Del Mercat dels Encants al de Sant Antoni, el arte de los mercados de pulgas

Lugares únicos

La comunidad creativa alrededor de los mercados barceloneses ha convertido estos espacios en lugares de atractivo artístico

El dibujante francés Lapin y la artista Marina Salazar posan entre la multitud reunida un sábado en el mercado de Els Encants

El dibujante francés Lapin y la artista Marina Salazar posan entre la multitud reunida un sábado en el mercado de Els Encants

Àlex Garcia

“Me he pasado la vida en este tipo de lugares”, explica a la puerta de la tienda de materiales de bellas artes Artcants, en la primera planta del Mercat dels Encants, el dibujante francés Lapin, que es vecino del Poblenou. Con su icónico sombrero trilby marca Stetson, añade: “Desde niño iba a vide greniers y rastros en busca de tesoros de segunda mano, para encontrar lo que no estaba buscando”.

Cuando vivía en París se acostumbró a hacer todos sus dibujos en agendas de los años 60 y 70 que compraba en los mercados de pulgas, porque con sus líneas azules y rojas le recordaban las bitácoras de los exploradores del siglo XIX. Al llegar a Barcelona hace veinte años se encontró “unos libros de contabilidad de mediados del siglo XX, con las palabras expediciones o diarios en letras doradas en la portada”. Amor a primera vista. Desde entonces toda su obra de sketching se ha amoldado a ellos; los compra siempre aquí.

Discos, cámaras de fotos, muñecas, desactivados en su acumulación, esperan que alguien los escoja, los encante de nuevo

También encuentra en este zoco marcos para sus dibujos y juguetes antiguos para sus colecciones personales. En comparación con el antiguo Mercat dels Encants, que desapareció en el 2013, el nuevo edificio lo define como “una nave espacial flotando por encima de la plaza Glòries”. Comparten “la misma profusión de objetos sin más relación entre ellos que pertenecer al antropoceno”.

Reactivar las cosas

Discos, muñecas, lámparas, cámaras de fotos, sillas, desactivados en su acumulación, esperan aquí el momento de que alguien los escoja, los compre, los active: los encante de nuevo. Eso le ocurrió a otro dibujante, Kim, un día de octubre de 2007. “Siempre me detenía ante los libros, especialmente si eran viejos… Entonces lo vi, parecía un diario”, leemos en las primeras páginas de su nueva novela gráfica, El diario de la señorita Litgi. En las viñetas, el dibujante de espaldas ante un montón de volúmenes en el suelo. Coge ese diario de los años 50, lo hojea, lo compra. Y de ese encuentro casual con un libro manuscrito nace, setenta años después, un cómic impreso.

En Els Encants se pueden encontrar tesoros ocultos en tiendas como Artcants

En Els Encants se pueden encontrar tesoros ocultos en tiendas como Artcants

Àlex Garcia

El mismo tipo de alquimias ocurren los domingos en el Mercat de Sant Antoni (este fin de semana abierto desde el viernes con motivo de su edición de Navidad, con música en directo y actividades que pueden consultarse en su web, Mercatdominicaldesantantoni.com). El escritor Robert Juan-Cantavella, por ejemplo, durante años buscó y acumuló las novelitas pulp que, con pseudónimos como Curtis Garland o Addison Starr, publicó por decenas Juan Gallardo Muñoz. El objetivo era escribir a partir de ellas Asesino cósmico, un homenaje tarantiniano, que en cada capítulo se centra en uno de los géneros que cultivó Gallardo, desde el western o los vampiros hasta los extraterrestres o la fantasía medieval.

Vanguardistas y cazadores de tesoros

Ambos mercados barceloneses alimentan también el arte conceptual. Oriol Vilanova ha comprado durante años cientos de postales antiguas en Sant Antoni, con las que nutre sus obras. Con 34.000 de ellas confeccionó los murales de una de sus exposiciones más celebradas, Domingo (Fundació Antoni Tàpies, 2017). Otro creador contemporáneo, Gastón Lisak, también trabaja con objetos encontrados, pero en Els Encants, que considera “el mejor mercado del mundo”. Su propuesta quedó formulada en el título de su exposición de 2023 Arqueología mundana. Antes que ellos, el escritor argentino Osvaldo Lamborghini creó en plena transición sus míticos collages pornográficos, que mezclaban imagen y texto, a partir de las revistas que le compraba en Sant Antoni su pareja, Hanna Muck.

La obra de Lapin ocupa las páginas de libros encontrados en Els Encants

La obra de Lapin ocupa las páginas de libros encontrados en Els Encants

Àlex Garcia

Las vanguardias históricas tomaron forma en los laterales de la modernidad. No nacieron en las avenidas, sino en los pasajes; no se nutrieron de las bibliotecas nacionales, sino de los mercados de pulgas. En los de París coleccionaron los surrealistas los objetos de sus gabinetes de curiosidades. En el Rastro de Madrid, Ramón Gómez de la Serna alimentó sus biombos de la maravilla. Durante el primer franquismo, Joan-Josep Tharrats y Juan Eduardo Cirlot acudían al mercado de Sant Antoni en busca de catálogos; y en Els Encants compraban joyas, cuadros, relojes, de todo. Dau al Set –el grupo artístico que cultivó el surrealismo en Catalunya– bebió de ambas fuentes. Tharrats llegó a llenar unos 600 álbumes de fotos y recortes, cada uno sobre un tema iconográfico, con la voluntad de generar el mejor archivo de imágenes del mundo. Lamentablemente, muchos de esos volúmenes acabaron, tras su muerte, en los mismos mercados de donde nacieron o en la basura.

Editar el pasado

También el editor y escultor Juan Miguel Muñoz es un cazador de libros. Los busca en los puestos de Sant Antoni que regentan Pablo, de Ficticia, e Ilaria, de La Dolce Vita. Tuvo proyectos de autoedición artesanal previos a De la Pulcra Ceniza Ediciones, que nació en 1995 y fue el definitivo. Un universo de colecciones, libros objeto, intervenciones, puentes entre el mundo editorial y el del arte.

Un hombre rebusca entre una de las paradas del mercado de Sant Antoni

Un hombre rebusca entre una de las paradas del mercado de Sant Antoni

Àlex Garcia

Con sus patillas de Lobezno, cuenta que en el 2012 se planteó “crear una nueva colección, entre las tiradas limitadas de los Libros de la Micronesia, que cuestan entre 30 y 50 euros, y los ejemplares únicos, esculpidos, de la Biblioteca Fósil, que pueden llegar a los 4.000 euros, y me fijé en esos libros a los que nadie hacía caso, de gran nobleza editorial y gráfica, con un papel de calidad, no la pasta mecánica de ahora, pero sin valor bibliográfico, por su tema o su autor, destinados al molino de papel”. Así nació Bibliofilia Pop, que ha sido objeto de dos exposiciones (en la librería Malpaso en el 2018 y en el espacio artístico H2O el pasado mes de noviembre). También se podría haber llamado Bibliofilia Rock, porque a partir de referentes musicales no “interviene” los libros: los “truca”. La palabra trucaje la lleva consigo desde la infancia: “En mi barrio, en Roquetas, los colegas trucaban las motos de baja cilindrada, para que tiraran más y fueran perfecta para fardar”. Así, los libros de autores olvidados son atribuidos ahora a Lou Reed o David Bowie.

En los puestos de Ficticia y La Dolce Vita, en Sant Antoni, encuentra los libros el editor y escultor Juan Miguel Muñoz

En un proceso de “respeto absoluto al libro encontrado”, Muñoz le cambia la identidad, usando el papel del propio libro en blanco para imprimir en él. “Un libro es un ecosistema perfecto, no tiene sentido que lo altere con un elemento ajeno”, asegura. Con una portadilla falsificada confiere una identidad ficticia, atractiva, a libros que nadie quería. Los resucita. Los reencanta.

Amor al objeto

Con la misma atención y el mismo cuidado trata Marina Salazar las figuritas de porcelana que compra semanalmente en Els Encants para hackearlas, transformarlas, darles una nueva vida como iconos irónicos o políticos, en una doble existencia: totalmente matérica, pero de circulación digital.

La serie se llama Lovjects porque sus obras aúnan la materia vibrante del objeto con la mirada amorosa de quien los ha rescatado y resemantizado, para después darlos en adopción. La virgen María, el David de Miguel Ángel o damiselas del siglo XVIII se reinventan a través de tatuajes, vaginas, lencería sadomaso o cascos de La guerra de las galaxias. Un universo de representaciones clásicas, heteronormativas, se convierte en su taller de la calle Almogàvers en un repertorio de ingenio entre feminista y punk.

En los puestos de Sant Antoni se puede encontrar, además, antiguas revistas, postales, cromos, catálogos, vinilos, pósters...

En los puestos de Sant Antoni se puede encontrar, además, antiguas revistas, postales, cromos, catálogos, vinilos, pósters...

Àlex Garcia

Rodeada de cajas llenas de objetos en miniatura, botes de pintura en espray y tres gatos, dice que ella sigue “jugando, como he hecho desde niña, con la Barbie y con Playmobil, pero también he aprendido a cortar la porcelana sin que se rompa y a diseñar e imprimir las piezas que necesito en 3D”. Su marca personal No Queda Tinte, que juega ambiguamente con los estereotipos de la feminidad, certifica que llegó al arte desde el diseño gráfico y el branding. Pero el vínculo con ese mundo objetual es muy anterior a su acercamiento a la obra de Miralda o sus estudios en BAU. Ya iba a Els Encants antes de nacer. Sigue yendo con su madre muchos lunes por la mañana. También compra allí las telas con las que su amiga San Valentina le hace la ropa a medida. Alguna noche se ha acercado al mercado y al ver cómo “se tiran a la basura un montón de objetos rotos” ha sentido auténtico dolor.

Como Lapin, Kim, Juan-Cantaavella, Lisak, Vilanova o Muñoz forman parte de una vieja tradición: la de Cervantes encontrándose en un mercado de Toledo nuevo material sobre Don Quijote; la de Walter Benjamin y sus traperos; la de los espigadores y las espigadoras de Agnès Varda. La tradición de los encantadores del desencanto.

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