Una mujer en Canadá ha hecho algo que no se ve todos los días: hablarle a un ciervo a través del telefonillo de su puerta. ¿El motivo? El animal, probablemente con hambre, estaba devorando las decoraciones de Navidad de su portal. Y, en lugar de gritar o asustarlo, lo que hizo fue más curioso aún.
Usó la cámara de seguridad que los americanos suelen tener instaladas en la puerta para dirigirse al ciervo y, con toda la calma del mundo, le llamó la atención por lo que estaba haciendo. “¿Puedes dejar de comer mis decoraciones de Navidad?”, le preguntó.
El ciervo, que probablemente no esperaba un diálogo tan directo, respondió de la manera más inesperada posible: obedeciendo. En las imágenes de la cámara de seguridad, se puede ver cómo se detiene, retrocede y abandona el lugar con una serenidad que parecería indicar que entendió perfectamente el mensaje. “Feliz Navidad”, le deseó la mujer.
¿Comida o decoración?
El dilema navideño de un ciervo
Aunque es común ver animales salvajes rondando zonas urbanas en Canadá, especialmente en épocas en las que la comida escasea, no deja de sorprender cómo una simple conversación a través de una cámara puede resolver lo que parecía un problema mayor.
El animal no solo detuvo su banquete, sino que también pareció considerar el mensaje
Este encuentro peculiar no tardó en hacerse viral. Muchos usuarios en redes sociales quedaron fascinados por la calma y el ingenio de la mujer al gestionar la situación. Algunos incluso bromearon sobre la cortesía del ciervo, destacando que parecía ser un gran invitado: “Hasta los animales de Canadá son educados”. Otro bromeó con que el ciervo debería estar extrañado por la conversación: “Estaba como, ¿cómo diablos sabe mi nombre?”.
Este curioso episodio se suma a la larga lista de interacciones extrañas entre humanos y animales, un nuevo ejemplo de que, por muy decorativo que sea algo para los humanos, para otros seres puede ser simplemente comida. Sin duda, el ciervo no olvidará la voz que lo reprendió desde el más allá, mientras que la mujer probablemente haya aprendido a reforzar sus decoraciones o, al menos, a elegir adornos menos apetitosos.
