Cuando un adolescente expresa su malestar o rechazo ante una situación, la reacción más común de los padres suele ser intentar “sacarle” de ese pensamiento negativo con frases de ánimo o soluciones inmediatas. Pero lo que a priori parece una buena intención puede tener el efecto contrario. Así lo explica Alfonso Navarro, psicólogo experto en adolescencia, en uno de sus vídeos divulgativos en Instagram (@fluxua.psicologia).
La trampa de intentar animarles sin escuchar
Navarro alerta de que, al intentar animarles, muchos padres invalidan sin querer las emociones de sus hijos
“La escena es muy habitual: un hijo que dice que no quiere ir a un campamento porque sus amigas no van y que, al escuchar un ‘seguro que te lo pasas genial’, se siente incomprendido”, expone Navarro. Ese tipo de respuesta, lejos de aliviar la situación, puede ser interpretado por el adolescente como una invalidación de su emoción. “Cuando haces eso, sin querer, le estás diciendo: no puedes sentirlo. Y eso hace que se cierre más y se sienta incomprendido”, advierte el especialista.
El psicólogo insiste en que esta dinámica de “corregir” lo que el adolescente siente activa un mecanismo de defensa: la necesidad de justificar su emoción con más intensidad, lo que deriva en respuestas cortantes y actitud de rechazo. “Si le llevas la contraria en cómo se siente, le obligas a defender su emoción, y eso bloquea la comunicación”, resume Navarro.
La clave para que se abra
Validar primero, proponer después
La clave, según explica, es aprender a validar la emoción antes de ofrecer alternativas o soluciones. “Prueba a decirle: ‘Uf, tiene que dar mucha rabia ir sin tus amigas. ¿Se te ocurre algo que podamos hacer?’”, propone. Con este simple cambio de enfoque, el adolescente deja de sentirse atacado y comienza a abrirse a otras opciones. “Cuando no discutes con su emoción, no necesita defenderla a muerte. Entonces empieza a encontrar su propio equilibrio”, señala Navarro.
No se trata de darle la razón en todo, sino de aceptar que lo que siente en ese momento es real para él. A partir de ahí, la conversación fluye de forma más relajada y es el propio adolescente quien puede llegar a matizar su postura. “Bueno, tampoco es para tanto, solo estoy diciendo que no me apetece mucho”, ejemplifica Navarro en el vídeo.
Para el psicólogo, este tipo de interacción es un claro ejemplo de cómo la regulación emocional en la adolescencia empieza en el adulto. “No es magia. Es regulación emocional. Y empieza por ti”, concluye, invitando a los padres a reflexionar sobre su propio papel como acompañantes emocionales en esa etapa de desarrollo.