No hay nada más sagrado que la infancia. Y nada más vulnerable que un niño. Sin embargo, hay delincuentes que ven esta etapa de la vida como un manjar. El momento más idóneo para la búsqueda de víctimas inofensivas con las que hacer realidad las fantasías más atroces y repudiables.
En ocasiones, los autores son personas del entorno de los menores, con quienes tienen más confianza -profesores, monitores, familiares-; y, en otras, son desconocidos que acechan en la sombra a la espera de encontrar el instante oportuno para hacer de las suyas. Ellos son las peores pesadillas de todo padre y madre. Los que aterrorizan nuestras calles.
El profesor pederasta y sus “juegos de degustación”
1. Mark Berndt
A medida que las fotos se iban revelando, más se estremecía el técnico de laboratorio. En las imágenes aparecían menores de edad, niños y niñas de apenas diez años, con los ojos vendados y la boca tapada con cinta adhesiva, mientras posaban y emulaban escenas eróticas más propias del bondage. Una vez finalizado el revelado de esas cuarenta fotografías, el trabajador llamó horrorizado a la policía y les dio el nombre del dueño de aquellos negativos.
Se trataba de Mark Berndt, un queridísimo profesor de primaria de un conocido colegio de la zona, pero sobre el que sobrevolaba la sombra de la pedofilia y la pederastia desde hacía años. Ahora, aquellas pruebas confirmaban las sospechas y el escándalo destapaba sus “juegos de degustación” con galletas recubiertas de semen.
Detallaba sus crímenes en un tétrico diario
2. Westley Dodd
Los hermanos Billy y Cole Neer regresaban a casa en bicicleta, pero como llegaban tarde decidieron acortar el camino atravesando el parque David Douglas. De repente, un hombre les dio el alto y, tras amenazarlos con un cuchillo, los arrastró hasta una zona apartada y boscosa.
Allí violó salvajemente a los niños, de 10 y 11 años respectivamente, y decidió asesinarlos para acallar sus desgarradores gritos. Aquel lugar acababa de convertirse en el “coto de caza” de un peligroso pederasta, Westley Dodd.

Westley Dodd antes de morir
Este primer crimen del denominado asesino de niños de Vancouver fue el culmen de años de fantasías pedófilas, abusos sexuales, raptos e intentos de asesinato. Unos hechos que el depredador escribió con detalle en un tétrico diario. Según los expertos, aquellas páginas lo definían como “uno de los homicidas más malvados de la historia”.
De mecánico fracasado a depredador de menores
3. Joe Smith
Las imágenes de la cámara de seguridad eran espeluznantes: un varón, de entre 35 y 40 años, de constitución robusta y cabello oscuro, con los brazos muy tatuados y vestido con un uniforme de mecánico, se abalanzaba sobre una niña de once años para arrastrarla del brazo hasta subirla a una camioneta.
Aquella grabación fue emitida en todos los medios de comunicación del país en horario de máxima audiencia. Cerca de un millar de llamadas se produjeron tras su emisión. Sin embargo, solo tres de ellas condujeron hasta la verdadera identidad del secuestrador. “Estoy 100% segura de que el sospechoso es Joe Smith, mi compañero de piso”, dijo una voz femenina al otro lado.
El ‘monstruo de Cannock Chase’
4. Raymond Leslie Morris
La lluvia torrencial arreciaba con fuerza el camino en plena noche, cuando el ciclista disminuyó su marcha. De fondo, se escuchaba una especie de ruidos débiles, sollozantes y desconocidos.
Intrigado, el hombre bajó de su bicicleta y decidió investigar: se adentró entre unas escombreras y, a pocos metros, avistó a una niña semidesnuda y malherida. La habían violado y estrangulado, pero todavía tenía pulso.

Raymond Morris, antes de ser detenido los crímenes de Cannock Chase
La pequeña sobrevivió al despiadado ataque, no así otras tres niñas. Un depredador sexual andaba suelto bajo la apariencia de un ciudadano atento y servicial y había puesto en jaque a la policía en la mayor cacería a un pederasta en la historia del Reino Unido. Era Raymond Morris, más conocido como el Monstruo de Cannock Chase.
El monitor de los Boy Scout en Barcelona
5. Jos Brech
La luz del alba iluminó el campamento de los Boy Scout, cuyos huéspedes, niños de entre 10 y 14 años, aún seguían dormidos tras las agotadoras actividades del día anterior. Por eso nadie dio importancia a que Nicky se saltase el desayuno.
Sin embargo, los monitores empezaron a preocuparse tras descubrir que el pequeño no estaba en su tienda y que otro niño lo había visto despierto sobre las cinco de la mañana. Nicky había desaparecido.

Jos Brech, en un campamento de Boy Scout
Veinticuatro horas después, un operativo de búsqueda a gran escala localizó su cadáver con evidentes signos de agresión sexual. El asesino no andaba lejos, era Jos Brech, uno de sus monitores.
Los siguientes veinte años, el pederasta eludió la justicia hasta que una prueba de ADN le hizo huir de nuevo y refugiarse en un bosque de Barcelona. Allí, oculto como un ermitaño, fue detenido finalmente.
El ‘peor pedófilo de Gran Bretaña’
6. Richard Huckle
Durante meses, la policía australiana y europea participó en una operación internacional para identificar a los miembros del mayor foro de pedofilia de Internet, Love Zone. El sitio, camuflado en la Dark Web, era un espacio seguro y encriptado para el intercambio de material pedófilo donde proliferaban fotografías y vídeos de niños víctimas de abusos sexuales.
Una de ellas fue clave para localizar al administrador del sitio: el pederasta tenía un lunar característico en una de sus manos, y, además, siempre utilizaba la palabra “hiyas” en todas sus conversaciones.

Richard Huckle posa junto a un niño, posible víctima de sus abusos en Bangalore (India)
Tras seis meses de seguimiento, detuvieron a este depredador sexual y también localizaron al peor pedófilo de Gran Bretaña. Se trataba de Richard Huckle, un fotógrafo y profesor de inglés de 28 años, que fingía ser un devoto cristiano y voluntario en iglesias, colegios y orfanatos de Malasia, Camboya y la India. El joven abusó de casi 200 niños de entre seis meses y trece años de edad.
‘El monstruo de Lahore’
7. Javed Iqbal Mughai
“La primera víctima fue Yasir, de 14 años. Le pusimos una máscara de cianuro y ácido sobre la cara. Murió en segundos. (…) ¡Nuestro experimento de matar a un adolescente fue un éxito!”.
Esta confesión corresponde a Javed Iqbal, un pederasta que, con ayuda de varios secuaces, mató a cien niños como venganza hacia la Policía. Era la segunda misiva que enviaba, esta vez al periódico Daily Jang. La primera fue directa a las autoridades pero hicieron caso omiso de su relato y se negaron a investigar los hechos. Tan solo cuando salieron a la luz los terribles asesinatos cometidos, Iqbal decidió entregarse.

‘El monstruo de Lahore’, el pederasta que mató a 100 niños para vengarse de la Policía
El denominado monstruo de Lahore violó, descuartizó y mató a un centenar de menores, que vagaban por las calles de esta localidad pakistaní, para evidenciar la ineficacia del sistema. El juez lo sentenció a la pena de muerte siguiendo la ley del talión. Iqbal tenía que morir tal y como hicieron sus víctimas: “Ojo por ojo, diente por diente”.
El “apestoso”
8. Robert Black
Era una mañana del mes de agosto y Jennifer, de 9 años, pedaleaba subida en su bicicleta hacia la casa de su mejor amiga, que distaba solo unos minutos de la suya. A medio camino, una furgoneta de reparto se detuvo a su lado.
Su conductor la persuadió amablemente para que se subiera: hacía demasiado calor y podía acercarla a su destino. La niña accedió sin percatarse de que acababa de caer en la trampa de un peligroso depredador sexual.

Robert Black, 'Bob el apestoso'
Seis días más tarde, localizaron su cadáver desnudo en una zona aislada. El examen forense concluyó que su asesino la había violado salvajemente antes de estrangularla. Este sería el primero de los cuatro crímenes perpetrados a manos de Robert Black, conocido como Bob, el apestoso, un pederasta y serial killer que aterrorizó a padres del Reino Unido.
El “animal” de Rockhampton
9. Lenny Fraser
El depredador sexual esperaba el momento oportuno entre las sombras para asaltar a su presa: una niña de nueve años que caminaba de vuelta a casa al salir de clase. Tras un golpe seco en la cabeza y un fuerte tirón, la pequeña cayó al suelo mientras su asaltante amortiguaba los gritos poniéndole la mano en la boca y arrastrándola a un callejón. Allí, la sometió y agredió sexualmente.
Sin embargo, Keyra le había visto la cara. No podía dejarla libre. Sin pensárselo dos veces, el agresor la degolló con un cuchillo, metió el cuerpo en el maletero de su coche y lo arrojó a una zona boscosa a las afueras de la ciudad. Un peligroso asesino en serie andaba suelto.