Irene García-Rama, coordinadora de terapias de la Fundación Canis Majoris: “No se trata de acariciar o pasear al perro; los animales no hacen magia, pero su presencia facilita el vínculo con personas vulnerables”
Sociedad
La Fundación Canis Majoris, en Madrid, ofrece programas de Intervención Asistida con Perros para mejorar la calidad de vida de personas con diferentes necesidades, un servicio que cada vez gana más adeptos. “En la actualidad atendemos a unas 600 personas a la semana”, explica la coordinadora de terapias de la fundación
Irene García-Rama es la coordinadora de terapias de Canis Majoris.
En un contexto donde la salud mental y el bienestar social ganan cada vez más espacio en la agenda pública, las terapias asistidas con animales (TAA) se consolidan como una alternativa innovadora y transformadora. Sin embargo, todavía arrastran prejuicios que las sitúan más cerca de la anécdota que de la intervención clínica, algo que iniciativas como la Fundación Canis Majoris, con sede en Madrid, intentan transformar. Porque, como explica Irene García-Rama Pombo, técnica en intervenciones asistidas con animales (IAA) y coordinadora de terapias de la entidad, “las terapias asistidas con animales no son un lujo, sino una herramienta efectiva que puede tener un impacto significativo en la vida de muchas personas”.
El llamado método Majoris —centrado en la persona, con evaluaciones continuas y protocolos específicos de bienestar animal— marca la diferencia en proyectos que llegan a hospitales, residencias, centros de día o incluso cárceles, alcanzando a unas 600 personas cada semana. Allí, el perro se convierte en un facilitador de vínculos, un catalizador emocional y un puente natural hacia quienes, por distintos motivos, se encuentran en situaciones de vulnerabilidad. “El perro ofrece apoyo y seguridad emocional sin emitir ningún juicio”, resume García-Rama, señalando así la clave de un trabajo que transforma tanto a quienes lo reciben como a los propios animales que lo hacen posible.
Las terapias asistidas con animales han demostrado beneficios en múltiples contextos, pero todavía hay quien las ve como una “anécdota tierna”. ¿Cómo se combate esa percepción desde una fundación como Canis Majoris?
Visibilizando el trabajo riguroso que realizamos antes, durante y después de cada sesión. A pesar de la falta de regulación, nos esforzamos por profesionalizar nuestra actividad a través de nuestro método Majoris, que garantiza intervenciones individualizadas y evaluaciones rigurosas. Este método, en el que se apoyan nuestros proyectos, consiste en tener un modelo centrado en la persona, diseñar y hacer un seguimiento y evaluación de cada ciclo de terapias e investigar. Además, dentro de cada proyecto apostamos por un equipo de intervención multidisciplinar, y tenemos una clara apuesta por el bienestar animal, disponiendo de un protocolo propio para nuestros perros, trabajando para la regularización legal de su situación.
¿Cree que la evidencia científica está consiguiendo abrir puertas en contextos institucionales, o todavía hay mucha resistencia?
La evidencia científica es fundamental para cambiar la percepción de las terapias asistidas con animales. A medida que se generan más estudios y datos, estamos viendo un aumento en la valoración y el apoyo institucional. Seguimos avanzando y esto se refleja en el número de sesiones que realizamos, que se han multiplicado, y en la actualidad atendemos a unas 600 personas a la semana. Cada vez trabajamos en más espacios sensibles con resultados muy positivos. En nuestro caso particular, tenemos presencia en varios hospitales, tanto públicos como privados e incluso estamos trabajando en planta de uno de ellos. Para el próximo curso esperamos ampliar con algún hospital más. Pongo el ejemplo de los hospitales, pero la demanda desde otros recursos también ha crecido enormemente: a día de hoy, tenemos el honor de trabajar con personas de muy diversos colectivos en centros de día, residencias y en la propia calle.
Las sesiones que realizamos se han multiplicado, y en la actualidad atendemos a unas 600 personas a la semana
¿Qué tipo de formación o preparación requieren los animales que participan en estas intervenciones?
Los animales que participan en nuestras terapias reciben una formación integral que incluye una alta socialización, que se trabajará durante toda su vida y será clave para que el perro participe en la terapia en un estado emocional apropiado. También una educación, basada en métodos positivos y amables, donde además de lo útil para el día a día, aprenderán a ejecutar comandos y habilidades que serán empleadas durante las sesiones. Estos ejercicios se le podrán solicitar de manera verbal y gestual para que un mayor número de usuarios puedan comunicarse con ellos. Hay que recordar que la formación del perro será continua y no existe una fecha límite. Ellos, al igual que nosotros, pueden aprender durante toda su vida y esto ayuda a su estimulación mental, mejorando su capacidad cognitiva y resolutiva, crucial para este desempeño. Se realizan roleplays para exponer al perro a una experiencia similar a una sesión de terapia en un entorno controlado y observar su comportamiento y a continuación, de manera gradual, se le introduce en los espacios reales.
¿Hay retos éticos, teniendo en cuenta que es un “trabajo” para los animales, pese a ser en contextos terapéuticos?
Aunque la regulación legal de las terapias asistidas con animales es aún un tema pendiente, en Canis Majoris priorizamos el bienestar animal a través de protocolos estrictos y una atención personalizada a cada perro. Igualmente, de manera paralela, somos muchas las entidades que estamos trabajando de manera conjunta para que esto sea posible a través del desarrollo normativo correspondiente. Los perros de terapia se encuentran en un limbo legal, ya que no se regula su actividad en la ley de bienestar animal, pero tampoco en el real decreto posterior que solo recoge a los perros de asistencia. Recientemente, hemos sido invitados por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 a participar en unas jornadas sobre perros de intervención para tratar sobre este tema que esperemos dé buenos frutos.
¿Y cómo se garantiza su bienestar emocional y físico a lo largo del tiempo?
Para nuestra fundación, las terapias con perros siempre van a buscar un beneficio bidireccional, es decir, que el impacto sea positivo tanto para las personas como para los perros implicados. Hay que tener en cuenta que no todo vale, y existen situaciones que no van a ser compatibles con la terapia si pueden afectar al bienestar del perro, en cuyo caso no se realizarán. La base principal es conocer al perro, saber sus capacidades, gustos, necesidades y límites para poder anticiparnos y modificar lo necesario para no exponerle a situaciones incómodas. Por eso cada técnico trabaja con su propio perro, con el que pasa prácticamente todas las horas del día. No solo convive con él, sino que le acompaña en cada jornada laboral. Nadie mejor que su tutor sabrá leer al perro y ofrecerle todo lo necesario en su día a día.
¿Se lleva algún tipo de control?
Cumplimos con el protocolo de bienestar propio de nuestra entidad (que revisamos y mejoramos anualmente), donde se recoge el trabajo diario que apoya su bienestar físico, social y emocional, como la duración y distribución de las jornadas, tiempo de descanso y vacaciones, cuidados veterinarios y medidas para su prejubilación. Y, por otra parte, adoptamos una serie de pautas, que son lo ideal para cualquier perro: paseos en libertad en entornos naturales, disfrutar de tiempo de calidad en compañía de personas y perros de su agrado, tener a su disposición masticables y juguetes interactivos, tareas de olfateo, juegos con aprendizajes significativos, etc.
Las terapias con perros siempre van a buscar un beneficio bidireccional, es decir, que el impacto sea positivo tanto para las personas como para los perros implicados
¿Qué cualidades humanas debe tener un buen terapeuta o guía en este campo?
Considero imprescindible que sea una persona empática, con una gran facilidad para entender, comprender y conectar con otras personas. Esto favorecerá enormemente la conexión y el vínculo entre todos los participantes. Igual de importante es que tenga una buena escucha y gran sensibilidad para percibir los detalles de todo lo que ocurre en la sesión; prestar atención a estos le dará una valiosa información para la relación con los participantes y el acompañamiento del perro. Al trabajar con personas y animales, también es fundamental ser flexible para adaptarse con versatilidad a los cambios e imprevistos que puedan surgir en la sesión, que en ocasiones son muchos. La creatividad e imaginación, a su vez, juegan un papel fundamental, ya que no solo ofrecerán recursos para resolver situaciones, sino que abrirán un abanico para nuevas dinámicas que desarrollar en sesión.
Y luego está la cercanía.
Exacto, también es necesario que la persona sea extremadamente respetuosa, cuidadosa y paciente, ya que trabajar con personas con diversidad funcional y/o en riesgo de exclusión psicosocial implica un gran compromiso, así como una enorme responsabilidad afectiva. El contacto juega un papel fundamental: que nos mostremos cercanos, afables y afectuosos con los usuarios y el perro genera un clima más cálido y cercano. Por último, pero no menos importante, ser un apasionado de su trabajo, disfrutarlo y tener una actitud positiva y alegre, llegar con una gran sonrisa suma enormemente.
La participación del perro favorece enormemente la consecución de los objetivos en personas de cualquier edad.
Muchas veces se asocia la terapia con animales solo con niños o personas mayores. ¿En qué otros perfiles ha encontrado Canis Majoris un impacto transformador a través de estas terapias?
Desde nuestra experiencia, cualquier persona de cualquier edad y sea cual sea su situación puede obtener beneficios de la terapia con animales. Hemos observado un gran impacto en personas con realidades muy distintas, desde participantes con diversidad funcional, en rehabilitación psicosocial, hospitalizados, inmigrantes o en situación de sinhogarismo. Tanto si el área de mejora es física, social o emocional, la participación del perro favorece enormemente la consecución de los objetivos gracias a la motivación que supone para los usuarios la mera participación del animal. Piensa que muchas veces trabajamos con personas muy institucionalizadas que ya han pasado por las manos de distintos profesionales. En este proceso se ha ido conformando una narrativa muy concreta sobre su situación en el mundo, incluso sobre su identidad. La espontaneidad que ofrece la presencia del animal facilita también un cambio de rol muy beneficioso para poder reinventarse.
¿Destacaría alguna experiencia terapéutica en concreto?
Si tuviera que destacar alguna de nuestras experiencias más reseñables, me decantaría por una actividad que realizamos en el módulo de una cárcel. El personal nos indicó que nunca habían tenido una participación voluntaria tan numerosa, activa y satisfactoria. La sesión se desarrolló entre personas privadas de libertad con muy distintos perfiles de manera armoniosa y fluida, y los participantes mostraron su lado más afectivo y cariñoso con el perro que asistió ese día.
¿Existen políticas públicas o marcos legales en España que reconozcan y apoyen las terapias asistidas con animales, o es un terreno todavía muy dependiente de iniciativas privadas?
Sí, y cada vez son más las iniciativas públicas que apuestan por las terapias con perros, en vista de sus resultados. Por ejemplo, gracias a varias subvenciones de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid podemos dar vida a muchos proyectos desde 2019 y habremos realizado más de 6000 horas de terapia y trabajado con unas 1500 personas. Cada año las cifras crecen exponencialmente. Las entidades sociales privadas y concertadas también nos tienen más en cuenta para formar parte de su intervención multidisciplinar, ya que observan como, gracias a esta terapia, se obtienen resultados difíciles de alcanzar con otro tipo de intervención. En ambos casos, su interés por las terapias con perros hace que cada vez estén más abiertos a realizar proyectos piloto de cara a la implementación estable de estas sesiones en sus centros.
¿Faltan recursos públicos?
Por enfocarlo de otra manera, diría que los recursos nunca sobran. En el ámbito social se está avanzando mucho, cada vez existe más formación y conocimiento de cómo mejorar la calidad de vida de las personas con las que intervenimos. Estas mejoras siempre pasan por un aumento de la valoración y reconocimiento de los profesionales, además de recursos humanos y materiales. Estos aspectos abrirían nuevas líneas de trabajo y mejorarían las existentes para acercarnos a la excelencia. Todo esto se traduce en una mayor inversión, que siempre será bien aprovechada. Aún me falta conocer un recurso social que no desee aumentar los servicios que ofrece a sus usuarios, siempre se puede aportar más.
En el ámbito social se está avanzando mucho, cada vez existe más formación y conocimiento, pero los recursos nunca sobran
En un momento en el que se habla tanto de salud mental, ¿por qué cree que cuesta tanto que las instituciones integren de forma estable intervenciones innovadoras como las que promueve Canis Majoris?
Principalmente por dos motivos. El económico, como hemos mencionado antes, y la percepción de la eficacia de las terapias. Si bien se está avanzando mucho en poner en valor estos proyectos, aún encontramos resistencias por parte de algunas instituciones que, seguramente por desconocimiento, no nos reconozca como una opción prioritaria. En el terreno de la salud mental, concretamente, llevamos más de diez años trabajando tanto en centros de rehabilitación psicosocial, laboral, centros de día, hospitalización de corta, media y larga estancia con excelentes resultados. La presencia del perro en unidades de salud mental es un gran lubricante en las interacciones sociales, da lugar a la espontaneidad, facilita la expresión de emociones, favorece la afectividad y el contacto físico, aportando innumerables beneficios emocionales y sociales a las personas que participan.
Más allá de los beneficios clínicos, ¿qué tipo de vínculo emocional se crea entre el usuario y el animal durante la terapia?
Uno basado principalmente en la confianza, donde el perro ofrece apoyo y seguridad emocional sin emitir ningún juicio, rompiendo la rutina y aportando un soplo de aire fresco. Esto nos lleva a una relación saludable con una sólida base de afecto, conexión profunda y sentido de pertenencia, esenciales para la terapia y el bienestar de las personas participantes. El contacto también favorece enormemente el vínculo creado. Nuestros perros, durante la sesión, gozan de libertad para moverse por la sala, y como son bastante zalameros, se acercan y piden cariño a los participantes. El poder tener contacto físico y afectivo es algo necesario para las personas en estos contextos, y que este venga a través de un animal hace que se produzcan unas sinergias increíbles. Hemos visto como las terapias con animales han llegado a motivar a personas muy aisladas y encerradas en sí mismas, que en muchos casos no hubiera sido posible sin la presencia de un animal. Los perros no hacen magia, pero nos hacen de puente natural, gracias a sus caracteres y personalidades únicas, facilitan enormemente vincular con personas en situaciones de vulnerabilidad.
¿Ha sido testigo de alguna historia especialmente conmovedora que pueda compartir?
En más de diez años he tenido oportunidad de presenciar momentos preciosos. Uno de los últimos, en la unidad de cuidados paliativos de un hospital, donde realizamos sesiones con personas en la etapa final de la vida. Estas consistían en actividades grupales tanto con pacientes como con familiares en las que todos participaban. En una de las sesiones llevamos tinta especial para patas de perros y todos quisieron plasmar en su piel el recuerdo de las almohadillas de mi compañero peludo. La actividad estuvo llena de sonrisas, miradas cómplices, abrazos y fotos de recuerdo, llenando de alegría una planta repleta de personas en una situación delicadísima. Fue un día muy emotivo y por una hora todos se centraron en disfrutar de un tiempo precioso y agradable con sus seres queridos.
Desde su experiencia, ¿qué prejuicios o ideas equivocadas suelen tener los usuarios, las familias o incluso los profesionales de la salud al empezar este tipo de terapia?
Pueden tener la idea equivocada de que vamos a ir solo para que acaricien o paseen al perro. También suele haber una idea preconcebida de que las temáticas y actividades están enfocadas a niños o personas con afecciones cognitivas o físicas que precisan mucha necesidad de apoyo. Esto puede dar pie a la creencia de que la terapia no es apta para otro tipo de perfiles, haciendo que algunas personas lleguen a rechazar participar. Desde la fundación trabajamos por visibilizar todo el trabajo previo que tiene como principal foco buscar la manera más motivadora, enriquecedora y atractiva de, gracias a la terapia con el perro, conseguir abordar aquellas áreas de mejora propuestas inicialmente por los profesionales del centro. Es cierto que, según las capacidades de los participantes, pudiera ser preciso realizar sesiones que, a ojos de una persona externa, parecieran tener poco contenido.
En una sesión en la unidad de cuidados paliativos llevamos tinta especial para patas de perros y todos quisieron plasmar en su piel el recuerdo de las almohadillas de mi compañero peludo, fue muy emotivo
¿Me podría poner un ejemplo?
Un grupo con mucha necesidad de apoyo en el que la sesión consiste en dar de comer al perro con un plato y cuchara. Alguien sin formación ve meramente un grupo alimentando un animal, pero la realidad es que el técnico ha creado grupos o parejas por afinidad y está potenciando entre ellos que respeten los turnos, se utilicen fórmulas de cortesía y motivarles a que hablen para trabajar conjuntamente (indicando lo correspondiente a cada participante). Además, cuidar a otro ser vivo es un ejercicio muy gratificante para una persona que siempre es asistida, darle ese rol de cuidador potencia su autoestima y motiva su iniciativa en ayudar a sus compañeros. A otros niveles se estará trabajando la atención (tanto en el suyo como en el de otros), la motricidad para abrir el bote, sujetar el cuenco, coger el premio, etc. De esta manera, las terapias tienen todas las ventajas de un trabajo grupal con una atención específica para cada persona. Pero observamos que el desconocimiento sobre lo que conlleva una sesión cada vez es menos habitual.
¿Ha evolucionado la mirada de la sociedad hacia este tipo de terapias en los últimos años? ¿Qué señales indican que hay un cambio de paradigma?
Rotundamente sí, ha habido un cambio significativo en la percepción de las terapias asistidas con animales en los últimos años. El interés creciente de importantes medios de comunicación como el vuestro y en la sociedad en general, es un indicador claro de este cambio. También las excelentes acogidas que tenemos en los centros cuando iniciamos un nuevo proyecto. Esta bienvenida se da tanto por la predisposición de los profesionales (que cada vez más tratan de manera más rigurosa nuestro trabajo) como por parte de usuarios y familiares. Todos suelen mostrarse muy conformes con estas iniciativas.
¿Cómo explicaría a alguien escéptico por qué las terapias asistidas con animales son una necesidad real para muchas personas?
Las terapias asistidas con animales no son un lujo, sino una herramienta efectiva que puede tener un impacto significativo en la vida de muchas personas. Al combinar la interacción con animales con intervenciones personalizadas, creamos un ambiente propicio para abordar tareas y temas complejos y logramos así fomentar la motivación, generar unas respuestas y reacciones positivas en los participantes y asegurarnos el cumplimiento de objetivos. Cualquier persona que dude de sus resultados, solo tiene que asistir a una sesión y observar como se desarrollan, las situaciones que se generan y la proactividad de los participantes