La bodega centenaria de Artés que salvó la variedad de uva picapoll: “Somos una anomalía en el sistema, deberíamos estar muertos y enterrados”

Vinos

La Cooperativa de Artés se creó en 1908, y ha sobrevivido tras varias crisis. “De entrar 4.000.000 de quilos de uva anuales, pasamos a solo 10.000; pese a eso, los socios decidieron seguir”, explica Anna Berenguer Badia, su coordinadora general 

Anna Berenguer Badia.

Anna Berenguer Badia.

Dani Casas

Se nota que Anna Berenguer Badia vive con pasión su trabajo diario: no todo el mundo puede presumir de estar al frente de un proyecto con 117 años de historia. Y es que, tras estudiar ingeniería técnica agrícola, con especialidad en enología, lleva desde 2006 como coordinadora general de una cooperativa centenaria. “En breve, ¡20 años!”, exclama.

La creación de la Cooperativa de Artés (Bages), en 1908, coincidió con la aparición de otras bodegas centenarias en Catalunya a principios del siglo XX, impulsadas por el movimiento cooperativista, necesario para recuperar la producción de vino después de la filoxera y también por el modernismo, que ayudó a construir las conocidas Catedrales del Vino.

¿De dónde nace tu vínculo con el vino y con la cooperativa?

Mi vínculo es histórico y familiar: mi padre era el enólogo y mi abuelo había sido el presidente después de la Guerra Civil. Recuerdo de pequeña a mis padres llegando a casa hablando de todos los problemas y dificultades de la cooperativa y yo pensaba que no me dedicaría a ello ni loca. Pero resulta que los otros sectores donde trabajé una vez licenciada aún me parecieron peores y cuando mi padre se jubiló, decidí entrar como técnica, y a la vez como coordinadora. Nunca digas de esta agua no beberé (ríe).

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Háblanos de los orígenes. ¿Por qué se crea Artium hace 117 años?

El Bages se había recuperado de la filoxera y el 90% del territorio agrícola eran viñedos. En todas las casas se elaboraba vino, pero tenían mucho excedente, que vendían a comerciantes externos y les pagaban muy poco por las uvas… Entonces, en 1908, el cura Martí Sanglàs impulsó la cooperativa conjuntamente con 8 payeses, para unir fuerzas, elaborar conjuntamente y vender el vino a un precio digno. Así que ese año se firmaron los primeros estatutos de la cooperativa, un documento que aún conservamos. La cooperativa inicial no era solo de vino, era una cooperativa agrícola general, con diferentes secciones: vino, pienso, crédito, destiladora y molino de aceite.

¿Y cómo ha evolucionado la bodega con el paso de todos estos años? Entiendo que ha habido momentos difíciles.

Pues han sido 117 años llenos de resiliencia, de adaptarse a toda la historia catalana de más de un siglo. De pasar de 8 socios fundadores a 1.200 a finales de los años 70 y solo 90 en 2025. Somos una anomalía en el sistema: deberíamos estar muertos y enterrados. Ha habido momentos muy críticos, donde la cooperativa no ha cerrado por la fuerza y la tozudez de los socios, y su voluntad de seguir cooperando y luchando por el sector primario.

Han sido 117 años llenos de resiliencia; de pasar de 8 socios fundadores a 1.200 a finales de los años 70 y solo 90 en 2025

Anna Berenguer Badia

¿Cuál fue el momento más duro?

En la época de los años 70-80, cuando entró la industria en la zona. Los payeses vieron una alternativa al duro trabajo del campo, trabajando 8 horas al día, descansando el fin de semana, con un mes de vacaciones al año… Encima el estado les pagaba por arrancar viñedo. Así que todo cayó en picado. De entrar 4.000.000 de quilos de uva anuales, pasamos a solo 10.000. Pese a eso, los socios decidieron seguir, centrándose solo en elaborar vino y cava, y aquí aparece un elemento crucial de la salvación: la creación de la agrotienda. Daba servicio al socio, se vendían vinos y cavas a granel, productos que los payeses pudieran necesitar. Esta figura nos permitió sobrevivir porque nos daba ingresos directos e inmediatos.

También habéis creado hitos importantes. El primero, por ejemplo, que en 1949 os convertisteis en la primera cooperativa española en elaborar cava. ¿Cómo sucedió?

Entraban tantos quilos de uva que teníamos problemas para vender tanto vino. A Lluís Guitart, un técnico de la época, se le ocurrió una idea, y en el 1940 viajó a Champagne para averiguar cómo se elaboraban esos vinos con burbujas que estaban teniendo tanto éxito. Después de 9 años de pruebas, en 1949 conseguimos sacar al mercado la primera botella de espumoso, en medio de todo el proceso de creación de la marca cava, que se registró finalmente en 1959. Por supuesto, seguimos elaborando cava desde entonces. Crecimos mucho con este producto y hoy en día nuestro Artium Brut Nature Reserva continúa siendo nuestro top en ventas.

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Otra celebración a destacar: 70 años embotellando un vino monovarietal de picapoll. ¿Qué ha representado esto para la variedad y para la denominación de origen?

Pues para nosotros lo es todo. Nos definimos como los “Templarios de la Picapoll”, así nos lo reconoce la DO Pla de Bages. En 1955 quedaban las últimas viñas de esta variedad, era poco productiva, necesitaba más atenciones que el resto, así que los payeses la arrancaban y plantaban macabeo. Nosotros decidimos apostar por embotellar el primer monovarietal de picapoll. En aquel momento nadie nos entendía. Para comercializarlo, por cada tres cajas de cava que nos compraban regalábamos una de picapoll. Gracias a nuestra innovadora decisión, la variedad no desapareció y no ha habido que hacer un trabajo de recuperación, como sí ha sucedido con la mandó, por ejemplo. Picapoll es identidad, es nuestra historia.

De todos estos vinos y cava que hemos hablado… ¿Cuál es su precio medio de venta al mercado? En total, ¿cuántos vinos elaboráis y cuantas botellas anuales producís?

Tenemos siete referencias de vinos y seis de cava y producimos unas 50.000 botellas de cada una. El precio medio ronda unos 9 euros. También elaboramos ratafías, vermuts…

Se trata de una bodega centenaria.

Se trata de una bodega centenaria. 

Cedida

Y en 2017, también sin esperarlo, tuvisteis un gran crecimiento. 

Usamos nuevamente una crisis como oportunidad. En 2015 se derrumbó una parte de la bodega, cedió un pilar. Económicamente, las cosas no iban bien y realmente estuvo sobre la mesa ponerle fin al proyecto. La junta decidió buscar financiación y subvenciones públicas y crear el espacio Artium, una idea salvadora de nuevo. Artium es un punto gastronómico abierto al público durante todo el día. Se consumen los productos de la tienda y se venden los que elaboramos en la cooperativa. En las paredes se hace difusión de la cultura del pueblo con cuadros de artistas de Artés, exposiciones de arte. También organizamos conciertos. Es un punto de encuentro para el pueblo, los mediodías a la hora del vermut no cabe un alfiler. Si no se nos hubiese ocurrido esta fórmula, el proyecto habría terminado.

Entonces, en estos momentos, ¿cómo se sustenta la cooperativa?

Hemos tenido que sobrevivir hasta 2020 para llegar a un buen equilibro económico y con beneficios. Estos provienen del Espai Artium, de la agrotienda y de un proyecto que creamos hace solo 2 años, que es el Viver de Celleristes, que consiste en que viticultores que tienen viñedo pueden entrar sus uvas en la cooperativa y elaborar sus vinos, con nuestra ayuda pero bajo su marca propia. Empezamos con dos y ahora ya van a salir diez vinos del Viver. También evitamos intermediarios en la venta de nuestros productos, ya que no tenemos distribución. Por supuesto, el enoturismo, con nuestras visitas con cata cada fin de semana, la celebración de la Fira del Porró, conciertos en la terraza en verano, talleres… También nos ayudan los 250 socios colaboradores que tenemos.

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¿Qué diferencia hay entre los 90 socios agrarios y los 250 socios colaboradores? 

Los agrarios tienen o han tenido viñedo y han entrado sus uvas en la cooperativa, pero van desapareciendo. En 2020 se nos ocurrió buscar socios colaboradores. Por 1 euro al mes, tienen una serie de ventajas en la tienda y en las visitas, tienen voto. La idea era hacer partícipes a más personas del proyecto y así asegurar su continuidad en el futuro, ya que vamos perdiendo socios agrarios. De manera indirecta, al ganar estos colaboradores, los ingresos en la agrotienda han subido.

¿Qué dirías que habéis aportado a la DO Pla de Bages en particular, y a Catalunya en general?

Pues nada más ni nada menos que su creación. En 1995, junto con el señor Roqueta, que era el que tenía más fuerza en aquel momento, y otras bodegas, nos unimos para crear una marca que nos reconociera. También creemos que nuestra cooperativa es historia viva del Bages. Y sobre Catalunya, nuestras etiquetas han sido siempre en catalán, incluso las de los vinos que van a exportación. Además, el 95% de nuestros productos se queda en Catalunya.

Nuestra cooperativa es historia viva del Bages, y nuestras etiquetas han sido siempre en catalán, incluso las de los vinos que van a exportación

Anna Berenguer Badia

Los consumidores cada vez buscan vinos más frescos, más fáciles de beber. ¿Variedades como la mandó y la picapoll pueden ser claves para el consumo futuro?

Sí, absolutamente. Hay que adaptarse al mercado y a sus situaciones, nosotros en eso tenemos experiencia (ríe). Mandó y picapoll te permiten hacer vinos jóvenes, más ligeros, sin astringencias, más frescos, con más fruta. Vinos sin complicaciones, que es lo que más se puede acercar al público joven. Nuestro rosado Fumet 2025 tendrá mandó. Y también hemos creado el cava Fresc: un cava que se toma en vaso y con hielo, como si fuera un refresco.

¿Tenéis en mente algún proyecto de futuro?

Pues sí y estamos ya en ello. Estamos creando la nueva agrotienda, para que tenga más visibilidad a pie de calle, ganar espacio para vender nuevas referencias de productos de proximidad, incorporar también todos los vinos que vayan saliendo del Viver de Celleristes, un punto de cata de nuestros vinos, etc.

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De todos estos años cómo directora general de Artium, ¿qué es lo que te hace sentir más orgullosa?

Pues muchas cosas. Ver que después de 117 años estamos en el mejor momento económico. Que hemos sobrevivido, que los nietos de los socios que apostaron y tomaron decisiones muy difíciles en algunos momentos, puedan estar viviendo aún esta cooperativa. Ver la recompensa a tanta resiliencia e insistencia. Estar contribuyendo a mantener el sector primario, un tema tan complicado como absolutamente necesario y el saber que estamos dejando un legado, que seguimos creando historia y que los socios se han dejado la piel para que el proyecto continúe y tenga futuro.

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