Fernando Tejero, actor: “Me encantaría que mis perras pudieran hablar y me dijeran ‘te quiero’, escucharlo sería precioso; me dan más que muchas personas, son una prolongación de mí”

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El actor cordobés, conocido por sus papeles en series como ‘Aquí no hay quien viva’ o películas como ‘Días de futbol’, comparte su vida con tres perras distintas que se lo dan todo. “Me acompañan y me reciben como nadie lo ha hecho nunca cuando llego a casa”, dice Tejero

Fernando Tejero y sus tres perros.

Fernando Tejero y sus tres perras: Lía, Lúa y Cata. 

Doglifemagazine

En un rincón tranquilo del mundo, muy lejos de los focos, los aplausos y el jaleo de los rodajes, hay un espacio donde el tiempo se detiene. Un lugar donde no importa si hay un estreno a la vuelta de la esquina, si el guion está aprendido o si la crítica ha sido feroz o amable. Allí, lo único que importa es el calor de una manta compartida, un paseo sin prisa y el sonido leve de tres pares de patitas que han convertido el suelo en su escenario. En ese rincón no hay telones ni cámaras: solo hay un hogar y, sobre todo, mucho amor.

Lía, Lúa y Cata no nacieron en un cuento, pero se han ganado su final feliz. Las tres llegaron después de pasar por momentos muy duros, rescatadas del olvido y del miedo, con los ojos llenos de preguntas. Fue entonces cuando el destino —ese que a veces también escribe bien— las cruzó con alguien capaz de mirar más allá. Alguien que entendió que los cuentos también se pueden construir con tiempo, ternura y paciencia. Así fue como estas tres perritas valientes empezaron a vivir una nueva historia. Su historia y la de él, porque el protagonista humano de esta aventura también tiene un nombre que no necesita mucha presentación: Fernando Tejero.

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Actor querido, ganador de un Goya, alma de películas como Modelo 77, Cinco metros cuadrados Días de fútbol, es una figura inolvidable de series tan emblemáticas como Aquí no hay quien viva o La que se avecina, donde dio vida al inigualable Fermín Trujillo. Podríamos hablar durante horas con Fernando sobre cine, teatro, su propia vida, y sobre todo lo que ha vivido dentro y fuera de los escenarios. Pero hoy no. Hoy, y aquí, las verdaderas protagonistas son ellas: Lía, Lúa y Cata.

¿Cómo estáis?

Muy bien, muy bien. Ahora mismo, una de ellas está pidiéndome una golosina, porque les pasa como a nosotros con la merienda: por la tarde están acostumbrados a que les dé un premio, así que aquí están, disfrutándolo.

Les das premios, ¿y ellas a ti?

Ellas me dan el premio más valioso que existe para mí: amor a cambio de nada. Me acompañan, me reciben como nadie lo ha hecho nunca cuando llego a casa, me lo entregan todo solo por un plato de comida. Me lo dan todo. Por suerte, también he tenido personas que me han dado mucho, pero no sé si más que mis perras. Me encantaría que pudieran hablar y me dijeran ‘te quiero’, porque sé que me quieren, pero escucharlo sería precioso. 

Mis perras me acompañan, me reciben como nadie lo ha hecho nunca cuando llego a casa, me lo dan todo

Contributing WriterActor

¿Cómo fue aquel primer día con Lía en tu vida? Tengo entendido que su vida comenzó movida: en medio de una redada…

Lo recuerdo perfectamente, incluso más que otras etapas de mi vida. Yo no tengo memoria de cuando fui al parvulario, pero sí me acuerdo de todos los perros que he tenido, de dónde venían y en qué momento llegaron a mi vida. Me acuerdo de la mirada de Lía, que era cachorrita y estaba en un criadero donde habían hecho una redada… Ellos me llamaron y me ofrecieron adoptarla. Nunca había tenido una pomerania, y cuando la vi por primera vez estaba en una jaula, jugando con su hermano. En cuanto la sacaron y me la pusieron delante, sus ojos se entristecieron, como preguntando: “¿Qué van a hacer conmigo?”. Esa mirada no se me olvida jamás. También me acuerdo de su llegada a casa, de su primera muda de pelo, cuando dejó de ser esa bola peluda y se puso feísima, aunque me daba igual porque la quería muchísimo. Te podría contar año por año todo lo que he vivido con ellas y lo que hemos compartido juntos. Han hecho giras de teatro, han estado en rodajes... Son una prolongación de mí, así que no hay nada que se me olvide.

Por otro lado, tenemos a Lúa…

Con ella pasó algo muy curioso. Yo tenía a Pepa, que se me murió hace poco más de un año. En aquel momento solo la tenía a ella y a Lía. Lía que no para de ladrar, recibe a la gente ladrando, pide comida ladrando, lo hace todo así. De repente me dieron a Lúa, que también venía de otra redada, y fíjate si son listas, que saben perfectamente cuándo alguien viene de visita y cuándo llega para quedarse. Aquí han venido amigos con perros y ellas lo notan, saben que esos se van. Pero cuando traje a Lúa, Lía estuvo dos días en un rincón del sofá sin ladrar. Pensé que estaba enfermando de celos, te lo juro. Por suerte se le pasó rápido. 

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¿Y qué tal Lúa con la llegada de Cata?

No puede ni verla, pobrecita, porque de alguna manera siente que le ha quitado su sitio. Lo que pasa es que, claro, Cata lo había pasado tan mal que cuando llegó, yo estaba todo el rato encima, dándole besos, acariciándola, dándole amor, que era justo lo que necesitaba. Pero creo que poco a poco lo lleva mejor, aunque aún le gruñe. Con el tiempo le pasará como a Lía, que al final, la aceptará como parte de la manada y ya está, se acostumbrarán. La verdad, yo flipo porque cada una tiene su carácter, pero es curioso, porque todas tienen algo de mí.

¿Cuál es la historia de Cata?

Me la dieron en abril del año pasado con ocho años y ahora tiene nueve. La había visto por Instagram, en la cuenta de una protectora de Almería, y pensé: se me ha muerto Pepa, voy a adoptar a otra. Al solicitarla, el chico me contó un poco su historia, pero cuando la vi salir del coche, metida en un transportín, temblando y con ansiedad, dije: ¡madre mía! Lo pasé muy mal los primeros días, porque ver ese sufrimiento en el animal me duele de verdad, porque no entiendo cómo puede haber seres humanos —por llamarlos de alguna manera— capaces de hacerle daño a un ser tan pequeño como este, que pesa dos kilos.

El actor no concibe la vida sin sus perras.

El actor no concibe la vida sin el amor que le brindan sus perras. 

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Por cosas como esta, siempre te has posicionado a favor de los animales y participas en diferentes acciones públicas para defender sus derechos y concienciar.

Aquí cada uno hace lo que puede. Yo seguiré luchando por los derechos de los animales y, próximamente, voy a hacer una acción para la Comunidad de Madrid, concienciando sobre el abandono. Es una campaña que hago gratuitamente para que tengan derecho a eso: a una vida y a ser lo más felices posible. Nadie nos obliga a tener un perro, pero si decides tenerlo, ocúpate de él y no lo abandones. Ya he perdido la cuenta de cuántos abandonos hay cada año en España, y es terrorífico. Y lo peor es que dejan a un perro solo para irse de vacaciones.

¿De dónde nace tu amor por los animales? 

Pues yo también me lo pregunto, porque cuando era pequeño, en casa no me dejaban tener perro, por más que yo lo pedía. Pero recuerdo que era incapaz de ver una corrida de toros en la tele. Veía sufrir al animal y me ponía a llorar, no podía con ningún tipo de sufrimiento animal. No sé de dónde viene ese amor por los animales, pero te prometo que es algo que apareció en mí desde muy, muy, joven. Cuando llegué a casa de mis padres, con tres años, había un perro, que era el de la familia y lo empecé a disfrutar. A los 27 o 28 años, cuando llegué a Madrid, lo primero que hice fue conseguir uno. Trabajaba de pescadero mientras estudiaba, y aunque hoy estoy en contra, me compré un westie a plazos porque no tenía dinero. Lo pagué durante casi dos años. Desde entonces, siempre he tenido perros, pero son una responsabilidad. Si los quieres bien, los cuidas.

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Más allá del éxito y la fama, cuando estás con ellas, ¿quién eres?

Soy el verdadero Fernando Tejero, y mi realidad empieza cuando cierro la puerta de casa. Lo demás, los focos, los estrenos, el teatro, las alfombras rojas, forman parte de mi vida, pero no puedes perder de vista lo importante. He vivido el éxito, pero también he pasado por momentos muy difíciles, psicológicamente hablando. La gente me daba las gracias por hacerles reír, pero yo no podía ni andar porque estaba destrozado por algunos traumas que me habían sacudido en tan solo un mes. Llegaba a casa, cerraba la puerta y pensaba: ¿y a mí quién me hace reír ahora? Esa era mi realidad. Cuando estoy en mi casa con mis perras, soy yo de verdad, sin máscaras, sin adornos, soy yo desnudo, sin nada más. 

Debe haber mucho aprendizaje detrás.

Vivir solo me ha enseñado muchísimo porque llevo sin pareja tanto tiempo que ya he perdido la cuenta. El primer mes me costó, vivía en el centro de Madrid rodeado de ruido y gente a todas horas. De repente, llegué aquí, al Escorial, con vistas a un bosque precioso, pero al principio no sabía cómo manejarlo. Aunque venía una chica que cuidaba a mis perras, en el fondo, me sentía solo. Entonces empecé a meditar, a autoconocerme. Me enfoqué en disfrutar de los pequeños placeres: leer un buen libro, ver una película, pasar tiempo con mis perras. Ellas son como una extensión de mí; siempre están a mi lado. Son mi familia elegida. Tengo otra familia en Córdoba, pero estas son las que he decidido tener. Soy feliz así, rodeado de mis perras, hablando contigo o simplemente sentado en el jardín. Eso es lo que realmente me hace feliz.

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¿Cómo surgieron sus nombres? 

Lía tiene ese nombre porque de pequeña era un poco traviesa y, también, como homenaje a la canción de Ana Belén. A los dos días de nacer, Lúa me la llevé a Galicia porque tenía que hacer una obra de teatro. Estaba con Adriana Ozores y Malena Alterio de gira, y, en aquel momento, tenía una pareja algo poeta, mística, que me dijo: “Ponle brea, porque es tan blanca como la brea negra”. Cuando llegamos a Galicia, Adriana me preguntó cómo se llamaba y yo le dije que estaba pensando en ponerle Brea y, al momento, Adriana me dice: “¿Cómo le vas a poner 'brea' a la perra? ¡Eso es chapapote! ¡Es negrura!”. Entonces miró al cielo y me dijo: “Mira qué luna más preciosa: es tan blanca como ella”. Así que decidí llamarla Lúa, que significa luna en gallego. Finalmente, Cata ya venía con su nombre y no lo cambié porque me gusta el de Catalina. 

¿Las podrías definir en una palabra?

A Lía, la definiría como la inteligencia. Es muy lista, muy astuta. Lúa, en cambio, representa la independencia. Aunque depende mucho de mí, siempre tiene esa actitud de estar un poco apartada, no como Lía o Cata, que están siempre encima. Y Cata, para mí, es la supervivencia. Me está enseñando a vivir el día a día, a amar de verdad, porque ella no se preocupa por la muerte ni por lo que vendrá mañana, simplemente vive el momento. Cada una tiene una esencia única.

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Teniendo en cuenta cómo llegó Cata, ¿hasta qué punto deberíamos condenar las acciones de personas que son capaces de hacerle daño a un animal?

Pues no con las condenas que hay ahora: pagas cuatro duros y te escapas. Yo todavía no conozco a casi nadie, y eso que estoy muy implicado en el tema de los animales y colaborando con muchas protectoras, que haya acabado en la cárcel por maltrato animal. Deberían ser mucho más duras. El que lo quiera entender, que lo entienda: mis perras me han dado mucho y me siguen dando más que muchísimas personas. No les veo maldad ninguna. El ser humano, por desgracia, cada vez está más deshumanizado; por supuesto que hay personas muy buenas, pero yo jamás pensé que viviría lo que estamos viviendo. Algo hemos hecho mal para que pasen esas cosas a día de hoy. El que es capaz de maltratar a un animal, es capaz de maltratar a un ser humano, y  para mí  no merece ningún respeto. Mientras haya penas que no sirven para nada, la gente seguirá maltratando a los animales. 

Es un hecho que algunos de los personajes que has interpretado ya forman parte de la historia de la televisión. Emilio o Fermín Trujillo, por ejemplo. ¿Con cuál de los dos se llevarían mejor Lía, Lúa y Cata?

Yo creo que Emilio era más humano que Fermín. Los dos son supervivientes, pobres desgraciados. Emilio hubiese cuidado mejor a Lía, Lúa y Cata que Fermín. Recuerdo que Fermín, aunque en un capítulo mostraba amor por los animales, como con el perro de la ciega, al final también intentaba hacer un trapicheo, o sea, que no. Emilio era un superviviente. Lo que decía antes: creo que la gente ha empatizado mucho conmigo porque casi todos los personajes que he hecho son unos desgraciados. La gente se identifica más con los supervivientes, que con los ricos o los pijos. 

Yo todavía no conozco a casi nadie que haya acabado en la cárcel por maltrato animal, las condenas deberían ser mucho más duras

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Y en cada una de estas series, tanto en la calle Desengaño como en Contubernio, ¿con qué piso o familia encajarían?

Yo creo que en Aquí no hay quien viva  encajarían con las tres señoras mayores, que, de hecho, ellas tenían un perrito: Valentín. Yo creo que encajarían con bastante gente de ahí… también con el personaje de Belén y de Alicia, que vivían juntas al principio. También, con los gays, Mauri y Fernando y creo que también con Mariano, mi padre en la serie. ¡Ah! Y con Juan Cuesta, aunque Paloma, el personaje de Loles, no sé cómo hubiese aceptado un perro. Pero Juan Cuesta sí lo hubiese recibido. En La que se avecina  se complican las opciones porque ahí son todos una panda de pirados del carajo.

En la calle, ¿alguna vez se han acercado a tus perras para acariciarlas y, después, se han quedado mirándote porque te han reconocido?

Muchas veces, porque tengo una perra muy bonita y casi todos los perros que he tenido han sido preciosos. Por ejemplo, Lúa era un escándalo por la calle. Todo el mundo quería acariciarla, hacerle fotos... Y claro, cuando miraban para arriba y veían que era mía, ahí se quedaban. Pero te juro que me siento mejor cuando me paran por mis perras, que cuando me paran por mí. 

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¿Se ponen protectoras contigo cuando no estás bien?

Por supuesto. Mi perra me ve llorar por algo y viene a lamerme la cara, siempre a consolarme, sobre todo Lía. He de reconocer que Lúa y Cata no lo hacen de la misma forma. Pueden percibirlo, pero Lía se pone protectora, es la que viene a consolarme, viene a lamerme la cara. Lo mismo pasa cuando estoy enfermo, que siempre están conmigo.

¿Alguna vez has dicho que no a un proyecto por no poder llevarlas contigo?

¡Sí! La verdad es que me cuesta mucho estar, aunque sea una sola semana, sin verlas. Me llamaron de Chile para una serie y tuve que decir que no, porque no podía estar seis meses sin mis perras. No me importa lo que piense la gente; yo escucho a mi corazón. No sé vivir sin ellos tanto tiempo.

Me llamaron de Chile para una serie y tuve que decir que no, porque no podía estar seis meses sin mis perras

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¿Qué dicen tus compañeras y compañeros de función o de rodaje cuando te ven llegar con las tres?

He tenido la suerte de que todos los compañeros que he tenido en el teatro han sido amantes de los animales. Adriana Ozores, por ejemplo, está completamente enamorada de los animales, al igual que Malena Alterio. A su hermano, Ernesto, no le importaba y lo aceptaba. Hemos viajado todos en una furgoneta y mis perras han ido conmigo dentro sin problema. No he tenido ni un solo compañero, por suerte, que se haya quejado de la presencia de mis perras en un rodaje o en una furgoneta de gira. 

Y si Lía, Lúa y Cata fueran personajes de cine, ¿cuál sería cada una?

Lúa, sería Marilyn Monroe en la película Con Faldas y a lo loco. Hay un plano en el que Marilyn va andando con sus tacones por el andén de la estación y, en aquel momento, el tren deja ir vapor mientras que ella se asusta. Esa forma de andar me recuerda muchísimo a Lúa. Lía podría ser, perfectamente, E.T. Es tan expresiva y tiene tan poco filtro. Estoy convencido de que sería la mejor actriz de las tres. Cata, por su lado, y sin lugar a dudas, sería Amelie

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