Paula Calvo, antrozoologa: “Llamar plaga a los gatos de las colonias felinas abre la puerta a justificar medidas letales que ni son éticas ni funcionan”

Felinos

La experta explica que reducir a las colonias felinas a una “plaga” deshumaniza, fomenta la violencia y bloquea soluciones reales para la convivencia y la biodiversidad

Paula Calvo, antrozoóloga.

Paula Calvo, antrozoóloga.

Cedida

En los últimos tiempos, asistimos a un repunte preocupante de discursos alarmistas que estigmatizan a los gatos comunitarios, calificándolos como “plaga” o amenaza para la biodiversidad. Esta narrativa, alimentada por titulares sensacionalistas y una visión parcial del impacto ecológico, no solo distorsiona la realidad, sino que allana el terreno para políticas públicas ineficaces y, muchas veces, crueles.

Desde Mishilovers, consultoría especializada en colonias felinas que da servicios a los ayuntamientos y capacita a las gestoras locales, queremos desmontar estos mitos desde el conocimiento científico, legal y ético, y al mismo tiempo hacer un llamado urgente a la responsabilidad institucional y ciudadana. Porque no se trata de una batalla entre humanos y felinos, sino de aprender a convivir en entornos compartidos con respeto mutuo.

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Hablamos con Paula Calvo, experta en Antrozoología y Etología canina y felina, como científica y antrozoóloga, para diseccionar estos argumentos. Porque cuando etiquetamos a un animal de “plaga”, estamos preparando el terreno moral para justificar medidas letales que son éticamente reprobables y, lo que es peor, científicamente ineficaces. Etiquetar a un animal como “depredador culpable e incontrolable” tiene consecuencias directas: deshumaniza, justifica la violencia y abre la puerta a medidas letales. A lo largo de la historia, este tipo de retórica ha sido la antesala de campañas de exterminio que, además de ineficaces, son éticamente inaceptables y socialmente divisivas.

El gato comunitario no es una especie invasora

Uno de los argumentos más repetidos es el intento de clasificar a los gatos comunitarios como especie exótica e invasora. Sin embargo, el gato doméstico (Felis catus) no está incluido en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras ni en los listados de la Unión Europea. De hecho, la propia UE ha instado a países como Polonia a retirar intentos erróneos de catalogarlos así. Los gatos han convivido con los humanos desde hace miles de años en la cuenca mediterránea, siendo parte integrante de nuestros ecosistemas urbanos y rurales. Su presencia, lejos de ser una “invasión”, es fruto de una coevolución histórica con nuestra especie.

Colonias felinas

El gato doméstico (Felis catus) no está incluido en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras ni en los listados de la Unión Europea. 

Getty Images/iStockphoto

¿Depredadores? Mirémonos al espejo

La pérdida de biodiversidad y especies, frecuentemente atribuida a los gatos, tiene su origen principal en la actividad humana: contaminación lumínica, destrucción de hábitats, agricultura intensiva, pesticidas, pirotecnia, urbanismo agresivo y cambio climático. Apuntar a los gatos como chivo expiatorio desvía la atención de los verdaderos responsables. Aquí llegamos al punto más controvertido y donde la ciencia debe imponerse al titular fácil. Se acusa a los gatos de estar “vaciando” nuestros cielos de aves, usando a menudo el dramático declive del gorrión común (Passer domesticus) como bandera.

Pero, ¿es el gato el culpable de que haya un 21% menos de gorriones en España? Rotundamente, no.  Según los datos de SEO/BirdLife y múltiples estudios científicos, los verdaderos motores de este declive son antropogénicos (causados por el ser humano). En primer lugar, la contaminación invisible: la mala calidad del aire y la contaminación electromagnética en nuestras ciudades afectan directamente a la salud de las aves, reduciendo su esperanza de vida y su éxito reproductivo.

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A su vez, la arquitectura hostil, ya que hemos diseñado ciudades de cristal y cemento pulido. Las rehabilitaciones modernas de edificios eliminan las grietas y huecos bajo las tejas donde los gorriones han anidado durante siglos. Simplemente, les hemos dejado “sin casa”. Y, por último, el desierto verde: el uso abusivo de plaguicidas y el mantenimiento estético obsesivo de los parques (eliminando las mal llamadas “malas hierbas”) ha aniquilado a los insectos. Sin insectos, los padres gorriones no tienen proteínas para alimentar a sus polluelos, que mueren de hambre en el nido.

Es hipócrita acusar al gato de la desaparición del gorrión (entre otras muchas aves y otros animales) cuando somos las personas quienes hemos convertido las ciudades en entornos hostiles y estériles. El ser humano es la especie con mayor impacto ecológico, pero es más cómodo culpar al felino que cambiar nuestro modelo urbanístico.

La Justicia pone freno a la arbitrariedad: el caso de Canarias

Afortunadamente, no solo la ciencia respalda la gestión ética; los tribunales también están empezando a poner orden ante los abusos administrativos. Un ejemplo clarísimo y muy reciente es el varapalo judicial que ha recibido el Gobierno de Canarias. El Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) ha dictado un Auto en el que aclara que el Ejecutivo autonómico carece de competencia para imponer medidas de gestión, control o eliminación de gatos comunitarios.

Este tribunal ha dado la razón a las entidades de protección animal (como FAADA, FdCats y otras) que recurrieron unas resoluciones que pretendían dar “carta blanca” para actuar contra los gatos en espacios naturales. El TSJ ha sido contundente: las directrices del Gobierno canario no son normas vinculantes, sino meras recomendaciones que no pueden saltarse la Ley de Protección Animal vigente. Este caso sienta un precedente vital: una administración no puede inventarse competencias para ordenar la retirada o sacrificio de gatos basándose en prejuicios o en una supuesta emergencia ecológica no demostrada, ignorando la jerarquía legal y las competencias locales.

Cuidado con el “Efecto Isla” y la mala ciencia

Es cierto que los gatos son depredadores; negarlo sería absurdo. Pero es un error metodológico grave extrapolar estudios realizados en islas oceánicas (ecosistemas cerrados y frágiles como islas del Pacífico, donde las aves no evolucionaron con depredadores terrestres) a la realidad continental de la península ibérica.  Eliminar a los gatos de una ecuación urbana no siempre salva la biodiversidad; a veces desata el caos. Un ejemplo trágico documentado científicamente ocurrió en una isla de México, donde se erradicaron los gatos para “proteger” a un ave. ¿El resultado? Una explosión demográfica de ratas (que antes controlaban los gatos) que acabaron depredando los huevos de las aves de forma mucho más agresiva. Al quitar al depredador que mantenía el equilibrio, el desastre fue peor.

Si el objetivo es el equilibrio ecológico, la salud pública y el bienestar animal, la erradicación no funciona por el llamado “efecto vacío”: si retiras gatos, otros ocuparán su lugar y se reproducirán más rápido, porque en ese espacio ecológico se dan las condiciones para que el gato se instale. El único modelo sostenible es la gestión integral y ética (CER), que controla la población de forma ética y efectiva. Lo hace a través de la profesionalización, de tal manera que se mantienen colonias sanas que actúan como barrera natural contra roedores, y, a su vez, porque es más económico y socialmente aceptable que el sacrificio o los cambios de ubicación que trasladan problemas convivenciales de un lado a otro.

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Este método avalado científicamente, demuestra que esterilizar a los gatos comunitarios y retornarlos a su mismo territorio es el sistema más efectivo para la gestión de colonias de estos gatos. Dejemos de buscar enemigos donde hay vecinos de otra especie, que tienen su papel en el sistema. Los gatos comunitarios no son una plaga; son un síntoma de nuestra propia gestión del entorno. La biodiversidad se protege con ciudades más verdes, menos contaminadas y con políticas basadas en la ciencia, no en el miedo.

Convivir con respeto es avanzar como sociedad

La Ley 7/2023 de protección de los derechos y el bienestar de los animales reconoce a los gatos comunitarios como animales bajo tutela pública y establece la obligación de las administraciones de aplicar una gestión integral con el método CER (Captura, Esterilización y Retorno) y otras actividades esenciales para convivir, entender y respetar, con indicadores de bienestar animal. Matar o desplazar gatos de su colonia está expresamente prohibido.

Colonias felinas.

Las únicas estrategias efectivas, sostenibles y éticas son las que integran programas de gestión de colonias. 

Getty Images/iStockphoto

La evidencia es clara: las únicas estrategias efectivas, sostenibles y éticas son las que integran programas de gestión de colonias, con censos actualizados, participación ciudadana, formación, mediación, esterilización sistemática y seguimiento sanitario. Esto no solo mejora la calidad de vida de los gatos, sino que reduce progresivamente la población, minimiza conflictos vecinales y mejora la convivencia.

En Mishilovers llevamos años colaborando con ayuntamientos y gestores/as para implantar modelos de gestión ética, transparente y profesionalizada de colonias felinas. Apostamos por la formación, la tecnología y la gobernanza compartida, con comisiones municipales de bienestar felino donde ciudadanía, técnicos, entidades y consistorios toman decisiones informadas, con datos y empatía.

Porque respetar a los gatos no es una opción: es un deber legal, ético y social. La presencia de animales en el espacio público no es un problema a erradicar, sino un fenómeno que hay que comprender, gestionar y acompañar desde la corresponsabilidad. ¿Tienes una colonia en tu barrio? ¿Eres gestora, vecino/a o técnico municipal? Cuenta con Mishilovers. Porque el bienestar animal es también bienestar social.

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