Cambiar de ciudad sin tenerlo todo atado, dejar un trabajo estable o cortar con alguien a quien se quiere son decisiones que, en muchos casos, se toman con el estómago revuelto. No siempre hay certezas. No suele haber garantías.
Y eso, precisamente, es lo que lleva a muchas personas a no moverse, incluso cuando saben que lo que tienen no les hace bien. A menudo se trata más de miedo que de convicción. Y cuando ese miedo se apoya en la costumbre, la idea de cambiar parece más lejana todavía.
El miedo al cambio no es prudencia, sino un síntoma de que algo no encaja
Marta Micolau, psicóloga especializada en procesos de transformación personal, explicó en un post de Instagram que cuando una persona siente que le da miedo alejarse solo porque teme el cambio, esa sensación funciona como un indicio claro: “Si te da miedo alejarte porque tienes miedo al cambio, es señal de que el cambio es lo que necesitas”.
Lo interesante no es solo la conclusión, sino lo que la sostiene. Según apunta Micolau, es frecuente que el temor a lo desconocido se disfrace de prudencia, pero lo que hay debajo es una falta de confianza en que se puede estar mejor.
Muchas personas se aferran a vínculos que les generan incomodidad, ansiedad o desilusión únicamente porque no saben qué vendrá después. En esos casos, mantenerse donde uno está no es una decisión, sino una renuncia a decidir.
Esa inseguridad tiene consecuencias. Según explica la psicóloga, quedarse en una relación únicamente por miedo a no encontrar otra puede convertirse en un freno para avanzar. El miedo, en ese sentido, no solo paraliza, sino que condiciona las elecciones y reduce las posibilidades de mejora. En palabras de Micolau, “el crecimiento y la sanación empiezan cuando somos capaces de soltar lo que nos hace daño, a pesar de lo incierto que pueda parecer el futuro”.
Por eso, más allá de lo que digan los libros de autoayuda o las frases inspiradoras, el cambio no tiene por qué ser una celebración, pero sí puede ser una señal de avance. No se trata de huir, sino de elegir otra cosa. Y, a veces, dar ese paso no es una cuestión de valentía, sino de honestidad.