¿Un vino más caro es mejor? ¿Cabe una botella en una copa? ¿Es un error enfriar el vino tinto? Estas son algunas de las últimas preguntas que plantean Alba y Sofía Atienza en su cuenta conjunta de Instagram, Lacrima Terrae, que asciende a los 300.000 seguidores. Y es que lo que empezó como una tienda online de vino ecológico se ha convertido en una de las plataformas de divulgación más accesibles para aprender de vino de forma fácil y entretenida. Incluso se han lanzado a ofertar cursos virtuales para dominar este mundillo sin tecnicismos.
Estas dos hermanas, que venían de la consultoría estratégica y tecnológica —ambas llegaron a trabajar para grandes compañías del Ibex 35—, fundaron este proyecto con la voluntad de acercar el vino a la tierra de los mortales, amparándose en su propia experiencia como consumidoras. “Cuando empezamos a consumir vino por nuestra cuenta nos intimidaba y nos sentíamos igual de perdidas que el resto de la gente, no entendíamos las etiquetas, íbamos a una tienda y éramos incapaces de elegir con criterio”, explican. Ahora son dos de las caras más conocidas de una nueva horneada de creadores de contenido que han visto en las redes sociales una oportunidad para acercar el mundo vinícola tanto a jóvenes como a inexpertos.
¿Hubo un momento concreto en el que os disteis cuenta de que el vino podía ser más fácil —y más divertido— de entender?
Cuando empezamos a ver que a la gente le molaba lo que hacíamos, que lo entendían y les parecía útil. Creo que las primeras publicaciones que más triunfaron fueron “como guardar el vino en casa cuando no tienes una vinoteca o una bodega” y “entiende qué son los taninos de una vez por todas”. Así, un momento concreto, para mí (Alba) fue cuando empezamos a hacer catas presenciales y recibíamos mensajes tipo “es la primera vez que voy a una cata y no me siento tonto”, “siento que puedo utilizar lo que he aprendido para el futuro” o “me lo he pasado bien y además he aprendido”.
El mundo del vino siempre ha estado asociado a varios adjetivos: masculino, técnico, serio, complejo... ¿Cómo se abre espacio una propuesta como la vuestra?
Nos abrimos un espacio precisamente por no ser esas cosas. De hecho, hemos recibido muchos mensajes de gente diciendo “es como si me lo contara una amiga”, “habláis de tú a tú, y no desde el púlpito”. Nosotras empezamos a hacer divulgación sin saber de vino, luego ya lo estudiamos. Enseñábamos lo que aprendíamos y nos parecía útil como consumidoras. Leíamos mucho de un tema, lo sintetizábamos y lo contábamos como nos hubiera gustado que nos lo contaran a nosotras. Y la gente conectó con eso.
Aficionadas hablándoles a aficionados.
Exacto. No éramos “winelovers”; nos gustaba el vino como aficionadas, pero no éramos amantes del vino ni buscábamos aprender por ocio, queríamos aprender para poder disfrutarlo con más criterio. Y, además, no veníamos del sector, así que no estábamos muy condicionadas sobre lo que estaba bien o mal percibido por parte de la comunidad del vino. Eso nos permitió romper algunas “reglas” (que con el tiempo nos hemos dado cuenta de que son más bien “recomendaciones de consumo”) y atrevernos a hacer cosas diferentes.
¿Qué os frustraba como consumidoras?
Nosotras venimos de una familia donde el vino ha estado siempre muy presente, pero de una forma muy cotidiana. No se analizaba, ni se hablaba de marcas, ni de conocimiento del vino. El vino era un alimento más en la comida. Hemos vivido el vino muy de cerca, y aun así cuando empezamos a consumir por nuestra cuenta nos intimidaba y nos sentíamos igual de perdidas que el resto de la gente. No entendíamos las etiquetas, no sabíamos qué significaba (en cuanto al sabor) que un vino fuera de Toro o de Rioja, o si era mejor una uva u otra. Íbamos a una tienda y éramos incapaces de elegir con criterio, o lo hacíamos al azar.
¿A la gente le sigue dando miedo pedir vino?
La gente siente que el vino es algo intelectual y elevado, y a todos nos da miedo que nos tachen de “paletos” o “incultos” por no saber suficiente. Es esa inseguridad que te entra cuando te preguntan algo, no lo sabes y sientes que deberías saberlo. A nosotras a veces cuando estamos con gente que sabe mucho de vino también nos pasa. Estamos todos en el mismo barco. Fíjate que yo creo que, a veces, en los restaurantes, ni el camarero ni el cliente saben tanto de vinos y los dos están intentando sobrevivir a la situación sin que el otro lo note. En redes hacemos mucho contenido para dar herramientas a la gente, y también videos para intentar quitarles esos miedos. Además, evitamos hacer videos de clickbait de “si haces esto lo estás haciendo mal” o “no hagas esto si no quieres arruinar tu vino”, porque al final lo que hacen es meterle más miedo a la gente y no es cierto. Tú no estropeas un vino por enfriarlo más de lo recomendado, ni por beberlo en vaso. El sabor que percibes puede ser diferente, pero la mayor parte de la gente, a no ser que tenga el paladar muy entrenado, no lo nota. O incluso lo nota, pero lo prefiere así, algo que debería de estar normalizado.
A veces, ni el camarero ni el cliente saben tanto de vinos y los dos están intentando sobrevivir a la situación sin que el otro lo note
Está claro que las redes sociales han ayudado mucho a democratizar el vino, pero también pueden simplificarlo demasiado. ¿Dónde está el equilibrio entre hacerlo accesible y mantener el respeto por la tradición y la técnica?
Nosotras somos de la opinión de que el valor del vino no está en la copa que utilizas, o si la botella lleva corcho… o si lo describimos de una manera técnica y pomposa. El valor está en el producto, en el esfuerzo que ponen los viticultores durante todo el año para que la uva sea la mejor posible (a riesgo de que granice, por ejemplo, y en un día pierdas todo), y en el trabajo que hacen los enólogos para convertir eso en vino. Cuando hacemos divulgación intentamos transmitir eso, pero sin el lenguaje técnico ni la complejidad. De una forma sencilla, cercana, divertida (o eso intentamos) y con mucho rigor (mucho de nuestro contenido está consultado con expertos como Tao Platón y Sega Diop, a los que freímos a preguntas).
Buscáis romper la idea de que solo hay una sola manera de consumir vino correctamente.
Sí. En cuanto a “cómo beber vino”, transmitimos las recomendaciones y cuánto van a influir en la experiencia de consumo —porque, por ejemplo, influye mucho más en el sabor a qué temperatura te tomas el vino que el vaso o copa que usas—. Pero no lo hacemos porque pensemos que la gente deba de seguirlas, si no para que la gente elija con más criterio cómo quiere beber. En general cuidamos mucho lo que decimos. Nunca hemos hecho (ni lo vamos a hacer) contenido criticando vinos o bodegas o comparando marcas o precios (los típicos videos de “si te gusta esta marca tienes que probar esta otra que es más barata”). No hablamos en negativo de ningún vino ni de ninguna marca porque sentimos que al final es tirar piedras sobre nuestro tejado y perjudicar al sector del vino en su conjunto.
Su comunidad cuenta con más de 300.000 personas.
Cuando alguien no sabe de vinos, ¿es normal que todos le sepan igual?
Yo creo que es más fácil que te sepan parecidos porque no estás “entrenado” para percibir los matices, no sabes en qué fijarte. Decimos “entrenado” porque no hace falta hacer un máster, pero sí tener nociones básicas y, sobre todo, haber bebido mucho fijándote en las sensaciones que notas en la boca. Igual que es probable que una persona que no sabe nada de cocina no identifique muchas diferencias en platos parecidos. La mayor parte de las veces, cuando bebemos vino, lo hacemos en un contexto social, no estamos prestando atención al vino, estamos prestando atención a todo lo demás. Sabes si te ha gustado o no, pero no te has parado a pensar por qué. Con la comida suele ser igual.
A veces, comensales sin experiencia en vino, se guían por la cantidad de alcohol, porque lo notan demasiado en la nariz, y así se lo comunican al camarero. ¿Es un disparate?
Puede ser que te huela más alcohólico, pero luego en la boca no lo notes porque el alcohol se equilibra con el resto de elementos del vino. Así que nosotras recomendamos probarlo primero para ver qué tal es la sensación en la boca y al tragar. Además, con el cambio climático, como cada vez hace más calor, es fácil que los vinos tengan un poco más de alcohol.
Si una persona dice “yo no entiendo de vino, pero sé lo que me gusta”, ¿por dónde puede empezar a ponerle palabras a ese gusto?
Lo más fácil es que se fije en las etiquetas de las botellas que le gustan: ¿de qué zonas son? ¿de qué uvas? ¿Es un vino de menos de 3 años o de más? ¿Pone palabras como “reserva” o “gran reserva”? Y que luego vaya buscando vinos parecidos. Con el tema de las zonas, para ponérselo fácil a la gente, nosotras lo que hacemos es pensar en si es una zona de clima frío o cálido. Por ejemplo, si te gustan los vinos de Navarra (que en general es una zona de clima más frío) es más probable que te gusten también vinos de zonas de la cornisa cantábrica que también tienen un clima frío.
Para empezar a descubrir este mundo, ¿es mejor hacerlo por el color, por la región o por la variedad de uva?
Cualquiera está bien. Si estás en España/Europa es más fácil por la zona porque muchas veces la uva no aparece en la botella, pero en América por ejemplo la uva aparece siempre. Nosotras, si estás empezando, haríamos una combinación de color/uva o color/zona.
El error está en pensar que si no bebes en la copa o a la temperatura perfecta lo estás haciendo mal; creemos que es mejor que te tomes el vino con hielo a que no te lo tomes
¿Qué tres pistas básicas debería observar alguien al probar un vino para empezar a describirlo sin miedo?
Si es un tinto: ¿te huele/sabe más a fruta o a madera? ¿Te seca la boca o te deja una sensación agradable? Si es un blanco: ¿te huele/sabe a fruta o a madera? ¿Te parece refrescante o te empalaga?
¿Existe algún vino “puente” que sirva para enganchar a gente que solo bebe cerveza o vermut?
El vermut es un tipo de vino, en realidad, podríamos considerarlo como parte del puente, ja, ja, ja. Luego bebidas como el tinto de verano y la sangría (o incluso los cócteles con vino) también hacen de puente. Una persona que toma un tinto de verano fresquito en lugar de una cerveza casi seguro que va a acabar bebiendo vino, porque el sabor se acerca. Nosotras somos muy defensoras de estas bebidas porque ganan mercado en el momento de consumo de la cerveza y los destilados, en realidad no compiten tanto (o siempre) con el vino. Y si pensamos en vinos para “entrar al mundo del vino”, tintos, blancos y rosados que sean suaves, que no “raspen” o sequen la boca, que no sean muy ácidos…
¿Hay algún error o mito que os encontréis muy a menudo entre quienes están empezando a interesarse por el vino?
El error está en pensar que si no bebes en la copa perfecta, a la temperatura perfecta… lo estás haciendo mal. Nosotras somos de la opinión de que es mejor que te tomes el vino con hielo porque estás en una terraza en verano y hace demasiado calor a que no te lo tomes. Hace poco nos pasó que hicimos un video diciendo que se puede enfriar el vino tinto en la nevera y la gente estaba supersorprendida. Por el miedo a hacerlo mal preferían no enfriarlo y tomárselo más caliente (o no tomárselo). Incluso las personas profesionales enfrían el vino en la nevera, no es ni siquiera una excepción. Pero se ha extendido eso de la “temperatura ambiente” y nadie nos enseña lo contrario.
Queda claro que no hay errores. Pero mientras habéis ido aprendiendo alguna cosa divertida os ha tenido que pasar...
Si nos referimos a seguir las reglas estrictamente, hemos cometido muchísimos errores, porque damos prioridad a disfrutar del vino que a seguir las reglas. Cuando se nos rompe un corcho, por ejemplo, usamos todo tipo de medios caseros a nuestra disposición para filtrar el vino, no llevamos con nosotras un maletín de utensilios de vino. Como anécdota divertida, a Sofía una vez le ofrecieron una manzanilla, ella aceptó pensando que era una infusión y luego le llegó una copa de vino (y no se atrevió a decir que esperaba otra cosa).
Solemos beber el vino que nos apetezca con la comida que sea, no le damos tanta importancia al maridaje, pero un vino comodín es un espumoso
¿Se puede aprender a detectar calidad solo mirando la etiqueta?
Es difícil saber la calidad de un vino mirando la etiqueta, aunque sí puedes hacerte una idea de cómo sabe. Además, hoy en España se hacen vinos muy buenos con todas las uvas y en todas las zonas.
Actualmente, el vino está en cualquier mesa y puede acompañar cualquier tipo de comida. ¿Qué vino es adecuado para comer una pizza, una hamburguesa o unas croquetas?
Nosotras solemos beber el vino que nos apetezca con la comida que sea, no le damos tanta importancia al maridaje, esto es preferencia personal. Pero si pensamos en un vino comodín que va con todo, es un espumoso. Las burbujas te salvan cualquier comida y además es una experiencia chula.
¿Y para el postre, mejor un vino dulce o seguir apostando por el mismo vino de la comida?
Un vino dulce, por cambiar. El otro día, por ejemplo, nos pusieron un Tokaj, un vino dulce de Hungría, en un restaurante y estaba buenísimo.






