El vino se encuentra en el ADN de cada porción de tierra del Priorat. El origen de su cultura vinícola se remonta a la Alta Edad Media, cuando los monjes cartujos, procedentes de Provenza, se instalaron en Scala Dei allá por el año 1191, y con ellos la viticultura y técnicas de vinificación llegaron para quedarse en los áridos parajes de la comarca del Siurana.
Una antigua leyenda narra que el rey Alfonso I el Casto mandó a dos de sus mejores caballeros a buscar el lugar idóneo para que vivieran los monjes. Y una vez hubieron llegado a los pies de la Sierra del Montsant, quedaron embriagados por su belleza y por un antiguo cuento que decía que en el pino más alto del lugar había una escalera donde subían y bajaban los ángeles, historia en la que sin duda se inspira el emblema de la DOCa Priorat, nacida en 1954.
Pero sus escarpadas laderas de licorella son tan bellas como poco hospitalarias y no regalan nada, como comenta Sara Pérez Ovejero, enóloga y propietaria de Mas Martinet, uno de los proyectos vitivinícolas más bonitos e interesantes de la región. Nacida en Ginebra en 1972, mujer todoterreno e hija de padres exiliados por el franquismo, el fallecimiento del dictador les permitió regresar a su Catalunya natal, donde estudio biología, filosofía y posteriormente algo de enología y viticultura, aunque pronto se aburrió y lo dejó para “pasar a la acción”. Trabajó en los inicios de Cims de Porrera y Celler Vall Llach, y en 1996 enganchó el proyecto familiar. Tres años después daba vida en Montsant a Venus, su bodega personal.
También se formó en agroecología, conversó, cató y preguntó, y solo cuando topó con los expertos en poda de respeto Simonit & Sirch, y con el geólogo chileno Pedro Parra, comprendió que es el entorno el que hace al vino y define su carácter y complejidad. Por eso en cada sorbo de un gran vino del Priorat paladeas un trocito de esa pizarra, de esa belleza tan hostil como sobrecogedora, cada gota de ese vino te transporta a casa. Y como ella misma dice: “¿A quién no le gusta volver a casa?”
¿Cómo comenzó tu familia con el proyecto de Mas Martinet?
A principios de los 80 nos mudamos al Priorat y, viendo que era una zona eminentemente vitícola y que en España no existían escuelas de formación en viticultura y enología, mis padres —junto con Joan Asens, Jaume Ciurana y otros— crearon la primera escuela de viticultura y enología en Falset. Mi familia compró Mas Martinet, que sirvió de campo de experimentación para los alumnos de la escuela. Luego llegó René Barbier padre rodeado de amigos, con la idea de hacer grandes vinos de finca. Y empezó la revolución.
El Priorat había quedado relegado a la idea de vinos fuertes a granel, y salir al mercado con botellas de gran vino de guarda y que revolucionara el panorama fue un sueño
¿Cómo era ese Priorat?
Pues en los años 80 era una zona denostada, pobre, con nefastas comunicaciones y con un espíritu desgastado. Era un lamento a la pérdida, era nostalgia de épocas doradas, pero con un gran potencial: suelos magníficos, mágicos, una orografía que, aunque difícil y ruda, escondía la posibilidad de un carácter único, auténtico, no reproducible, un paisaje maravillosamente hostil que mantenía el equilibrio entre lo salvaje y lo cultivado, con 600-800 hectáreas de viñedo.
En esa época, ¿qué representaba el Priorat en el panorama del vino español?
El Priorat había sido una zona de vinos renombrados antes de la filoxera y hasta los años 30. Con las crisis sociales y económicas, el Priorat se despuebla y abandona gran parte de su agricultura con las migraciones a zonas urbanas. Cellers como Scala Dei, Masia Barril y Rotllan Torra eran prácticamente las únicas bodegas que embotellaban. El Priorat había quedado relegado a la idea de vinos fuertes a granel, y salir al mercado con botellas de gran vino de guarda a 1.500 pesetas y que revolucionara el panorama vinícola español fue un sueño hecho realidad.
¿En qué ha cambiado la zona hoy?
Hoy somos más de 100 bodegas pequeñas preparadas para recibir a los visitantes y explicar de primera mano esa magia del Priorat, unas 2.000 hectáreas de viñedos pequeños, parcelas de olivos, de almendros y de avellanos, un centro tecnológico del vino, una escuela de viticultura y enología, buenas comunicaciones y muchas personas maravillosas trabajando la tierra y elaborando visiones líquidas de ese paisaje y esa tradición.
La viticultura en el Priorat es complicada, el paisaje es hostil. ¿Podrías contar un poco por qué?
Pues porque las pendientes son muy pronunciadas y porque nuestro suelo es antiquísimo y poco fértil, así que hay que trabajar muy duro, dedicar muchas horas y muchas manos (porque la dificultad orográfica no permite maquinaria) para vendimiar muy poquitas uvas, que son la esencia de la tozudez y la pasión.
En el Priorat el suelo es poco fértil, hay que trabajar muy duro y nuestras uvas son la esencia de la tozudez y la pasión
Sara Pérez lidera Mas Martinet.
Tras la revolución de la zona, todo el mundo quería comprar viñedo en el Priorat, estaba de moda gracias a nombres como el tuyo, René Barbier, Álvaro Palacios, Daphne Glorian… Parecía la gallina de los huevos de oro.
¡No hay gallina de los huevos de oro en ninguna zona agrícola…! El Priorat nunca lo fue. Existen zonas con suelos y parajes con vocación de grandes vinos y con personas que se empeñan en hacerlo realidad. Así fue en el Priorat. Y así sigue siendo. El malentendido es que lo hicimos con tanto ímpetu y tanta pasión, y los vinos pueden llegar a ser tan vibrantes y emocionantes, que parecía fácil. Y vino mucha gente pensando que era coser y cantar, y tal como se vino, se marchó con el rabo entre las piernas. Sigue siendo igual de costoso, igual de desafiante, igual de apasionante. Y los vinos siguen transmitiendo roca, calor, tensión y emociones intensas…
Aunque tus vinos son muy conocidos, háblame un poco de la bodega y de cómo trabajáis.
Mas Martinet es un proyecto familiar con 20 hectáreas de viñedo repartido en cinco parajes distintos, que a su vez contienen doce parcelas diferentes, combinadas con olivos. Cultivamos según la agroecología y elaboramos siete vinos de nuestras uvas en recipientes fríos como el hormigón, las ánforas de cerámica y las damajuanas de vidrio, y algunos recipientes que mantienen la expresión de calor como los tinos de madera.
El cambio climático castiga sobre todo a las zonas de clima continental cálido y el Priorat es un gran ejemplo de ello. ¿De qué manera esto está afectando a la producción?
Pues a nivel de viñedo, el aumento de las temperaturas y la disminución de agua disponible en el suelo y subsuelo (la sequía que venimos padeciendo desde hace años) reduce aún más las producciones de uva, acorta el ciclo de la vid con maduraciones más tempranas y repentinas. Cambia el paradigma y el modelo climático y nos reta a cambiar las prácticas de cultivo y de elaboración.
¿Cómo lo combates?
En viñedo, se cubre el suelo con siembra o con paja para disminuir la temperatura de la pizarra, manejamos las plantas para que los racimos queden sombreados, aplicamos fitoterapia y preparados biodinámicos, vendimiamos más pronto, utilizamos el raspón para mantener frescor en los vinos, fermentamos y criamos en recipientes fríos…
El aumento de las temperaturas y la disminución de agua disponible en el suelo y subsuelo, fruto de la sequía, reduce aún más las producciones de uva
¿Cómo ves el futuro del Priorat a diez años vista?
Pues habremos aprendido aún más a gestionar el territorio y nuestras frustraciones, habrá más diversificación de vinos, más blancos y rosados (que como dice René Barbier Jr. Son el futuro del Priorat), y si lo hacemos bien, será lo que las nuevas generaciones quieran que sea.
René y tú ya hacéis muchas cosas juntos pero… ¿Alguna idea nueva en el horno?
Pues todas y ninguna. Hemos tenido tendencia a la dispersión, a habitar nuevos modelos, colores distintos, parcelas diversas… Hemos aprendido mucho y hemos disfrutado aprendiendo. Hoy, con entender la nueva añada de cada una de las parcelas que trabajamos, ya saciamos la impaciente trampa de la novedad… Con René compartimos sueños y vida, y sobre todo ganas de evolucionar, y hemos aprendido que más ya no nos es sinónimo de mejor. Decrecer y realizar las tareas más lenta y concienzudamente son las novedades en el horno. Pero como pasa con el postre, siempre tendremos un pequeño espacio reservado para cuando nos brillen los ojitos.
¿Algún sueño?
Que nos devuelvan el río Siurana.
¿Algún proyecto nuevo interesante a tener en cuenta?
Pues la bodega de l’Antic Magatzem, en Porrera, un proyecto nuevo de raíces históricas y su vino Llum. Un vino puente entre la viticultura tradicional y las nuevas generaciones. Existen muy poquitos proyectos emprendidos por gente joven en Priorat. Y son imprescindibles para hablar de futuro, ¿no?
Si tuvieras que iniciarte en los vinos de Priorat, ¿con cuál comenzarías?
Igual que si tuviera que iniciarme en cualquier zona de vinos desconocida para mí. Escogería tres vinos clásicos o tradicionales y dos o tres de nuevas generaciones o tendencias en tintos, que son el 92% de los vinos producidos, y montaría una cena para compartir vinos y sensaciones. Quizás un Cartoixa de Escaladei, un Martinet Bru y un Cims de Porrera como clásicos, y un Planetes de Nin y un Terra de Cuques de Terroir al Límit, como “nuevas tendencias. Para abrir brecha, con otros colores, recomendaría un Nelin blanco de Mogador y un Equànim de Vil.lusionistes como brisat.
El Priorat está muy bien posicionado en el mercado internacional y también en el nacional, hemos conseguido mucho más posicionamiento del que sería natural esperar
¿El vino de Priorat está bien posicionado en el mercado internacional?
Sin entrar en comparaciones con el posicionamiento de otras zonas, sí, sin duda, el Priorat está muy bien posicionado en el mercado internacional y también en el nacional. Elaboramos muy poquitas botellas y con relación al peso específico que estas puedan generar hemos conseguido muchísimo más reconocimiento y posicionamiento del que sería natural esperar.
¿Quiénes son los mayores “Priorat lovers” fuera de España?
Pues no me sé el ranking de países del Priorat como zona en general, pero Estados Unidos, Alemania y Suiza han sido mercados fuertes y estables desde inicios de los 90. Es importante entender que no existe un mercado único, dentro de cada país tenemos distintas tendencias de mercado. Pero, en general, las zonas consolidadas a nivel de calidad —y en el caso de Priorat hay que sumarle la expectación que generó su irrupción en el mercado— son territorios con gran credibilidad mucho más allá de las tendencias, estilos o modas.
¿Por qué gusta tanto?
Porque transmite energía, irrumpe, te interpela, persiste… y porque hay una sensación pizarrosa reconocible que atraviesa y habita todos los estilos de vino que coexisten en el Priorat. Y reconocer una sensación que ya has paladeado es volver a casa… ¿Y a quién no le gusta volver a sentirse en casa?








