Podríamos empezar diciendo que Rodrigo Espinosa sabe de vino. Aunque no es de extrañar si contamos que lleva media vida recorriendo el mundo entre viñas, barricas y mapas vitivinícolas. Chileno de nacimiento, agrónomo y enólogo de formación —pues, como nos cuenta, en su país ambas disciplinas son inseparables—, empezó su carrera en casas tan emblemáticas como Viña La Rosa o Caliterra. Incluso cruzó a California para vivir una vendimia en 2002, una experiencia que le abrió la puerta a conocer el mercado estadounidense y le dio una perspectiva internacional que hoy es parte de su ADN profesional.
En 2003 aterrizó en España y se enamoró del país. Primero Castilla-La Mancha, luego La Rioja. Y allí, en un proyecto familiar como Marqués del Atrio (es el enólogo jefe y director técnico del grupo), encontró su lugar natural: un enólogo que entiende el vino desde el territorio, la tradición y el trabajo continuo. Hoy, con casi dos décadas de trayectoria en La Rioja y un pie en múltiples denominaciones, Rodrigo es una de esas voces que combinan experiencia, humildad y visión global. Habla del vino con la calma de quien lo ha visto nacer en tres continentes distintos y con el convencimiento de que detrás de cada copa hay algo más que técnica, hay una forma de entender el mundo.
Conoces bastante bien el mercado internacional. ¿Cómo describirías la posición actual del vino español en el panorama internacional? Siempre estamos comparándonos con los vinos franceses e italianos con esa rivalidad tan nuestra, pero ¿qué imagen proyectamos realmente fuera?
Cuando yo vine aquí desde Chile vi muchas similitudes con mi país. Chile también es un país que mira y se compara mucho con el exterior, sobre todo con EE. UU. Y Australia. Por supuesto, Francia también está, Francia siempre está, es el clásico del mundo del vino. Para mí, España era un poquito desconocida. Yo vine sobre todo atraído por las variedades que tenéis. Son variedades autóctonas, y siempre digo que el gran tesoro del mundo del vino español es su viticultura, sus viñas; vuestro viñedo es muy atractivo. Pero esa escasa visión que yo tenía ha ido cambiando y hoy día el vino español se ha convertido en un producto muy conocido. Ahora España goza de muchísimo prestigio en su vino. De hecho, en zonas como Rioja, Ribera, Rías Baixas o El Bierzo, hoy día se hacen vinos que compiten frente a cualquier vino del mundo. Y, sinceramente, Francia, que siempre es el referente en calidad, hablando de los grandes vinos, tiene bastante que envidiarle.
Una evolución positiva, entonces.
Sin duda, ha cambiado mucho la imagen de España. También porque también ha cambiado mucho la industria. Es decir, hoy en día se busca tener vinos que estén asociados a un clima, un suelo, un terroir. Y eso para España es maravilloso. Por eso veo que estamos teniendo cada vez más este prestigio y una mejor posición a nivel internacional.
Hoy en día se busca tener vinos que estén asociados a un clima, un suelo, un terroir, y eso para España es maravilloso
Me hablas de clima, suelo y terroir. ¿Qué diferencia al vino español frente a otros grandes productos del mundo? ¿Qué nos distingue?
La distinción la da el viñedo. ¿Quién tiene grandes albariños? ¿Quién tiene grandes tempranillos? Las garnachas que tenemos, el verdejo… ¡Son todo variedades que están aquí y su origen es aquí, es una locura! Si lo comparo con mi país, con Chile, es completamente diferente. Todo lo que se desarrolla en Chile son variedades francesas. Normalmente, un gran vino chileno es un Cabernet Sauvignon o un Syrah. En cambio, aquí, lo que tienes para mostrar es tu propia identidad. Eso es fantástico.
Quizá hablar de competitividad en el mundo del vino no es lo más adecuado, ¿pero qué mercados, además del español, están creciendo más rápido ahora mismo y pueden adelantarnos por la derecha?
Tristemente, el mercado está un poco alicaído. Pero si me preguntas por un ejemplo a seguir de países que siempre adelantan por la derecha, pienso en Italia. Italia, por ejemplo, en mercados como el de EE. UU., sabe cómo colocar su producto. Siempre trabaja cosas que muchas veces en calidad no tienen nada especial, pero de algún modo ellos lo venden de tal forma que…
Tienen la estrategia, ¿no? Saben venderse.
¡Exacto! Los italianos tienen una estrategia increíble, dignos de admirar. Y yo creo que ese es un ejemplo de cómo crear una marca a nivel masivo de exportación. Son brillantes en eso. Y yo creo que eso es el pecado de España. En España nos quedamos cortos en convencer de que nuestros vinos son espectaculares. En el vino pasa mucho, todo el mundo cree que tiene más glamour el vino italiano, y la riqueza de España no la tiene Italia.
Totalmente. Además, cuando se mira España desde fuera, la gente solo ve Rioja, Ribera y poco más, ¿cierto?
Sí, sí, siempre se hablan las tres ‘R’: Rioja, Ribera y Rueda. Son muy conocidas. Son las que se han sabido exportar. Rioja es el gran exportador, pero faltan muchas otras. Pienso que hay mucho que hacer para otras dimensiones.
Los italianos tienen una estrategia increíble, dignos de admirar, y yo creo que ese es un ejemplo de cómo crear una marca a nivel masivo de exportación
¿Qué zona de España crees que si invirtiese un poco más en marketing o se diese más a conocer sería bien acogida por el mercado internacional?
Yo creo que el futuro de España en el mercado del vino internacional está en las zonas frías. Por eso Galicia o Rioja tienen buen potencial en el futuro, porque seguramente si seguimos con las temperaturas que estamos podremos escapar un poquito del impacto del calentamiento global y seguir teniendo vinos frescos, con buenas ideas y con PH más bien bajos, que es lo que hoy se busca. Son vinos más agradecidos en el consumo. Además que no es un secreto que la gente busca cada vez más un vino con frescura. Por eso pienso que todas las zonas del norte son zonas que van a tener un futuro promisorio. De hecho, ya lo están teniendo.
Es cierto, cada vez se toman vinos más frescos, blancos, ligeros. Parece casi una moda. ¿Piensas que se está consolidando esta tendencia hacia vinos más “bebibles”?
Sí, por supuesto. Es una tendencia que se está internacionalizando, porque un vino ligero, un vino fresco, de buenas ideas, suele cansar menos. Te tomas una botella con dos amigos y está bien. ¡Está perfecto! Y suelen tener un poquito menos de grado alcohólico. Por eso la tendencia es esta. Otra tendencia también es mostrar en el vino las características de la variedad, que son los aromas primarios. Entonces ahí el uso de la madera también se ha dosificado hoy y se intenta que no se adueñe del aroma completo del vino. Tomándote la copa tienes que sentir que estás probando un tempranillo, que estás probando una garnacha. Tienes que viajar cuando te lo bebes.
Bueno, ahora me hablabas de tomarte una botella con amigos y que la botella se alargue… ¿Qué rasgos crees que definen al nuevo consumidor de vino? ¿Qué es lo que diferencia al consumidor de vino tradicional?
Yo creo que está cambiando el perfil del consumidor. Antiguamente, siempre estaba muy ligado el consumo con la comida. Por ejemplo, el consumo diario en la mesa, cuando tu abuelo comía o cenaba con una copita de tinto. Ese consumo ha caído mucho… ha desaparecido, casi diría. Para nosotros es una pena, porque arrastraba mucho volumen. Ya prácticamente no lo ves. El consumo diario ha desaparecido. Hoy la gente sale al bar y hay un consumo que llaman ‘de chateo’, el que conocemos todos ahora: se pide una copa de vino, luego otra, alargas la cena y tomas una botella…
¡Y casi siempre de blanco!
Está subiendo también el consumo del vino blanco, sí. Pero en líneas generales se ha perdido el consumo. Antes teníamos una media de 35 litros per cápita al año. Hoy estaremos rondando los 19 litros.
El consumo de vino diario en la mesa, cuando tu abuelo comía o cenaba con una copita de tinto, ha desaparecido
Parece un panorama un poco desalentador… pero, sin embargo, me hablas de un futuro prometedor en el vino de España. Si tuvieras que vaticinar el futuro del vino español, ¿cuál sería?
Hay que buscar nuestra identidad y mostrar el potencial de nuestro viñedo. Yo creo que ese es lo que deberíamos intentar, cada vez estoy más seguro. Habría que intentar que las variedades sean nuestra marca. La garnacha, el tempranillo, el godello… ¡Eso es lo que habría que luchar! Habría que luchar porque se reconozca la variedad, nuestra variedad, y de esa manera el público y el consumidor pidan un vino español por delante de cualquier otro, que, sin duda, lo merece.
Eso puede ser una buena salida para desmarcarnos del resto del mercado. Esa es la gran ventaja de España.
Totalmente. Esa es nuestra suerte.




