‘Ver para vivir’
Victoria Combalía ha sido testigo de primera fila de las transformaciones de la cultura y el arte contemporáneos, desde Barcelona y en el mundo. Guiada por su búsqueda de emociones, lo cuenta todo –desde sus experiencias de chica en los 70 hasta hoy mismo– en Ver para vivir (Tusquets), unas memorias muy jugosas. Combalía ha visto de todo y ha tratado a un montón de artistas, es observadora sensible y crítica insobornable: su pluma puede ser muy vitriólica. Pero es conversadora delicada, afable, siempre bienhumorada. Ha luchado briosa por su libertad, y cierra sus memorias así: “La libertad es indispensable, pero difícil de sobrellevar”. Combalía publica ahora otro libro, Las extravagantes (Circe), joyita sobre mujeres artistas que fueron bastante –y algunas muy– especiales.
Para qué unas memorias?
Para que las chicas de hoy sepan lo que nos costó a las chicas de hace medio siglo ganarnos nuestra libertad.
¿Fue rebelde?
Fui una niña lectora y sociable que soñaba ser escritora.
¿Qué estudió?
Historia del arte, de 1969 a 1975: escribía mis diarios íntimos, y pintaba al óleo.
Difícil modo de ganarse el sustento...
Me pagaba lo mío dando clases. ¡Y lo he hecho durante 40 años!
¿Cómo fueron sus años estudiantiles?
Libres, anárquicos, desorientados, felices, un tiempo en una comuna hippy, fiestas... Frecuenté a Joan Brossa, Víctor Jou (el de Zeleste), Marta Pessarrodona, José Ribas, Pau Riba, artistas, intelectuales, periodistas... A Pau Maragall, sensible, poeta, alma de la contracultura barcelonesa.
¿Cambiaron ustedes algo?
¡Sí! Desde el antifranquismo impulsábamos el ecologismo y el feminismo.
Algo es algo.
Es mucho: hoy los jóvenes no saben que irte de casa a vivir con alguien era ser una puta. Hoy no pasa este espanto.
¿Y viajó a Oriente?
A Afganistán, antes de los talibanes y los rusos: ¡me bañaba en bikini en un oasis!
¿Qué ha visto por ahí que no olvidará?
En Rusia descubrí la mentira del régimen comunista, y conocí la ciudad más bonita que he visto en mi vida: San Petersburgo, y su Museo del Hermitage, espectacular.
Intuyo que el arte le ayudó...
¡Siempre! El arte me ha animado siempre.
¿Qué es el arte?
Una experiencia humana que amplía la percepción del mundo.
¿Tiene algún artista de cabecera?
Joan Miró. Miró más que Picasso.
¿Por qué?
Miró es la alegría de la vida. Sus colores y líneas... ¡Inventó mundos nuevos! Arriba y abajo da igual, es atemporal, es poético.
¿Y Picasso?
Rompe con la mímesis renacentista, con sus perspectivas: el cubismo. Y a partir de ahí no parará de idear miradas nuevas y estéticas a cada paso, así hasta el final: un portento así se da solo cada... 500 años.
Hay en Barcelona un museo Picasso.
Las obras son muy buenas y están colgadas con mucho acierto, para que respiren y no se opongan, y evitan discursitos woke.
¿Y la Fundación Miró?
Es mejorable en sus exposiciones.
¿Y el Macba?
Mejora, veo mayor amplitud de miras.
¿Y la Sagrada Família?
Me encanta por dentro, aunque por fuera menos. Gaudí era un genio, pero Subirachs... ¡no me gusta nada!
¿Y Miquel Barceló como eventual artista para la fachada de la Glòria?
Me gusta, pero no creo que él pegue ahí.
Vivió usted en París, también.
Fui feliz allí, en 1975: incluso asistí a clases de Jacques Lacan... Y no entendí nada.
¿Y vivió en Nueva York?
Llegué con 29 años, separada. Iba con una artista que le quitó la peluca a Andy Warhol, por performance: unos guardias de seguridad la recogieron. A día de hoy está perdida”.
¿Lo pasó bien?
Acabé en el metro llorando, desubicada, preguntándome “¿qué hago yo aquí?”. Estoy muy impregnada de cultura europea.
¿Se ha arrepentido de algo?
No. Mi éxito mayor consiste en mi independencia de criterio y en haber vivido mi vida de modo autosuficiente.
Siendo crítica de arte.
El crítico de arte intermedia entre artista y público: pone palabras a las reacciones que suscita cada obra de arte.
¿Qué se exige a sí misma como crítica?
Hablar de lo que me gusta. He visto muchas cosas y pocas me han gustado de verdad. Lo cuento sin divagaciones literarias, lo que a veces trae controversias.
Por ejemplo.
A cuenta de pintores jóvenes sevillanos, ahí Pepe Espaliú, que no me gustó, o de Jaume Plensa, cuya primera época me gustó... Para verle después teñirse de banalidad. Y lo digo sin máscaras.
¿Ha hecho buenas dianas como crítica... O se ha equivocado mucho?
Critiqué a Ouka Leele, ¡y es buenísima! Me alegra hoy tener tres fotos coloreadas de las suyas. Y presentí tempranamente la valía de Carlos Pazos, de Frederic Amat...
Publica ahora un libro sobre mujeres artistas extravagantes, he visto...
Sí. No se pierda a la marquesa Casati: en un baile de 1913 apareció vestida de oro y con un criado con lebreles negros. O Tracey Emin, que se casó en el 2016 con una roca, pedrusco con el que aún cohabita.
El arte ¿debe comprometerse con algo?
El compromiso explícito me parece propaganda, yo prefiero la sutileza.


