Avedon, el perro de Goya y el caballo de Rembrant

El sueño de Nueva York | 5

A finales de los noventa, principios de los 2000, viajaba a Nueva York. Cada vez que iba una monomanía distinta lo dominaba todo

Diamond Dusk, de David Drebin, del libro 'I love New York'

Diamond Dusk, de David Drebin, del libro 'I love New York'

Editorial teNeues

A finales de los noventa, principios de los 2000, viajaba a Nueva York. Cada vez que iba una monomanía distinta lo dominaba todo, de forma avasalladora. Un año se estrenó una película de la saga de La guerra de las galaxias. Los muñecos, los libros, los anuncios del estreno, estaban en toda la prensa, en todos los escaparates, los taxis, los anuncios callejeros, los comentarios en la radio, las librerías y jugueterías, en todas partes; era imposible no enterarte de que había llegado a las pantallas otra puerilidad de George Lucas.

Hablando de puerilidad: mi siguiente visita coincidió con la persecución del presidente Bill Clinton por parte del fiscal Kenneth Stark, que costó al erario público cincuenta millones de dólares. Al cabo de una hora de estar en la Gran Manzana era imposible no haberte enterado del menor detalle del affaire Monica Lewinsky.

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 Monica Lewinsky y el expresidente Bill Clinton en la casa blanca en 1998

Getty

En el año 2000 visité el taller de la artista Sally Gutiérrez. Por gentileza de una Fundación, Sally disponía de un espacio para trabajar en el último piso de una de las Torres Gemelas.

Por las altas ventanas se veía una panorámica espléndida de Manhattan y el cielo. Sentí bajo los pies el ligero balanceo del edificio. O así lo recuerdo. Entre otros trabajos creativos, Sally estaba grabando un documental en el que medio centenar de empleados en las Torres –bedeles, empleados de la limpieza, ascensoristas, agentes de seguridad, etcétera– le comentaban sus experiencias, sus sensaciones de trabajar allí. No imaginaba ella, al irse de NY aquel verano de vuelta a Madrid, que esas conversaciones eran de naturaleza póstuma. En septiembre Al Qaeda estrelló sendos aviones contra las torres.

En el 2000 visité a la artista Sally Gutiérrez en su taller del último piso de una de las Torres Gemelas”

En la primavera siguiente, y según la ya señalada pauta paranoica –aunque esta vez estaba justificada– todo en la ciudad era referencial a los atentados contra las Twin Towers. Programaciones televisivas, ensayos, libros memoriales, celebraciones de los heroicos bomberos, testimonios personales verdaderos e inventados, reportajes fotográficos, debates, películas, exposiciones, homenajes a los bomberos heroicos, etcétera.

Iba a entrevistar a Richard Avedon, que ya en vida había ingresado en la historia de la fotografía. Una exposición suya iba a celebrarse en Madrid y en Barcelona, y además estaba preparando una gran retrospectiva de su obra en el Metropolitan. Le pregunté si ya había sacado algunas fotos de la “zona cero”, el solar vacío salvo por los cascotes, donde antes se alzaban las Torres Gemelas. –No –me contestó–. El acontecimiento es demasiado sensacional. Ahora chocaría con cien fotógrafos buscando un encuadre original. Ya iré dentro de un año, cuando se haya asentado el polvo. Yo opero así.

Avedon vivía cerca de Central Park. En el sofá de su despacho tenía un álbum de Goya abierto por una doble página que mostraba El perro. Era una declaración. En el estudio, sus ayudantes le habían confeccionado una maqueta de las salas del Metropolitan, y minúsculas reproducciones de las grandes fotografías que iba a exponer allí. Él las iba colgando en las paredes de la maqueta, a ver dónde quedaría cada una mejor.

'El jinete polaco', de Rembrant

'El jinete polaco', de Rembrant

Frick Collection

De joven, me identificaba con el jinete, tan arrogante seguro de sí mismo. Ahora me identifico con el caballo”

Richard Avedon

La entrevista está colgada en la red. Pero allí no conté las tres cosas de la vida de Avedon que me impactan más que su propia obra, alusivas a su intensa relación con la belleza, que él encontraba en todas partes y que le obsesionaba. Siendo niño, en Manhattan, supo que el vecino de arriba, el pianista, era el famoso Rajmáninov. Avedon salía por la ventana y tumbado en la escalera de incendios le escuchaba tocar durante horas.

Su hermana, y primera modelo, Louise, era muy, muy guapa. Según Avedon, fue su propia belleza lo que la destruyó: atraía tanto las miradas de los demás que perdió el contacto consigo misma. Enloqueció y murió prematuramente.

Desde muy joven, Avedon visitaba la Frick Collection. Allí su óleo preferido era El jinete polaco, de Rembrandt. A lo largo de su vida había pasado muchas tardes contemplándolo. “De joven, me identificaba con el jinete, tan arrogante y desafiante, seguro de sí mismo. Ahora me identifico con el caballo.”

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