“Nos queremos mucho, pero hoy no lo elegiría como pareja, ya no nos gustan las mismas cosas; estamos planteando qué hacer para ser felices en la segunda mitad de nuestras vidas”: jubilados y con los hijos emancipados, un momento crítico para el matrimonio

Longevity

*El nido vacío supone una transición de estrés y vacío en los padres, que puede desencadenar una crisis, e incluso acabar en ruptura

*Sin embargo, estudios actuales sugieren que cuando se marchan los hijos, las emociones negativas suelen ser solo temporales, y es posible reconducir la relación y volver a conectar

Las parejas jubiladas y con los hijos emancipados enfrentan una crisis

Las parejas jubiladas y con los hijos emancipados enfrentan una crisis 

Cristina Villar Martin

Después de 40 años juntos y tras criar a sus tres hijos, Teresa y Manuel (66 y 67 años, respectivamente) se encontraron una mañana, desayunando a la mesa en silencio, cuando se marchó el último hijo que aún vivía con ellos en casa. Comían en silencio, cenaban en silencio o, como mucho, con la tele mediante. Solo cruzaban palabras de asuntos domésticos, que si bajaba él la basura, que si ella iría al mercado al día siguiente. Se iban a la cama en silencio, también, cada uno a una hora distinta. No era enfado por nada en especial, tampoco incomodidad: era vacío. 

Ambos compartían espacio, pero parece que no se conocían. Como si la casa sin los hijos ya no tuviera sentido. Al principio, parecía libertad. ¡Por fin iban a hacer todas las cosas que habían dicho que harían cuando tuvieran tiempo! Pero esa libertad se convirtió en otra cosa. Su historia es real, pero los nombres son ficticios porque aún transitan por su proceso, pensando en cómo van a vivir el resto de sus vidas. No solo les pasa a ellos y se llama el síndrome del nido vacío.

Tristeza, soledad y vacío

El síndrome del nido vacío es una experiencia emocional que puede afectar a los padres cuando sus hijos dejan el hogar familiar para iniciar una vida independiente. Esta transición, aunque es ley de vida, suele ir acompañada de sentimientos de tristeza, soledad, estrés, vacío o una profunda sensación de pérdida, como si fuera un duelo. También genera cierta dosis de tensión en la pareja que se queda. Aunque puede que sea solo al principio.

Estudios actuales sugieren que los padres séniors no experimentan tantos efectos negativos graves ni duraderos cuando los hijos se independizan; otras investigaciones afirman que las emociones negativas pueden ser solo temporales. Incluso, algunos describen alivio o satisfacción y lo ven como una oportunidad, ahora que han quedado libres de obligaciones familiares.

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Pero eso no quita para que exista siempre ese primer malestar y desajuste que se intensificará en aquellas parejas que solo hayan puesto el foco en los hijos. “Decimos nido vacío, pero realmente, a veces, deberíamos llamarlo vida vacía en las parejas que se quedan sin contenido”, sostiene la doctora en psicología social Rosa Rabbani, también terapeuta de pareja y consultora empresarial. “Por eso, es tan importante ir creando contenido a lo largo de toda la vida, tanto a nivel personal como a nivel de pareja. Las personas tenemos que hacernos cargo de tener un mundo interior rico, solos o acompañados siempre”, añade.

La experta nos explica que el nido vacío siempre supone una crisis. “Se pasa de un estado vital a otro, y el marco en el que funcionábamos ya no sirve para la nueva etapa. Por eso, el nido vacío siempre implica una fricción”, dice. Ello requiere de un periodo de adaptación: “no solo te sientes perdido, sino que aún no te ha dado tiempo a construir un nuevo marco para la nueva situación, las nuevas funciones, las nuevas rutinas, los nuevos roles”, afirma Rabbani.

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Cuando te encuentras con un desconocido

Rabbani asegura que las dificultades más habituales en la pareja cuando los hijos se van son la falta de comunicación, de hobbies, la intolerancia, entre otros. Sin embargo, uno de los aspectos que más se resienten en los séniors que quedan con su nido vacío es la falta de intimidad, y no hablamos solo de la sexual. “La intimidad emocional es muchísimo más amplia, ya que implica ser capaces de abrir las puertas de nuestro universo interior a la otra persona y de que el otro nos abra también sus puertas”.

Mar (60 años) nos cuenta que es justo lo que está viviendo con su marido, Pedro (60). Aunque aún su hijo no se ha marchado oficialmente de casa, ven que ya ha llegado “ese” momento. “Creo que el nido vacío se empieza a sentir cuando vuelves tener más momentos a solas con tu pareja y te das cuenta de que solo tienes en común a tu hijo, las dinámicas familiares, las preocupaciones o las decisiones que hay que tomar en conjunto”, nos cuenta Mar. 

El nido vacío se empieza a sentir cuando vuelves tener más momentos a solas con tu pareja y te das cuenta de que solo tienes en común a tu hijo

Contributing Writer60 años

De repente, reparó que tiene a su lado a una persona distinta de la que se enamoró. No solo han cambiado las circunstancias o el marco estructural del que hablábamos antes, sino también las personas. “Lo quiero mucho, me quiere mucho, nos respetamos los espacios individuales, pero no tiene las características de una pareja que elegiría hoy”, admite. “Ahora, ya no nos gustan las mismas cosas y coincidimos poco en lo que queremos hacer”. Sin embargo, han hablado. “Nos estamos planteando qué hacer para ser felices en esta segunda mitad de nuestras vidas”.

Lo que han sentido Teresa y Manuel, y Mar y Pedro, aquello de preguntarse ‘¿y esta persona quién es?’, no es raro. La doctora en Psicología y terapeuta familiar Marta de Prado sostiene que las parejas que atraviesan por el nido vacío suelen sentir una “asincronía emocional”, que, en algunas ocasiones, genera una gran tensión en la propia relación de pareja cuando los hijos se van. Cada uno lo experimenta de manera muy distinta, con distinta intensidad, sentimientos encontrados y a cada uno le mueven distintos motores. “Mientras a uno le puede impactar mucho y sentirse vacío y triste, el otro puede estar experimentando un sentimiento de liberación”, afirma la experta. 

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Incluso, a veces, uno de los miembros de la pareja puede vivir todos los sentimientos a la vez: por un lado, pena de que sus hijos se vayan de casa, y por otro, sentirse feliz de que lo hagan. “Estas ambivalencias, tanto intrapersonales como pareja, forman parte de un duelo y de un proceso de adaptación a esa nueva vida que viene”, explica la experta.

En general, son las mujeres quienes viven el nido vacío con mayor intensidad, debido a que, tradicionalmente, han sido ellas quienes han estado más involucradas en el cuidado de los hijos. Por eso, “las madres suelen sentirlo como una pérdida y tienden buscar conversaciones y describir sus emociones a familiares y amigos, mientras que ellos lo procesan más internamente o entran ‘en acción’, es decir, con actividades o proyectos más concretos y, en muchas ocasiones, individualistas”, matiza De Prado. Es justamente en ese instante cuando suelen asaltar preguntas como ¿y ahora qué? ¿Cuál es mi propósito ahora? ¿A qué voy/vamos a dedicar mi/nuestra vida?

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Y cuando  el nido vacío coincide con la jubilación… 

La terapeuta de pareja hace referencia al momento del que estamos hablando. “Para algunas personas, la jubilación está a la vuelta de la esquina; para otros, ha llegado al mismo tiempo que se han ido los hijos. Ahora, habrá que construir, no solo un nuevo vínculo con la pareja, sino una nueva identidad personal, por lo que el vacío se duplica”. 

Si son personas suficientemente activas, la sensación será que por fin tienen algo que no han tenido en años: tiempo. Sin embargo, no dejan de ser crisis vitales que marcan. Y todo ello, sin contar con que estos cambios tan troncales pueden acompañarse de problemas de salud y duelos de amigos o familiares cercanos, que cada vez son más frecuentes, a medida que pasan los años. Por último, no podemos olvidar, que en el caso de las mujeres, se suman los cambios significativos a nivel físico que deja a su paso la menopausia. Todo ello confluye en un cóctel emocional que, aunque no necesariamente, tiene que generar un conflicto, pero ayuda, como dice De Prado.

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El nido vacío se puede ver como un riesgo o como una oportunidad. Para algunas parejas, puede ser un nuevo reto para reconectar, redescubrir intereses comunes y fortalecer su relación. Sin embargo, en otros casos, puede sacar a la luz, problemas que se habían tapado o ignorado porque estaban los hijos, e incluso contemplar la separación o divorcio como una opción para su vida futura.

Las expertas nos explican que se ven distintos tipos parejas. Rabbani describe la que ha puesto foco solamente en la crianza. “Un día cualquiera se dan cuenta de que solo los unían los hijos y que, cuando estos se marchan, sienten un vacío enorme”. Las formas en que estas parejas afrontan la situación también pueden ser variadas: “Una es decidir sentarse a buscar soluciones, como haríamos en cualquier otro ámbito de la vida en el que surgiera un problema, porque el nido vacío no siempre es la debacle. Si hay ganas de resolver, hay que identificar dónde estuvieron los problemas, aprender de lo que hemos hecho y lo que no, y llenar esa relación que hoy sentimos como vacía”.

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Otra opción es dejarlo estar y resignarse al silencio que viene. La experta cuenta que es habitual en consulta ver a parejas que lo dejan correr, porque piensan a que a estas alturas “ya qué van a hacer” o “si esa relación no funcionó, no será ahora el momento” o, incluso, “qué pereza empezar de nuevo”.

El otro tipo de pareja, con bastante mejor pronóstico, es la que ha mantenido los espacios propios, a nivel de pareja, pero también individual. Es la que, a pesar de la vorágine del día a día, los hijos, las obligaciones laborales, domésticas, familiares, han buscado el tiempo para conservar la pareja. “Según el tipo de pareja, nos daremos cuenta de que, incluso cuando ya no nos une nada, cuando se van los hijos, podemos trabajar para encontrar ese espacio común donde se reinventen en esta nueva relación. Cuando los hijos llegan, uno se dedica a la crianza de manera casi animal, y cuando se van y hay que reencontrarse con la pareja, hay que hacerlo de manera mucho más consciente”, explica De Prado.

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Para ello, el trabajo individual y personal también son fundamentales. “Uno puede entregarse, en parte, a los hijos, pero no puede perderse a sí mismo en el camino”, asegura la experta. “Las personas que sufren daños profundos con el nido vacío, serán aquellas que toda su identidad fue creciendo en torno a su maternidad o paternidad”. Por eso, se dice que esta transición puede desencadenar crisis de identidad fuertes, porque hay que a redefinirse como padres de hijos independizados y también como personas individuales.

Algunos estudios hablan de que aproximadamente un 75% continúa en la relación de pareja, mientras que, cerca de un 25% siente que la pareja sin los hijos ya no tiene sentido. Pero de lo que más se habla es que “en torno al 60% de las parejas que hacen un proceso de ‘redescubrimiento’, de alguna manera vuelven a hablar de una relación de a dos”, dice de Prado. También se extrae que la separación o divorcio no es tan habitual en los séniors que sufren el nido vacío. Para Rabbani “la ruptura definitiva no es una solución, es la supresión de todas las posibles soluciones”.

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