La actriz Luisa Martín (Madrid, 1960) alcanzó la popularidad absoluta como la mítica Juani, la cocinera de Médico de familia. “Hasta me pedían recetas por la calle”, recuerda. Sin embargo, destaca que jamás sintió ansiedad, “quizá porque nunca fui de guapa”, matiza, y recuerda que “mi madre y a mi abuela me mantenían con los pies en la tierra. Me decían ‘que no se te suba a la cabeza’”.
Con una carrera imparable y pese a interpretar papeles de tanto éxito, logró evitar ser encasillada gracias a su lema: “nunca acepto un personaje que se parezca al anterior”. Además, combinaba cine y televisión con su otra pasión, el teatro. En estos momentos se encuentra con Olivia Molina de gira con la obra Malditos tacones, dirigidas por Magüi Mira. Con ella recabará en el Teatro Goya de Barcelona, del 2 al 7 de septiembre.
Nunca ha dejado de trabajar y reconoce que ser madre fue “muy complicado, la mujer siempre lo tiene difícil”. Ha recibido premios como el de la Unión de Actores –dos veces–, el Fotogramas de Plata a la mejor actriz de teatro por El Verdugo, y el de mejor actriz de televisión en el Festival de Islantilla. El último fue el pasado 23 de junio en la Academia de Cine, donde le dieron el premio La Cultura Comprometida, de la Asociación Arte y Memoria, con otros artistas como Carlos Bardem, Rosa León y Benjamín Prado, por su compromiso con los valores democráticos y humanos.
Entre otras cosas, se reconoce su labor para concienciar sobre las enfermedades con la asociación Anasbabi Ciliopatias. Ahora mismo hace campaña para lograr un cribado neonatal igualitario en toda España: “No puede ser que un niño que nazca en Murcia, donde se criban 44 enfermedades, tenga muchas más oportunidades de llevar una vida sana que uno que nazca en Asturias, donde se detectan solo 11. ¿Os animáis a firmar?”.
¿Qué significa para usted el premio a la Cultura Comprometida? ¿Qué papel cree que juega la cultura en la memoria democrática?
Bueno... A ver... Este premio significa mucho para mí, pero me gustaría matizar algo. La cultura comprometida no es solo memoria democrática. Va mucho más allá. Uno puede estar comprometido con muchas cosas: con la educación, con la sanidad pública, con causas sociales. Yo, por ejemplo, lo estoy con las enfermedades raras y con visibilizar los problemas que afectan a tantas personas. Limitar el concepto solo a la memoria democrática me parece reduccionista.
¿Y por qué cree que le han concedido el galardón?
Pues la verdad es que no lo sé con certeza. Supongo que por estar siempre metida en muchas ‘guerras’, como digo yo. Siempre apoyo causas en las que creo, firmo manifiestos, respaldo iniciativas por la dignidad de los que todavía están en las cunetas, defiendo la cultura, la sanidad... Hago lo que siento de corazón. Y quizá eso es lo que les ha llamado la atención.
Estoy comprometida con las enfermedades raras y con visibilizar los problemas que afectan a tantas personas
Usted es una firme defensora de la visibilidad de las enfermedades raras. ¿Qué le llevó a implicarse en esta causa?
La medicina siempre me ha interesado mucho. Fui la cara visible de Médicos Sin Fronteras durante años y sigo formando parte de la organización. Cuando el presidente de la asociación Anasbabi, José Carlos Pumar, se puso en contacto conmigo, me explicó en qué consistía su lucha, y me pareció que era una causa más que justa. Conocí a su hija Virginia, que está prácticamente ciega, y me impresionó profundamente su fuerza, la de ella y la de sus padres. Desde entonces he ido conociendo otros casos y no me puedo quedar quieta.
En los buscadores aparece usted junto a la reina Letizia como una de las figuras más visibles en esta causa…
La reina Letizia tiene una gran visibilidad institucional y es muy importante que personas con ese alcance den voz a estas enfermedades. Y ahí estamos las dos, luchando por lo mismo. Ella es embajadora de FEDER, la Federación Española de Enfermedades Raras. Nosotros en Anasbabi no pertenecemos a esa federación, pero trabajamos juntos. En la Iniciativa Legislativa Popular que hemos presentado este año vamos de la mano.
Están impulsando una campaña para lograr un cribado neonatal igualitario en toda España, ¿verdad?
Sí. Queremos que no haya desigualdades entre comunidades. No puede ser que un niño que nazca en Murcia, donde se criban 44 enfermedades, tenga muchas más oportunidades de llevar una vida sana que uno que nazca en Asturias, donde se detectan solo 11. Eso hay que cambiarlo, y para eso necesitamos 500.000 firmas. Yo me involucro totalmente, pido ayuda a compañeros, a amigos, hago vídeos... Hay que moverse. ¿Os animáis a firmar?
Vamos al pasado: ¿qué recuerdo guarda de su infancia? ¿Cómo era de pequeña?
Tuve una infancia muy feliz. Mis padres eran maravillosos, muy cariñosos y equilibrados. Nos educaron en el respeto, el cariño y la lealtad. Yo era muy movida, muy rebelde, y siempre con ganas de hacer cosas. Mi padre nos llevaba todos los domingos a museos. Íbamos una y otra vez al Museo del Prado, y eso me despertó un amor profundo por el arte y por la pintura. Él también pintaba. Todo eso marcó mucho mi creatividad.
De pequeña iba una y otra vez al Museo del Prado, y eso me despertó un amor profundo por el arte y marcó mucho mi creatividad
La televisión le dio una popularidad enorme con el personaje de Juani en Médico de familia. ¿Cómo vivió aquel fenómeno?
Ya había vivido algo parecido antes con ¿Quién da la vez?, donde interpreté a la Chirla, una chavala jovencita. Tuvo éxito, aunque duró menos. Pero Médico de familia fue una explosión extraordinaria. Afortunadamente, tenía a mi madre y a mi abuela que me mantenían con los pies en la tierra. Me decían ‘que no se te suba a la cabeza’, y eso me ayudó mucho.
A pesar de su éxito y de interpretar a personajes míticos, no se ha encasillado nunca. ¿Cuál ha sido su estrategia?
Mi regla de oro es que nunca acepto un personaje que se parezca al anterior. Necesito cambiar siempre. Por eso después de Médico de familia me fui al teatro, a hacer El verdugo, por ejemplo. Me gusta que no me encasillen, aunque a veces cueste. Pero así es como me mantengo activa y creativa.
Hoy en día muchos actores jóvenes hablan de ansiedad por la fama. ¿Cómo lo vivió usted?
Yo, sinceramente, no he tenido nunca problemas con eso. No he sido la ‘guapa oficial’, como podía ser Lydia Bosch en la serie, que despertaba otro tipo de atención. Mis personajes eran más entrañables, más cercanos. Hasta me pedían recetas por la calle, imagínate. Me decían, Juani, ¿cómo haces esas recetas tan ticas? Y yo me reía. Siempre me han tratado con mucho cariño.
¿Y su salud mental? ¿Cómo la ha gestionado?
He estado bien. Me cuido mucho. Duermo mis ocho horas, camino, me alimento bien. Pero no por estética, sino por salud. No estoy obsesionada con el físico. Los directores me dicen qué corte de pelo llevar o cómo me tienen que ver, pero yo me centro en estar sana. Eso es lo importante.
¿Cómo vive el paso del tiempo, el envejecimiento en un mundo como el audiovisual?
Bueno es que yo no envejezco en el audiovisual, envejezco en la vida, como todo el mundo. Pero me siento igual que cuando tenía 16 años. Es una cuestión interna. Mi madre, con 80 años, decía: ‘¡Pero si yo me siento como cuando tenía 17!’ Y caminaba con una energía... Yo soy igual. Eso sí, con esto de la edad, de la noche a la mañana ves menos, te salen arrugas… Y no es que sirva para mucho, que yo voy mucho en el autobús y tampoco es que me cedan mucho los asientos, eh.
Yo no envejezco en el audiovisual, envejezco en la vida, como todo el mundo, pero me siento igual que cuando tenía 16 años
¿Ha sentido el edadismo?
A mí que alguien te trate diferente por tu edad me parece una tontería. Me recuerda a la película El becario, con Robert De Niro. Al principio lo desprecian y luego se convierte en imprescindible. Una persona de 60 años sabe mucho más que una de 30, por pura experiencia. Si no lo ves, estás desperdiciando talento. Mira, en el mundo de la interpretación nos alimentamos de nuestros compañeros. Tanto de los mayores, como de los jóvenes. Todos te enseñan. No hay que despreciar a nadie. Vamos, que si te crees que lo sabes todo, vas apañada.
¿Cómo ha sido compatibilizar su profesión con la maternidad?
Muy difícil. Pase la época que pase, la mujer siempre lo tiene difícil. Porque aunque tengas mucho dinero está la culpabilidad. Es muy complicado ser madre y ser trabajadora a la vez, pero somos así.
¿Cómo se las arreglaba?
A base de madrugones, qué poco se duerme cuando eres madre trabajadora… Me levantaba a las cuatro de la mañana para dejar hecha la comida del fin de semana, y que fuera sana, porque me tenía que ir de bolo. Antes de que me recogieran, tenía que dejarlo todo listo. Me han salvado muchas veces otras madres del colegio. Muchas tardes las tenía que llamar y decir ‘que no he terminado la grabación, que no llego a recoger a Bruno’. Las mamás solidarias… Esa red entre mujeres es fundamental.
Qué importante la sororidad…
Imprescindible para sobrevivir. Hay que apoyarse entre nosotras. A mí me llama una madre de un compañero de Bruno y me dice que no sé qué y, antes de nada, ya le digo que sí. Porque si te llama otra madre es que se necesita. Ahora veo a Olivia [Molina], haciendo equilibrios... Ella tiene dos hijos de 12 y 9 años y ha estado un periodo ella sola con los niños porque Sergio [Mur] estaba trabajando y me digo, esta criatura tiene que hacer malabares para que alguien recoja a los niños del colegio, para que siempre coman bien. Ahí está, como las locas, como iba yo. Como vamos todas.
¿Cómo es ahora su relación con su hijo?
Fantástica. Bruno tiene 22 años, es un chico maravilloso. Nos llevamos muy bien. Yo soy una madre de confianza. No soy su amiga, pero confía en mí y hablamos de todo. Yo me siento muy segura de él. Es un chaval que es una auténtica delicia, sabe muy bien lo que tiene que hacer, es una persona muy prudente.
¿Cómo se lleva con las redes sociales y la tecnología?
Fatal, soy la ‘yaya torpe’, aunque lo intento. Tengo Instagram, me equivoco mucho, pero tengo una red de amigas que me avisan y me ayudan. Y me dejo ayudar, claro que sí. Si es que yo, cuando me meto en Instagram, no sé ni dónde estoy…
Pase la época que pase, la mujer siempre lo tiene difícil, porque aunque tengas mucho dinero está la culpabilidad
¿Cree que hacen falta más papeles para mujeres mayores?
¡Claro que sí! ¡Por supuesto! Las mujeres mayores somos muy divertidas. Hacen falta más papeles de mujeres interesantes, y papeles en películas y series en las que se hable de mujeres mayores porque somos muy graciosas e interesantes, en general. Verás, llega un momento también que con la edad te desinhibes. Ya no tienes miedo a decir lo que te da la gana. Se te quitan los filtros. Bueno, te lo quitas tú. Porque cuando se te quita el filtro, eso es mala señal, porque eso quiere decir que ahí hay una patología. Pero cuando te lo quitas tú, es muy divertido. Yo me rodeo de gente joven, les digo lo que se me ocurre y se parten de la risa. Eso, a la gente joven, les encanta. Así que, venga, queremos más mujeres mayores en las pantallas. Y hombres mayores, también.
¿Y cómo afronta la idea de la jubilación?
Bueno, es que en nuestra profesión no te jubilas nunca del todo. Además, al principio nadie nos cotizaba. Pero no me importa, estoy llena de energía. Y ahora, con los nuevos acuerdos, puedo seguir trabajando. Yo tengo que dar mucha guerra aún. ¡Siempre hacen falta abuelas! Ya te digo que yo no me jubilo…
¿Cuál ha sido el mejor consejo de vida que ha recibido?
Pues lo recibí de mi padre: ‘Lo que no es, es porque no tenía que ser’. Me parece sabiduría pura.












