Una vida contra el silencio
“Si escribo sobre el fascismo en mi país, no puedo excluirme”, dice Elena Kostyuchenko, periodista rusa exiliada, envenenada y aún en pie. Perseguida por contar la verdad, Kostyuchenko cuenta lo que ve e investiga. Se casó hace un año y medio con Yana Kuchina, que también es periodista, escritora y activista. “Ella defiende los derechos de las personas con discapacidad, ella misma tiene parálisis cerebral”. Desde que leyó a Politkóvskaya supo que quería contar lo que nadie más se atrevía. Lo hizo en el Nóvaya Gazeta, hasta que la amenaza de muerte la obligó a huir. En Amo a Rusia (Capitán Swing) documenta un país devastado desde dentro: psiquiátricos convertidos en cárceles, la represión contra las personas queer, el precio de disentir. Escribe con la convicción de que el amor a un país es denunciar lo que lo descompone.
Me fui a Ucrania para contar a los rusos lo que estaba sucediendo, y ya no he podido volver. Vivo en el exilio.
¿Qué le cuentan?
Familiares y amigos dicen que los precios no paran de subir. Se recortan presupuestos, los dedicados a temas sociales y sanitarios, y todos los que no tienen que ver con la guerra.
Deben sufragar los gastos militares.
Y los mecanismos represivos y de propaganda: si produces cualquier información que contradiga la versión oficial, es un crimen que se castiga con hasta 50 años de cárcel.
¿Por ley?
Sí, y si le das un like a un post “indeseable”, también se pena con la cárcel. De modo que hay mucha gente encarcelada; ahora mismo, 2.000 prisioneros políticos.
Están en guerra.
Para construir un buen fascismo en un país, hacen falta enemigos exteriores e interiores, y estos son: la comunidad LGTBIQ+, los periodistas, activistas, y políticos contrarios a Putin... Es un círculo que crece muy rápido.
¿El espíritu crítico, amenazado?
La gente ha dejado de confiar en los demás porque puedes acabar en la cárcel si un conocido o vecino te denuncia por algo que dijiste o por escuchar la radio ucraniana.
¿Cuál fue su primera visión cuando cruzó a Ucrania?
Era el 20 de febrero del 2022, la segunda noche de la invasión. Vi miles y miles de personas amontonadas esperando una oportunidad para abandonar Ucrania y salvar la vida. Casi todos, mujeres y niños. Me fijé en una mujer que se doblaba sobre sí misma en la acera para darle calor a su bebé moribundo.
Imágenes que no se borran.
Pude documentar las numerosas bajas humanas. Trabajé en una morgue local donde los cadáveres se apilaban en el suelo, en el aparcamiento, en patios, en la entrada. Y también localicé una de las cárceles secretas para ciudadanos secuestrados.
¿Ciudadanos secuestrados?
Es una práctica establecida en Rusia y bien documentada; ya lo hicieron nuestras tropas en la guerra de Chechenia. Secuestran a ciudadanos, los torturan y a algunos los matan.
Poco después tuvo que huir de Ucrania.
Una fuente del servicio secreto ucraniano me dijo que las tropas rusas tenían orden de matarme. Luego me llamó mi editor para decirme que no volviera a Rusia. Ahora es muy fácil que te condenen a cadena perpetua.
Cuatro compañeros de Nóvaya Gazeta fueron asesinados.
La Unión de Periodistas de Rusia contabiliza más de 300 periodistas asesinados.
A usted la envenenaron en el exilio.
En Berlín, en el hotel. La policía alemana sigue investigando.
¿Por qué la mayoría apoya a Putin?
Hasta mi madre llegó a creer a Putin. Rusia es una máquina de propaganda que genera falsedades en internet sin parar. Putin introduce la mentira como forma de comunicación política: la realidad no importa.
¿Por qué Putin necesita esta guerra?
Lleva en el poder 25 años. Primero satisfizo sus ambiciones y deseos básicos: dinero, poder, respeto. Luego quiso más.
¿Qué más?
Quiere ser inmortal. Y a través de esta y otras guerras espera tener un capítulo en los libros de historia. No le importa Ucrania en particular, siempre hay nuevos territorios que conquistar. El fascismo es expansionista. La sociedad en el fascismo se ve movilizada.
¿A qué juegan Putin y Trump, que pasan de amigos a enemigos y viceversa?
Se caen bien, comparten muchos valores, la misma idea patriarcal sobre lo que debe ser el presidente de un país. Trump implementó muchos inventos de Putin. Los gobernantes autoritarios aprenden los unos de los otros.
¿Y mientras tanto, la sociedad…?
En retroceso, hay una campaña antiaborto en toda Rusia financiada por el Estado, y se ha descriminalizado la violencia doméstica, que se ha disparado.
¿Hay muchos feminicidios?
Sí, por toda Rusia. Los hombres vuelven de la guerra violentos. Y me da hasta vergüenza contarlo, pero ahora en mi país, por ley, pagan a las adolescentes antes de graduarse del colegio para que se queden embarazadas.
¿El tema más duro que ha cubierto?
Trabajé en uno de los internados psiquiátricos del Estado, campos de concentración para personas con diagnósticos neurológicos. No todos los tienen: muchos entran desde los orfanatos. Allí estarán hasta morir, siendo violados y apaleados. Fue devastador para mí, porque nunca quise admitir que en Rusia había fascismo, pero ahí cambié.
¿Hasta dónde se extiende la amenaza?
Putin nunca ha dado valor a las vidas de los ciudadanos rusos, ¿qué va a pensar de las vidas ucranianas, de los polacos, de los pueblos bálticos o de los armenios? Si mata el tiempo suficiente, la gente se acostumbra e intenta negociar. Y le está funcionando.
