Sentirse infeliz a pesar de tenerlo todo: ¿Por qué las personas adineradas sufren más problemas emocionales?

Salud mental

A pesar de tener salud, dinero y afecto, no es inusual experimentar sentimientos de desánimo o melancolía: individuos con una existencia aparentemente perfecta pueden no estar en sintonía con sus principios, enfrentar disputas interpersonales o cargar con la presión del logro.

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El zaguero charrúa del Barcelona, Ronald Araújo, es el deportista de élite más reciente en verse obligado a hacer una pausa debido a preocupaciones de salud mental.

Julio Munoz / EFE

¿Es posible tener éxito de puertas afuera (trabajo, ahorros, una buena casa, etc.) Y sentirse condenadamente mal por dentro? “Rotundamente sí”, contesta Oriol Lugo, doctor en Psicología y autor de Corta por lo sano (RBA), entre otros libros. “Pasar consulta viene a ser un reflejo de la sociedad a pequeña escala”, explica. “Y lo que estamos viendo es que cada vez hay más gente que, teniendo todo tipo de ventajas, no se siente feliz ni tampoco realizada”, constata.

“Veo, por ejemplo, a empresarios a los que les va muy bien y, aún así, experimentan una sensación de vacío que les genera una autoexigencia: ´tengo de todo, por lo que debería ser feliz, pero no lo soy´, se dicen”, continúa. Sin embargo, no solo se trata de directores ejecutivos. También hay atletas de alto rendimiento (Ronald Araújo, el defensa del FC Barcelona, se ha unido a el último caso una extensa nómina de deportistas que sufren de dificultades vinculadas a la salud mental), jóvenes de veinte años agobiados por la exigencia de las redes sociales (“existe un estudio que correlaciona el número de selfies con la salud mental”, señala Lugo); y además, infantes que se fatigan con gran rapidez y requieren un estímulo constante. “De hecho, se trata de un problema generalizado del primer mundo”, finaliza.

La gente tiende a convertir las oportunidades en obligaciones y requisitos autoimpuestos. Y si no los cumples, sientes que has fracasado.

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En la consulta del psicólogo

Mucha gente con buena salud financiera tiene una salud mental precaria

Getty Images/iStockphoto

Si bien teóricamente para estar mal emocionalmente se esperaría que la condición sine qua non requiera un evento de gran magnitud, en la práctica esto no se manifiesta de esa manera. La verdad es que, aun disponiendo de bienestar, recursos económicos y afecto, no es inusual experimentar sentimientos de desánimo o melancolía. Esto se debe a que la salud mental no se define por la simple posesión o ausencia de algo, sino más bien por la propia existencia o no existencia.

Lugo revela que un grupo de individuos afirma: “voy de vacaciones cuando quiero, tengo una casa de la que no me puedo quejar, el negocio me funciona, llevo a los niños a colegios con los que estoy contento, tengo un lugar donde veranear pero… incluso teniendo todo esto, no me siento realizado, aunque me dé vergüenza confesarlo”.

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Por su parte, el psicólogo Rafael Santandreu, quien ha escrito obras como Las gafas de la felicidad o No hagas una montaña de un grano de arena (ambas publicadas por Grijalbo), al ser consultado sobre el tema, indica que la percepción de poseerlo todo y aun así sentirse mal se está propagando en nuestra sociedad con gran facilidad. “Quienes nos dedicamos a la psicología vemos a diario que cada vez tenemos que tratar más esta sensación en consulta”, afirma el creador de El arte de no amargarse la vida (Grijalbo).

“Como psicólogo, me visitan personas que tienen unos ingresos justos, pacientes a los que les va bien y pacientes con muchísimo dinero. Es decir, hay de todo. Pero después de conocer a miles de personas profundamente a lo largo de bastantes años, veo muy claramente que entre la gente más pudiente hay muchos más trastornos emocionales”, señala. “Esto es algo que creo que estamos viendo todos los psicólogos”, explica tras referirse a una investigación científica que sugiere que, superado cierto umbral monetario, la felicidad mental deja de incrementarse. “O al cabo de entre seis meses y un año”, añade por su lado Oriol Lugo, haciendo referencia a la “rueda hedónica”, un fenómeno psicológico documentado donde las personas invariablemente vuelven a su nivel de satisfacción habitual, incluso tras ganar la lotería.

Muchas personas sufren de heridas emocionales por no haber osado o superado las severas restricciones impuestas por sus padres.

Senior EditorPsicólogo

Santandreu señala que esta percepción no solo la tienen los millonetis, sino también individuos con considerablemente menos fondos en sus cuentas bancarias. “En alguno de mis libros denomino a esta situación la maldición de la opulencia”, revela. “En el pasado, nuestros abuelos vivían en la misma casa donde nacieron sus padres y se casaban con una de las cinco chicas que había libres en el pueblo en esos momentos para dedicarse en el 90% de los casos al oficio de sus padres”, rememoró. “En comparación con ellos, ahora tenemos muchísimas oportunidades: tenemos posibilidad de educarnos para trabajar donde nos apetezca, formamos parejas con personas de todo tipo de entornos, etcétera”, prosigue detallando.

“¿Y por qué sucede esto?”, se pregunta. “Pues porque el ser humano tiene la tendencia de convertir las oportunidades en obligaciones y autoexigencias: tenemos que ser delgados, extrovertidos, contar con estudios, ser inteligentes, tener muchos amigos, pareja, hijos, un piso en propiedad, estar al día, viajar, tener una vida emocionante y mil cosas más ”, recita. “Y como falles en algo de esto puedes llegar a pensar que has fracasado”, alerta.

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Aunque cada individuo es único, si se busca generalizar, el psicólogo Oriol Lugo identifica varias categorías de personas insatisfechas. “Por un lado se encuentran quienes no están alineados con sus valores”, señala refiriéndose a aquellos que han alcanzado el éxito profesional pero que quizás desearían dedicarse a la pesca, por ejemplo. Lugo también informa que es común que los conflictos de pareja sean la causa subyacente, “en el sentido de que a lo mejor él querría llevar un tipo de vida y ella otra”, aclara. Además, existen jóvenes que desde su nacimiento se convierten en los mejores en el ámbito académico o deportivo, aunque esto implique arrastrar “heridas emocionales por no haberse atrevido nunca a traspasar o cuestionar la férrea línea que les impusieron sus padres”, manifiesta. “El problema es que cuando estos niños crecen y se hacen adultos suelen ser o muy rígidos o muy rebeldes”, advierte. “Esto ocurre por un efecto péndulo que les hace ir de un lado a otro, por lo que si no encuentran un punto de equilibrio o se vuelven sargentos como su padre o como su madre o acaban siendo rebeldes, con o sin causa”, considera.

Grandparents with family at Christmas dinner.

En Navidad hay mucha gente que reconoce sentirse mal

Getty Images

Además, Lugo y Santandreu mencionan una especie de “ansiedad ambiental” que parece estar presente en el ambiente, generando que numerosos individuos experimenten inquietud o desasosiego, aun en ausencia de una causa tangible. “Hoy día parece que vayamos por la vida como si nos hubiéramos tomado cuatro cafés seguidos”, comenta Royo con humor. En otras palabras, aparte de una insatisfacción que podría calificarse como “estructural”, al estar sujeta a las circunstancias individuales, surge otra “ansiedad atmosférica” que, a pesar de ser imperceptible, puede impactar a cualquiera.

¿Y qué se puede hacer? Santandreu cree que, a pesar de ser un problema hasta cierto punto colectivo, la resolución siempre debe ser personal. En opinión de este psicólogo, el virus de no hallar suficiente significado en nuestras acciones planea sobre nosotros “desde que las sociedades comenzaron a ser opulentas a comienzos de los años 60”, según su estimación. “La canción de los Rolling Stones (I Can´t Get No) Satisfaction iba de eso”, nos recuerda que este virus parece estar al acecho pero en realidad reside en cada individuo.

“Mi consejo como psicólogo es crearse una filosofía de vida que inmunice contra la maldición de la opulencia”, sugiere. “Con independencia de la posición social, la clave es intentar ajustar las necesidades personales a lo básico”, aconseja. “Se trata de repensar lo que necesitas para estar bien contigo mismo”, continúa detallando como si estuviera atendiendo a un paciente en su consultorio. “¿Por dónde empezar? Es difícil responder porque se juntan varios factores, pero una de las cosas importantes es combatir cada una de las hiperexigencias personales”, señala. “Hay que estar muy atento a cuando te dices internamente ´debería hacer esto así´, ´tendría que conseguir esto´, él mundo habría de funcionar de otra manera´, ya que cada vez que nos creamos una obligación acaba siendo una carga”, afirma.

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