El IRTA-CReSA niega una posible fuga del virus de la peste porcina: “No ha habido ningún fallo de bioseguridad”

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Frente a las teorías de la conspiración que han aparecido en los últimos días, el centro defiende que lleva trabajando 18 años con animales infectados con este patógeno y otros y que nunca ha ocurrido nada

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Miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) de España realizan la descontaminación preventiva de un vehículo en la zona afectada por el virus, cerca de Cerdanyola del Vallès, Barcelona 

MANAURE QUINTERO / AFP

Todo el mundo sabe que en momentos de crisis salen a relucir mil y una teorías de la conspiración. Y en el caso de la peste porcina africana (PPA) que afecta a Collserola y alrededores parece que no ha sido una excepción. Hace días que corre la hipótesis de que el virus se podría haber escapado del centro de investigación IRTA-CReSA, que hace 18 años que trabaja con cerdos infectados con este patógeno y que está a menos de un kilómetro de donde se encontraron los primeros jabalíes muertos. Lo que no se destaca es que, efectivamente, hace, ni más ni menos, 18 años que trabajan con este tipo de virus, y otros, que nunca ha sucedido nada y que cuentan con unas medidas de seguridad biomédicas excepcionales.

El veterinario e investigador del centro y catedrático de la UAB, Joaquim Segalés, defendió ayer en el programa Versió RAC1 las medidas de seguridad que se implementan en el IRTA. Incluso explicó que, debido a la detección del virus en Collserola, revisaron todos los protocolos de los últimos cuatro meses, sin detectar “ninguna alteración de la bioseguridad”. “No hay ninguna evidencia de que una quiebra en los protocolos de seguridad explique el escape del virus de la peste porcina del centro”, apuntó. 

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foto NACHO VERA GALBARRO (01/12/2025) Entrevista a Joaquim Segalés, especialista en peste porcina del IRTA-CReSA y la UAB, en Barcelona.

La normativa internacional de bioseguridad ya indica que para manipular virus como el PPA hay que hacerlo en unidades de bioseguridad de nivel 3 (BSL-3), “que es casi el nivel máximo”, razonó Segalés. Solo hay un nivel más alto, el 4, donde se trabaja con virus como el Ébola, es decir, enfermedades de tipo hemorrágicas que sí afectan a las personas. “En el IRTA trabajamos con el BSL-3 incluso aumentado, porque todas las medidas de bioseguridad son redundantes [es decir, están por duplicado como mínimo]. Y todo para asegurar que no haya ninguna fuga de un agente infeccioso”.

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MANAURE QUINTERO / AFP

El edificio incluso está preparado para soportar un terremoto. La estructura del BSL-3, que es de cemento armado, teóricamente no se tendría que desmoronar frente a un fenómeno de este tipo. El edifico, además, funciona con presión negativa. ¿Qué quiere decir? “Que dentro del edificio, la presión atmosférica es más baja que la que hay en el exterior”, arguyó este investigador. ¿Para qué? Para crear un efecto embudo.

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Segalés puso un ejemplo para ser todavía más didáctico. “Imagínese que se pudiera romper un vidrio, algo que no ha pasado nunca ni se espera que ocurra porque están muy reforzados y a prueba de roturas, pero si ocurriera, todo lo que pudiera haber en el interior se quedaría ahí, por la presión negativa. Incluso tenemos distintos niveles de presión negativa. Donde tenemos los animales todavía es más baja. Y lo es aún más donde hacemos las autopsias a los animales, lo que imposibilita que pueda haber cualquier escape al exterior”.

Los trabajadores que están en contacto con los animales y los virus siguen estrictas medidas de control también, como cambiarse de ropa, ponerse una rana sobre la ropa de trabajo, doble guante y mascarilla. En el laboratorio, además, se trabaja en una cabina de seguridad, y cuando se hace con animales, se debe llevar un equipo de protección individual. 

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Como ocurría durante la pandemia de la covid, los investigadores deben desinfectarse y ducharse tras salir del laboratorio. Además, no pueden acercarse a una granja de animales de producción durante las 72 horas posteriores. “Todos son principios de precaución que seguramente realizamos de manera exagerada, es decir, que no serían tan necesarios, pero nos queremos asegurar”, matizó Segalés.

Para este investigador, la hipótesis más plausible es la del alimento o material contaminado al que tuvieron acceso los jabalíes, al comer estos de los contenedores de basura de zonas residenciales. Explicó que sobre todo en Europa del Este, la infección por PPA es endémica, e incluso muchos cerdos domésticos, que sirven para el consumo, la tienen. No obstante, recordó que la ingesta de esta carne contaminada no representa ningún peligro para el hombre.

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Segalés subrayó que en otros países, como Suecia, Bélgica, Italia o Chequia, han tenido casos muy similares. De repente, de un día para otro, detectaron el virus en jabalíes, y eso que tenían a miles de kilómetros los cerdos más cercanos y no tenían tampoco ningún centro de investigación, como el IRTA, donde también trabajan con varios tipos de virus, cerca.

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