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Begoña del Campo, neuropsicóloga, sobre cómo reducir la adicción digital: “Quita los datos y la wifi al móvil y déjalo fuera de la habitación”

Psicología digital

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Begoña Del Campo Zafra, neuropsicóloga, con Marian Gamboa.

Begoña Del Campo Zafra, neuropsicóloga, con Marian Gamboa.

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La adicción digital se ha convertido en uno de los grandes retos de nuestro tiempo. Más allá de los riesgos evidentes que conlleva el uso abusivo de dispositivos, se oculta un problema muy profundo: un secuestro casi invisible de nuestra atención y bienestar emocional. Así lo explica la neuropsicóloga Begoña del Campo, que advierte con claridad: “Tenemos el cerebro adicto, el teléfono, las redes sociales, la tecnología. Es el mal uso que se hace del mismo”.

Una de las recomendaciones más directas que lanza Begoña del Campo para frenar esta adicción es dejar el teléfono fuera del dormitorio. “Le quito los datos y el wifi. Si pasa algo, me van a llamar por teléfono porque el teléfono funciona. Lo dejo fuera de la habitación para no tener ni media tentación”, explica con un tono entre firme y cercano.

Entrenar al cerebro para resistir la inmediatez

Aunque nadie discute las ventajas que la tecnología ha traído, Del Campo remarca que estamos inmersos en una sociedad de la inmediatez, donde el placer instantáneo que produce el móvil ha alterado profundamente el equilibrio neuroquímico del cerebro. Y no es sólo una cuestión de disciplina: “Estamos viviendo en una sociedad de la inmediatez provocada fundamentalmente por la recompensa inmediata que produce el móvil”, afirma.

No se trata de demonizar la tecnología, sino de reaprender a usarla con criterio. “Es un secuestro total de la atención”, insiste. Y lo que ocurre en ese secuestro tiene una base científica clara: se produce un goteo constante de dopamina, la hormona del placer, que a largo plazo reduce los niveles de serotonina, asociada a la felicidad. “La dopamina es inversamente proporcional a la serotonina. Si yo le meto más dopamina, más móvil, soy menos feliz”, resume la especialista.

Este desequilibrio puede derivar en ansiedad, insomnio o incluso síntomas depresivos. La Universidad Pablo de Olavide lo confirma en su programa formativo sobre adicciones tecnológicas, donde se advierte que estos hábitos impactan en el rendimiento académico, la concentración y el bienestar emocional, especialmente entre jóvenes.

Del Campo propone medidas sencillas, pero contundentes, para empezar a desengancharse. “Saco a mi perro a pasear, dejo el teléfono en casa”, dice como ejemplo. O también cuando hace ejercicio: “Deja el teléfono en la taquilla durante esa hora, hora y media que hagas deporte”.

La clave está en reservar momentos del día libres de pantallas. Así, el cerebro puede deshabituarse de la urgencia constante y volver a conectarse con el entorno real. La Universidad Pablo de Olavide pone en valor la importancia de “promover un equilibrio saludable entre el tiempo dedicado a la tecnología y otras actividades como el ejercicio físico, la lectura y las interacciones sociales cara a cara”. También en el ámbito educativo se observan ya estrategias efectivas: establecer límites claros, educar en el uso consciente de la tecnología y fomentar la comunicación abierta entre estudiantes y educadores para prevenir los efectos más nocivos del uso excesivo de pantallas.

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