Europa, la bella durmiente

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La UE se muestra incapaz de reaccionar ante la fractura histórica de la alianza trasatlántica auspiciada por EE.UU.

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Campaña apelando a la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, a hacer frente a Donald Trump y los dirigentes de las grandes tecnológicas 

NICOLAS TUCAT / AFP

Un beso de amor despertó, tras un hechizo de un siglo, a la bella princesa durmiente del cuento (al menos, en la versión de los Hermanos Grimm), anticipando un final feliz. A Europa nadie la ha dado un beso, ni le augura un futuro dichoso. Todo lo contrario. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no para de darle bofetadas. Y, aún así, sigue durmiendo.

El último ataque, aderezado con declaraciones y comentarios hostiles a todos los niveles, ha sido la difusión de la renovada Estrategia Nacional de Seguridad de EE.UU., donde la nueva élite gobernante estadounidense expone negro sobre blanco el enorme desprecio que siente hacia sus aliados -si todavía pueden llamarse así-, declara su intención de intervenir en apoyo de las fuerzas de extrema derecha europeas y presenta a la Unión Europea como un ente totalitario al que combatir y neutralizar.

La difusión del documento, la semana pasada, no ha dejado indiferente a nadie. En Moscú han aplaudido con entusiasmo -las nuevas tesis de Washington “corresponden en muchos aspectos con nuestra visión”, se congratuló el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov-, mientras los líderes europeos se han sumido en una profunda consternación. Sólo el presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha alzado la voz: “No podemos aceptar esta amenaza de injerencia en la vida política europea”, dijo, antes de llamar a reforzar Europa para “protegerse no solo de los adversarios, sino también de los aliados que nos desafían”. La mayoría de los dirigentes europeos prefirió callar o contemporizar.

La reacción más desoladora ha sido la del canciller alemán, Friedrich Merz, quien, tras una aparente protesta en la que calificó de “inaceptables” algunos puntos del documento, abogando por que Europa sea “mucho más independiente” de su aliado norteamericano, hizo esta sorprendente afirmación: “EE.UU. También necesita socios en el mundo y Europa puede ser uno de ellos; y si no puedes trabajar con Europa, entonces al menos haz de Alemania tu socio”. Cada uno a lo suyo... Justo lo que Washington -y, por supuesto, Moscú- buscan: la desintegración de la UE, la atomización de Europa en una galaxia de pequeños países, débiles e impotentes, condenados a convertirse en vasallos.

EE.UU. Sitúa a Europa como tercera prioridad tras el continente americano y la región Asia-Pacífico

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. Dedica 83 líneas a Europa, a la que sitúa como su tercera prioridad, tras el continente americano -el Hemisferio Occidental, que pasa a ser su principal foco de interés, en una actualización de la doctrina Monroe- y la región Asia-Pacífico. El documento implica una revisión de arriba a abajo de la política exterior de EE.UU. Y una ruptura total con la línea mantenida desde el final de la guerra fría. Y aunque formalmente no pone en cuestión la continuidad de la alianza occidental y la OTAN, en la práctica presenta a Europa -la Europa actual, la realmente existente- poco menos que como un adversario. Ningún otro país, ni China ni Rusia, merece tantas diatribas ni juicios tan severos.

Tras la divisa de “Promocionar la grandeza europea”, el documento describe a Europa como un continente en declive económico y moral, donde la UE somete a los agentes económicos a una asfixia regulatoria, censura la libertad de expresión, socava la libertad política, promueve la persecución de la oposición, favorece la pérdida de identidad europea con sus políticas migratorias y, a la postre, aboca a Europa a la desaparición (“borrado”) de su civilización. “Si esta tendencia continúa, el continente será irreconocible en 20 años o menos”, afirma categóricamente.

El gobierno de Trump acusa asimismo a los gobiernos europeos –“inestables y minoritarios”- de abonar el campo de la guerra en el caso de Ucrania, frente a una opinión pública pacifista a la que -asegura- se silencia mediante “la subversión de los procesos democráticos”.

Ante este panorama, en cuya descripción el documento renuncia a todo análisis riguroso para lanzarse por el camino del panfleto -repleto de los prejuicios y obsesiones ideológicas de la derecha norteamericana-, Washington declara abiertamente su voluntad de intervenir en la política europea apoyando a los “partidos patrióticos” (nacionalistas y de extrema derecha), que califica de “aliados”, para revertir esta deriva. Antes, en las consideraciones generales, se declara a favor de los Estados-nación, cuya soberanía -denuncia- es socavada por “las incursiones de las más intrusivas organizaciones transnacionales”, en alusión inequívoca a la UE.

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La renovada Estrategia Nacional de Seguridad de EE.UU. 

Jon Elswick / Ap-LaPresse

La publicación del documento ha provocado un terremoto considerable. Pero no puede decirse que no haya habido en los últimos meses movimientos sísmicos de alerta. Ante los ataques -ya sea en forma verbal o mediante la imposición de draconianos aranceles comerciales- y el menosprecio y ninguneo constantes de la Administración Trump -cruelmente evidente en el caso de la guerra de Ucrania-, la respuesta de los líderes europeos ha sido la del apaciguamiento. Todo se ha supeditado al objetivo de no irritar al inquilino de la Casa Blanca. De entrada, porque Europa es todavía enormemente dependiente de EE.UU. En materia de seguridad y defensa, y cambiar eso precisará de muchos años. Y probablemente porque han querido creer que el segundo Trump volverá a ser un paréntesis en la política norteamericana y algún día las aguas volverán a su cauce. Pero nada es menos seguro.

Donald Trump no durará siempre. El presidente de EE.UU., pese a que le tienta la idea de presentarse por tercera vez a la elección presidencial -violentando la Constitución si es preciso-, tiene ya una edad avanzada, 79 años, y su estado de salud empieza a ser puesto en cuestión. Pero no está solo. En los últimos años, el Partido Republicano ha sido formateado a su imagen y semejanza, controlado por el movimiento MAGA (Make America Great Again). Y quien aparece como mejor situado para sucederle, el vicepresidente J.D. Vance, es tanto o más radical. El primer jarro de agua fría de la nueva Administración norteamericana -lanzado tempranamente, el mes de febrero- vino precisamente de él, con un ataque brutal contra Europa y sus valores en la Conferencia de Seguridad de Múnich. Quien quiso ver ahí solo un desvarío se equivocó.

J.D. Vance es el hombre de los tecno-oligarcas que, al amparo de Trump, están haciéndose con el poder en Estados Unidos y que están detrás de la ofensiva contra la UE, el único ente internacional que hasta ahora -mal que bien- se les ha resistido y ha intentado ponerles coto. Entre las conexiones de Vance con la casta de Silicon Valley, un superpoder en la sombra que amenaza a la propia democracia americana, destaca la del magnate de origen alemán Peter Thiel, cofundador de PayPal y gurú del libertarismo americano de extrema derecha, que ha financiado sus campañas electorales, y el inversor de origen sudafricano David Sacks, de Craft Ventures, otro factótum de la ultraderecha conservadora convertido ahora en consejero especial del presidente de EE.UU. Para las criptomonedas y la Inteligencia Artificial (IA)

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Un grupo en el que también está el megalómano Elon Musk (Tesla, Space X), quien ha tenido el honor de recibir la primera multa de la Comisión Europea -de 120 millones de euros- por vulnerar en su red social X (antes Twitter) varios preceptos de la odiada ley europea de Servicios Digitales (DSA por sus siglas en inglés). Para EE.UU., los límites impuestos por la regulación europea a las grandes tecnológicas estadounidenses constituyen un casus belli. Y están dispuestos a utilizar todos los resortes a su alcance para tratar de tumbarlos. De ahí, los furibundos ataques contra Bruselas y el conjunto de la UE.

Tras recibir la sanción, Elon Musk publicó un indignado mensaje en X donde afirmaba que “la UE debe ser abolida y la soberanía, devuelta a cada uno de los países”. Su afirmación, perfectamente en línea con los planteamientos expuestos en el documento del Departamento de Estado, fue rápidamente aplaudida por el expresidente y ex primer ministro ruso Dimitri Medvédev, antiguo número dos de Vladímir Putin reconvertido hoy en un hooligan del ultranacionalismo ruso, quien apostilló: “Exactamente”. Estos son los enemigos de la UE. Son poderosos y no van a desaparecer. Si Europa no se despierta ya y no reacciona ante este desafío, dando un revolucionario salto adelante en su integración política, más adelante puede ser demasiado tarde para romper el hechizo.

· La guerra de los activos rusos. La disputa sobre el uso de los activos rusos depositados en Europa -alrededor de 210.00 millones de euros- y congelados por las autoridades a raíz de la guerra de Ucrania no acaba sino de empezar. Los 27 dieron ayer un primer paso para utilizarlos como garantía para nuevos préstamos a Kyiv aprobando su inmovilización indefinida -hasta ahora, la medida se había de renovar cada seis meses-, para lo que invocaron los poderes de emergencia del artículo 122 de los tratados, que permitía aprobarlo por mayoría cualificada y sortear el veto del húngaro Viktor Orbán. La decisión última no está tomada. Además de Hungría, Bélgica se opone a la incautación de los fondos, puesto que la mayor parte de esos activos -unos 185.000 millones- están depositados en la entidad financiera Euroclear, con sede en Bruselas, y otros países, como Italia o Bulgaria, han expresado también sus reticencias. A la espera de acontecimientos, el Banco Central de Rusia ha anunciado ya acciones jurídicas contra una confiscación que consideran ilegal.

· Solidaridad recortada. Reflejo del mal momento que atraviesa el espíritu de cohesión en el seno de la UE, los ministros de Interior de los 27 aprobaron el lunes reducir las cuotas del mecanismo de solidaridad previsto en el Pacto europeo de Migración y Asilo, por el cual los grandes países receptores de inmigración irregular -España, Italia, Grecia y Chipre- podrán derivar a partir de 2026 a una parte de los migrantes y solicitantes de asilo a otros países comunitarios, o bien recibir una compensación económica. La propuesta inicial de la Comisión, de reubicar a 30.000 migrantes anuales y establecer unas ayudas de 600 millones de euros, ha pasado a 21.000 y 420 millones respectivamente. Esta misma semana, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, anunció un refuerzo de la vigilancia de las fronteras exteriores de la UE triplicando -hasta 30.000- el número de efectivos de Frontex.

· Diplomacia científica. Sede de la Unión por el Mediterráneo (UpM), Barcelona se ha convertido en la capital de la cooperación euromediterránea, también a nivel científico. Con un presupuesto de 700 millones para invertir hasta el 2027, el programa Prima (Partnership for Research and Innovation in the Mediterranean Area), dirigido por el médico catalán Octavi Quintana, impulsa proyectos transnacionales en los que obligatoriamente deben participar científicos e investigadores de universidades de países de ambas riberas del Mediterráneo. En la actualidad hay 269 proyectos en marcha, en los que están involucrados más de 20 países, centrados en los grandes retos de la región, como el cambio climático, la seguridad hídrica y la soberanía alimentaria. El programa negocia ahora su presupuesto para el periodo 2027-2034.

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