La ultraderecha se feminiza

Debo de ser de los pocos a los que les llama la atención que la ­ultraderecha tenga rostro de mujer en tres estados fundadores y pilares de la UE (Francia, Alemania e Italia). ¿Es esto un avance en la igualdad? ¿Un retroceso para el feminismo? ¿Ya es mala pata? No les voy a estafar: son preguntas para las que carezco de respuesta, salvo que me las hago.

Co-leader of Germany's far-right Alternative for Germany (AfD) party and her party's top candidate for Chancellor Alice Weidel addresses a press conference  in Berlin, on February 24, 2025, one day after the German federal elections. The far-right Alternative for Germany (AfD) party celebrated a record election result on February 23, 2025 that fuelled its wildest hopes of one day entering government. (Photo by Tobias SCHWARZ / AFP)

 

Tobias Schwarz / AFP

A la primera ministra Giorgia Meloni y a la presidenta in pectore de la República Francesa, Marine Le Pen, se suma la economista Alice Weidel, cuya sonrisa es la mar de agradable –sin ánimo sexista: pocos políticos sonríen, y menos con naturalidad– y posee un requisito asociado a la modernidad como es el lesbianismo.

¿Blanquean las mujeres a la extrema derecha? A su pesar, eso parece...

¿Blanquean las mujeres a la extrema derecha? A su pesar, eso parece, porque se trata de tres democracias fetén de Europa, de esas a las que cuesta dar lecciones. Asociamos la ultraderecha a bravucones predispuestos a liarse a guantazos en el mesón Covadonga, la cola del Mercadona o el paseíllo de carnaval que infligimos a los niños por estas fechas. Tipos broncos, con mala uva, de abrazo ruidoso y más peligro sordo que un cinqueño burriciego.

En cambio, las líderes de la ultraderecha parecen incapaces de pegar a un padre y transmiten buen rollo, cosa que le viene de perillas a la ideología que defienden, tan necesitada de proyectar un rostro humano, aquello que no conseguía ni a tiros el comunismo del espacio soviético, acaso porque todos eran señores que no se depilaban las cejas y empinaban el codo cual cosacos.

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Quizás todo sea una maniobra manipuladora del patriarcado, porque las tres son rubias –diría que de bote–, y ya sabemos los prejuicios que injustamente arrastran las rubias de bote, víctimas frecuentes de invitaciones a marisquerías, escapadas con encanto y piropos indeseados del gremio de la construcción. Y si no es lo que parece, mejor para todos y mejor me callo.

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