Jaume Fatjó, veterinario etólogo, sobre la cirugía estética en perros: “Desarrollaban dolor y sensibilidad aumentada en la zona amputada durante años”

Cirugía estética 

El 29 de septiembre de 2015, el Consejo de Ministros aprobó la adhesión de España al convenio europeo sobre protección de animales de compañía, un documento que prohibía todas las cirugías destinadas a modificar la apariencia de un animal cuando no existiera un fin curativo

diez años sin colas ni orejas cortadas y la prohibición de la cirugía estética en perros

El texto del Consejo de Europa era tajante: cortar orejas o colas, seccionar cuerdas vocales o extirpar garras y dientes quedaba fuera de la ley. 

Orejas cortadas, colas amputadas a los pocos días de vida, espolones arrancados “porque quedaban feos”, arrugas estiradas, bigotes eliminados para resaltar el hocico, glándulas reducidas para que el perro “oliera menos”. Durante décadas, estas intervenciones formaron parte del paisaje habitual de muchas clínicas veterinarias españolas. Era la estética por encima del bienestar; la apariencia como mandato.

Pero el 29 de septiembre de 2015 marcó un punto de inflexión. Ese día, el Consejo de Ministros aprobó la adhesión de España al convenio europeo sobre protección de animales de compañía, un documento que prohibía todas las cirugías destinadas a modificar la apariencia de un animal cuando no existiera un fin curativo. El texto del Consejo de Europa era tajante: cortar orejas o colas, seccionar cuerdas vocales o extirpar garras y dientes quedaba fuera de la ley.

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La decisión no surgió de la nada. Desde 2012, el Parlamento Europeo presionaba para que los Estados miembros —entre ellos España— aplicaran el convenio firmado en 1987. Y en 2014, una moción del senador Jordi Guillot (ICV) empujó al Gobierno a incorporarse finalmente al tratado, que obtuvo apoyo del PP y PSOE en 2015. Sin embargo, la prohibición real no llegó hasta 2018. A partir de entonces, cualquier amputación o cirugía estética sin justificación médica pasó a considerarse maltrato animal. Se cerraba así una etapa en la que la cosmética canina había pesado más que la salud física y emocional de los propios perros.

Impacto real de dichas operaciones 

Pero más allá del Boe, ¿qué significaban realmente estas operaciones para los perros? Jaume Fatjó, director de la Cátedra Fundación Affinity “Animales y Salud” de la Universidad Autónoma de Barcelona, lo resume sin rodeos: estas cirugías no eran una simple cuestión estética, sino una fuente real de dolor y problemas de comportamiento. “Muchos perros desarrollaban dolor neuropático y una sensibilidad aumentada en la zona amputada, que podía prolongarse durante años”, explica. En algunos casos, ese malestar llegaba a desencadenar conductas de automutilación en la base de la cola cortada. 

Pero el impacto no era solo físico. Fatjó recuerda que orejas y cola son piezas esenciales del lenguaje social del perro. Su ausencia “interfiere de forma significativa en la transmisión de mensajes emocionales y motivacionales”, lo que aumenta los malentendidos entre perros, los conflictos y la dificultad para comunicarse también con las personas. Además, ese dolor “provoca estrés, altera la regulación afectiva y favorece la expresión de emociones negativas, como la irritabilidad, el miedo o la frustración”. 

Pitbull

La cirugía de corte de orejas en perros se llamaba otecnomía estética.

Y cuando un perro convive con dolor persistente, recuerda Fatjó, “tiende a interpretar su entorno como más amenazante o desafiante de lo que realmente es, sin olvidar que algunas características morfológicas buscadas por determinadas personas están asociadas a una mayor incidencia de enfermedades físicas”, apunta, haciendo referencia a los problemas respiratorios del Bulldog inglés o el mayor riesgo de displasia de cadera en determinadas líneas de pastor alemán.

Luces y sombras 

Alberto Díez, portavoz de  la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA), recuerda que el recorrido legal hasta que se aprobó esta medida fue largo, lleno de matices y no exento de zonas grises. “Todo nace de una declaración del Consejo de Europa con el Convenio de Protección a las Mascotas. No era vinculante, pero sirvió para que las comunidades autónomas empezaran a tener en cuenta ciertas prácticas”, explica.

Aquel marco apuntaba, sobre todo, al recorte de rabos y orejas, al limado de dientes y a otras operaciones sin fines curativos. “El origen es ancestral y corresponde a la caza. Como los perros se movían entre maleza o zarzas, se les cortaba la oreja o el rabo para evitar lesiones”. Pero esa excepción acabó generando un efecto perverso: aumentaron las operaciones y, según Díez, “el 90% ya no tenía un motivo funcional real”.

Muchos perros desarrollaban dolor neuropático y una sensibilidad aumentada en la zona amputada, que podía prolongarse durante años

Editorial TeamDirector de la Cátedra Fundación Affinity “Animales y Salud” de la Universidad Autónoma de Barcelona

El convenio europeo prohibía las amputaciones por estética, pero dejaba fuera las realizadas por “motivos de trabajo”. “Decían que eran funcionales y que debían ser realizadas por un veterinario con anestesia y analgesia”, recuerda. Para él, esa excepción abrió un gran “gris”. “La responsabilidad recaía en el veterinario, que debía decidir si la intervención estaba justificada. Y no digo que actuaran de forma incorrecta, pero como en cualquier sector, había piratas que terminaban justificando recortes y operaciones”, señala. Aunque muchos veterinarios desaconsejaban estos procedimientos, seguían siendo una fuente de negocio.

Tampoco toda la responsabilidad era suya. “Si un criador quiere una ‘línea morfológica concreta’ es porque cruza dentro de la misma familia y obtiene animales con rabos más cortos o tamaños determinados. Es selección genética. Y creo que a muchos criadores les costó aceptar la morfología natural”, concluye.

A algunos perros se les cortaban o dañaban las cuerdas vocales para que  no ladrara o ladrara menos.

A algunos perros se les cortaban o dañaban las cuerdas vocales para que no ladrara o ladrara menos.

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Pero si el marco legal dejó zonas grises, el debate ético fue aún más amplio. Desde el activismo, Yolanda Morales, portavoz de PACMA, recuerda que la presión social fue clave para que estas prácticas empezaran a cuestionarse de verdad. “Supuso un punto de inflexión tanto para el movimiento animalista como para la percepción pública del sufimiento animal”. 

“Fue algo muy positivo”, explica. El año 2015 coincidió con el auge del activismo en redes y permitió que otros partidos entendieran qué estaba pidiendo la ciudadanía. Y, sobre todo, “fue importante para eliminar un sufrimiento completamente innecesario”, afirma. 

La política no acompaña porque aunque La Ley de Bienestar ayuda, España está retrocediendo en protección real

Editorial TeamPortavoz de PACMA

Pero la medida llegó alto tarde. Morales señala que España arrastraba ya una resistencia histórica a alinearse con los estándares europeos en protección animal. “Es cultural. Muchas costumbres y tradiciones están fuertemente arraigadas y normalizan el maltrato. Mucha gente ni siquiera consideraba estas mutilaciones como tal”. Aunque, “cada vez somos más sensibles y empáticos con los animales”, asegura. Crece el número de hogares que los integran como familia, aumenta la conciencia sobre su bienestar y se extienden hábitos como el flexivegetarianismo o el rechazo a los ensayos con animales. Sin embargo, advierte “la política no acompaña porque aunque La Ley de Bienestar ayuda, España está retrocediendo en protección real”. 

La nueva Ley de Bienestar Animal

En España, las leyes y convenios que prohíben las cirugías estéticas en perros se aplican en todo el territorio, y se consideran prácticas de maltrato animal y crueldad. Sin embargo, desde ANDA, advierten que la normativa sigue dejando espacios ambiguos, especialmente en las intervenciones justificadas como “funcionales”. Para Alberto Díez, el ejemplo más claro está en la caza: si un perro acaba con el rabo o las orejas dañadas, quizá no es el animal adecuado para ese entorno. “Quizá haya que buscar otro cuya morfología natural esté adaptada a ese medio. No basta con que traiga bien la pieza o la recoja; hace falta que sea realmente apto”. 

Si un perro acaba con el rabo o las orejas dañadas, quizá no es el animal adecuado para ese entorno

Editorial TeamANDA

Más allá de esos vacíos legales, Díez explica que la normativa también convive con una “sensibilidad social en plena transformación”. Cada vez más ciudadanos entienden que los animales sienten y pueden sufrir, y rechazan cualquier daño que sienten como innecesario. Pero esa sensibilidad no siempre se traduce de la misma forma cuando entran en juego factores culturales, económicos o tradicionales. “La gente condena sin dudarlo las cirugías estéticas, pero en otros ámbitos no identifica igual el sufrimiento”, apunta. Para ANDA, el verdadero desafío de la nueva Ley de Bienestar Animal es alinear esa conciencia social con la práctica legislativa para garantizar que cualquier intervención responda solo a razones veterinarias. 

La caudectomía es la amputación total o parcial de la cola de un animal, una práctica que se realizaba históricamente por motivos estéticos

La caudectomía es la amputación total o parcial de la cola de un animal, una práctica que se realizaba históricamente por motivos estéticos. 

Cedida

La crítica de PACMA apunta directamente al futuro: una ley que avance de verdad debe ir acompañada de medidas que actúen sobre el problema. “Si no se regula la compra-venta, se generan trasteros de animales y las protectoras siguen enfrentándose a recoger unos 300.000 perros y gatos cada año”, señala Morales. Celebra avances como la regulación de las colonias felinas, pero insiste en que el marco legal “debería proteger a todos los animales” y reforzarse con una reforma real del Código Penal en materia de maltrato. 

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También con la mirada puesta en lo que vendrá, los expertos coinciden en que la transformación también debe de ser cultural. Jaume Fatjó recuerda que los cambios más profundos de esta década han ocurrido en las casas y en las clínicas veterinarias. “Durante mucho tiempo, el cuidado de los animales se centró casi exclusivamente en la salud física”, explica. “Después empezamos a abordar el comportamiento para reducir emociones negativas como el miedo o la ansiedad. Hoy estamos en una etapa distinta: buscamos que experimenten emociones positivas, disfruten de su entorno y tengan una vida plena. Cuando entendemos que los animales sienten, experimentan emociones y pueden sufrir, cambia también la forma en que creemos que deben ser tratados”. 

Ese cambio de sensibilidad también explica por qué las cirugías estéticas se han quedado atrás casi sin debate. “En pocos años hemos normalizado la apariencia natural de animales que antes muchos consideraban ‘incompletos’ si no pasaban por una amputación”, afirma Fatjó. Y añade que los perros mestizos, los cruzados, suelen quedar fuera del foco y son ellos precisamente los que nos recuerdan que la diversidad es la norma en la naturaleza. Es decir, su conclusión puede ser como una especie de brújula para el futuro del bienestar animal: “La belleza y el valor de un perro no dependen de ajustarse a un patrón estético fabricado. Un perro sin amputaciones, sea o no de raza, es siempre un perro más libre y más auténtico”.

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