Durante más de cuatro décadas, Ángel de la Rubia ha observado miles de pies, pero sobre todo ha acompañado miles de vidas. Podólogo especialista en Biomecánica, Química y Ortopodología, experto en Podología Deportiva y presidente honorífico de la Sociedad Española de Podología Deportiva, de la que fue fundador hace más de 25 años, ha tratado desde deportistas de élite a pacientes que apenas pueden levantarse del sillón. Entre ellos se cuentan Juan Carlos I de España o Santiago Segura.
Autor del libro Lesiones del corredor, manual para prevenir y curar los problemas del running, combina ciencia, técnica y una sensibilidad profunda hacia las personas mayores, a quienes considera “la esencia de la experiencia humana”. Él sostiene que unos pies bien cuidados pueden determinar la autonomía, la salud general y el propio pronóstico vital de las personas mayores. “Cuando una persona mayor deja de andar, empieza el principio del fin”, advierte.
Para él, cada detalle del pie importa, el grosor de una uña, la elección del zapato, el hábito de secar bien los pies. Todo puede marcar la diferencia entre vivir con plenitud o enfrentarse a úlceras, caídas, dolor, infecciones y pérdida de independencia. “Lo más emocionante es ver cómo alguien llega sin esperanza a la consulta y se marcha diciendo que no sabía que a estas alturas iba a volver a andar”, subraya. Y segura que la podología “puede transformar la vejez”, por qué “prestar atención a los pies es, en realidad, una forma de cuidar todo el organismo”.
¿Por qué se especializó usted en podología? ¿Cuándo surgió el interés?
Pues yo creo que hubo dos hechos clave. Uno viene de la infancia. Cuando yo tenía un año, mi padre sufrió un accidente laboral que le provocó una paraplejía, y toda la vida le he visto en silla de ruedas. Me llamaban poderosamente la atención sus pies inertes. Desde niño, soñaba con ver andar a mi padre. Y el otro motivo es que siempre he sido muy deportista y me di cuenta de que había muchas lesiones que sufríamos los corredores. También por ahí vino la inspiración.
Cuando yo tenía un año, mi padre sufrió un accidente laboral y toda la vida le he visto en silla de ruedas; de niño soñaba con verlo andar
A lo largo de estos años, también ha tratado a deportistas de élite, ¿verdad?
En estos cuarenta años, he tratado a individuos de todo pelaje, como usted se puede imaginar. Y sí, también deportistas de élite.
Incluso ha tratado a personas muy célebres, como el Rey emérito, Santiago Segura o Matías Prats.
Así es. Todos estos insignes personajes han pasado por mi casa. Para mí ha sido un verdadero honor y una satisfacción haber podido cuidarles, tratarles y conocerles.
Usted genera vínculos muy estrechos con sus pacientes. ¿Cómo definiría esa relación?
Muy empática, la verdad. Muchos de ellos terminan siendo amigos, más de lo que usted se pudiera imaginar. Y para mí es una gran satisfacción ayudar, cuidar. Creo que quienes nos dedicamos a cuidar y favorecer que los demás sean más felices podemos sentirnos muy satisfechos, porque no hay nada en la vida más interesante que ayudar a cumplir objetivos.
¿Qué problemas podológicos son más comunes en las personas mayores?
Los derivados del paso del tiempo. Todo se desgasta, un coche, un aparato locomotor… Y nosotros también. Eso provoca alteraciones, sobre todo en los pies, que son lo más distante del corazón y, por desgracia, suelen estar peor atendidos. La circulación es más deficitaria en ellos, les prestamos menos atención, a veces ni siquiera los vemos bien. Con la edad aparece pérdida de elasticidad en ligamentos y tendones, atrofia de la grasa plantar, que está muy relacionada con el dolor, deformidades, pérdida de movilidad y una mayor vulnerabilidad a las lesiones.
¿Cuál es la importancia de los pies en la salud global de una persona anciana?
Toda. Andamos con los pies. Cuando una persona mayor empieza a tener problemas que le impiden andar, es el inicio de un mal pronóstico. Esa incapacidad provoca sedestación, y eso trae problemas circulatorios, cardíacos, pérdida de calidad de vida. Cuando una persona mayor deja de andar, empieza el principio del fin.
¿Somos conscientes de la importancia de cuidar los pies en la tercera edad?
Cada vez más, y esa es la parte positiva. Pero sigue habiendo una asignatura pendiente muy seria, la incorporación del podólogo a la atención primaria. Es inaudito que no lo esté ya. Cada 100.000 diabéticos, hay 11 amputaciones solo por pie diabético. Si el podólogo formara parte de los centros de salud, las amputaciones se podrían reducir hasta un 85%. Es algo que no entendemos. La incorporación está siendo tímida, demasiado, y esto acarrea un gasto económico enorme al Estado, sin contar el drama humano.
¿Qué señales deben alertar a una persona mayor para acudir al podólogo?
Cambios de coloración en la piel, callos, durezas, uñas muy gruesas o encarnadas. Y algo a tener en cuenta: con la edad, el pie se aplana, aumenta de talla. Hay que tenerlo muy presente al comprar calzado.
Cada 100.000 diabéticos, hay 11 amputaciones solo por pie diabético; si el podólogo formara parte de los centros de salud, se podrían reducir hasta en un 85%
El podólogo recomienda entrenar la fuerza del pie.
¿Qué diferencias observa entre el estado de los pies de quienes viven solos y quienes viven acompañados?
Los ancianos que viven con hijos o en residencias suelen llegar en mejores condiciones, porque alguien inspecciona sus pies. Pero quien vive solo llega peor. Un anciano difícilmente puede secarse bien los pies, por ejemplo, y eso provoca muchos problemas.
¿Qué medidas preventivas recomendaría para evitar úlceras o heridas?
Inspección diaria, un buen calzado anatómico o fisiológico, suela antideslizante, zapato acolchado y evitar pantuflas con talón suelto en casa, que están muy relacionadas con las caídas.
¿Y sobre el tacón?
En casa, ninguno. En la calle, entre dos y tres centímetros es lo correcto. Las mujeres, además, suelen ser más vulnerables a juanetes porque durante décadas abusaron de tacones y puntas estrechas.
¿Caminar descalzo es recomendable en personas mayores?
Si el pie está fuerte, sí, incluso por la calle con calzado minimalista, aunque de forma muy progresiva. Pero lo habitual es que una persona mayor necesite una evaluación exhaustiva de sus pies antes de plantearse eso, porque muchas alteraciones vienen de la infancia. Por eso recomendamos empezar con una revisión podológica a los cuatro años.
¿Cada cuánto debería revisarse los pies una persona mayor?
Una vez al mes. Sobre todo si tiene callos, durezas o dificultad para cortarse las uñas. Hay que evitar que esos callos evolucionen a problemas mayores.
Lo habitual es que una persona mayor necesite una evaluación exhaustiva de sus pies antes de plantearse caminar descalzo o calzado minimalista
¿Qué papel juega la higiene diaria?
Fundamental. Hay que hacer un lavado con agua tibia y jabón entre 10 y 15 minutos. Luego un secado meticuloso, sobre todo entre los dedos, incluso con un secador a temperatura media. Entre los dedos es donde más infecciones por hongos y bacterias aparecen. Luego, hidratación con crema con urea: en el cuerpo al 10%, en los pies al 30%, pero nunca entre los dedos. Y preferiblemente ponerla por la noche.
¿Cómo afectan enfermedades como la diabetes o la artritis?
Se ceban con los pies. La gravedad y la reacción del suelo actúan ahí. La neuropatía diabética es devastadora porque disminuye la sensibilidad y la vascularización. La mitad de los ancianos sufre problemas osteoartrósicos. En muchos casos una plantilla personalizada, diseñada por un podólogo, es fundamental para mejorar los apoyos y evitar úlceras.
¿Cómo prevenir el aplanamiento del arco plantar con la edad?
Cuando aún no somos muy mayores, con ejercicios como coger objetos con los dedos, usar gomas, caminar superficies inestables, elevaciones monopodales. Pero cuando ya se ha llegado a la senectud, todo eso es complicado y se impone la plantilla personalizada. Es esencial.
¿Qué errores cometemos en casa?
Exceso de humedad entre los dedos, el uso de moquetas, andar descalzo cuando no se debe, llevar chanclas o zapatillas con talón suelto y, sobre todo, el abuso de cama y sillón. Eso es lo que hay que evitar.
¿Qué ejercicios ayudan a mejorar la circulación y la fuerza?
Masaje ascendente, medias compresivas, mover dedos y tobillos, elevar los pies. Y caminar. El pie funciona como un corazón periférico, cada vez que andamos impulsamos sangre hacia arriba. Si no se puede caminar, siempre se puede mover tobillos o dibujar las letras del abecedario con los pies. Y luchar contra la obesidad, que es la causa principal de artrosis.
Nunca es normal que duelan los pies, el tratamiento se establece con un buen diagnóstico
¿Y si hay dolor?
Nunca es normal que duelan los pies. Hay que llegar al diagnóstico, puede venir de la columna, de un nervio atrapado, del propio pie… Con un buen diagnóstico, se establece tratamiento, ya sea medicación, fisioterapia o cirugía.
¿Qué hacer para prevenir caídas?
Las caídas aparecen cuando se pierde estabilidad, y esta se pierde con la falta de fuerza. Muchos mayores caminan dos horas al día, pero no hacen fuerza. Y eso es un error. Ejercicio de fuerza es fundamental. Me alegra ver a mayores de 80 años entrenando en el gimnasio. Esa es la clave. Yo voy casi todos los días y me da mucha alegría ver socios de más de 80 años que se ejercitan de una manera vital. No hay otro secreto para mantener la salud de los pies, y con ellos del organismo.
¿Y si los mayores no quieren ir al gimnasio?
Pues en casa también se puede hacer mucho. Por ejemplo levantarse y sentarse del sillón, usar mancuernas de un kilo, que puedes utilizar botellas de agua como pesas… O gomas. Siempre hay algo. Lo importante es mover la musculatura todos los días y ganar fuerza.
¿Qué ha aprendido usted de las personas mayores?
Muchísimo. Me han hecho mejor persona. Yo también empiezo a ser mayor, ya tengo 67 años, y ellos me transmiten cariño, gratitud. Muchos vienen sin fe, casi obligados por los hijos, y se marchan emocionados. ‘No sabía que a estas alturas iba a poder andar’, me dicen muchos. Eso es una satisfacción bárbara. Trabajamos para vivir, sí, pero hay cosas que están por encima de eso, ayudar y recibir cariño. A mí la consulta me da la vida. Creo que no me jubilaré nunca.









