Fiestas del vino, pícnics con maridaje, cata de vermuts o un brunch entre viñedos: 5 planes de enoturismo del Priorat al Empordà para este otoño

Enoturismo

El otoño es el final de la vendimia, cuando los viñedos explotan en colores cálidos, hay aromas de uvas fermentadas y el tiempo agradable invita al paseo, por lo que el enoturismo hierve como el vino en los depósitos

Otoño trae muchos planes entre viñedos.

Otoño trae muchos planes entre viñedos. 

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El enoturismo en otoño vive una especie de edad de oro, y no solo por los colores ocres y dorados de los viñedos. Es el principio del fin de un ciclo. Las viñas culminan un período vegetativo de doce meses, desde el desenlace del verano hasta la llegada de las heladas. Después de vendimiar, el otoño se presenta como una época calmada, ideal para visitar bodegas, perderse entre caminos de naturaleza, saciar la curiosidad catando los primeros vinos del año e inventar maridajes con delicias de temporada: revoltillo de setas con un vino tinto joven, higos con rosado fresco, calabazas crujientes con mistela, jugosas granadas con vino blanco o esponjosos panellets con espumoso Brut Nature.

El clima es propicio. Basta una chaqueta y calzado cómodo para perderse entre viñedos. El sol acompaña sin abrasar y el paraguas no molesta en la mochila. Es un enoturismo de mangas de camisa. Si los romanos decían que la Tarraco imperial era la ciudad de la eterna primavera, ¿por qué no dar una oportunidad de vivir en un otoño sempiterno? Hemos seleccionado cinco planes de enoturismo para sumergirnos en las viñas doradas.

Festa del Vi Novell. Celler Masroig (Priorat). Sábado, 15 de noviembre.

El vino novel es el primero de la cosecha del año. La photo finish más temprana del curso. Lo que en septiembre era un racimo de uvas colgando de una viña, en octubre se torna mosto, y en noviembre ya es un vino de pleno derecho. El resultado es un trago afrutado, de aroma dulzón y adolescente, sin crianza ninguna, ni tampoco complejos. En Celler Masroig lo festejan como un baby shower. Fueron de los pioneros en rescatar esta cita ineludible del calendario rural, con sus costumbres ancestrales. Se anuncia con una rama de pino verde en la puerta de la bodega. Se bebe directamente de las botas, donde curiosamente nunca envejecerá. Y se acompaña de cerdo a la brasa, embutidos y queso.

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La fiesta de este año promete ser sonada porque cumple 15 años. Será el sábado 15 de noviembre en la plaza más grande del pequeño pueblo d’El Masroig, delante de la bodega. Es un tardeo que se inaugura con el tradicional espiche de la bota, este año a cargo de la sumiller y comunicadora Marta Clot. Sigue con catas de vino y aceite de oliva virgen extra recién prensado. “Hay una amplia oferta gastronómica de productores locales, con una programación musical muy atractiva, pensada para hacer bailar a grandes y pequeños”, asegura Isabel Limón del celler Masroig (DO Montsant). Barra abierta hasta tarde. Conciertos, gastronomía y “muchas sorpresas”. La entrada anticipada cuesta 15 euros y es gratuita para los menores de 16 años.

Brunch entre viñedos. Bodegas Abadal (Bages).

El Bages probablemente atesore el mayor volumen de arquitectura rural de piedra seca. Las cabañas entre viñedos, las terrazas de piedra seca, los muros y hasta las tinas a pie de viñedo son un patrimonio único. “En primavera y otoño es el mejor momento para conocer el entorno de la bodega y disfrutar del paisaje”, recomienda Marta Membrives de Bodegas Abadal (Santa Maria d’Horta d’Avinyó, DO Pla de Bages). El brunch entre viñas es una inmersión en el paisaje. Una actividad al aire libre donde los visitantes, acompañados de un sumiller o un guía, recorren las viñas y aprenden el ciclo vegetativo.

El paseo empieza en la Masía Roqueta, construida en el siglo XII, que conserva su señorío. Más que un museo es un viaje en el tiempo. El enoturista se sorprende en estancias antiguas llenas de memoria, como rincones donde piar las uvas o salas de botas ancestrales, donde el vino rancio envejece en silencio, como una memoria líquida. La ruta acaba en las viñas, con un largo recorrido. Y culmina con un brunch con los vinos y el aceite de la bodega maridado con alimentos de temporada (35 euros por adulto).

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El brunch entre viñas de Bodegas Abadal es una inmersión en el paisaje. 

Cedida

Fira Popular de la Malvasia de Sitges (Sitges). Domingo, 16 de noviembre.

Que la malvasía haya pasado de ser una variedad en peligro de extinción a ser una de las uvas de moda se debe a muchos factores. Uno de los más importantes es la creación del Centre d’Interpretació de la Malvasia (CIM) de Sitges. “Cuando pensamos en Sitges nos vienen a la cabeza las playas, sus calles, su patrimonio, su arte, pero también tenemos que pensar en la malvasía”, opina Alba Gràcia, coordinadora del CIM. Desde hace 10 años celebran la Setmana de la Malvasía, que tiene su punto álgido en la Fira Popular. Una jornada donde catar una colección de vinos de malvasía (la mayoría de los cuales no son dulces), con aperitivos gastronómicos, actividades y música en directo.

Una de las estampas más increíbles es descubrir el viñedo urbano de malvasía plantado en el centro de Sitges. Es una pieza única, encajada entre el Corral de la Vila (sede del CIM) y la parte posterior del edificio de l’Hospital de Sitges, una institución con 700 años. Más que un viñedo es un desafío al urbanismo, que conserva historias de almogávares, comercio de ultramar, diplomáticos misteriosos y unos vinos de gran versatilidad.

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Cata de vermuts. Celler Can Roda (Vallés Oriental).

Degustar un delicioso vermut, acompañado de aceitunas o patatas fritas, al sol de otoño es una experiencia difícilmente mejorable, excepto si se visita Can Roda (DO Alella). En un inesperado rincón del Vallés muy cerca de Barcelona, se alza una masía de cuento de hadas construida en 1864 al estilo modernista. La bodega original aún sirve para envejecer vino. Las estancias de la mansión conservan la joya de vivir en el campo, que transmiten sonrientes como nadie las dos hermanas de la familia propietaria.

La cata de vermuts conecta con la tierra. En palabras de Pepi Milà del celler Can Roda: “Un vermut no deja de ser un vino con hierbas y el nuestro se hace con plantas que crecen en nuestros bosques, como tomillo o romero”. Los enoturistas catan vermut blanco, negro y un cocktail especial a base de vermut. Es un taller sensorial. Se empapan de cultura botánica y aprenden los mejores maridajes gastronómicos para el aperitivo, como pollo asado cocinado en la bodega o un cono de queso con piel de naranja. 42 euros por adulto.

Can Roda.

Vistas de Can Roda. 

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Pícnic entre viñas con vistas al mar. Clos d’Agon (Baix Empordà).

Los colores dorados y ocres del otoño sobresalen con el azul del mediterráneo. En la bodega Clos d’Agon de Calonge (DO Empordà) ofrecen una cata de vinos con un pícnic que se disfruta después de un largo paseo. Más que una excursión es un baño de viñas. Con una práctica mochila de mimbre colgada a la espalda, subes a pie por la Conca del Tinar hasta encontrar el mirador perfecto para una comida al aire libre. Hay diferentes mesas y bancos para escoger. El pícnic incluye una botella de vino de la bodega, pan, quesos, embutidos, aceite de oliva, dos piezas de fruta y carquiñoles. 35 euros por persona.

Al principio, o al final, vale la pena visitar la bodega, situada en la antigua masía de Mas Gil, ahora artísticamente tuneada como si fuera un lienzo de Piet Mondrian. La explosión de colores es una insólita postal del delicioso otoño ampurdanés. Un resumen de lo que puede dar de si este gozoso tiempo de calma antes de la llegada del invierno.

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