José Luis Aragunde estudió Educación Física, fue profesor e incluso corredor de maratones, hasta que el vino, su verdadera pasión, tomó el protagonismo en su carrera profesional. “Durante años compaginé mi trabajo de profesor con una tienda de vinos que abrí en 2002, pero acabé por pedir una excedencia en la docencia y ahora mismo me dedico única y exclusivamente al vino”, asevera con seguridad y una sonrisa.
Lo cierto es que se lo toma muy en serio, porque además de Ribera de Fefiñanes, una tienda y bar de vinos en Cambados, Jose, —gallego o cambadés “de pro”, como el mismo se denomina—, junto a su mujer Olga, es el propietario de una de las mejores distribuidoras de champagne de España, la cual ostenta el mismo nombre. Su catálogo ofrece algunos de los elaboradores de burbujas más deseados entre los winelovers, como Jacques Selosse o Bérêche et Fils, entre otros muchos.
José siempre fue aficionado a la cata a ciegas, y tras participar en concursos, ser finalista varias veces en la Cata por Parejas de Vila Viniteca y obtener la victoria con el equipo español en el Campeonato del Mundo de 2015, hace seis años se embarcó en la aventura de organizar, junto a Philippe Cesco y Daniel Monsonís, el Campeonato de España de cata a ciegas por equipos. “Yo fui la persona que los convenció de que había que organizar un campeonato de cata como en otros países”. Desde entonces, el campeonato se ha celebrado cada año a excepción del 2020, a causa de las restricciones derivadas de la Covid 19. En mayo del 2026 tendrá lugar la séptima edición, aunque cada vez es más complicado inscribirse; la demanda ha subido como la espuma y las plazas se agotan en cuestión de minutos.
¿Quién es José Luis Aragunde?
Yo soy de Cambados, no gallego, sino cambadés —se le escapa una carcajada mientras afirma esto con rotundidad—. Me encanta donde vivo, la gente de Cambados somos diferentes, disfrutones, nos encanta salir y nos encanta el vino. De hecho, tenemos fama de comer muy tarde porque salimos de vinos, nos dan las tres o las cuatro sin haber comido. Un dicho local canta: “un cambadés nunca come antes de las tres”. Hay mucha tradición vitivinícola en mi pueblo, eso se nota, desde luego.
¿Y tus amigos y compañeros de viaje, Philippe Cesco y Daniel Monsonís?
Philippe es francés, aunque lleva muchos años viviendo en Santander. Es una persona algo peculiar, pero fue él quien me animó a participar en mi primer Campeonato del Mundo, hace ya trece años. Se dedica al champagne, de hecho, es el agente de muchas casas que yo distribuyo y la persona encargada de buscar distribuidores en España para esas bodegas. Dani es valenciano y también se dedica al vino, tiene una distribuidora, se llama Éclectic Vins, lo conocí hace años, hubo mucho feeling. Los tres nos complementamos, formamos un buen equipo.
En Cambados tenemos fama de comer muy tarde porque salimos de vinos, nos dan las tres o las cuatro sin haber comido
¿Cómo os organizáis? ¿Qué papel desempeña cada uno?
Dani es una persona muy metódica, un gran organizador de eventos y se ocupa de todo lo referente a la gestión de los equipos, contacto con los participantes o redes sociales. Yo me encargo de la parte técnica de la organización, por así decirlo, y Philippe está un poco en todo, aunque ahora está algo más desvinculado, ya tiene ganas de jubilarse y es su hija Lara quien está más involucrada.
¿Y cómo arrancasteis?
En 2019, convencí a Dani y a Philippe de que había que celebrar un campeonato de cata como en otros países. Hasta ese momento, se elegía “a dedo” quién iba al campeonato del mundo a representar a España y eso no me parecía justo. Ahora es el equipo ganador de nuestro campeonato el que va acompañado de uno de nosotros a representarnos. La primera edición se celebró en Vilagarcía de Arosa, durante una feria de vinos. Se me ocurrió aprovechar el tirón de gente e infraestructura de la feria Castes para enganchar a los participantes. Finalmente, se inscribieron 22 equipos, la mayoría bodegueros y otros grandes profesionales del vino.
Ahora da la sensación que los campeonatos de cata ciegas están de moda entre los winelovers.
Sí, pienso que cada vez tienen más éxito. Eso se nota en que se cubren mucho antes las plazas y hay muchos equipos que se quedan fuera sin poder participar. Gane o pierda, la gente sale contenta, así que sí, definitivamente creo que están en auge. Debería de haber más, como en Francia, por ejemplo. Aquí en España el número de campeonatos comienza a estar muy por debajo de la demanda actual.
¿Cómo funciona el concurso?
En el campeonato de España se catan ocho vinos, diez minutos por vino, de los cuales hay que decir la variedad, y eso es lo que más puntos da. Después, se pasa a la región de origen, apelación, productor y añada. Y es importante escribir una sola opción, ya que si hay varias ninguna se dará por válida.
José Luis Aragunde.
Y dices que todo el mundo queda satisfecho, gane o pierda. ¿Qué te hace pensar así?
Cuando catas a ciegas, manejas muchas opciones, aunque como es lógico, únicamente puedes escribir una. Si finalmente fallas, pero habías pasado por la correcta o te habías acercado, normalmente te quedas con las ganas de volver a participar para demostrarte a ti mismo que puedes hacerlo mejor. Esto ya es una gran motivación y un input positivo.
¿Cómo elegís los vinos?
Cada año uno de nosotros se encarga de seleccionar los vinos, es rotativo y pueden proceder de cualquier parte del mundo. Respetamos mucho este proceso, es algo superhermético, normalmente solo conoce los vinos el que los elige. En ocasiones, al que le toca le pide a otro que elija una referencia para darle “un toque diferente”, pero es la excepción.
Hay veces que los vinos, en la primera impresión, te dicen mucho, y luego es difícil de cambiarla
Muchos son los profesionales aficionados a los concursos, pero creo que la cantidad de curiosos del vino que se acerca a este tipo de eventos es cada vez mayor. ¿Lo habéis notado?
Sin duda. Al principio la mayoría del público era profesional, hoy están “los de siempre”, pero además se van sumando otras personas que no tienen una relación directa con el vino, que son simplemente aficionados. Cada vez más personas quiere “jugar” a esto de catar a ciegas.
Si hablamos un poco del proceso de cata a ciegas, ¿para ti cuáles son los pasos a seguir?
Hay veces que los vinos, en la primera impresión, te dicen mucho, y luego es difícil cambiarla. Otras veces estoy muy perdido, y cuando esto ocurre, lo primero que hago es intentar identificar la procedencia del vino — Viejo Mundo (Europa) o Nuevo Mundo (resto del mundo), las características organolépticas del vino pueden dar información de ello—. Pienso si se trata de una bodega clásica y técnica o algo más moderno, lo cual también puede ayudar a ubicarlo. Después intentas averiguar la variedad, aunque cada vez es más difícil, cada vez más estilos se imponen sobre las variedades. Cuando la cosa se complica mucho, yo juego al ¿Quién es quién?, es decir; a descartar aquellas uvas, estilos o zonas que estoy seguro de que no son, es una técnica muy útil. Al final es un juego, lo más bonito de catar a ciegas es que tiene un componente lúdico. El juego es algo intrínseco al ser humano, esta es precisamente una de las razones fundamentales por las que nos engancha catar a ciegas.
¿Cuál es el aroma más raro que has encontrado catando a ciegas?
Mira, voy a poner un ejemplo de la semana pasada. Me pusieron a ciegas una retsina griega; tradicionalmente, para la elaboración de estos vinos, se embadurna el interior del ánfora con resina de pino y esto le da un matiz muy característico. ¡El vino olía literalmente al limpiador multisuperficies Ajax Pino! Aromas así, a priori, descolocan mucho.
¿Por qué crees que en los campeonatos es fácil confundir un vino de precio elevado con uno más humilde?
La sugestión hace mucho, ya que en un concurso siempre esperas vinos buenos, pero la verdad es que normalmente los vinos buenos son mucho más fáciles de catar, tienen una tipicidad más marcada y un estilo. Los vinos malos suelen estar más desequilibrados, pero claro, hoy en día hay muchos de buena calidad a precios muy contenidos, lo que complica el proceso.
Dudar demasiado es un error, normalmente la primera impresión suele ser buena y está bien encaminada
¿Cuál es uno de los errores más comunes entre los catadores?
Dudar. Sin duda alguna, dudar demasiado es un error. Normalmente la primera impresión suele ser buena y está bien encaminada. A mí me ha pasado, y hoy en día me sigue pasando, y en ocasiones puede ser frustrante. Lo mejor es guiarte por tus instintos y no jugar a “ser psicólogo”, aunque esto es algo que solemos hacer todos.
¿Y podrías decirme cuál es tu “error fatal” más reciente?
Fue en una final del concurso de Cata por Parejas que organiza Vila Viniteca, Eulogio (Pomares) y yo estábamos seguros de que el vino que teníamos delante era un Tokaji, pero lo cambiamos en el último momento por “ser demasiado evidente o fácil”. Pusimos que era un Riesling alemán y lógicamente la respuesta correcta acabó siendo nuestra primera opción. Podríamos haber ganado de no sacar literalmente un cero en ese vino, el resto de vinos los catamos muy bien, una lástima.
¿La gente no se inscribe por miedo al “qué dirán”?
No afirmaría con rotundidad que eso le pasa a toda la gente, pero sé de profesionales del vino que no se apuntan por el miedo a quedar mal, y la verdad es que nadie va a saber sus puntuaciones. Nosotros hacemos públicas únicamente las puntuaciones de los tres ganadores, el resto de los participantes pueden conocerlas si nos preguntan y únicamente de forma individual, nunca las de los demás equipos.
¿Qué les dirías a aquellos que tiene dudas en inscribirse?
Les diría que es un juego, que vayan a disfrutar y que la mayoría de las personas que se apuntan una vez salen contentos y quieren repetir. Es una experiencia muy bonita y divertida.







