La moda artesanal se apaga mientras la fast-fashion crece sin precedentes. En un mundo donde las tendencias cambian en cuestión de segundos, los talleres que durante décadas han sostenido el valor de lo hecho a mano se ven arrinconados por prendas baratas, inmediatez y algoritmos que dictan qué llevar cada semana. ¿El resultado? Un mercado donde los artesanos luchan por no desaparecer ante una industria cada vez más agresiva.
Susana Gómez, a fashion designer and owner of Problue, an artisanal fashion label based in Medina-Sidonia (Cádiz), shares this with us. The 28-year-old states she has observed a shift in the industry, which prioritizes trends emerging from social media, disseminating them worldwide without careful consideration.
La devaluación de la artesanía
Susana Gómez en su atelier de moda
“Lo hecho a mano está en peligro. Cada vez se busca más lo rápido y lo barato, y se valora menos la calidad y la exclusividad de una marca pequeña” desvela la diseñadora. Durante años, las pequeñas firmas artesanas fueron el corazón de la producción textil local. Sin embargo, esas virtudes que la caracterizan—tiempo, dedicación y materiales de calidad— se han convertido en desventajas frente a un consumidor acostumbrado a renovar su armario por poco dinero.
“Aunque hay un grupo de personas que sí lo aprecia y apuesta por la calidad frente a la cantidad, creo que sigue siendo una minoría” apunta Susana, la cual es testigo de cómo la moda lenta, paciente y sostenible queda fuera del radar en un contexto dominado por la rapidez. “Los centros comerciales siguen llenos… y lo más triste es que cada vez hay menos artesanas, porque ven muy difícil vivir de esto. Requiere muchísimo trabajo y hay que seguir luchando contra el fast fashion” sentencia .
Las plataformas sociales actúan como un impulsor principal para la moda efímera.
Una trabajadora confecciona ropa en una fábrica textil que provee a SHEIN, una empresa de moda rápida.
El crecimiento de fast fashion está estrechamente ligado a las plataformas sociales. Las principales marcas identifican una prenda que se vuelve popular, la reproducen rápidamente y la ofrecen a precios muy competitivos. Por otro lado, la moda hecha a mano, al no poder igualar esa velocidad sin comprometer su identidad, se limita a segmentos de mercado reducidos o a consumidores dispuestos a invertir más en artículos exclusivos.
Susana Gómez: “Hubo una época en la que nos copiaron varios modelos y, aunque intentamos tomar medidas legales, la realidad es que si cambian un detalle ya se considera algo distinto, y no hay forma real de demostrarlo o denunciarlo”
“Una clienta me mandó una captura de un vestido idéntico al nuestro… totalmente igual. Y lo peor es que lo vendían por menos de lo que a nosotras nos cuesta solo la tela” desvela la dueña de Problue. “Me afectó mucho, por un momento sentí que todo el esfuerzo no tenía sentido. Pero intenté darle la vuelta y buscar el aprendizaje. Empecé a mostrar más cómo trabajamos: cómo cosemos, el tiempo que dedicamos, el cariño con el que hacemos cada prenda… Y cuando enseñas todo eso, cuando certificas el valor real de lo artesanal, ahí no hay competencia posible” sentencia.
Susana Gómez
Sin embargo, el ámbito artesanal no se da por vencido. Los robos de diseños, los costos reducidos y la celeridad de las vestimentas que tanto definen a la fast fashion no lograrán doblegar a los artesanos. A pesar de las adversidades, estos aspiran a vincularse con un comprador más reflexivo que gradualmente se interroga sobre lo que subyace a cada marca y que opta por artículos perdurables con un carácter distintivo.
Al final, la moda que perdura no es la que se imita masivamente, sino la que posee un espíritu. Y aunque en la actualidad la fast fashion continúe acaparando la atención principal, eventualmente la sociedad deberá considerar si prefiere continuar eligiendo lo sencillo y popular… o decantarse por una forma de expresión que deje una marca duradera.

