Por primera vez en mi vida asisto a una transmisión de campanadas de fin de año cuyos presentadores no han sentido la necesidad de explicarme cómo funciona un reloj. ¡Milagro! Mérito de Broncano y LalaChus, que han tenido a bien ahorrarnos a los telespectadores de TVE (La1 y La2) la cansina matraca de cada año -desde hace sesenta- sobre la bola que cae, los cuartos y las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol. ¡Gracias! Ya es historia de las campanadas televisadas, que TVE ha revolucionado (ha “revuelto”) este año, mediante la desenvoltura de Broncano, subido con su bombo en el tejado de Tío Pepe, jugándose el tipo y despojando de toda solemnidad a estos cargantes momentos previos a las campanadas. Broncano, además, ha “troleado” al rival: con un megáfono ha saludado a Cristina Pedroche y Alberto Chicote en el terrado contiguo, el de Antena 3, cadena a la que debían desbancar: “¡Alberto! ¡Cristina!”, gritaban Broncano y su compañera. Y a los envarados interpelados Pedroche y Chicote -que al principio se hacían los sordos- no les ha quedado otra al final que sonreír y saludar. Bien hecho: la competencia es sana si la vivimos con deportividad, buen humor y alegría. ¡Digo! Viva 2025.
¿En qué porcentaje los telespectadores españoles se han repartido anoche entre el terrado de La 1 y el terrado de Antena 3, dónde descubrir el vestido de hogaño de Cristina Pedroche? Se sabrá en pocas horas. Pero lo cierto es que la expectación este año se había ya desplazado ligeramente desde el cacareado vestido -que ha brindado el triunfo a Antena 3 durante tres años consecutivos- hacia la novedad astutamente lanzada por TVE: ¡adiós a la capa de Ramonchu! (que de pronto se nos antoja ya apolillada), y adiós también a la consabida y veterana Anne Igartiburu. ¡Bienvenidos el pasotismo de Broncano! Y la vituperada LalaChus (por sus kilos): TVE ha aprendido este año a convertir los ataques ajenos en virtudes propias. Ahí hemos visto a LalaChus aprovechar legítimamente para lanzar un canto a todos los cuerpos no normativos. Y por su parte Broncano mostraba como talismán un puñado de olivas sacadas de su bolsillo, para animar a los aceituneros de su querido Jaén. Y ya puestos, pidió “una vivienda digna y asequible” para todos. ¡Por pedir, que no quede! Ah, y mostró otro talismán: unos calcetines regalo de David Bisbal, el del burrito sabanero. Prenda contra prenda, calcetines contra vestido.
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¿Y el vestido de Cristina Pedroche, qué? Pues ha sido un diseño aparatoso, como corresponde a esta prenda anual, simulando una lámpara. Pedroche retiró gasas y gasas hasta desvelar un armazón muy calado (con técnicas de sombrerería y algodones crudos) que mostraba su piel casi al completo, con embarazo de su segundo hijo incluido (anunciado tres días atrás, pues todo es válido para alimentar la audiencia). Puestos a alumbrar, habló de dar luz al mundo y de proteger a todos los niños ante todas “las violencias, abusos y explotaciones” (¡por pedir que no quede, de nuevo!). Y me ha sorprendido que los 8.500 cristales que ornaban el armazón de este vestido hayan salido de gotas de leche materna que Cristina Pedroche conservó de su primera maternidad, según ella misma explicó (¿cómo se conseguirá eso?). A su lado, el pobre Alberto Chicote buscaba altura mediante el peinado: un tupé canoso muy cincelado hacia arriba, que me recordó al mítico de Imanol Arias de hace unos años. Estas campanadas de Antena 3 han finalizado en “modo promoción” de los éxitos comerciales del canal: Chicote y Pedroche han ensalzado las buenas audiencias de Antena 3, con un subrayado específico para “El hormiguero”, por supuesto.
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¿Y en TV3, qué? Pues una búsqueda consciente de la convención y de una nueva tradición, hoy depositada en la pareja juvenil que forman Miki Núñez y Laura Escanes, que no puede molestar a nadie (ni tampoco excitar demasiado) Sin sorpresas. Escanes vestía de novia de alta costura. Los catalanes ansiamos gustarnos y por eso dibujamos un corazoncito en el cielo de Montjuïc con 500 drones, que nadie discutirá eso. Añadimos unos fuegos artificiales con 800 kilos de pólvora, y todos contentos. Por si no quedaba claro el mensaje, Miki Núñez lo ha remachado enviándolo sin embozos a los catalanes enfadados que puedan quedar por aquí: “¡no nos pasemos el día refunfuñando!”, les ha reprendido. Pues ya está, como antes decía: ¡todos contentos!
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¿Y en Telecinco? Se nos han ido a la isla de Lanzarote, al castillo de San José de Arrecife, desde dónde Ion Aramendi y Blanca Romero han cantado las campanadas para toda España, y luego han vuelto a comerse las uvas por segunda vez, ya en horario canario. Antes hemos soportado una ristra de diálogos vacuos y ridículos entre Verónica Dulante y Christian Gálvez en el programa “Nochevieja contigo”: hay programas que se hacen por hacer algo, por llenar minutos sin saber muy bien cómo, ¡menudo suplicio!
¿Y La Sexta? Una emisión de mínimos para no competir con el vestido de la Pedroche, a cargo de Cristina Pardo y Dani Mateo, los dos sin ninguna fe ni química entre ellos, dos profesionales obligados a cumplir con comentarios vacíos por no decir grotescos. Y ambos forzando un supuesto buen humor que ni de lejos sentían, rebozándolo de patéticas risas falsas. Tiene que ser duro estar ahí, pobres.
En Cuatro han tenido, al menos, el acierto de emitir un especial “First Dates Nochevieja” a cargo del infalible equipo habitual (Carlos Sobera y compañía) de uno de los programas más fiables, sólidos y seguros de la televisión en España. Me reí con uno de esos maduros galanes -un sexagenario llamado Víctor- candidatos al amor al que anoche vimos venderse a sí mismo ante su eventual pareja como un amante altamente competente, hasta el extremo de que “muchas mujeres me llaman 'el deshollinador'”. ¡Olé por ti, Víctor!
La Nochevieja televisiva había arrancado hacia las diez de la noche con el esperado especial de José Mota (“2024: Operación IA IA Oh”), que ha desplegado la ficción (¿o no?) de un supuesto intento de nuestros políticos de robarles su papel y su silla a nuestros cómicos, Mota el primero. Lo mejor del programa -además de las imitaciones cruzadas de políticos- ha sido que Mota haya implicado aquí a los cómico estelares históricos de las Nocheviejas, Millán Salcedo y Josema Yuste, a cuenta de un supuesto diálogo de la empanadilla entablado entre Yolanda Díaz y Pedro Sánchez.
También ha sido hilarante el “gag” sobre los roces generacionales entre padres y hijos (remontados desde hoy hasta las mismísimas cavernas de la prehistoria). Y me ha gustado asimismo el Felipe VI de José Mota, un rey de España de lo más embromador: “¿qué es lo que el pollo le dijo al pato?”, les pregunta a los que le estaban grabando su mensaje navideño... Pregunta a la que él mismo amaga una respuesta: “lo que tú haces con la pata, lo hago yo con...” Esta bromita chusca -graciosa en labios del rey- se convierte en un “running gag” a lo largo de todo el especial de Mota: la respuesta la habrán completado sus telespectadores que en cada casa hayan sintonizado este programa que es ya tradición. Y que concluyó con un intento (populista, ay) de homenaje artístico (cantando) a los afectados por la DANA de Valencia... Una tentación que debiera evitarse -a mi juicio- en un programa de humor.
