A todos nos gusta imaginarnos envejeciendo bien y, hoy en día, una simple prueba de sangre o saliva promete decírnoslo midiendo nuestra “edad biológica”. Y en un tiempo, como muchos ya han hecho, podremos compartir nuestra “juventud” en las redes sociales, así como nuestros secretos para lograrla. Mientras que la edad cronológica corresponde a la duración de la vida, las mediciones de la edad biológica buscan indicar la edad real del cuerpo, pretendiendo medir el “desgaste” a nivel molecular.
El atractivo de estas pruebas es innegable: las personas preocupadas por su salud pueden ver sus resultados como una confirmación de sus esfuerzos por contrarrestar el envejecimiento. Pero, ¿son realmente fiables estas pruebas? ¿Ofrecen información realmente útil? ¿O se trata simplemente de una hábil estrategia de marketing disfrazada de ciencia?
¿Cómo funcionan las pruebas?
Con el paso del tiempo, los procesos químicos que permiten que nuestro cuerpo funcione, llamados “actividad metabólica”, provocan daños y un declive en la actividad de nuestras células, tejidos y órganos. Las pruebas de edad biológica buscan captar algunos de estos cambios, ofreciendo así una visión de nuestro estado de salud o del estado de envejecimiento a nivel celular.
Nuestro ADN también se ve afectado por el proceso de envejecimiento. En particular, unos marcadores químicos (grupos metilo) se fijan en él y afectan la expresión de los genes. Estos cambios ocurren de manera previsible con la edad y las exposiciones ambientales, en un proceso llamado metilación. Los estudios científicos han utilizado “relojes epigenéticos” que miden la metilación de nuestros genes para estimar la edad biológica. Y analizando sus niveles en lugares específicos del genoma, a partir de muestras tomadas a los participantes, los investigadores aplican modelos predictivos para estimar el desgaste acumulado del cuerpo.
¿Qué dice la investigación sobre su uso?
Aunque la ciencia avanza rápidamente, las pruebas que respaldan el uso de los relojes epigenéticos para medir el envejecimiento biológico en estudios de investigación son sólidas. Los estudios han demostrado que la estimación de la edad biológica epigenética es un mejor predictor del riesgo de muerte y de enfermedades relacionadas con el envejecimiento que la edad cronológica.
También se ha demostrado que los relojes epigenéticos están fuertemente correlacionados con el estilo de vida y las exposiciones ambientales, como el tabaquismo y la calidad de la alimentación. Además, han demostrado ser capaces de predecir el riesgo de enfermedades como las cardiovasculares, que pueden provocar infartos y accidentes cerebrovasculares.
Los estudios han demostrado que la estimación de la edad biológica epigenética es un mejor predictor del riesgo de muerte y de enfermedades relacionadas con el envejecimiento que la edad cronológica
En conjunto, un número creciente de investigaciones indica que los relojes epigenéticos son medidas fiables del envejecimiento biológico y están estrechamente relacionados con el riesgo de enfermedad y de muerte. Si bien estas pruebas son valiosas para estudiar poblaciones en investigaciones, el uso de estas herramientas para medir la edad biológica de individuos es otro asunto y requiere un examen cuidadoso.
El factor más importante a considerar a nivel individual es, sin duda, su precisión: es decir, determinar si una sola muestra tomada de una persona puede arrojar resultados muy diferentes. Un estudio realizado en 2022 reveló que las muestras presentaban variaciones de hasta nueve años. Así, una muestra idéntica tomada de una persona de 40 años podría indicar una edad biológica tan baja como 35 años (motivo de alegría) o tan alta como 44 años (motivo de preocupación).
Aunque estas pruebas han mejorado considerablemente con los años, su precisión varía mucho de un proveedor a otro. Por lo tanto, según a quién envíes tu muestra, la edad biológica estimada de una persona puede variar significativamente.
Otra limitación es la falta actual de estandarización de los métodos utilizados para estas pruebas. Las empresas comerciales las realizan de diferentes maneras y utilizan distintos algoritmos para estimar la edad biológica a partir de los datos. Como es de esperar, estas empresas no revelan sus métodos, por eso es difícil compararlas y determinar cuál ofrece los resultados más precisos y qué estás obteniendo por tu dinero.
Aunque los relojes epigenéticos están estrechamente relacionados con el envejecimiento, son solo un “indicador” y no una herramienta de diagnóstico
Una tercera limitación es que, aunque los relojes epigenéticos están estrechamente relacionados con el envejecimiento, son solo un “indicador” y no una herramienta de diagnóstico. En otras palabras, pueden ofrecer una indicación general del envejecimiento a nivel celular, pero no brindan información específica sobre los posibles problemas de una persona que “envejece más rápido” de lo que quisiera, ni sobre lo que está haciendo bien si “envejece saludablemente”. Así, independientemente del resultado de tu prueba, lo más probable es que solo obtengas de un proveedor comercial consejos genéricos sobre lo que la ciencia considera un comportamiento saludable.
¿Vale la pena? ¿O qué debería hacer en su lugar?
Aunque las empresas que ofrecen estas pruebas tengan buenas intenciones, no olvides que su objetivo final es venderlas y obtener beneficios. Y con un precio de unos 300 euros, no son precisamente baratas. Si bien la idea de utilizar estas pruebas como herramienta de salud personalizada es prometedora, está claro que todavía no hemos llegado a ese punto.
Para que esto se convierta en realidad, las pruebas deberán ser más reproducibles, estar estandarizadas entre diferentes proveedores y ser validadas mediante estudios a largo plazo que establezcan un vínculo entre los cambios en la edad biológica y comportamientos específicos. Así, aunque las pruebas puntuales de la edad biológica causen sensación en las redes sociales, para la mayoría de la gente representan un coste considerable y ofrecen un valor real limitado.
La buena noticia es que ya sabemos qué hacer para aumentar nuestras probabilidades de vivir más tiempo y con mejor salud. Esto incluye mejorar nuestra alimentación, aumentar la actividad física, dormir lo suficiente, dejar de fumar, reducir el estrés y priorizar las relaciones sociales. No necesitamos conocer nuestra edad biológica para empezar a hacer cambios en nuestra vida que mejoren nuestra salud desde hoy mismo.
Hassan Vally es profesor asociado de Epidemiología en la Deakin University (Australia).
Este artículo se ha publicado originalmente en The Conversation.






