“Una persona te dice que duerme cuatro horas todos los días, que lleva una vida estresante, que no le gusta su trabajo, que se pelea con su pareja, que se alimenta de basura y que no hace actividad física...”, enumera Carlos Hernández. Y remata: “Eso para mí ya es, diga lo que diga la analítica, una alarma roja increíble”.
La conversación, dirigida por Jess Moya en su pódcast Al Fallo Club, no va de dramatismos, sino de realismo clínico. Porque —como insiste el cardiólogo—, aunque los resultados en papel estén “bien”, puede haber “muchas cosas malas dentro del cuerpo de esa persona que explotarán más adelante”.
En un mundo dominado por cifras, gráficos y rangos de referencia, Hernández lo tiene claro: “Hay muchas cosas que la analítica no detecta”. Por eso, cuando un paciente entra en su consulta, él no solo revisa sus niveles de glucosa, colesterol o creatinina. Pregunta: ¿duermes bien? ¿Comes con prisas? ¿Disfrutas de tu vida?
“Es más útil hablar con el paciente sobre su día a día que una analítica puntual”, insiste. Y lo dice con conocimiento de causa: años en quirófano, historias clínicas que no encajan con lo que el cuerpo mostraba por dentro.
Más que cifras, señales
El Dr. Hernández apuesta por escuchar más a los pacientes y revisar su estilo de vida con profundidad.
El mensaje de Carlos Hernández es directo, pero no simplista. No se trata de tirar las analíticas a la basura, sino de ponerlas en contexto. Un buen resultado no siempre es sinónimo de salud. Ni un mal día, de enfermedad.
A veces, el cuerpo avisa. Con cansancio. Con insomnio. Con ansiedad. Con esa sensación de que “algo no va bien”. Pero no lo escuchamos. “Hay que tener una visión más integral”, defiende el médico. Porque no somos máquinas de cifras, sino personas con hábitos, emociones y contradicciones.
Carlos Hernández no pretende revolucionar la medicina. Solo recordar lo esencial: que curar empieza por mirar, oír y acompañar. Y que no todo cabe en una analítica.
A fin de cuentas, una vida sana no se mide solo en mililitros de sangre, sino en cómo vives por dentro. Y de eso, también hay que hablar en la consulta.