Durante años, la psicología y la sociología sostenían una idea sencilla y reconfortante: la felicidad forma una “U” a lo largo de la vida. Según este patrón, los más jóvenes disfrutan de un alto bienestar emocional, que disminuye durante la mediana edad, cuando las responsabilidades se acumulan y las presiones laborales y familiares pesan sobre la vida cotidiana. Luego, al llegar a la madurez, la felicidad repuntaría, acompañada de estabilidad, perspectiva y aceptación.
No obstante, este patrón parece estar alterándose. En la actualidad, numerosos jóvenes se topan con responsabilidades y dificultades de la adultez temprana que surgen antes de lo previsto y superan sus recursos para manejarlas. Las inquietudes financieras y profesionales, la influencia de las plataformas sociales y un contexto social impredecible están modificando profundamente la vivencia de aquellos en la veintena y treintena. Y, de acuerdo con los estudios más actuales, estas no son meras percepciones: la evidencia demuestra que la juventud constituye ahora una etapa de particular fragilidad emocional.
Cuando la juventud ya no representa la felicidad
Un aumento imprevisto de la infelicidad
El académico Alex Bryson, adscrito a UCL Social Research Institute, examina esta mutación en un escrito difundido en The Conversation: “Nuestra nueva investigación sobre el malestar, basada en datos de 44 países, muestra que este patrón establecido ha cambiado. Ahora se observa un pico de infelicidad entre los jóvenes, que luego disminuye con la edad. Este cambio no se debe a que las personas de mediana edad y mayores sean más felices, sino al deterioro de la salud mental de los jóvenes”, detalla.
La evidencia de los Estados Unidos apoya esta observación. Desde 1993 hasta 2024, la proporción de jóvenes que experimentaron desesperación (es decir, aquellos que reportaron que su bienestar mental fue deficiente a diario en el mes anterior a la encuesta) se duplicó en los varones (pasando del 2,5% al 6,6%) y casi se triplicó en las féminas (del 3,2% al 9,3%). En contraste, las tasas de desesperación entre las personas de mayor edad se mantuvieron en gran medida inalteradas.
“Durante décadas, se asumía que los jóvenes eran la población más feliz, pero ahora vemos que esta base está cambiando rápidamente”, subraya Bryson. Los patrones de bienestar han dejado de formar la clásica curva en “U” y muestran que los problemas emocionales surgen antes y con mayor intensidad de lo esperado.
“Durante décadas, se asumía que los jóvenes eran la población más feliz, pero ahora vemos que esta base está cambiando rápidamente”
La evidencia a nivel mundial corrobora la tendencia
Este suceso no se restringe a los Estados Unidos. Estudios difundidos en PLOS One, los cuales examinaron información de múltiples naciones, corroboran que la juventud de hoy en día manifiesta mayor desdicha en comparación con épocas pasadas. Los creadores del estudio sugieren que la tradicional “curva de felicidad” ha mutado: las tasas de desasosiego entre individuos de 20 a 30 años superan las de cualquier otro período de la juventud temprana.
A escala mundial, tal como señalamos, esta metamorfosis evidencia alteraciones significativas en la existencia de la juventud. Esto abarca desde la urgencia por alcanzar seguridad financiera hasta las dificultades relacionadas con el bienestar psicológico, sin olvidar el impacto de las plataformas sociales y la continua digitalización de las rutinas diarias.
Motivos que justifican la modificación
Bryson y su grupo señalan que las razones precisas detrás de este incremento en la desesperación todavía no se comprenden del todo. Si bien la crisis del COVID-19 podría haber acelerado el declive de la salud mental en la juventud, la tendencia al alza se inició varios años antes. Ciertas investigaciones sugieren que la utilización excesiva de internet y teléfonos móviles es un elemento que contribuye. En efecto, restringir la exposición a estos aparatos ha demostrado notables avances en el bienestar de los adultos jóvenes.
Ciertas investigaciones sugieren que el uso excesivo de internet y teléfonos móviles es un factor que influye.
Sin embargo, los científicos recalcan que el tiempo dedicado a las pantallas no es el único culpable. Otras evidencias apuntan a que el empleo remunerado, que solía ser un baluarte para la salud mental, ya no proporciona la misma protección emocional: si bien los jóvenes con trabajo solían gozar de un mejor estado de ánimo que los desempleados, esta diferencia se ha acortado, lo que sugiere que incluso los que tienen empleo sufren considerable angustia.
Una mirada psicológica
Más allá de la edad
El psicólogo Rafael Santandreu aporta una visión adicional: “Ni la niñez ni la adolescencia, la mejor etapa de la vida es cuando uno empieza a pensar bien y a dejar de quejarse”. Según Santandreu, la idea de que la juventud representa la cúspide de la dicha podría ser equívoca, ya que numerosos individuos permanecen inmersos en una rutina perpetua de lamentos que intensifica la desdicha y repercute en el ánimo y la vitalidad.
Rafael Santandreu, psicólogo: “La verdadera felicidad no se alcanza en la niñez ni en la juventud, sino cuando empiezas a dejar de quejarte y a valorar el simple hecho de estar vivo”
“La mejor etapa de la vida de una persona es cuando empieza a pensar correctamente y apreciar las cosas increíbles, mágicas, incluso espirituales, que hay a tu alrededor en cada momento”, states. The key, he assures, doesn't hinge on age, but rather on gratitude and learning to appreciate what one possesses.
Prácticas sencillas, como expresar gratitud cada mañana o saborear de forma intencionada una charla o una caminata, tienen el poder de alterar la perspectiva sobre la rutina diaria y crear oportunidades para el contento cotidiano.
La investigación de Bryson y la perspectiva de Santandreu convergen en un punto crucial: la dicha y el bienestar se configuran por la interacción de la salud psicológica, las rutinas diarias y el círculo social. Para la juventud, esto se traduce en que la etapa inicial de la vida se caracteriza por dificultades sin precedentes, pero igualmente por posibilidades para desarrollar la capacidad de manejar sentimientos y fomentar el agradecimiento.


