Las izquierdas meridionales y la ínsula Barataria
Cuadernos del sur
En uno de los gloriosos parlamentos entre don Quijote y Sancho acerca de las condiciones ideales que debería tener un gobernante, el escudero, acaso en su legítima defensa, dada su extracción humilde, sentencia que no todos aquellos que ejercen el poder terrestre proceden de “la casta de los reyes”. “La sangre se hereda y la virtud se conquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”, le responde el Caballero de la Triste Figura.
En el enésimo culebrón que viven las izquierdas en Andalucía –la constelación de minorías situadas a la siniestra del PSOE– encontramos todas las contradicciones habituales de quienes reivindican sus virtudes, mucho más retóricas que factuales, y acaban haciendo carrera (política) gracias a su pertenencia a un linaje o a su militancia en una parroquia.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante un acto de la campaña andaluza
El nuevo experimento de convergencia entre IU, Sumar y Podemos no ha llegado a su primera estación –la voluntad expresa de articular una candidatura única con vistas a las próximas elecciones autonómicas de 2026– con éxito. Podemos no se presentó a la convocatoria.
Sumar, cuyo peso político en la gran autonomía del Sur es testimonial, sí participó, pero a efectos prácticos su presencia es irrelevante. Tan sólo IU, que en Andalucía cuenta con sustento institucional, alimenta este intento de concentración del voto cuyo objetivo es no desaparecer del Parlamento y soñar con el preludio de una reagrupación de las izquierdas no socialistas.
El líder de IU, Antonio Maíllo
El cónclave entre las minorías andaluzas fue telemático. En él se acordó dar comienzo oficial a la carrera electoral –por el momento, sin un candidato claro a la presidencia de la Junta– y se dio luz verde a un documento con “las bases ideológicas y organizativas de la coalición”.
En dicho texto, la plataforma de izquierdas se define a sí misma con un sinfín de adjetivos –“republicana, andalucista, socialista, ecologista, feminista, participativa y democrática”– pero escasísimos sustantivos. La ausencia de un sujeto político definido y real ya muestra su situación de extrema confusión. Ni siquiera son capaces de decir la cosa.
Integrantes de la candidatura de Por Andalucía en las elecciones autonómicas de 2022
La misma semana en que volvió a fallar la red ferroviaria entre Madrid, Sevilla y Málaga, y se ultima el concierto catalán con los independentistas, los dirigentes de IU, Sumar e Iniciativa del Pueblo Andaluz, las tres marcas que defienden esta nueva convergencia, decidieron empezar a discutir su prioridad: las cuotas internas en las listas electorales.
A continuación acordaron posponer hasta septiembre –las vacaciones de verano, desde luego, son una costumbre burguesa, como decían algunos viejos comunistas meridionales– la celebración de un gran acto político.
Que haya un candidato de consenso para esa fecha sería un absoluto milagro, así que lo más probable es que, por descarte, se imponga un cabeza de lista afín a Izquierda Unida, aunque concurra bajo la misma marca –Por Andalucía– de las anteriores elecciones regionales.
Quienes propugnan este nuevo intento de reencuentro entre las minorías andaluzas de izquierdas son los mismos actores políticos que, hace ahora tres años, ya fueron incapaces de articular una candidatura pacífica.
Su método es idéntico al de entonces: empezar a andar (con cuestiones orgánicas, no sociales) a la espera de que Podemos, que en Andalucía tiene perfil bajo, se sume a la iniciativa y, de esta forma, garantizar al menos la presencia de los actuales cinco diputados en la cámara de las Cinco Llagas.
Una quimera, dado que tres de estos cinco parlamentarios pertenecen al partido de Ione Belarra. IU quiere reconquistar todo el espacio institucional perdido en favor del partido morado, pero la ausencia de Podemos de la nueva convergencia restará unos votos ya suficientemente escasos a Por Andalucía, que en 2022 obtuvo 281.688 sufragios (7%).
No va a solucionar, de cualquier forma, el eterno problema de las siniestras meridionales: la recurrente atomización del voto de izquierdas, fragmentado hasta en siete candidaturas distintas, entre ellas Adelante Andalucía (dos diputados), adscrita desde hace tres años al grupo mixto.
La falta de sintonía, cuando no el enfrentamiento directo, no son las únicas dificultades por las que pasa el espacio político situado a la izquierda del PSOE. Los socialistas andaluces, en un momento de extrema debilidad y desorientación debido al caso Santos Cerdán, también competirán con Por Andalucía por el mismo sector del electorado, tentado de quedarse en casa.
La vicepresidenta primera, María Jesús Montero, cabeza de lista del PSOE en Andalucía, no ha provocado un cambio notable de tendencia en la situación electoral de los socialistas. Casi todos los sondeos le otorgan peores resultados que su antecesor, el senador Juan Espadas.
Dadas las perspectivas de naufragio, la hoja de ruta (a la desesperada) de los socialistas pasa por crear un frente andaluz de izquierdas atrayendo a los votantes de IU y de Sumar. Pero la operación se ha visto superada por los escándalos de corrupción en el PSOE que investiga la justicia.
Podemos pretende en paralelo captar en su beneficio a los votantes partidarios de la salida de IU y de Sumar del gobierno central. Una opción que impide cualquier acercamiento entre las minorías de izquierdas y que, acaso, podría ayudar al PSOE a no despeñarse por completo en Andalucía, aunque sin demasiadas esperanzas de impedir lo que auguran todos los sondeos: una segunda mayoría (absolutísima) de Moreno Bonilla.
“Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos”, advertía don Quijote a Sancho. Las siniestras meridionales no van a gobernar nunca la ínsula Barataria.