Michael Fossel, neurobiólogo: “Comer mejor y menos, hacer ejercicio o evitar el estrés no detiene el envejecimiento como proceso biológico, aunque ayuda a extender la vida saludable”

Longevity

Ha publicado más de 100 artículos, libros y capítulos sobre revertir el envejecimiento celular y, mientras finaliza su nuevo libro sobre longevidad, aclara que uno de sus objetivos es hallar la cura del alzheimer, para lo que tienen planificados ensayos clínicos

“Si logramos revertirlo, podremos avanzar hacia otras enfermedades relacionadas con la edad”, señala Fossel porque, apunta, “nadie quiere 30 años más en una residencia con alzheimer; el objetivo es vivir más tiempo sano”

Michael Fossel

Michael Fossel, neurobiólogo. 

Telocyte

“Estamos viviendo una revolución en nuestra salud y una esperanza de vida que no tiene precedentes”. Es una de las opiniones del neurobiólogo Michael Fossel (1950, Greenwich, Connecticut, EE. UU.), pionero en el estudio de la longevidad. Fossel siempre lo ha hecho con una perspectiva que, sobre todo cuando comenzó hace más de 30 años, era revolucionaria y hasta polémica, dado que ya entonces hablaba de revertir el envejecimiento humano. Doctor en medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, además se licenció cum laude y con una maestría en psicología en la Universidad Wesleyan.

Con más de 100 artículos, libros y capítulos publicados, fue director ejecutivo de la Asociación Americana del Envejecimiento, fundador y exeditor jefe de Rejuvenation Research y autor de libros como La Enzima De La Eterna Juventud (Ed. Diana). En 1996 la publicación de Reversing Human Aging (Revertir el envejecimiento humano), el primer libro que describe cómo funciona el envejecimiento, cómo revertirlo y las consecuencias de hacerlo, suscitó un enorme interés. 

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En 2015, volvió a hacerlo con The Telomerase Revolution (La revolución de la telomerasa) considerado uno de los mejores libros de ciencia del año por el The Wall Street Journal y The London Times. Además, es miembro de la junta directiva de Telocyte, una empresa dedicada a la investigación sobre el alzheimer, enfermedad de la que dice “otros esperan ralentizarla, no creen poder detenerla o revertirla; nosotros sí”.

En estos momentos se encuentra escribiendo su nueva obra, cuyo título no puede ser más claro: Longevity, A Future Without Aging (Longevidad, un futuro sin envejecimiento). En él habla de si es posible revertir el envejecimiento humano, un tema que genera una gran expectación, ya que, señala Fossel, estamos viviendo una “revolución en nuestra salud y esperanza de vida que no tiene precedentes”.

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Tras leer fascinada el primer capítulo de su nuevo libro, no puedo dejar de pedirle que nos cuente de qué trata…

Trata de si es posible revertir el envejecimiento humano. Lo primero que señalo es que casi todos, cuando hablan de longevidad, en realidad se refieren a pequeños cambios incrementales. Por ejemplo a, en lugar de morir a los 75, hacerlo a los 77. Eso está bien, pero no es suficiente. Es como decir que estás en la UCI con COVID y vamos a darte tres días más ahí. No, tú lo que quieres es curarte. Por eso hago una distinción entre “longevidad pequeña” y “longevidad real”. La pequeña es lo que todos mencionan: dieta, ejercicio, un par de años extra. Por ejemplo, el libro más reciente de Eric Topol [genetista] trata sobre vivir un poco más gracias al estilo de vida saludable. Todo eso es muy válido, pero creo que podemos ir mucho más lejos. Mi libro habla de lo que realmente podemos hacer con el envejecimiento en sí mismo: no solo extender la vida un par de años, sino cambiar la tecnología subyacente y ver hacia dónde vamos en los próximos años. Y eso puede suponer cifras mucho mayores.

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Dijo usted en una conferencia que lleva soñando con revertir el envejecimiento humano desde hace 30 años. ¿Cómo era hablar de esto hace tres décadas, cuando era pionero con una perspectiva tan nueva?

En aquel entonces no teníamos datos sólidos. En 1995 sabíamos que los telómeros parecían tener un papel en el envejecimiento celular, pero no estaba demostrado. En 1998 mostramos que podíamos revertir el envejecimiento en células humanas en el laboratorio y ese fue un avance monumental. Unos años después se logró en tejidos y, más adelante, gracias a los trabajos de científicas como Rhonda Pinho y, sobre todo, de María Blasco, se consiguió hacer en organismos completos. Así que treinta años atrás, yo decía quien crea que ya podemos revertir el envejecimiento es un ingenuo. Quien crea que no se puede, también lo es. Lo sensato es decir: muéstrame los datos. Ahora los tenemos.

¿Cuál considera que ha sido el mayor progreso en la prevención y tratamiento de enfermedades relacionadas con la edad en las últimas dos décadas?

El avance más importante es empezar a comprender el envejecimiento en sí mismo como proceso. Antes se asumía que simplemente ocurría, como si fuera una entropía, un sistema desordenado, aleatorio… Pero la biología muestra otra historia. Tus células vienen de tu madre, de su madre, y así hasta hace miles de millones de años. Esa línea germinal, la que se usa para transmitir la información genética de una generación a otra, no envejece. En cambio, nuestras células somáticas, las de nuestro organismo, sí envejecen. La diferencia está en el mantenimiento, en cómo las cuidamos. O sea, el envejecimiento no es solo desorden y deterioro, es esa entropía frente al mantenimiento. La longevidad sería lograr un equilibrio entre ambos.

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Entonces, envejecer no es solo cuestión de genética, ¿verdad?

Efectivamente. No es solo cuestión de una buena construcción genética. Es como una casa de 400 años: no dura por cómo fue construida, sino porque alguien la ha cuidado durante siglos. El envejecimiento no es solo entropía, es la pérdida de capacidad de mantenimiento en el camino hacia esa entropía.

¿Y cree que la gente es consciente de esto?

En general, no. Muchos se quedan con los consejos obvios, como alimentarse bien y evitar el estrés, que son útiles, pero no abordan el envejecimiento en sí. Para revertirlo necesitamos identificar los puntos clave de intervención y desarrollar una mayor capacidad técnica. María Blasco, en España, y otros grupos están avanzando, pero todavía falta mucho.

Entonces, ¿es posible para una persona normal revertir el envejecimiento?

Revertirlo, no. Retrasarlo, sí. Comer mejor, comer menos, hacer ejercicio moderado, evitar el estrés y ambientes tóxicos. Todo eso ayuda a extender la vida saludable, aunque no detiene el envejecimiento como proceso biológico.

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Usted tiene 74 años, pero su aspecto es muy juvenil. ¿Cuál es su secreto?

Parte es genética, parte quizá suerte. Existen activadores de telomerasa, como el astragalósido, que podrían estar haciendo efecto en mí, aunque aún no está claro cómo de seguros y efectivos son. Personalmente, siempre he parecido más joven de lo que decía mi edad, incluso de niño. Pero todavía no sé cuánto tiene que ver en eso las intervenciones específicas de la telomerasa.

¿Cuál es la función real de la telomerasa?

Es el mecanismo natural de la biología para reiniciar el reloj celular. Mantiene las células germinales y algunas células madre en estado joven. En su gran mayoría nuestras células no están activas, y por eso los telómeros se acortan.

¿Y qué ocurre cuando eso sucede?

Ese acortamiento cambia la expresión genética, como si la orquesta de tu cuerpo pasara de tocar Mozart a tocar una pieza discordante. Los instrumentos son los mismos, pero la partitura cambia. Nuestro objetivo es restaurar esa sinfonía saludable, no solo afinar un instrumento aislado. Por eso pienso que enfoques parciales como rapamicina o NAD+ son insuficientes: necesitamos cambiar toda la partitura, no solo una nota.

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Al leerle me ha impresionado que, cuando usted habla de revertir el envejecimiento, no piensa primero en robots o tecnología futurista, sino en comprensión y compasión. ¿Por qué?

Porque lo primero que necesitamos es comprensión, no solo conocimiento. No basta con saber datos, hay que entender las relaciones entre ellos. Por ejemplo, sabemos que ciertas variantes genéticas como ApoE4 influyen en el alzheimer, y también conocemos biomarcadores como las placas de beta-amiloide. Pero lo importante es el proceso intermedio: ¿cómo pasamos de un punto al otro? ¿Cuál es la cascada de eventos que se suceden? Ahí hay información relevante. El envejecimiento no se explica solo con nombres, o sea con los datos aislados, sino con verbos: cómo interactúan, cómo fluyen entre sí. Esa comprensión es esencial.

¿Y qué papel juega la compasión en todo esto, algo que usted menciona mucho al hablar de longevidad?

Tendemos a tener más compasión por los niños que por los ancianos. Con los mayores decimos: “ya están viejos, es normal”. Pero no lo es. Esa resignación limita la investigación. Necesitamos la misma urgencia y empatía hacia las personas mayores que hacia los niños. La revolución conceptual que ocurrió con la teoría microbiana, o sea cuando pasamos de aceptar la mortalidad infantil como la voluntad de Dios a prevenirla con antibióticos, debe repetirse con el envejecimiento. No hay que rendirse, hay que seguir investigando.

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¿Cuáles son los mayores obstáculos para la investigación del envejecimiento?

El principal es conceptual, la creencia de que es solo entropía y nada se puede hacer. Como si fuera absolutamente inevitable. Luego está el financiamiento. Nadie financia lo que cree imposible. Y después, los retos técnicos: cómo entregar los tratamientos, qué vectores usar (AAV, nanopartículas, mRNA), cómo manejar la respuesta inmune, etc. La tecnología cambia tan rápido que lo que era válido hace seis meses puede estar ya superado.

En términos realistas, ¿qué extensión de vida cree que podríamos ver en los próximos 10 a 30 años?

Creo que podemos llegar a duplicarla. Llegar hasta los 150, quizá 200 años. Pero lo importante no es la extensión de vida, sino la extensión de salud. Nadie quiere 30 años más en una residencia con alzheimer. El objetivo es vivir más tiempo sano. Ya estamos planificando ensayos clínicos para alzheimer. Si logramos revertirlo, podremos avanzar hacia otras enfermedades relacionadas con la edad: cardiovasculares, renales, pulmonares, etc.

Muchos multimillonarios están invirtiendo en longevidad. ¿Qué opina de ello?

La cuestión no es cuánto dinero se gastan, sino en qué. Muchos invierten en suplementos o compuestos menores, como quien mejora un globo aerostático en lugar de inventar el avión. Lo que necesitamos es un cambio de paradigma, como hicieron los hermanos Wright, los pioneros estadounidenses de la aviación.

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¿Cuál sería su mensaje final para las personas de 60 años o más?

El primero, que la ayuda viene en camino. Creo que pronto podremos prevenir y curar varias enfermedades relacionadas con la edad que la gente aún ni imagina. El segundo que cuiden su estilo de vida dentro de lo razonable. Es decir, que coman bien, hagan ejercicio moderado y eviten el estrés excesivo, pero, muy importante, también que disfruten de la vida. Otro punto esencial es trabajar con la gente adecuada. Muchas veces rodearte de gente equivocada hace que tu vida sea mucho más infeliz de lo que debiera. Y sobre todo, que recuerden que no se trata solo de vivir más, sino de vivir sin miedo al dolor y a la tragedia de las enfermedades relacionadas con la edad.

El miedo es complicado de evitar a veces…

Sí, yo entiendo el miedo muy bien. Pero, la verdad, me gustaría erradicarlo. El año pasado me pidieron dar una conferencia en Harvard sobre biotecnología y financiación, y querían saber las claves para el éxito. No voy a decir qué hay que hacer para triunfar, porque realmente no estoy seguro de ello, pero sé que el mejor modo de garantizar el éxito es quitarse los miedos. Eso siempre funciona.

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