los Windsor contados por sus protagonistas principales, o por los mayordomos, ayudas de cámara, cortesanos y sirvientes. El Palacio de Buckingham no es igual visto desde los dormitorios y salones que desde los baños y las cocinas.

Sí señora, la vida secreta de los sirvientes reales , publicado ayer en el Reino Unido, no ofrece revelaciones sensacionales (de ellas ya se encargó Enrique en su autobiografía En la sombra ) pero sí una perspectiva diferente de los sucesos de la última década en la familia real británica, y sobre todo del cisma que ha arruinado las relaciones entre los hijos de Carlos y llevado al exilio del más pequeño en Santa Bárbara (California).

Prince Harry, Duke of Sussex, and Meghan Markle, Duchess of Sussex, ain ,Montecito,USA - 6 May 2022

El príncipe Enrique y Meghan Markel en Montecito

GTRES

Todos los relatos, anécdotas y opiniones que le han contado al autor del libro, Tom Queen, son con la condición del más estricto anonimato, dado que para servir a los royals en cualquier concepto hay que firmar una cláusula de confidencialidad cuya ruptura tiene consecuencias tan severas o más que contar los secretos del MI5 y el MI6, las agencias británicas de espionaje.

La impresión global del personal de servicio de la Casa Real británica es que se trata de unos seres clasistas, esnob y mimados, que viven en su burbuja, completamente ajenos a la realidad, se creen superiores al resto de humanos pero sin sus sirvientes son incapaces de funcionar. Alguien dice de Enrique que “por sí mismo necesitaría dos semanas para ponerse los pantalones”.

Catalina, la princesa de Gales, el príncipe Guillermo, el príncipe de Gales, Meghan, la duquesa de Sussex y el príncipe Harry, duque de Sussex, presentan sus respetos en el Palacio de Westminster después de la procesión del estado acostado de la reina Isabel II

Catalina, la princesa de Gales, el príncipe Guillermo, el príncipe de Gales, Meghan, la duquesa de Sussex y el príncipe Harry, duque de Sussex, presentan sus respetos en el Palacio de Westminster después de la procesión del estado acostado de la reina Isabel II

Christopher Furlong/Getty Images

De la relación tormentosa entre los príncipes de Gales y los duques de Sussex se ha escrito y hablado largo y tendido, pero es inevitable que fuera el epicentro del libro. Guillermo es descrito como un hombre con un carácter explosivo que coge berrinches de niño pequeño y al que Catalina ha de tratar “como si fuera su cuarto hijo”. De Enrique, que su reciclaje tras servir en Afganistán siempre fue visto como un problema, pero era bastante feliz en su papel secundario hasta que Meghan lo convenció de que los trataban como ciudadanos de segunda, y la prueba de ello es que vivían en el relativamente modesto Nottingham Cottage, en el Palacio de Kensington.

“Meghan Markle tenía un complejo mesiánico y decía que iba a acabar lo que había empezado Diana (hablar en nombre de los pobres, las minorías y los marginados) pero a tiempo parcial y sin asumir las responsabilidades que conlleva ser parte de la familia real, como informar de a dónde iba a a ir y lo que iba a hacer para que no entrase en conflicto con su agenda oficial”, comenta un cortesano. En la batalla entre los Gales y los Sussex, el personal se dividió en seguida en líneas generacionales, con la vieja guardia del lado de Guillermo y Catalina, y los jóvenes del de Enrique y su mujer.

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El rey Carlos III junto a la reina Camila, los príncipes de Gales y los duques de Sussex

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“Meghan, una actriz afroamericana, nunca habría sido aceptada como esposa de Guillermo, pero lo fue de Enrique en la esperanza de que asumiera las reglas de la casa y el papel a tener hijos y acudir a cócteles, pero no fue así”, explica otra de las fuentes anónimas del libro, insistiendo en que el duque de Sussex siempre defendia a su mujer sin escuchar a nadie más. Varios relatos coinciden en que la afición de ésta de dar besos en la mejilla y abrazos sorprendía a unos y molestaba a otros, hasta el punto de que circulasen rumores de que flirteaba con su cuñado. Lo cual no gustó ni un pelo a Catalina y atizó la enemistad mutua.

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La popularidad del conflictivo de Andrés tampoco va a mejorar con el libro, que describe cómo casi vomita por el asco que la da un simple lunar en la cara de un sirviente. Del rey Carlos dice poco o nada, pero de Camilla que sus hijastros no la aceptaron ni mucho menos bien, y la llamaban “Lady Macbeth” (una manera de decir que era una trepa), “la bruja del Oeste” y “Cruella de Vil”.

Total, que el personal de servicio ve a los Windsor como unos pijos redomados incapaces de darse un baño si alguien no se lo pone.

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