Debo de ser de los pocos a los que les llama la atención que la ultraderecha tenga rostro de mujer en tres estados fundadores y pilares de la UE (Francia, Alemania e Italia). ¿Es esto un avance en la igualdad? ¿Un retroceso para el feminismo? ¿Ya es mala pata? No les voy a estafar: son preguntas para las que carezco de respuesta, salvo que me las hago.

A la primera ministra Giorgia Meloni y a la presidenta in pectore de la República Francesa, Marine Le Pen, se suma la economista Alice Weidel, cuya sonrisa es la mar de agradable –sin ánimo sexista: pocos políticos sonríen, y menos con naturalidad– y posee un requisito asociado a la modernidad como es el lesbianismo.
¿Blanquean las mujeres a la extrema derecha? A su pesar, eso parece...
¿Blanquean las mujeres a la extrema derecha? A su pesar, eso parece, porque se trata de tres democracias fetén de Europa, de esas a las que cuesta dar lecciones. Asociamos la ultraderecha a bravucones predispuestos a liarse a guantazos en el mesón Covadonga, la cola del Mercadona o el paseíllo de carnaval que infligimos a los niños por estas fechas. Tipos broncos, con mala uva, de abrazo ruidoso y más peligro sordo que un cinqueño burriciego.
En cambio, las líderes de la ultraderecha parecen incapaces de pegar a un padre y transmiten buen rollo, cosa que le viene de perillas a la ideología que defienden, tan necesitada de proyectar un rostro humano, aquello que no conseguía ni a tiros el comunismo del espacio soviético, acaso porque todos eran señores que no se depilaban las cejas y empinaban el codo cual cosacos.
La realidad es la que es, y lo cierto es que este trío debilita la tesis de que las mujeres mejorarían la gobernanza mundial de tener responsabilidad en puestos de mando. Visto lo visto, no sé yo...
Quizás todo sea una maniobra manipuladora del patriarcado, porque las tres son rubias –diría que de bote–, y ya sabemos los prejuicios que injustamente arrastran las rubias de bote, víctimas frecuentes de invitaciones a marisquerías, escapadas con encanto y piropos indeseados del gremio de la construcción. Y si no es lo que parece, mejor para todos y mejor me callo.