Abandonar a mitad de camino es más común de lo que parece. La motivación inicial dura poco, las excusas se acumulan y, antes de darse cuenta, lo que parecía una gran idea queda en el olvido. Esto pasa con casi todo: aprender un idioma, empezar a entrenar, comer mejor o leer más libros.
La cuestión no es la falta de ganas, sino la manera en que se plantean esos cambios. Los hábitos saludables no deberían depender únicamente de la fuerza de voluntad, sino de estrategias que los hagan sostenibles en el tiempo.
Sin rendirse
Los pasos para empezar a tener mejores hábitos
Para lograrlo, el primer paso es modificar la manera en que se perciben. Lucía Aguado, en su canal The Saiyan Kiwi, lo explica con claridad: “La meta no es leer un libro, la meta es convertirse en lector. La meta no es correr una maratón, la meta es convertirse en corredor”. En lugar de obsesionarse con resultados concretos, lo importante es adoptar una identidad acorde a ese hábito. Convertirse en alguien que disfruta de la lectura o el deporte hace que la acción sea natural y no una obligación.
El truco está en simplificar el proceso. Reducir la fricción, por ejemplo, es una de las claves que menciona Aguado. No se trata de tener un plan perfecto, sino de hacer que el siguiente paso sea lo más fácil posible. La fricción se refiere a esos pequeños obstáculos o resistencias que hacen que actuar sea más complicado de lo necesario, como no tener la ropa lista para ir a hacer deporte. Se puede aplicar este principio a casi cualquier hábito. Si se quiere leer más, tener el libro al alcance de la mano ayuda a que la excusa de no tenerlo cerca se desvanezca.
Por otro lado, la motivación no es algo que surge de la nada, sino que se construye. Aguado recomienda reflexionar sobre los hábitos, anotar cómo hacen sentir y revisar esos pensamientos con el tiempo. “Sé consciente de por qué lo haces, reflexiona sobre cómo te hacen sentir y qué pensamientos te provocan tus comportamientos”. Al generar una conexión emocional con el hábito, la mente lo asocia con una sensación positiva y lo incorpora con mayor facilidad.
La trampa del todo o nada es otro obstáculo habitual. Hacer un poco es mejor que no hacer nada, y mantener esa constancia es lo que realmente marca el cambio. “Si no puedes entrenar cinco días a la semana, hazlo dos. Si no puedes caminar una hora, hazlo durante treinta minutos”, aconseja Aguado. Adaptarse a las circunstancias sin abandonar completamente es lo que permite seguir avanzando sin presión.
Es mejor leer un poco, que no leer nada
Aprovechar las propias fortalezas también es una estrategia efectiva. No todas las personas aprenden o se motivan de la misma manera, por lo que ajustar el hábito a las preferencias individuales puede hacer que el proceso sea más llevadero. “Compra una agenda bonita, haz tu propio calendario”, sugiere Aguado, haciendo énfasis en la importancia de adaptar cada hábito a la manera en que se disfruta más.
Y, por supuesto, la diversión no debe quedar fuera de la ecuación. “Hazlo divertido, ama tu rutina y conviértela en algo que tengas ganas de hacer”. Si un hábito genera placer en lugar de sentirse como una carga, será mucho más fácil mantenerlo.

