Dormir bien resulta fundamental para el bienestar del organismo, el error de no respetar esta necesidad fisiológica afectará a todo tipo de áreas de la vida cotidiana y de la salud. Más riesgo de sufrir enfermedades crónicas, sistema inmunitario más débil, mayores dificultades para concentrarse, envejecimiento prematuro, peor estado de ánimo, entre otros. Las personas que no duermen lo suficiente no cuentan con la energía suficiente como para afrontar sus días con su máxima capacidad. “No te has acostumbrado a dormir menos, sino que has normalizado rendir con lo mínimo y lo balanceas con muchos cafés”, señala Silvia Gismera, psicóloga del sueño. En todo ello reside la importancia del descanso, incluso en otros aspectos que resultan menos evidentes, como puede ser la sensación de hambre.
“Un inadecuado descanso se relaciona con un peor comportamiento alimentario”, afirma el nutricionista Rodrigo da Cunha. Durante su intervención en el programa ‘Arriba Gente’, de la televisión uruguaya, el especialista explica que la falta de sueño desencadena una sucesión de secuelas que lleva a aumentar el apetito. “Cuanto menos descanso, menos sueño reparador tengo, más aumenta el cortisol”, señala. La consecuencia que trae consigo esto es que ese exceso de cortisol provoque el desequilibrio del hipotálamo, un ‘centro de neuronas’ que está involucrado en diversas funciones del organismo, entre las que se encuentra la regulación del hambre. A causa de esto, cuando no se experimenta un correcto descanso, aumenta la sensación de hambre y se reduce la de la saciedad, explica el nutricionista.
¿Cómo afecta al hambre la privación de sueño?
Los adultos que descansan mejor consumen “significativamente” menos calorías que aquellos que no duermen bien, según concluyó un estudio publicado en ‘JAMA Internal Medicine’, y recogido por la Universidad de Harvard. Esta investigación analizó los hábitos de sueño y alimentación de un total de 80 participantes, con edades comprendidas entre los 21 y los 40 años, y que presentaban sobrepeso. Tal y como especifica este estudio, estas personas dormían menos de 6,5 horas cada día. Como parte del proyecto, se mantuvieron dichos patrones durante dos semanas, pero, más tarde, se produjo una división de los participantes en dos grupos. Uno de ellos recibió asesoramiento individualizado para mejorar su higiene del sueño, con el objetivo de prolongar sus horas de descanso hasta alcanzar 8,5 horas. El resto de sus rutinas, como pueden ser la alimentación o la práctica de ejercicio, se mantuvieron.
Los resultados del estudio revelaron que aquellas personas que habían mejorado su descanso pasaron a consumir un promedio de 270 calorías menos al día, lo que llevó a estos participantes a perder medio kilo de peso. Mientras que el otro grupo, que no introdujo ningún cambio en su rutina de sueño, aumentó poco más de medio kilo su peso promedio.


