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Yuval Noah Harari, el superdotado que se enseñó a leer a sí mismo y ahora dicta la filosofía del siglo XXI que siguen Bill Gates y Mark Zuckerberg

Filosofía

Yuval Noah Harari se ha convertido en el intelectual más influyente del siglo XXI, aunque su campo es más la especulación que los hechos probados

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Yuval Noah Harari, el superdotado que se enseñó a leer a sí mismo y ahora dicta la filosofía del siglo XXI que siguen Bill Gates y Mark Zuckerbreg.

NICOLAS MAETERLINCK / AFP

En el siglo XXI tenemos muchos intelectuales públicos. La clase de pensadores que no se ciñen a un campo concreto o una serie de problemáticas específicas, sino que abordan toda clase de problemas que preocupan a la sociedad, lanzándose al ruedo a comentar todo lo que sea que preocupe a la gente en cualquier momento dado. Entre esta clase de intelectuales, hay uno que destaca entre todos los demás por ser el que más espacio ocupa y por ser, dentro de lo que cabe, el que tiene las ideas más radicales: Yuval Noah Harari. 

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Nacido en Kiryat Ata, Israel, en 1976, Yuval Noah Harari creció en el seno de una familia judía secular de ascendencia bucovina y polaca. Su madre trabajaba en la Oficina de Gestión y su padre en una empresa de armamento del Estado. Nada en ese entorno hacía presagiar la mayor sorpresa que el pequeño Harari traería consigo: una inusitada precocidad intelectual.

Harari aprendió a leer por sí mismo a los tres años, un signo temprano de la curiosidad y disciplina que marcarían su vida. A los ocho ingresó en una escuela para niños con altas capacidades intelectuales, y a los diecisiete comenzó a estudiar Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad Hebrea de Jerusalén. 

Yuval Noah Harari.

REDACCIÓN / Otras Fuentes

Gracias a su condición de estudiante, obtuvo una excepción temporal del servicio militar obligatorio impuesto por las Fuerzas de Defensa de Israel. Al finalizar sus estudios, y debido a problemas de salud nunca detallados —aunque sin que ello afectara su vida cotidiana—, finalmente fue eximido de cumplirlo.

Entre 1993 y 1998, Harari se licenció con especialización en historia medieval e historia militar, y en 2002 obtuvo su doctorado en la Universidad de Oxford, en el Jesus College, bajo la supervisión del historiador Steven Gunn.

Tan importante como su formación académica fue el encuentro, durante su etapa en Oxford, con la obra de un autor muy particular: Jared Diamond. Lejos de la figura de intelectual público que más tarde encarnaría Harari, Diamond es un fisiólogo y bioquímico que, desde su disciplina, aborda cuestiones complejas y de interés universal —aunque no necesariamente populares— con un enfoque didáctico y accesible.

La gran revelación para Harari llegó al leer 'Armas, gérmenes y acero: el destino de las sociedades humanas', publicado en 1997 y galardonado con el Premio Pulitzer al año siguiente

La gran revelación para Harari llegó al leer Armas, gérmenes y acero: el destino de las sociedades humanas, publicado en 1997 y galardonado con el Premio Pulitzer al año siguiente. En este libro, Jared Diamond busca explicar por qué las civilizaciones euroasiáticas lograron imponerse a lo largo de la historia, desmontando la idea de una superioridad innata sobre las demás. En su lugar, sitúa el foco en factores habitualmente ignorados: las diferencias tecnológicas y, sobre todo, los condicionantes biogeográficos que determinaron el acceso a esas tecnologías.

Al leer el libro, Harari llegó a la conclusión de que él también podría escribir libros de esta clase. Lo cual hizo que, en vez de perseguir la carrera académica que parecía destinado a seguir, buscara una carrera como intelectual público por la cual le conocemos. 

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Los primeros libros y artículos de Harari pasaron sin pena ni gloria. Aunque se esforzó por abordar su especialidad —la guerra, la historia y su relación con la cultura moderna—, sus trabajos iniciales no lograron generar impacto entre los lectores. Incapaz de alcanzar al público como lo hacía su mentor, Steven Gunn, decidió cambiar de enfoque: abandonar su nicho académico y adentrarse de lleno en los grandes debates públicos de interés global.

De esa decisión nacería su primer gran éxito y, probablemente, su obra más reconocida hasta hoy: Sapiens: De animales a dioses. Publicado originalmente en hebreo en 2011, el libro se basaba en una serie de veinte clases universitarias sobre historia del mundo que Harari impartía entonces en la Universidad Hebrea de Jerusalén. No sería traducido al inglés hasta 2014. 

En 'Sapiens', el autor centra su mirada en el Homo sapiens y analiza cómo la humanidad ha evolucionado desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI

En Sapiens, el autor centra su mirada en el Homo sapiens y analiza cómo la humanidad ha evolucionado desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI, entrelazando ciencias naturales y ciencias sociales para ofrecer una visión panorámica del proceso que nos ha llevado hasta aquí.

Según Harari, la historia de la humanidad puede dividirse en cuatro grandes etapas: la revolución cognitiva, que tuvo lugar cuando los humanos evolucionaron en Homo sapiens alrededor del año 70.000 a.C.; la revolución agrícola, con el desarrollo de la agricultura hacia el 10.000 a.C.; la unificación de la humanidad, marcada por la consolidación de estructuras políticas y procesos de globalización alrededor del siglo IV d.C.; y la revolución científica, que comienza en 1543 d.C. con el surgimiento de lo que él denomina la “ciencia objetiva”.

Ilustración del historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, autor del best seller 'Sapiens'.

Marc Pallarés

Todo ello se sostiene sobre una idea central: la dominancia del Homo sapiens sobre otras especies no se debe a su fuerza ni a su inteligencia individual, sino a su capacidad única para cooperar de manera flexible en grandes grupos. Esta cooperación, explica Harari, es posible gracias a la facultad humana de creer en cosas que no tienen una existencia física —como Dios, los derechos humanos, las naciones, el dinero o el amor—.

Esa rápida evolución, que nos llevó de ser animales secundarios a convertirnos en los dominadores del planeta, ha tenido un alto coste. Como advierte el propio Harari, “muchas calamidades históricas, desde guerras mortíferas hasta catástrofes ecológicas, han sido consecuencia de este salto demasiado apresurado”.

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La recepción pública de Sapiens fue espectacular. Bill Gates lo incluyó entre sus diez libros favoritos, Mark Zuckerberg lo recomendó en sus redes, y numerosos medios internacionales elogiaron su capacidad para sintetizar la historia humana en un relato accesible y estimulante.

Sin embargo, el entusiasmo popular no fue compartido por la comunidad académica. Muchos especialistas lo calificaron de obra superficial y plagada de errores, acusándolo de mezclar hechos conocidos con especulaciones sin fundamento, de exhibir una marcada perspectiva occidentalista y de caer en un sensacionalismo impropio de un trabajo histórico serio.

El autor llegaba a describir a la humanidad como una especie de dios creador, capaz de moldearse a sí misma y de generar nuevas especies

A esta percepción contribuyó su último tramo, en el que Harari se adentraba en terrenos cada vez más controvertidos: la posibilidad de que la ingeniería genética y otras tecnologías modernas permitieran alcanzar la inmortalidad o incluso una forma de vida no orgánica. 

El autor llegaba a describir a la humanidad como una especie de dios creador, capaz de moldearse a sí misma y de generar nuevas especies. Una visión que algunos críticos consideraron inquietantemente cercana a los discursos de los genetistas alemanes de la primera mitad del siglo XX. Esta comparación fue poco halagadora, aunque, a juzgar por el rumbo de su carrera posterior, no parece haber afectado lo más mínimo a Harari.

El escritor Yuval Noah Harari en un podcast.

YouTube

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Homo Deus: cómo el algoritmo nos sustituirá

A pesar del rechazo de sus pares, que consideraron Sapiens un libro intelectualmente inaceptable, el éxito de Harari fue rotundo. De hecho, siguió explotando precisamente aquello por lo que había sido más criticado por los académicos y más celebrado por el público —y, especialmente, por los gurús de Silicon Valley—: su capacidad para convertir ideas complejas en relatos accesibles y provocadores.

Por eso no sorprendió que en 2015 publicara en hebreo su siguiente obra, Homo Deus: Breve historia del mañana. Concebido como una continuación de Sapiens, este libro abandona el análisis histórico para adentrarse en la especulación sobre el porvenir de la humanidad a la luz de los avances tecnológicos y científicos actuales.

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Esa apuesta por el futuro ha llevado a muchos a considerar a Harari un filósofo y a Homo Deus un tratado de filosofía social. Sin embargo,  no es un filósofo en sentido estricto, sino un pensador público, y Homo Deus es, ante todo, un ejercicio de futurismo: una exploración de las posibilidades que podrían definir el destino humano más que un análisis de los problemas que ya existen.

El libro da una ligera vuelta de tuerca respecto al anterior y concluye que el verdadero mérito del Homo sapiens reside en que, a diferencia del resto de los animales, vive dentro de una realidad intersubjetiva: un entramado de creencias compartidas que le permite cooperar a gran escala. Son precisamente esas realidades intersubjetivas —la religión, los países, el dinero o el humanismo— las que, según Harari, han permitido a la humanidad llegar hasta donde está hoy.

Cuando los humanos perdamos nuestra importancia funcional para la red, descubriremos que, después de todo, no somos la cúspide de la creación

Yuval Noah Hararipensador

El problema, advierte el autor, es que el desarrollo tecnológico actual amenaza la capacidad humana para dotar de significado a la existencia. No llega a explicar del todo por qué, aunque la filosofía lleva siglos sosteniendo que esa búsqueda de sentido es constitutiva del ser humano. 

Harari sugiere, en cambio, que podríamos estar asistiendo al surgimiento de una nueva especie: el Homo deus, algoritmos todopoderosos que podrían reemplazar al ser humano en muchas de sus funciones esenciales. O, como escribe él mismo: “Cuando los humanos perdamos nuestra importancia funcional para la red, descubriremos que, después de todo, no somos la cúspide de la creación.”

Yuval Noah Harari en 2016.

Getty

Para justificar su argumento, Harari sostiene que los seres humanos somos, en esencia, algoritmos biológicos. Afirma que nuestra capacidad para procesar información —para absorber datos— es lo que nos ha dotado de emociones más complejas y de habilidades intelectuales superiores. 

En consecuencia, si llegara a existir un sistema algorítmico con una base de datos más vasta y una capacidad de procesamiento superior a la nuestra, ese sistema acabaría por reemplazarnos. Ese sería, según Harari, el Homo deus. Como se pregunta él mismo: “¿Qué le ocurrirá a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes, pero muy inteligentes, nos conozcan mejor que nosotros mismos?”

¿Qué le ocurrirá a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes, pero muy inteligentes, nos conozcan mejor que nosotros mismos?

Yuval Noah Hararipensador

La recepción, una vez más, fue entusiasta entre el público. Homo Deus fue incluido por la revista Time entre los diez mejores libros de no ficción de 2017 y se convirtió en uno de los títulos más comentados por las grandes cabeceras internacionales. Su agenda algorítmica sirvió además de inspiración para los gurús de Silicon Valley, reforzando su fascinación por la inteligencia artificial y el transhumanismo.

Sin embargo, las críticas académicas no variaron respecto a las que había recibido Sapiens. Los especialistas consideraron que el libro era puramente especulativo, que lo que aportaba como nuevo carecía de fundamento y que lo demás ya era sabido. Acusaron a Harari de abusar del name dropping de términos científicos sin profundidad, de incurrir en generalizaciones indemostrables y de hacer un uso superficial —cuando no erróneo— de los conceptos filosóficos.

El resultado fue el mismo de siempre: una brecha evidente entre los expertos, decepcionados por la escasa solidez intelectual del texto, y el público generalista, seducido por el relato casi mítico que Harari tan hábilmente sabe construir.

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A partir de ese momento, la carrera de Harari despegó de forma fulgurante. Abandonó definitivamente no solo la historia académica, sino también la vida universitaria. En 2018 publicó directamente en inglés 21 lecciones para el siglo XXI, un libro que fue recomendado con entusiasmo por Bill Gates y en el que planteaba los grandes desafíos que enfrenta la humanidad contemporánea y las posibles formas de afrontarlos.

Como ensayo de filosofía social no da respuestas ni hace ninguna clase de análisis que justifique ese nombre, y como ensayo de política internacional y futurismo es demasiado sencillo como para interpelar a nadie fuera del público generalista. 

Tenía un dilema: cambiar algunos pocos ejemplos con otros ejemplos y publicar el libro, o no cambiar nada y publicar nada, y prefiero publicarlo

Yuval Noah Hararipensador

Sin embargo, eso no evitó que hubiera una profunda en su traducción al ruso, cuando el presidente Vladimir Putin fue excluido de los comentarios sobre la posverdad que se hacían en uno de los capítulos del libro al respecto. Algo que, más tarde, Harari admitió que él había autorizado que se eliminara para que se pudiera publicar su libro en Rusia, bajo la idea de que “tenía un dilema: cambiar algunos pocos ejemplos con otros ejemplos y publicar el libro, o no cambiar nada y publicar nada, y prefiero publicarlo”.

Mientras tanto, Harari ha continuado expandiendo su trayectoria editorial. En 2020 publicó, junto con David Vandermeulen, una versión ilustrada de su primer libro titulada Sapiens. Una historia gráfica 1: El nacimiento de la humanidad, dirigida al público infantil y juvenil. 

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Y en 2024 presentó una nueva obra, Nexus: Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA, en la que explora cómo todas las sociedades se definen por la manera en que gestionan sus redes de información y cómo esas redes determinan su evolución.

En esta ocasión, Harari sostiene que el modo en que la información fluye dentro de las civilizaciones ha sido siempre impredecible, y concluye que no sabemos —ni podemos saber— cuál será el futuro de nuestra sociedad ni el de la inteligencia artificial.

En 'Nexus', reconoce que las implicaciones de la revolución de la inteligencia artificial no tienen por qué ser positivas, pero tampoco necesariamente negativas

El libro ha sido un nuevo éxito de ventas, aunque esta vez con un impacto más discreto. Quizás porque, en el fondo, retoma muchas de las ideas ya expuestas en Sapiens y Homo Deus, repitiendo por tercera vez una misma arquitectura conceptual. Sin embargo, hay una diferencia significativa: Harari adopta por primera vez una actitud de prudencia ante el futuro.

En Nexus, reconoce que las implicaciones de la revolución de la inteligencia artificial no tienen por qué ser positivas, pero tampoco necesariamente negativas. Lo que sí descarta es la visión optimista que dominaba sus obras anteriores: nada indica que los algoritmos vayan a convertirse en dioses benevolentes ni que conduzcan a la humanidad hacia un nuevo estado del ser.

Yuval Noah Harari, historiador.

Kim Manresa / Propias

En busca de igualar a sus referentes

Un intelectual exitoso, pero con mucho camino por delante

Harari se inspiró en el trabajo de Jared Diamond, pero lo cierto es que sus libros poco tienen en común. Mientras que las obras de Diamond son sistemáticas, profundas y muestran un dominio riguroso de las disciplinas que aborda —aun siendo accesibles y amenas—, las de Harari tienden a ser más ligeras y sustentadas en la especulación, priorizando la narración de una historia atractiva por encima de su solidez teórica.

Esa diferencia explica buena parte de su éxito. Harari se ha convertido en un intelectual público de alcance global, capaz de opinar sobre casi cualquier tema que preocupa a la sociedad contemporánea. Pero también implica que, con frecuencia, se aventura a hablar de cuestiones en las que no le queda otra que especular.

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No parece que Harari vaya a pasar a la historia como un gran historiador, filósofo o pensador. Su acercamiento, a diferencia del de Diamond, resulta demasiado superficial como para eso. Sin embargo, eso no quita para que haga bien lo que realmente hace: futurismo. Es inigualable a la hora de imaginar qué nos depara el futuro, incluso si no tenemos manera de realmente conocer qué ocurrirá.