Leslie, cantante de Los Sírex, 81 años: “La gente negativa, fuera; si alguien me amarga, me voy, la vida es demasiado corta para perderla discutiendo, tengo una estrategia con las personas tóxicas”
Vips Séniors
El músico barcelonés celebra los 65 años del grupo sobre los escenarios con la misma energía del primer día, y a sus 81 años, confiesa el secreto de su vitalidad: “Cariño, ilusión y no dejar entrar al viejo”
El vocalista de Los Sírex tiene 81 años.
Leslie (Antonio Miquel Cerveró, Barcelona, 1944) entra en El Genio Equivocado, una pequeña tienda de vinilos del barrio de Gràcia de Barcelona, como un vendaval. Habla deprisa, gesticula, ríe a carcajadas. Se mueve con soltura y transmite una vitalidad apabullante. Tiene más de 80 años, pero la mirada inquieta de un adolescente que acaba de descubrir el rock and roll. Líder de Los Sírex, uno de los grupos pioneros del rock en España, teloneros de los Beatles en 1965 y autores de himnos generacionales como La escoba, El tren de la costa y Que se mueran los feos, sigue girando en honor a sus 65 años encima de un escenario por toda España con una vivacidad que desafía cualquier lógica.
“¿Siempre has tenido esta energía?”, le pregunto antes de empezar. “Sí”, responde sin dudar. “Ahora con los años la tengo un poco menos”. Es difícil creerle. En dos horas de conversación despliega un torrente de anécdotas, sabiduría de barrio y una filosofía vital destilada en humor, generosidad y amor por la música. Hijo de un pescador de la Barceloneta, Leslie creció en 33 metros cuadrados con cinco hermanos, sus padres y dos abuelas.
De aquel piso humilde frente al mar salió el músico que conquistó España en los años sesenta, que dejó el éxito para servir mesas en el chiringuito familiar, que perdió al amor de su vida y lo encontró de nuevo, y que hoy, después de más de seis décadas sobre los escenarios, sigue cantando con la misma ilusión del primer día. El viernes 7 de noviembre se incorpora como capitán “boomer” en Zenit, el programa musical estrella de los viernes noche en TV3.
Hábleme de sus orígenes. ¿Cómo era la vida en la Barceloneta de los años cincuenta?
Humilde, pero llena de amor. En casa no había televisión ni lujos, pero sí abrazos y alegría. Mi padre era pescador y mi madre una mujer extraordinaria. Éramos cinco hermanos, más mis padres y dos abuelas, todos viviendo en 33 metros cuadrados. Nos duchábamos en la terraza porque no teníamos baño dentro o íbamos al Club Barceloneta, pero éramos felices. En casa solo vi besos, cariño, risas. Eso fue mi educación.
Su padre jugó un papel importante en su decisión de dedicarse a la música.
Mi padre fue el mejor padre del mundo. Cuando tenía dieciséis años le pedí permiso para irme cuatro meses a Calella (Barcelona) con el grupo. Hasta los dieciocho no podíamos actuar sin autorización paterna. Me miró muy serio y me dijo: “¿Tú estás seguro de esto? ¿Crees en eso de la guitarra y el tambor? Si estabas tan feliz dibujando...”. Le contesté que sí. Entonces abrazó a mi madre y me dijo algo que me marcó para siempre: “No digas nunca que tus padres te han prohibido hacer lo que querías. Pero, sobre todo, sé buena persona”. Lo repitió cuatro veces. Esa frase ha guiado mi vida.
¿Cuándo descubrió el rock and roll?
A finales de los cincuenta, cuando Barcelona se llenó de marinos americanos de la Sexta Flota. En el chiringuito Hawai, en la Barceloneta, vi por primera vez un grupo de rockabilly. Sonaban Gene Vincent, Eddie Cochran, Chuck Berry, Elvis Presley, Jerry Lee Lewis... Me voló la cabeza. Ahí supe que aquello era lo mío. Con quince años formé la banda Los Meteors con amigos del barrio. Después llegaron Los Sírex…
En el chiringuito Hawai vi por primera vez un grupo de rockabilly, sonaban Chuck Berry o Elvis Presley, y me voló la cabeza; ahí supe que aquello era lo mío
¿Recuerda la primera canción de rock de la que se enamoró?
(Ríe) Sí, claro. Un DJ puso The Train Kept A-Rollin’ de The Johnny Burnette Trio y me gustó tanto que intenté comprarle el disco con dos billetes de 25 pesetas. Me miró con desprecio, así que cuando se dio la vuelta… me lo quedé. Todavía lo tengo. Años después compuse El tren de la costa, inspirado en aquella canción. Fue mi primer homenaje al rock y al mar.
¿Cómo nacieron Los Sírex?
Sin pretensiones. Éramos chavales que queríamos divertirnos. Nos descubrió el productor José Solà, grabamos Muchacha bonita y todo se disparó. Luego llegaron Qué bueno, qué bueno y Si yo tuviera una escoba. En la discográfica querían canciones más melódicas, pero nosotros seguíamos con el espíritu del rock and roll.
La escoba fue también una forma de rebelarse, ¿no?
Sí. La letra decía “barrería los altos mundos”, pero la censura nos obligó a cambiarlo por “bajos mundos”. Era una crítica social disfrazada. Nosotros veníamos de un barrio humilde, y eso de “barrer el dinero” no gustó a ciertos círculos. Pero se convirtió en un himno. Y entendí que el humor también puede ser una forma de protesta.
En 1965 fueron teloneros de los Beatles. ¿Cómo fue aquella noche?
Una locura. En la Monumental de Barcelona, con la policía a caballo y un público enloquecido. El sonido era malísimo, pero daba igual, la gente gritaba tanto que no se oía nada. Hablé dos palabras con McCartney. Nos reímos. Fue mágico.
En 1971, en pleno éxito, decidió dejarlo. ¿Por qué?
Vi que la ola de los grupos bajaba y los solistas subían: Raphael, Julio Iglesias, Nino Bravo... Hicimos doblete en Sant Boi y Castelldefels y al llegar a casa le dije a mi mujer: “Pepa, dejo Los Sírex”. Me miró incrédula. Pero lo hice. Pasé del rock al chiringuito familiar en la Barceloneta sin traumas.
Mi mujer era el amor de mi vida, cuando murió pensé que no podría seguir, pero la música me mantuvo de pie
¿Qué aprendió de esa etapa?
Que la fama pasa, y lo importante es la alegría que uno lleva dentro. Cocinaba, servía mesas, charlaba con la gente... Para mí, era otra manera de hacer feliz a los demás. Por allí pasó todo el mundo: músicos, periodistas, marineros. Incluso Jack Nicholson y Maria Schneider cuando rodaban El reportero (The Passenger, en 1975), dirigida por Michelangelo Antonioni. Les hice una langosta “a la Mexicana” tan picante que casi lloran. Al día siguiente me llamaron para repetir, pero sin picante.
Perdió a su mujer después de más de cuarenta años juntos. ¿Cómo siguió adelante?
Fue lo peor que me ha pasado. Nos casamos en el 69, era el amor de mi vida. La conocí cuando ella tenía trece años. Con 24 años descubrí que estaba en Lisboa, compré un anillo de brillantes y me fui a buscarla. Nos casamos ese año. Estuvimos juntos 43 años. Cuando murió pensé que no podría seguir. Pero la música me mantuvo de pie. Y luego la vida me dio otra oportunidad: una amiga del barrio me ayudó a salir del pozo, hoy llevamos siete años casados y soy el hombre más feliz del mundo.
Usted es conocido por su generosidad extrema…
Sí. Siempre he sido así. En la gira que hicimos con Marisol (Pepa Flores) por Sudamérica, ganamos un dineral… y volví sin un céntimo. El último dólar me lo gasté en whisky en el avión invitando a todo el mundo, menos mal que me vino a recoger mi mujer, porque no tenía ni para el taxi (ríe). Nunca me ha importado el dinero. He regalado guitarras, discos… A un chico con síndrome de Down le di mi primera guitarra, me la pidió y se la regalé. Me quedé más feliz que él. No necesito mucho, el dinero solo lo he necesitado para poder invitar a gin-tonics. Incluso he dejado mi herencia en vida a mis hijas, para que no me maten (ríe). Soy el hombre más feliz regalándolo todo a todos.
¿De dónde nace esa actitud?
De ver a mis padres compartir hasta lo que no tenían. Cuando das, la vida te devuelve el doble.
Nunca me ha importado el dinero, no necesito mucho, el dinero solo lo he necesitado para poder invitar a gin-tonics
Tiene una energía impresionante. ¿Cuál es su secreto para llegar así a los 80?
Dormir, aunque soy insomne desde los 18 años, y comer bien. Después de comer, mi whisky y mi puro; después de cenar, otra vez. Mi médico me lo permite, dice que estoy estupendo. Pero, aunque no te lo creas, nunca he probado las drogas duras. Lo mío es el puro, el whisky y el humor, eso no falla. Y hay algo más que aprendí de Clint Eastwood: no dejar entrar al viejo. Mientras tengas ilusión, curiosidad y proyectos, sigues vivo. El problema no es la edad, es la resignación.
¿Y el humor?
Fundamental. Reírse rejuvenece. La gente negativa, fuera. Si alguien me amarga, me levanto y me voy. La vida es demasiado corta para perderla discutiendo. Tengo una estrategia con la gente tóxica, a la tercera contradicción, me invento una llamada en el móvil y desaparezco.
Reírse rejuvenece; la gente negativa, fuera, si alguien me amarga, me levanto y me voy
Con Los Sírex está de celebración: 65 años de carrera y siguen llenando teatros. ¿Cómo se explica?
Con ilusión. En la Sala Apolo se agotaron las entradas una semana antes. En Manresa hicimos dos días seguidos. Viene gente de todas las edades: los que nos seguían en los sesenta y sus nietos. Pero lo sorprendente es el público joven. Hay un movimiento de rock and roll en España increíble. En los festivales donde actuamos, la gente más mayor tiene 45 años. Eso me carga las pilas.
¿Qué siente al subir al escenario hoy?
La misma emoción que al principio. A veces me levanto a las cuatro de la mañana para coger un vuelo y pienso “¿quién me manda a mí?”. Pero cuando oigo al público, se me pasa todo. La adrenalina es la mejor medicina. Hace poco, en Jerez, después de dos bises, una pareja me pidió un trocito de Tú has de ser mi mujer. Empecé a cantarla y toda la plaza encendió las linternas del móvil, cantando conmigo. Cuando llegué al hotel, estaba tan emocionado, ¿cómo voy a tener cataratas por mucha edad que tenga?
¿Cómo ve la música actual?
Ha cambiado mucho. En los sesenta, cada grupo tenía su estilo. Hoy todo suena igual. Y el reggaetón se lo ha comido todo. No me molesta el ritmo, me molestan las letras: machistas, sin poesía, sin alma.
¿Le preocupa la falta de cultura musical entre los jóvenes?
Sí. Antes te enseñaban a escuchar, a distinguir. Ahora los niños aprenden lo que suena en TikTok. Pero cuando les enseñas algo con alma, responden. Fui al colegio de mi nieta en Badalona y acabamos cantando una canción que hice con ella. Fue precioso. Los niños siguen siendo sensibles. Solo hay que ofrecerles cosas con corazón.
Hay un movimiento de rock and roll en España increíble, en los festivales donde actuamos, la gente más mayor tiene 45 años y eso me carga las pilas
Durante la pandemia descubrió nuevas pasiones…
Fueron tres meses apasionantes para mí. Las mejores vacaciones. Aprendí a cocinar, entre ellos, mi plato estrella que es “capipota” con bogavante. Y escribí muchísimo. Estoy preparando un libro que se llama Mi padre fue Salomón, lleno de anécdotas familiares con humor. Es un tesoro para mí.
¿Qué proyectos tiene ahora?
Muchos. Acabo de firmar para ser capitán en el programa Zenit de TV3. Debutaré el 7 de noviembre, justo el mismo día que tenemos concierto en la Sala Apolo. Cuando acabe el bolo, un coche me llevará al plató. Sé que es una locura, pero me encanta. También quiero grabar un EP con canciones nuevas que escribí durante la pandemia y muchas más cosas…
También pasó por la política.
Fui concejal en el Ayuntamiento de Barcelona ocho años. Entré porque tiraron los chiringuitos de la Barceloneta y quise ayudar al barrio. Pero pronto vi que la política no era lo mío. Hay demasiados trepas. Lo dije entonces y lo repito: en política hay que estar ocho años como máximo; si no haces nada en ese tiempo, no lo harás nunca. Y me fui.
¿Cuál es su misión en la vida?
Hacer feliz a la gente. Porque cuando haces feliz a los demás, te haces feliz tú. Esa es mi misión. He pasado por muchas cosas: el éxito, la pérdida, el amor, el trabajo... Pero siempre con la misma intención: compartir alegría.
Entré en el Ayuntamiento de Barcelona porque tiraron los chiringuitos de la Barceloneta y quise ayudar al barrio, pero vi pronto que la política no era lo mío: hay demasiados trepas
¿Qué experiencias le han hecho ser como es hoy?
Siempre digo que soy catedrático de la Universidad de la calle. Todo lo que sé lo aprendí allí. Escuchando, mirando y trabajando. No me interesa aparentar ni competir. Solo disfrutar. Las cosas que no sé, no las comento. Escucho y aprendo. Pero las cosas que digo, es porque sé de lo que hablo.
¿Cómo quiere que lo recuerden?
Como un tipo alegre que hizo reír y cantar a los demás. Quiero que la gente me recuerde riendo, con una copa en la mano y sobre un escenario.
Si tuviera que resumir su vida en una frase...
Nací desnudo y ahora llevo zapatos. (Ríe.) Quiero decir... que empecé sin nada y ahora tengo de todo. He vivido, he amado, he regalado y he sido feliz. ¿Qué más quiero?