En las comarcas interiores de Ourense, Lugo y Pontevedra, donde el tiempo parece fluir a otro ritmo, se concentra una de las mayores tasas de centenarios de España. Según el proyecto Galicia Blue Zone, liderado por el doctor José María Faílde, de la Universidad de Vigo, hay una franja de 32 municipios con tasas que superan los 1.000 centenarios por cada 100.000 nacidos. Destacan casos como Beariz (1.669), Esgos (1.307), Xunqueira de Espadanedo (1.397) o Covelo (1.238), muy por encima de la media gallega de 475. “Son pequeños laboratorios de longevidad, donde la salud no se impone, sino que se hereda en la forma de vivir”, comenta Faílde.
En estos lugares, donde la densidad de población es baja y el ruido escaso, se entrelazan factores que configuran un entorno ideal para una vida larga: altitud moderada, aire limpio, alimentación sin procesar, lazos vecinales fuertes y un ritmo acompasado con la naturaleza. En estas aldeas, lo extraordinario es lo cotidiano, se madruga sin despertador, se camina sin reloj y se come sin contar calorías. La vida no se acelera: se disfruta, se vive. Este ecosistema rural ha sido descrito por los investigadores como un “laboratorio al aire libre”, donde la longevidad no se planifica en consultas médicas, sino que se cultiva a fuego lento, día tras día, durante generaciones, alejada de la prisa urbana y de la lógica del rendimiento.
El ADN de la longevidad gallega
Ángel Carracedo, uno de los referentes mundiales en medicina genómica y director de la Fundación Pública Gallega de Medicina Genómica, lidera el ambicioso proyecto “Xenoma Galicia” para secuenciar el ADN de 400.000 gallegos. “El objetivo principal del proyecto es mejorar nuestra salud, para entender la enfermedad, buscar nuevas terapias, pero sobre todo para prevenirla y con ello contribuir a vivir más, pero sobre todo mejor”, explica.
Aunque reconoce que no existe un “gen gallego” específico de la longevidad, sí defiende que la interacción entre genética, entorno y cultura podría ser clave para entender este fenómeno. “El exposoma, es decir, todo lo que nos afecta desde fuera, juega un papel casi más importante que la propia genética”, destaca. En este sentido, Galicia se convierte en un escenario privilegiado para estudiar cómo los genes se expresan según el ambiente: desde la alimentación hasta los lazos vecinales o el ritmo de vida pausado.
Carracedo está convencido de que estas zonas con alta concentración de centenarios “pueden enseñarnos mucho sobre la salud y la enfermedad”. No se trata solo de avanzar con tecnología de vanguardia, sino también de comprender y respaldar con evidencia científica aquellos estilos de vida tradicionales que parecen tener un efecto protector. “Empiezan a surgir indicios sólidos, pero necesitamos seguir acumulando datos para confirmar su verdadero impacto”, subraya. Por eso, una de las líneas del proyecto busca integrarse en consorcios internacionales que estudian la longevidad desde un enfoque interdisciplinar. “Sería muy valioso estudiar en profundidad el genoma de nuestros centenarios. Galicia presenta una concentración estadísticamente significativa que no se puede ignorar”, insiste.
Con todo, Carracedo lanza un deseo: “A ver si un día se declara zona azul y podemos incluir a Galicia dentro del grupo de los cinco lugares más longevos del planeta. Sería una gran oportunidad para poner en valor lo que ya tenemos”. Porque tal vez el secreto no esté tanto en cambiar nuestra biología, sino en entender por qué en estos pueblos apartados, silenciosos y humildes, la vida parece alargarse sin hacer ruido.
Galicia presenta una concentración de longevidad estadísticamente significativa que no se puede ignorar
La dieta atlántica y su rol protector
Si la genética marca el punto de partida, la alimentación define el recorrido. Pablo García Vivancos, farmacéutico, dietista y presidente de la asociación Ourensividad, ha dedicado los últimos años a estudiar los efectos de la dieta atlántica tradicional en la salud metabólica. “Pescado azul rico en omega-3, grelos antioxidantes, patatas autóctonas, legumbres, huevos de corral, pan de centeno integral, aceite de oliva virgen extra y carne de animales criados en libertad. Esa es la base de una dieta antiinflamatoria y altamente protectora”, sostiene.
Vivancos ha comprobado, mediante estudios longitudinales, que las personas que han mantenido este patrón alimentario desde la juventud presentan menor incidencia de síndrome metabólico, mejor función cognitiva y una microbiota intestinal más diversa y resiliente. Pero insiste: “El beneficio no está solo en los alimentos, sino en el acto de comer en comunidad, sin prisa, en la cocina compartida. La cocina gallega es memoria, vínculo y salud”. En sus palabras, “la alimentación aquí no responde a modas. Es saber acumulado, sabiduría transmitida a través de la cocina. Y eso genera pertenencia, continuidad, identidad. Eso también cura”.
La alimentación gallega no responde a modas. Es saber acumulado, sabiduría transmitida a través de la cocina, y eso también cura
Termalismo y longevidad
Galicia es tierra de manantiales. Con más de 300 fuentes de aguas mineromedicinales, muchas con uso documentado desde la época romana, el termalismo se ha consolidado como uno de los pilares de la longevidad gallega. Marita Souto, investigadora especializada en hidrogeología médica, ha analizado durante años las propiedades terapéuticas de manantiales emblemáticos como el de As Burgas, en Ourense.
“Cada manantial tiene una firma hidroquímica única que puede actuar sobre sistemas concretos del organismo”, explica Souto. Las aguas de As Burgas, por ejemplo, con su composición rica en sulfatos, bicarbonatos y oligoelementos como el selenio, han demostrado efectos contrastados sobre la salud cardiovascular, dermatológica y neurosensorial.

Aguas termales públicas en Ourense.
Pero el valor del termalismo gallego trasciende sus propiedades físicas y químicas. “Las aguas mineromedicinales no solo mejoran la circulación o la piel, también son espacios sociales de cuidado. Ir al balneario es también reencontrarse, conversar, pertenecer”, afirma Souto. El uso social del balneario crea espacios de encuentro, de descanso activo y de prevención funcional para personas mayores, reforzando el sentido de pertenencia y reduciendo el aislamiento, dos factores clave en el envejecimiento saludable.
Los efectos antiinflamatorios de ciertas aguas, combinados con la pausa del entorno, generan un bienestar integral que no puede replicarse en una pastilla. Souto ha observado que quienes acuden de forma regular a los balnearios no solo mejoran su estado físico, sino también su ánimo y su capacidad de relacionarse
Cada manantial tiene una firma hidroquímica única que puede actuar sobre sistemas concretos del organismo

“Cada manantial tiene una firma hidroquímica única que puede actuar sobre sistemas concretos del organismo”, explica la investigadora Marisa Souto.
La fuerza invisible de la comunidad
“La risa alarga la vida”, decía una de esas abuelas gallegas que lo saben todo sin haber leído nunca un tratado de gerontología. Y no iba desencaminada. El antropólogo Manuel Mandianes, profundo conocedor del alma del rural gallego, sostiene que en estas aldeas el apoyo emocional no se delega, se vive. “Aquí el ritmo lo marcan las estaciones, no los relojes. La tranquilidad no se busca, es la forma natural de estar vivo”.
“La comunidad, más que un concepto, es una práctica cotidiana”, sostiene el antropólogo. “No hay depresión social. Nadie se queda en casa encerrado. La comunidad asume el papel de asistencia social de forma natural”. Añade que, incluso hoy, en un contexto de despoblación creciente, sigue siendo “imposible que alguien muera solo sin que se sepa. Siempre hay alguien pendiente, sin necesidad de discursos”.
También destaca que la salud emocional gallega nace de una aceptación serena del tiempo. “Se asume que todo pasa: la enfermedad, la muerte, el duelo. Y se comparte. No se lucha contra ello, se convive con ello”. La tristeza, dice, no se patologiza. Se vive en común. Y en esa convivencia diaria se encuentran formas naturales de resiliencia.
Mandianes subraya además el papel de la retranca gallega —ese humor irónico, lento y agudo— como herramienta emocional profundamente arraigada. “Aquí se puede reír en un velorio. Se recuerda al difunto, se cuenta una historia, se brinda por su vida. Eso ayuda a integrar la pérdida, a seguir adelante sin negarla”, señala.
En Galicia se puede reír en un velorio, se recuerda al difunto y se brinda por su vida, y eso ayuda a integrar la pérdida
Movimiento natural, salud funcional
En Galicia, el ejercicio no se concibe como una actividad adicional, sino como una consecuencia natural del día a día. “No hay gimnasios llenos de mayores, pero sí caminos que se recorren a diario, huertos cuidados con mimo, leña cortada a mano y animales atendidos desde el amanecer. Aquí, el ejercicio no se llama ejercicio. Se llama vida”, resume el antropólogo Manuel Mandianes.
Los centenarios gallegos no han seguido rutinas deportivas planificadas, pero han trabajado la tierra, cargado sacos, criado animales o pelado patatas sin dejar de moverse. Ese movimiento funcional, constante y con propósito, mantiene la movilidad, el equilibrio, la musculatura… y también la autonomía. “No se concibe estar parado si hay algo que hacer, aunque sea una tarea pequeña”, explica.
Además del esfuerzo físico, otras prácticas culturales completan este equilibrio saludable: la música tradicional, la danza en las fiestas, la cocina compartida o los rituales religiosos que dan estructura emocional a la comunidad. “Para algunos es religión, para otros una forma de pertenencia. Lo importante es que se vive con el cuerpo, no con la teoría. Y eso también sostiene”, concluye Mandianes.

En los pueblos de Galicia la comunidad asume el rol cuidador.
San Xoán de Río: la longevidad como política pública
En este contexto, algunos municipios como San Xoán de Río están transformando la longevidad en un motor de desarrollo. Desde la alcaldía, Xosé Miguel Pérez Blecua, ha puesto en marcha un plan estratégico con horizonte 2035 que busca convertir su municipio en un “Pueblo Longevo” de referencia europea. “Queremos ser un Pueblo Longevo. No como etiqueta, sino como proyecto de futuro”, afirma Pérez Blecua. Entre sus propuestas están la creación de un laboratorio rural de investigación, la recuperación de oficios, la promoción del coliving intergeneracional y talleres gastronómicos liderados por mayores.
Además, se están explorando alianzas con universidades, centros de salud y plataformas tecnológicas para crear un modelo rural inteligente adaptado a las personas mayores. “La idea es que el envejecimiento no sea un reto que afrontar, sino un potencial que aprovechar”, afirma el alcalde. Y concluye con una idea clara: “No se trata de replicar el pasado, sino de saber qué debemos conservar para avanzar. Aquí hay una sabiduría que no podemos dejar que se apague”.
No hay gimnasios llenos de mayores, pero sí caminos que se recorren a diario, huertos cuidados y animales atendidos. En Galicia, el ejercicio no se llama ejercicio; se llama vida
El valor de contar estas vidas
Rubén Ríos, actor y productor, trabaja en un documental sobre la longevidad gallega desde una mirada íntima y respetuosa. Su objetivo no es solo mostrar cifras, sino acercarse a las personas que habitan detrás de ellas. “Quiero contar cómo se vive aquí: con humor, con proyectos, con dignidad. Aquí no se trata solo de vivir más, sino de vivir con sentido, con raíces y con alegría”, resume.
La propuesta, realizada en colaboración con científicos y comunidades locales, conecta la investigación con la emoción. Ríos recoge testimonios de centenarios que siguen activos, presentes, vinculados a su tierra y a los suyos. “No son estadísticas. Son nombres, manos, gestos que encarnan una forma de estar en el mundo que la ciencia empieza ahora a comprender con coherencia, con equilibrio, con pertenencia”. En sus grabaciones ha retratado escenas cotidianas llenas de vida: personas mayores que aún cuidan su huerto, participan en celebraciones locales o comparten sobremesas con varias generaciones. “No hay nostalgia. Hay presente. Salen cada día porque tienen a dónde ir y para qué hacerlo. Y eso es longevidad con sentido”.
Quiero contar cómo se vive aquí: con humor, con proyectos, con dignidad. Aquí no se trata solo de vivir más, sino de vivir con sentido
Reescribir el futuro del envejecimiento
Galicia podría convertirse en la primera o 'zona azul' de España. Pero más allá del reconocimiento, lo que propone es un modelo distinto de longevidad, uno basado en la calma, el arraigo y la vida compartida. No busca alargar la existencia desde un laboratorio, sino enseñar a habitar el tiempo con sentido. En sus aldeas, la salud no es un programa, sino una práctica cotidiana que se construye en comunidad, en el gesto que cuida, en el vínculo que sostiene, en el ritmo que respeta la naturaleza.
Quizá el mayor aprendizaje gallego no sea vivir más, sino vivir mejor. No desde la prisa, sino desde lo esencial. Porque la verdadera revolución del envejecimiento no vendrá solo de la ciencia, sino de volver a lo humano: un plato caliente, una conversación al atardecer, una red de cuidados mutuos. En un mundo que acelera, Galicia nos recuerda que tal vez el futuro esté en detenerse y volver a mirar lo que siempre ha estado ahí.