Hoy vengo con un tema de suma importancia para todo aquel Vanguardier que esté en el trance de estar iniciándose en estos temas del vino. En estas lides, lo que siempre quiero recalcar es que no hay que tener miedo al fallo; es decir, cuando se tiene poca experiencia y conocimiento es normal acabar en mediocridades. No pasa nada, el mundo del vino es muy complejo, me parece contraproducente negarlo, por lo que, a veces, es normal frustrarse.
A esto, como a cualquier otra disciplina, hay que echarle paciencia y atención, pero por aquello de ahorraros dos de los recursos más limitados que existen —tiempo y dinero—, vengo con cinco ejemplos de tinto tanto por su varietal como por su estilo.
Son tintos que obedecen a elaboraciones respetuosas con su origen e historicismo, es decir, saben a lo que deben saber. Luego os podrán gustar más o menos, eso ya va en gustos, pero la siguiente selección representa el arquetipo vigente. Lo mismo preferís algo más clásico o, al contrario, más arriesgado, pero estos vinos son equilibrio, auténticos ejemplos de saber hacer sin ínfulas, estridencias ni originalidades, para lo bueno y para lo malo. Es lo que yo denomino “vinos didácticos”, dado que sirven para hacerse una idea de su idiosincrasia, saber de qué van. Son todos vinos ejemplares.
Algueira, Mencía Joven, 2024, DO Ribeira Sacra (12,25 euros)
Comienzo en Galicia con uno de los mejores básicos de este país. Algueira es una bodega situada en la Ribeira Sacra con muy buena mano para el vino en general y con los tintos en particular. Su Mencía joven es fluida, austera, pero con un gran equilibrio entre fruta y mineralidad, y de final levemente amargo. Así deben ser las buenas Mencías.
Pardas, Sus Scrofa, 2023, DO Penedés (13,50 euros)
Os llevo al otro extremo del país para presentaros al maestro de la Sumoll: Ramón Parera. Para nosotros Ramón Pardas. Una de las mejores personas vivas que, en su momento, se emperró en sacar adelante, dentro de la DO Penedés, la autorización para que esta variedad fuera legalizada, ya que en otro tiempo era una de las predominantes.
Denostada por su vinculación a vinos mediocres, Pardas demostró que su fama tenía más que ver con la mala praxis de quienes la trabajaban que con la materia prima en sí. Ahora mismo no solo es una variedad totalmente normalizada en la DO, es que encontrártela suele ser buena señal. La de Pardas, para mí, sigue siendo la mejor. Muy ágil, frutal y fresca sin renunciar a su mediterraneidad, esto es, que se nota que proviene de un clima cálido, pero no te deja la boca como un dragón gracias a su buena acidez. Para beber por litros.
Viña Alberdi, Crianza, 2020, DOCa Rioja (16,60 euros)
Otro canon, en este caso no de ninguna variedad, pero sí de un estilo: el de Haro. Viña Alberdi es una de esas marcas que ya han trascendido al mundo del vino, de esto me doy cuenta cuando observo que hasta mi padre lo conoce.
Lo tiene todo en el sentido de que es accesible tanto por disponibilidad como por precio, por tanto, acceder a la calidad histórica de los vinos de Haro, de clara inspiración bordelesa, a través de su elegante fruta mentolada y trabajada estructura, es muy fácil. Es un vino serio, que no aburrido. Todo no puede ser jijijaja vanguardiers.
Los vinos didácticos sirven para hacerse una idea de su idiosincrasia.
Quinta Milú, La Cometa, 17,40 euros, DO Ribera del Duero (17,40 euros)
Germán Blanco es un elaborador de culto con proyectos en Rioja (La Bicicleta Voladora), Bierzo (fuera de la DO, Casa Aurora) y el que aquí traigo: Quinta Milú. La Ribera del Duero ha pasado por momentos muy oscuros en forma de tintos maderizados, cargados de alcohol y bastante astringentes. Eran el síntoma de grotescos tiempos pretéritos.
Pues ya en esa época Germán apostó por ejecutar un Ribera más amable sin renunciar a la identidad subyacente de la región y le empezó a quitar al vino esos supuestos embellecedores. Lo que nos queda es un Tempranillo suave, amable, fresco, largo y complejo, que es lo que resulta cuando a un tintazo le quitas todo lo que le sobra. No es fresqueo, hay tanino y cuerpo, pero es amable. Felizmente, ahora hay muchos más ejemplos de este estilo, Germán fue los primeros y eso se sigue notando.
Bodegas Cerrón, La Servil, 2023, DO Jumilla (24,90 euros)
Y cierro con una de las bodegas con más culto de este país en la que es, sin duda, mi Monastrell favorita, la que hace Bodegas Cerrón. Dentro de la parte manchega de la DO Jumilla (que muchos olvidan que la tiene), esta gente se marca una Monastrell alejada de sobremaduraciones, pero también de delgadeces innecesarias e irritantes verdores.
Estamos ante un tinto sólido, de cierta potencia, pero siempre a través de un tanino pulido, cero secante, y una conseguida licorización de fruta. Esto es más adictivo que el fentanilo. Avisados estáis.





